Capitulo 2.
Tan puntual como inoportuno el reloj despertador de Celeste rompió el silencio de la habitación anunciando que ya eran las siete y que por tanto no tenía tiempo que perder, debía levantarse. A las ocho tenía clases de economía y aunque no quisiera asistir la noticia de un examen la convocaba a la fuerza.
Se levanto de la cama encorvada aun con el sabor del sueño bajo la lengua y con la destreza de quien esta acostumbrado a hacerlo todos los días tendió su cama sin siquiera abrir los ojos y se dirigió hacía el baño todavía con ellos cerrados. Abrió la llave de la ducha y dejo que la congelante agua le quiebre la piel, no salió de su boca ningún chillido, nisiquiera se sacudió cuando el chorro aumentó de la nada y parecía que quería reventar las tuberías. Su madre le había dicho algunas veces, incluso más de las necesarias, que el dolor servía para limpiar el corazón del hombre y el sufrimiento para hacerlo fuerte pero no le dijo jamás dentro de esas pláticas que el dolor también hería y que en ciertos casos podía ser mas insoportable que la muerte. A Celeste le dolía el alma, le dolía la vida, y no estaba segura de poder seguir callando.
Cuando sintió que el dolor la estaba dejando hueca, que las lágrimas se le agolpaban en el pecho con furia y gritaban por salir dejo de luchar contra la tristeza que era lo mismo que dejar de luchar contra sí misma. Se acurruco en e suelo, ahí debajo del agua y dejo que de sus lágrimas se hiciera un mar y se fuera por la coladera. Cecilia se estaba desarmando, estaba rota, incompleta, inconclusa y no sabía como salir del océano de dolor que la devoraba.
--¡Ceci! El desayuno ya esta listo mi niña.... ¡Ceci! ¿Cecilia estas ahí? --Escuchaba a su madre gritar fuera del baño.
No sabía como responder, había olvidado como articular palabra y eso hacía mas asfixiante su pena. Quería decirle a alguien como se sentía, como le ardía muy dentro el alma. Quería explotar y confesar lo que le apretaba pero temía no ser comprendida y peor aún juzgada y rechazada. Estaba condenada a sufrir en silencio, a derretirse en dolor y terminar allí mismo su pena; estaba maldita, ella lo sabía y le dolía admitirlo pero sabía muy bien que le esperaba el infierno. Se estaba pudriendo por dentro y no sabía como aliviar tanto sufrimiento.
--¡Cecilia! Habla muchacha caramba o voy a llamar a Andrés para que tumbe la puerta.
La doña sabía que no debía haberle puesto llave a la puerta de los aposentos de la niña pero en una lucha salvaje por asegurar la privacidad de la hembrita de la casa le puso cerrojo y le entregó a ella la llave agregando además un amplio baño para que no tropezara con los varones a la hora del aseo. Esa puerta era un símbolo de como estaba dispuesta a proteger a su niña del mundo, incluso si sus hermanos formaban parte de el, pero la niña había crecido y sus encerrones con llave ya la estaban sacando de quicio, no salía de la habitación mas que para comer y salir a tomar sus clases que de paso esto último conllevaba sus esporadicas salidas con sus compañeros de la universidad. Cecilia se había vuelto insolente, malcriada, llorona e irritante y su madre no podía comprender cuando su niña se transformo en esa bestia que mordía a sus sobrinos y le hacía el pleito a su cuñada, se excusaba a veces con decir que los tiempos habían cambiado y que la rebeldía de su hija era parte de haberse mudado a una ciudad con mas modernidad y mas oportunidades para elegir un mal camino. Justo por el miedo a que la niña errará sus pasos la sobreprotegio demasiado sin saber que en el intento de mantenerla unida la quebraba y que mas temprano que tarde terminaría por romperla.
--¡Cecilia coño abre esa puerta! --Se aventuro a solicitar de nuevo pero no hubo respuesta. Se disponía a ir por Andrés, el hijo mayor, para forzar la cerradura cuando escucho como pasos al otro lado de la puerta le avisaban que la niña había oído.
--¿Qué quiere Mami?
Cecilia no podía dar crédito a lo que sus ojos veían. Su niña se había revelado desnuda y destilando agua con la expresión mas muerta que jamás le había conocido. Lo primero que pensó fue que había quedado loca pero luego se apresuro a quitar aquello de su cabeza. Su niña era buena chica, seguro estaba pasando algo mas.
--¿Qué le pasa? ¿Se esta muriendo alguien que llama así? --La niña había abierto la boca y escupía ira al hablar. Sus ojos no mostraban nada pero se le notaba dolida. La doña no sabía ya ni que pensar.
--¡¿Cómo qué si me pasa algo?! ¡¡¿Qué te pasa a ti que no respondes cuando te llamo y encima sales así toda desnuda y mojada?!! --Gritaba furiosa la madre, de tantas emociones que se le agolpan en el pecho decidio elegir precisamente la ira y a la niña no pareció gustarle.
Los ojos de Cecilia de pronto se encendieron. Estaba pasando por un momento muy difícil y se encontraba demasiado frágil como para responder con claridad. Olvidó el pudor inculcado y sacudiendo a su madre la quito de la puerta para salir corriendo completamente desnuda hacia la cocina en donde se escudo detrás de un cuchillo con el que amenazaba con herir al siguiente que quisiera gritarle.
Los sobrinos que jugaban en la sala la vieron pasar a la cocina seguida de la madre súplicante "¡Una toalla, traiganle una toalla!" Ordenaba a gritos hasta perderse de su campo de visión. Los mas chiquitos estan aterrados, su castillo de bloques había sido derribado y no hicieron mas que romper en llanto; por su parte el mayor corrió a buscar la toalla antes de que su abuela sufrierá un infarto.
--¡Una toalla mami! Que la tía se volvió loca y esta corriendo desnuda por toda la casa con mamá tras ella ¡Una toalla! --Insistía el niño agitando los brazos frente a la cama de sus padres donde estos dormían tranquilos sin saber lo que pasaba.
--¿Desnuda? --Preguntó desconcertado el padre. No podía creer lo que su hijo decía y si era falso aquello no dudaría en darle sus chancletazos por travieso.
--¡Si pá! Desnuda. Mamá trata de alcanzarla pero no se deja y los mellos no paran de llorar.
--Si eso es verdad tengo que ir a ayudarla --Contestó a la súplica Andrés ante la preocupación de su hijo al creer en verdad que su madre había de estarlo necesitando.
--Nada de eso --Lo detuvo su esposa antes de que pudiera bajar de la cama-- eres su hermano y si esta desnuda tu no debes verla. Eso es malo. Iré yo.
Dicho y hecho Martina se arropo con su bata y caminó hasta la cocina de donde salían unos gritos desesperados, lo que la hizo acelerar el paso. Al llegar se encontró con la realidad descrita por su hijo. Cecilia desnuda esta sobre la mesa amenazando a su madre que gritaba desesperada para que se bajase.
--¡Pero bueno Cecilia! ¿Qué cree usted que esta haciendo? --Inquirió con voz de mando-- ¿Acaso enloqueció usted? ¿No reconoce ni a su madre? ¡Hágame el favor y se baja de ahí ahora mismo!
Los ojos de la joven se clavaron sobre quien le hablaba. La desesperación se dibujaba en sus ojos haciéndola presa de la locura. Las cosas no parecían marchar bien dentro de su cabeza.
--¿Qué no me oye? Baje de ahí ahora mismo –repitió la cuñada de Cecilia.
No tuvo que volver a hablar cuando la joven obedeció y bajo de la mesa, para ser rápidamente cubierta con una toalla. Al escuchar el llanto de su madre que aún no procesaba la situación se le humedecieron los ojos a ella tambien y se proponía comenzar a llorar cuando fue abordada por la veloz pregunta de su cuñada:
—¿Qué es lo que está pasando por la cabeza a usted que sale con semejantes locuras? –escupió de golpe y sin el menor ápice de compasión.
Cecilia continuó el camino antes iniciado hacia el llanto y se desplomó en el suelo, se acurrucado al lado del refrigerador que rugía impaciente en una esquina de la cocina y entre unos susurros llorosos se atrevió a confesar lo que le atormentaba –Es que y.... o.... yo hice algo terrible –comenzó a decir. Los ojos de su cuñada se iluminaron y su madre se quedó sin respiración al escuchar lo que decía su hija, y mucho mayor fue el asombro cuando esta termino su frase. –Yo deje que mataran a una mujer ¡Yo podía evitarlo! ¿qué no ves que fui cómplice mamá? –concluyó la niña antes de soltarse a llorar amargamente. Denis, su cuñada, se sentó a su lado y sin saber que hacer o como procesar la siguiente pregunta espero a que el llanto cesara, pero no cesó. Ese asunto iba para largo.
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