—No continuaras con nosotros, hemos decidido no renovarte y ni siquiera pienses en colocarnos como referencia —todavía resuenan en mi cabeza esas políticas palabras del mi antiguo líder—. Agradecería tomes todas tus pertenencias y dejes la agencia lo antes posible —un hombre bastante admirable y con una parsimonia de admirar.

En comparación con mi exjefe, quien simplemente me había gritado con todo el coraje y desprecio posible que, me encontraba despedido por ser considerado una abominación, recibiendo un escupitajo luego.

Puedo jurar por todos los dioses existentes en las diferentes culturas a través de nuestra historia que, estuve a poco de enfadarme y propinarle un fuerte golpe en ese estúpido rostro de viejo mañoso; sin embargo, me contuve porque no sería correcto, me encuentro en demasiada ventaja y eso no debería convertirse en mi arma.

Mi nombre es Ámpi Antavia y se preguntarán, ¿cuál fue mi pecado?; es sencillo responder, oponerme a sus inhumanas órdenes y salvar a un ciudadano como haría cualquier policía, porque no podía dejar a ese pequeño morir calcinado.

No obstante, en cierto grado entiendo su desprecio y nadie podría culparlo por su trato, pues los malditos hemos nacido solo para servir o vivir escondidos de la humanidad; somos como un ratón de alcantarilla, no podemos mostrarnos ante la luz de luna o debemos aceptar nuestro cruel destino de perecer a manos de quienes dicen ser una raza pensante, humanos.

Desde entonces he sido bautizado como otro maldito, siendo despreciado por quienes dijeron amarme; ni siquiera he recibido una llamada de disculpa o brindándome una oportunidad como dijeron en infinidad de ocasiones. Ahora me encuentro desempleado, solo y sin alguien en quien confiar; lo peor de todo, parado frente a una extensa puerta protegiendo un imponente edificio a las afueras de la ciudad.

Y todo porque hace pocos días, después de varias llamadas a anuncios de periódicos pidiendo candidatos con un perfil semejante a mi experiencia, luego de postular a infinidad de anuncios a través de la web; me encontraba vagando por las calles, en búsqueda de algún trabajo relevante como el anterior, mi orgullo no me permitiría aceptar nada menor a eso.

Sin embargo, nada aparecía y las pocas oportunidades encontradas, terminé con puertas de madera estrelladas en mis narices; pues mi trayectoria terminó reducida a: eres un maldito y eso es igual a abominación.

Aunque todo cambió cuando un día me encontré con un extraño sujeto envuelto en un traje negro, acompañado de un gran sombrero, «¿cómo puede alguien vestirte de esa manera en pleno verano?, ¿no necesitará un poco de agua?»; aunque no soy quién para juzgar sus gustos de vestimenta, pues los míos podrían entrar en una lista de los peores desastres de la moda.

Ese desconocido se presentó como un compañero de la primaria, a quien realmente no recuerdo en absoluto y ni siquiera pude reconocer en la foto de graduación que me mostró. No obstante, tomé el papel doblado extendido entre sus manos; pues me indicó que, debía presentarme en aquel lugar marcado con cruz, donde encontraría la respuesta a mis preguntas y también me darían esa oportunidad que realmente merezco.

—Bienvenido a Parabellum, un lugar donde encontraras el camino a tu verdadera esperanza —mis orbes se abren de manera exorbitante, cuando frente a mí aparece un hombre de altura considerable, sonriéndome con amabilidad.

El todavía desconocido sujeto me comenta que, me encuentro en una agencia secreta, oculta por años lejos de la mirada de curiosos y del mismo gobierno del país; donde alberga a los mejores talentos del planeta, malditos como nos han bautizado los humanos, quienes se encargan de salvar a otros iguales como nosotros.

Según sus comentarios, la misión de quienes conforman esta organización es en primera instancia buscar a chicos con "habilidades especiales" y velar por su seguridad; llevarlos a escuelas especiales en donde les enseñarán a usar sus destrezas de manera correcta y serán protegidos hasta encontrarse preparados para enfrentarse a la sociedad.

—Pero nuestra misión es también peligrosa, porque en segunda instancia participamos en algo mucho más peligroso —esa revelación detiene mis pasos—. También nos encargamos de proteger la existencia de la humanidad y la nuestra propia de amenazas mucho mayores —esta última parte no entendí, ¿peligro mayor?

—Si aceptas mi propuesta —el sujeto voltea para enfrentarme con la mirada—. Entrenaras con iguales o superiores en habilidades a ti, te asignaremos a maestros excepcionales; si nos demuestras verdadero potencial, podrás resultar asignado como un agente especial y ser asignado a una misión.

—¿Qué sucedería si no logro pasar? —entre tantas incógnitas, aquella resalta y escapa de mis labios.

—¡Lo lamento!, en ese entonces, borraremos tu memoria para que no recuerdes nada de esta conversación y de nuestra institución; seguirás en tu vida ordinaria, seguida de las consecuencias de tu heroísmo.