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Traidor

     Abigail separó sus labios dejando que Johann introdujera su diminuto miembro en su boca. Soltó un gemido cuando ella comenzó mover su cabeza hacia enfrente y hacia atrás. Uno de los sujetos le dio una nalgada. Ella al instante dejó de hacer lo que estaba haciendo y se giró hacia el más alto.

     —Ella es mía —dijo Johann mirándolo con furia en sus ojos—, aléjate. —Le extendió el cuchillo devolviéndoselo.

     —Pero si la soltamos... —comenzó a hablar antes de ser interrumpidos.

     —Si la sueltan e intenta hacer algo lo meteré hasta su garganta para que se ahogue —Abigail apretó los dientes para no soltar una carcajada, aquella cosita apenas le llegaba a la mitad de la boca; ni en un millón de años podría atragantarse con eso—. ¡Aléjense! —Ambos sujetos le soltaron los brazos y caminaron hasta situarse a lado de Hermann.

     Johann regresó su atención a la chica arrodillada frente a él enredó sus dedos en el castaño cabello de la chica y la obligó a introducir su miembro de nuevo en su boca. Él dejó caer la cabeza hacia atrás mientras movía la de la chica a su antojo, ella acompañó la lengua con una mano que comenzó a acariciar sus testículos, gimió aún más cerrando los ojos.

     Abigail quería vomitar, y no porque aquella cosa le llegara a la garganta, sino porque le causaba auténtico asco, nunca antes había sentido tanta repulsión en toda su vida.

     Entonces se escucharon un par de quejidos antes de varios golpes detrás de Johann.

     — ¿Pero qué...? —Abigail supo que esa era su señal. Mordió el miembro de Johann tan fuerte como pudo mientras le enterraba las ocho uñas que le restaban en su escoto. Johann gritó al mismo tiempo que comenzó a golpearla en la cabeza y jalar sus cabellos en un intento de alejarla de él. Abigail cerró los ojos para soportar el dolor al mismo tiempo que apretó su mandíbula aún más sintiendo la sangre llenar sus mejillas y resbalar por las comisuras de sus labios deslizándose hasta su barbilla y cayendo al suelo. De repente vio el mismo cuchillo con el que la había amenazado a los pies de Johann; sabía que Hermann se lo había lanzado para que lo tomará, así pues lo hizo y lo enterró en los testículos de aquel asqueroso sujeto, sintiendo una gran satisfacción al escucharlo gritar. Sacó el cuchillo tan rápido como lo había metido, intentando desgarrar lo máximo posible. Liberó su miembro poniéndose de pie al mismo tiempo que Johann caía al suelo llorando y gritando con las manos entre las piernas en un intento de detener la hemorragia, o simplemente por el dolor, a Abigail no le importaba. Hermann caminó hacia ella, por instinto levantó el cuchillo hacia él quien levantó las manos a la altura del pecho mostrándole las palmas en son de paz.

     —Creí que esto era lo que querías que hiciera. —Dijo. Era la primera vez que escuchaba su voz en varios días.

     — ¿Qué quieres hacer tú? —Le preguntó sin bajar el cuchillo.

     —Quiero sacarte de aquí. —La miró de una manera en la que ella supo que decía la verdad. Bajó su brazo volteando a ver a Johann quien seguía llorando y gritando. Se puso de cuclillas frente a él y, aprovechando que sus manos estaban una sobre otra cubriendo su ensangrentado miembro, levantó el cuchillo sobre su cabeza y lo dejó caer con fuerza sintiendo la resistencia que ponían las capas de la carne de Johann. Decidió dejar el cuchillo ahí, evitando que ahora pudiese mover las manos pues el arma las había unido con su miembro. Los gritos de Johann eran tan fuertes que creyó que se desgarraría la garganta. Se puso de pie volteando a ver a Hermann quien se veía horrorizado por lo que acababa de atestiguar. Abigail levantó una ceja como retándolo a decirle que estaba loca o algo por el estilo.

     — ¿Terminaste? —Fue lo único que dijo. Ella escupió hacia un lado la sangre de Johann que aún estaba en su boca antes de asentir—. Vamos. —Caminaron hacia la puerta de salida. Los hombres que la habían estado sosteniendo se encontraba en el piso rodeados de charcos de sangre. No sabía cómo habían muerto pero suponían que Hermann les había cortado el cuello. Antes de salir él le pidió que pasara un brazo sobre sus hombros, como si estuviese muy herida. Caminaron por varios pasillos sintiendo las miradas de las personas que pasaban frente a ellos viendo a Hermann cargando a una agente de la DIA medio muerta. Estaban a punto de llegar a la salida; podía ver la luz del sol filtrándose por las ventanas y por la última puerta cuando un soldado se interpuso en su camino.

     — ¿A dónde la llevas? —Le preguntó analizándola de arriba a abajo.

     —Voy a deshacerme de ella. El señor Ferdinand me dijo que ya les había dado lo que necesitaban y que no quería volver a verla.

     — ¿Y por qué sigue viva? —Puso una mano en sus mejillas obligándola a levantar su cabeza. Abigail fingió estar apenas consciente. Sabía que la sngre en su boca pasaría por suya.

     —Porque quiero cogérmela antes de matarla. —Ambos hombres rieron. El sujeto por fin soltó sus mejillas y ella dejó caer su cabeza para hacer más realista su actuación.

     Caminaron hasta un estacionamiento lleno de vehículos blindados. La recostó en el asiento de atrás antes de subirse en el del piloto. Lo puso a andar, manejó por poco más de dos minutos antes de disminuir la velocidad hasta frenar de nuevo.

     —Hazte la muerta. —Susurró el hombre sin voltear a verla. Abigail cerró los ojos y disimuló su respiración tanto como pudo. Escuchó cómo una persona se detenía frente a su puerta. Los pasos eran bastante evidentes porque el suelo parecía estar hecho de grava.

     —Ella era tu novia, ¿no? —Escuchó la voz de una mujer. Caminó hasta la ventanilla de Hermann.

     —Ni me lo menciones, que hasta pena me da decir que salí con una agente de la DIA sin darme cuenta.

     —Pudiste haber fingido que no sabias y sacarle información.

     —Esa es una buena idea, la tendré en mente la próxima vez que salga con una agente. —Era obvio que Hermann se llevaba bien con muchos ahí.

     — ¿Por qué no sales con alguien que esté de tu lado? —Preguntó la mujer con voz coqueta. Abigail no puedo evitar levantar una ceja, de cualquier forma la mujer no le estaba prestando ninguna atención.

     — ¿Tienes alguna sugerencia? —Hermann le estaba siguiendo el juego. La mujer soltó una risa tonta.

     —Tal vez cuando regreses te diré...

     —Ahora muero de ganas por regresar. —Lo conocía tanto que podía imaginarlo sonriendo y gruiñando un ojo. Los pasos se alejaron, se escuchó un sonido metálico que supuso sería el de una reja y el vehículo avanzó, esta vez sin detenerse.

     — ¿En serio acabas de coquetearle?

     —Necesitaba que bajara la guardia.

     —Que sacrificado. —Dijo con sarcasmo aún recostada en el asiento y sin abrir los ojos, temía que si se incorporaba una bala le atravezaría la cabeza.

     —Acabo de traicionar a mi país por ti.

     —Y también de coquetearle a alguien frente a mí.

     —Un gracias sería suficiente.

     —Te agradeceré cuando estemos a salvo —movió su mano de tal manera que sus dedos sin uñas tocaron su brazo sintiendo un inmenso dolor que le recorrió todo el cuerpo. Escuchó a Hermann reír por lo bajo—. ¿De qué te ríes?

     —Te conozco lo suficiente para saber que esa es tu manera de agradecerme por lo que acabo de hacer. —Abigail abrió los ojos y mantuvo su vista en el techo del vehículo, sonriendo.
    
  

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