La visita de Robert
Una de esas veces que había tenido que ir a trabajar para espiar a los terroristas fue muy decepcionante debido a que no había conseguido nada.
Cuando faltaba menos de 15 minutos para que su "turno" en el restaurante terminara, vio un rostro que la sorprendió tanto que ni siquiera pudo disimular; se quedó paralizada y sin aire. Él la miró por un segundo antes de bajar la vista fingiendo que no la conocía y sentarse en una mesa. ¿Qué mierda estaba haciendo ahí? Esa visita ponía en riesgo toda la misión. Abigail tragó saliva y caminó hacia él antes de que una de las otras meseras, la cual no se había molestado en memorizar su nombre, se puso frente a ella.
—Ni lo creas —la chica la miró con odio—. Es mi área y yo lo voy a atender. Estoy harta de que nos quites las mesas cuando se te da la gana. Ese bombón de allá es mío.
—Adelante —sonrió de oreja a oreja—. Es todo tuyo. —La mesera la miró raro pero no iba a perder más el tiempo, así que fue hasta la mesa en la que se encontraba aquel hombre de hermosos ojos azules.
Sin apartar la mirada, Abigail se recargó en la barra del bar. Notó cómo el hombre la señalaba directamente y la mesera se giraba hacia ella con la boca abierta para, a continuación, negar con la cabeza. El hombre volvió a señalar a Abigail. Ésta no pudo evitar soltar una pequeña risa. Notó cómo la mesera apretaba la mandíbula y los puños antes de asentir y caminar hasta el lugar en donde se encontraba la agente.
—Dice que quiere que tú lo atiendas. —Refunfuñó sin separar los dientes.
—Gracias. —Le sonrió triunfante sacando una libreta aunque esperaba no tener que escribir nada.
— ¿Lo conoces? —Preguntó la otra intentando comprender por qué aquel hombre prefería a Abigail.
—Jamás lo había visto en mi vida —no podía dejar de sonreír. Caminó hasta situarse frente al atractivo hombre—. Buenos días, bienvenido —dijo lo suficientemente alto para que los demás pudieran escucharla pero a continuación bajó la voz—. ¿Qué haces aquí? —Preguntó, esa vez fingiendo la sonrisa; quería apretar los labios. Su visita la había molestado bastante, aún con la furia recorriendo su cuerpo, Abigail no dejaba de pensar lo sexy que era aquel hombre.
—Creemos —abrió el menú fingiendo que lo leía— que alguien está escuchando las conversaciones que tienes con la agencia sobre la misión.
— ¿Qué? ¿Cómo es posible? Hasta dónde yo sé, ellos no sospechan de mí... —Susurró asustada.
—No podemos hablar de eso aquí —el castaño tomó una servilleta para escribir un nombre y una dirección—. Visítame en este hotel en dos horas. —Metió la servilleta en el menú y se la extendió a la chica, ella lo tomó. El hombre se puso de pie, le dirigió una rápida sonrisa antes de salir del restaurante.
Abigail sacó la servilleta de manera disimulada mientras regresaba a la estación para dejar el menú.
— ¿Por qué se fue? —Preguntaron los chicos del bar; al aparecer era una costumbre cada que un cliente abandonaba el lugar sin ordenar algo.
—Se le hizo muy caro el precio de la comida. —Se encogió de hombros sin prestarles mucha atención.
Al terminar su turno fue al baño para cambiarse el uniforme. Antes de ir a ver a su compañero pasó a su apartamento para ducharse, rasurarse y ponerse algo más sexy. Sí, tenía que informarle lo que estaba pasando en cuanto a la misión con lujo de detalle, pero eso no significaba que no pudieran jugar un poco.
Dos horas exactas después, se encontraba tocando la puerta de la habitación del hombre. Al abrirle sus hermosos ojos la recorrieron de arriba a abajo.
—Vengo a informarte de la misión. —Dijo de manera sensual antes de morderse los labios. Robert sonrió de oreja a oreja dejándola pasar a la habitación.
En cuanto cerró la puerta, Abigail brincó enganchándose a su cintura. Robert puso sus manos en el trasero de la chica sujetándola y caminó hacia la cama individual de la habitación para dejarla caer. Mientras él se quitaba la camisa, ella hacía lo mismo. Se empezaron a besar y desnudar. Se extrañaban; habían pasado varias semanas desde la última vez que se habían visto, besado y acostado. Realmente querían estar juntos. Y así fue.
Cuando terminaron, Robert se paró a tomar una botella de agua que estaba en el tocador, Abigail se abrochó el brassier que Robert, con una sorprendente rapidez, le había quitado.
—Bueno, creo que es hora de que te hable de lo que ha estado pasando con los terroristas esos. —Dijo la chica mientras se ponía la blusa que le llegaba hasta el ombligo.
— ¿Qué? —Robert la miró confundido—. ¡Ah, sí! —Exclamó y se acercó para ponerse el pantalón—. Eso puedes contárselo a G o a cualquiera que conteste tu llamada.
— ¿De qué hablas? —Abigail también se empezó a poner el pantalón—. Dijiste que podían estar escuchando las conversaciones.
—Sí, bueno —se rascó detrás de una oreja—, eso lo dije para que vinieras al hotel. —Se sentó en la cama para ponerse los calcetines.
—Espera un momento —Abigail rodeó la cama hasta situarse frente a él—. ¿Me estás diciendo que en realidad nunca pasó nada que pusiera en riesgo la misión?
—No estoy tan seguro de eso, después de todo viniste a verme, ¿no es así? —Levantó una ceja mostrando una ligera sonrisa que se asomaba en su rostro. Abigail levantó la mano con la intención de darle una bofetada pero Robert la detuvo sosteniéndola por la muñeca.
—Si alguien me hubiera seguido... Todo esto podría haberse ido por el caño. —Robert jaló el brazo que estaba sosteniendo hacia él haciendo que sus rostros casi chocaran.
— ¿Si no te hubiera mentido, habrías venido? —Preguntó mirándola directamente a los ojos. Estaban tan cerca que Abigail podía oler su aliento a menta.
—Tal vez. —Intentó darle otro golpe pero Robert volvió a detenerla. Se giró de tal manera que la chica cayó de espaldas a la cama. Sin soltarla puso sus manos sobre la cabeza.
— ¿Dos de tres? —Preguntó bromeando. Aquel era un chiste interno que sólo ellos dos entendían.
—Lo de hace cinco minutos... —dijo refiriéndose al sexo—. Yo gané, así que llevo ventaja.
—Eso no cuenta. —Rozó sus labios con los de ella.
— ¿Ah, no? A mí me parece que sí. —Lo besó. Después de unos segundos el hombre se alejó.
— ¿Y cómo se supone que ganas durante el sexo?
—Hice que tú terminaras antes que yo. —Abigail acomodó su rodilla de tal manera que tocaba la entrepierna de Robert
—No se te ocurra patearme.
—Que aburrido —rio antes de volver a besarlo. Estaban a punto de desnudarse una vez más cuando Robert se quitó de encima para proseguir a ponerse los zapatos dándole la espalda—. Y a todo esto... —Se sentó detrás de él admirando los lunares que recorrían su dorso—. ¿Por qué estás acá?
—Yo también estoy en una misión.
—Me encanta cómo te vez sin barba. —Lo abrazó pegando su pecho a la espalda del hombre y le lamió la oreja.
—En serio me extrañabas, ¿verdad? —La miró riendo.
— ¿Acaso tú no a mí? —Abigail fingió ponerse triste.
— ¿Quieres que te lama la oreja para demostrarte que sí? —Levantó una ceja.
—Podrías lamerme otra cosa. —Susurró alzando los hombros de manera inocente.
—Tal vez luego. —Robert movió sus brazos para que ella dejara de abrazarlo y se puso de pie.
— ¿Piensas volver a verme sin que alguien de la agencia se entere?
—Tal vez G ya lo sepa —la miró—, él es muy listo. Incluso tal vez me mandó a una misión aquí porque sabía lo que haríamos.
—No lo creo —Abigail también se puso los zapatos—. Él no permitiría que sus agentes tengan relaciones, y menos dejaría que se vieran entre misiones.
— ¿Crees que G no se ha acostado con alguna que otra agente también?
— ¿Acostarse? ¿Eso es lo que hacemos? —Abigail ocultó su tristeza de manera tan efectiva que Robert ni siquiera la notó. Al parecer él había entendido la palabra "relaciones" como algomeramente sexual y no romántico.
—No me digas que no sabes lo que pasó hace 15 minutos —bromeó—. Ni se te ocurra demandarme por abusar de ti o algo así. —Abigail se forzó a reír mientras en su interior pensaba una y otra vez lo que Robert acababa de decir. ¿Pará él sólo se acostaban? No es como que Abigail esperara caminar juntos tomados de la mano y llamándose novios. Pero, por un momento, había creído que tenían algo más que sólo el hecho de acostarse. Salió del hotel dándole un rápido beso a Robert y se dirigió a su pequeño y asqueroso apartamento.
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