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Invitación

     Había pasado un mes y medio desde que Abigail comenzó a vivir con Hermann y seguía sin descubrir nada importante. G la presionaba cada vez más, y era de entenderse: la fecha del ataque terrorista estaba cada día más cerca y aún no sabían en dónde se llevaría a cabo.

     Abigail se mordía los labios pensando en lo que llegaría a sucederle si fallaba con la misión. ¿La despedirían? ¿La matarían? ¿O solamente le gritarían? Cualquiera que fuese la respuesta no quería descubrirla.

     — ¿María? —Hermann la sacó de sus pensamientos.

     — ¿Sí? —Ambos se hallaban recostados en la cama (Abigail tenía su cabeza colocada sobre el pecho de su pareja) viendo la pequeña televisión que el hombre había comprado hacía un par de semanas. Hermann se movió para alejarla de él antes de sentarse mirándola seriamente. Al ver esto, Abigail lo imitó algo preocupada.

     —Quería decirte algo... —Tomó sus manos entre las suyas.

     — ¡Oh por Dios! —Exclamó la chica— ¿Vas a terminar conmigo? —Eso era lo último que le faltaba.

     — ¿Qué? —La miró sorprendido— ¡No! De hecho, es todo lo contrario.

     — ¿Vas a pedirme matrimonio? —Abigail sabía que su relación avanzaba muy rápido pero no esperaba que tanto.

     — ¿Puedes dejarme hablar? —Preguntó fingiendo molestia.

     —Sí, lo siento. —La chica se disculpó bajando la mirada intentando disimular una muy evidente sonrisa.

     —Cómo ya te lo he dicho muchas veces: eres diferente. Desde el momento en el que te vi dibujando frente aquella fuente me llamaste la atención y... nunca me imaginé llegar a sentirme como ahora lo hago por ti. Sólo quería decirte que eres muy especial para mí, María. Te amo —Abigail lo miró con la boca ligeramente entreabierta, la había tomado por sorpresa—. Y sé que eres pésima con los sentimientos así que quiero que sepas que realmente no espero que me des una respuesta.

     — ¡Por supuesto que esperas una respuesta! —Se burló ella—. Sería horrible no recibir una —Abigail dejó de sonreír al ver que su novio la miraba aún con seriedad. Pensó en qué decirle. La realidad es que nunca le había dicho a nadie aquellas dos palabras pero, para ella, no significaban mucho, sólo eran eso, palabras—. Es verdad que no soy buena para expresar mis sentimientos, aunque he escuchado que de vez en cuando es bueno hablar sobre ellos —sonrió. Hermann hizo lo mismo—. Yo también te amo. —Dijo finalmente. El rostro del hombre se iluminó y éste no pudo evitar sonreír de oreja a oreja antes de besarla.

     — ¿Confías en mí? —Preguntó una vez que se separaron.

     — ¿De qué hablas?

     —En una semana va a haber un evento muy importante para mí y los chicos —comenzó a explicar— y he estado pensando mucho tiempo si invitarte o no pues será bastante privado.

     — ¿No quieres que vaya?

     —No es eso, sí quiero pero... lo que verías ahí... —desvió la mirada—. Lo que sucederá es algo que no muchos entenderían ni aceptarían —supo que se refería al ataque terrorista—, y si tú lo presencias probablemente cambiará tu forma de verme.

     —Te amo —Abigail tocó su mejilla obligándolo a mirarla a los ojos—. Nada podrá cambiar mi forma de verte. Nunca dejaré de amarte.

     —Eso dices ahora pero seguramente cuando veas lo que sucederá y sepas que yo ayudé a que sucediera...

     — ¿Si es tan malo por qué lo harás?

     —Porque —pensó unos segundos— podría parecer malo para muchos, e inhumano, pero en realidad traerá grandes beneficios.

     —Si es así, entonces confío en ti y en que lo haces por una buena causa. —Le dio un rápido beso. Hermann sonrió ligeramente.

     —En ese caso te recomiendo comprar un hermoso vestido para el evento, luego te paso la dirección.

     —Y esto que dices que sucederá y que tiene justificación... ¿Ocurrirá en el mismo lugar en el que estaremos? —Abigail no quería poner su vida en riesgo en caso de que fueran a explotar el lugar en donde ellos estarían.

     —No. Estaremos algo lejos. En el evento pondrán pantallas gigantes para que podamos verlo bien —será como si vieran un partido de fútbol americano. Pensó la agente—. Y si me sigues aceptando después de eso, sabré que nada nos podrá separar. —Le dio un pequeño apretón a sus manos.

     — ¿Qué? ¿A caso van a meter a un par de niños en jaulas para que peleen y apostar dinero? —Bromeó. Hermann se rio de manera bastante forzada. Ella lo miró extrañada.

     — ¿Te gustaría que vayamos a buscar vestidos? Estaba viendo en Internet unas tiendas de diseñador en el centro, podríamos checar ahí.

     —No te preocupes, iré con unas amigas, será tarde de chicas. Y quiero que sea una sorpresa el vestido que usaré.

     —Cualquier cosa que te pongas se te verá perfecto. —le dio un beso en una de sus manos antes de pararse al baño.

     Abigail le había dicho a Hermann que iría con sus amigas pero aquello era mentira. No tenía amigas ni conocidas en aquel lugar. Hermann y Ritter eran los únicos seres de Washington con los que se llevaba bien. Pensó por un momento invitar al segundo pero descartó la idea casi al instante. Las otras personas con las que había llegado a hablar durante su estancia fueron las meseras del restaurante en donde "trabajaba", las cuales la odiaban pues iba al restaurante cuando quería y nadie, ni sus jefes, le decían algo, claro, los trabajadores no sabían que la DIA les pagaba a los gerentes para no hacer preguntas. Así pues, terminó yendo de compras ella sola. Pero ni loca iría a las tiendas de diseñador del centro que Hermann le había sugerido; no tenía el presupuesto necesario para comprar siquiera una prenda interior de aquellos lugares y, por supuesto, había negado recibir dinero de su pareja aunque no sabía muy bien el porqué. La chica entró a varias tiendas de segunda mano que fue encontrado en la calle mientras caminaba por la ciudad. Muchas personas creen que en ese estilo de tiendas sólo hay basura pero no es verdad, puedes encontrar prendas muy bonitas a un excelente precio. Después de buscar por varias horas finalmente encontró un hermoso vestido rojo perfecto para una fiesta de gala. Lo único malo es que tenía una pronunciada apertura en una de las piernas. Abigail tuvo que hacerse a la idea de evitar llevar un arma en la pierna como planeaba hacer.

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