Interrogatorio
No sabía en qué momento pero se había quedado inconsciente. Se despertó al escuchar que cerraban la puerta del cuarto. Alguien había entrado arrastrando algo, una silla, se sentó frente a ella al otro lado de la mesa.
—Maria —escuchó su voz grave y hermosa. Abigail abrió el único ojo que pudo—, bueno, supongo ese no ser tu real nombre, ¿qué es? —Sería casi imposible que lo descubrieran, el gobierno de los Estados Unidos se había encargado de hacerla desaparecer—. No quiero ver te siguen torturando. Sólo di verdad. —Odiaba el hecho de que le gustara que incluso hasta ese momento él siguiera intentando practicar una lengua que no era suya.
— ¿Ahora hacen lo del policía bueno y el policía malo? —Sonrió. Bajó la mirada hacia su cuerpo sorprendiéndose al notar que ya no tenía puesto el hermoso vestido rojo de la fiesta sino que llevaba una gran camisa gris de hombre—. ¿Qué le pasó a mi ropa?
—Te examinar cuando tú estar inconsciente —le miró la mitad de la cara hinchada—. Por rastreadores o micrófonos. Por favor —puso una mano sobre la de ella—, habla y todo terminar.
Abigail analizó lo que estaba a punto de hacer, tal vez se arriesgaría al estar equivocada pero también había una ligera posibilidad de que no estuviera, incluso podría ayudarlo a entender lo que era. Decidida, se acercó a él pegando sus pechos a la mesa, él también se acercó como si esperara que le susurrara todas las respuestas que deseaban escuchar.
—Él no te merece. —Dijo pegando los labios a su oreja. Ritter se alejó de ella horrorizado, como si la acabase de ver destripando a un perro.
— ¿De qué estás hablando? —Ya no había vuelta atrás. La chica le hizo una señal con la cabeza para que se volviera a acercar. Dudoso lo hizo.
—Johann es un asco de persona —susurró—, puedes encontrar a alguien mejor. —Ritter se puso de pie al instante.
—No sé de qué hablar. —Sé hizo el tonto. Ella lo miró hacia arriba.
—Lo sabes —asintió con la cabeza—, así como también sabes que si lo descubren te darán la espalda, ¿realmente son tus amigos?
—Estar loca. —Se dirigió a la puerta.
—Piensa lo que quieras —levantó la voz aunque no era necesario—, pero yo te acepto tal y como eres. Tú también deberías hacerlo. —Se giró para verla.
Nadie le había dicho nunca nada tan hermoso. Lástima que ella estuviese en el bando equivocado, no podría salvarla nunca de aquella situación. Tragó saliva sin saber qué decir.
— ¿Qué es esto? —Entró un sujeto rapado—, ¿una declaración de amor? —Era obvio que los había estado escuchando pero sólo la parte que no había sido susurrada. Ritter la miró una última vez antes de salir de la habitación sin decir nada. El sujeto al que no conocía se acercó a ella, al bajar la mirada se dio cuenta de que sostenía un balde lleno de agua y hielos el cual puso frente a ella (entre sus brazos aún pegados a la mesa) cuando estuvo a su lado—. ¿Segura no quieres empezar a hablar? —Abigail miró el agua frente a ella, moría de sed. No sabía cuánto tiempo había estado en aquel lugar, pero calculaba entre uno o dos días durante los cuales no había bebido ni comido nada, aunque claro, gran parte del tiempo se la había pasado dormida/inconsciente o siendo torturada.
—Creo que empiezo a acostumbrarme a las torturas. —Se forzó a sonreírle con sus labios partidos y secos. Él le devolvió la sonrisa antes de sujetarla por el cabello y meter su cabeza al balde. Abigail se puso de pie al instante intentando sacarla y pateando la silla, en la que había estado sentada, en el proceso. Empujaba hacia arriba con todas sus fuerzas usando los brazos pero no podía hacer nada. Después de unos interminables segundos, el hombre sacó su cabeza permitiéndole tomar un poco de aire.
— ¿Ahora sí vas a hablar? —Preguntó con la boca pegada a su oreja.
—Me viene bien un baño. —Tomó tanto aire como pudo antes de que volvieran a meter su cabeza al agua. Dejó salir un poco sólo para darle un trago a aquel líquido en el que estaba siendo ahogada. Sabía a tierra pero al menos estaba segura de que no estaba envenenada, sólo esperaba que no terminara dándole una infección en el estómago, eso no haría más que empeorar su situación. Al estar tan sedienta como ella en aquel momento a nadie le importaría beber agua hasta del escusado. Se preguntó si de ahí la habrían sacado.
Recordó cuando cuando la DIA la reclutó y la prueba de fuego por la que la habían hecho pasar, la dejaron casi morir de sed con una botella de agua frente a ella, dándole la oportunidad de bebérsela con el riesgo de que estuviese envenenada, sólo hasta que estuvo al borde de la muerte y la habían rescatado fue que le confesaron que era agua natural sin alterar.
El sujeto volvió a sacar su cabeza.
— ¿Qué tal ahora? —Preguntó el hombre obligándola a verlo. Abigail le escupió en todo el rostro el agua que había estado guardando en la boca. El hombre furioso volvió a sumergir la y ella a sacudirse.
Se había atrevido a traicionar a un gobierno para unirse a otro. Probablemente los Estados Unidos creyera que estaba dispuesta a hacerlo de nuevo, pero no era así. De cualquier forma sabía que ni Rusia ni Alemania estaba considerando ofrecerle un nuevo empleo, y si lo hicieran, ¿aceptaría? No, no por la manera en la que la estaban torturando, aunque la DIA le había enseñado a soportar eso y mucho más. Había aprendido a ir a una especie de palacio mental en donde se ponía a pensar en cosas como éstas para evitar el dolor y sufrimiento que estaría sintiendo en un momento como aquel.
El hombre rapado volvió a sacarla del agua, esta vez sin decir nada y, apenas dejándola tomar aire, volvió a meterla.
Entonces, si la DIA pensaba que era capaz de traicionarlos como ya lo había hecho un par de años antes con Corea, ¿de qué serviría serle fiel a ese gobierno? Si hablaba, todo terminaría en ese momento, como se lo había prometido Ritter. No, los soplones eran una vergüenza para todos y lo más bajo a lo que podías llegar, por otro lado, si hablaba ya no iba a importar lo que los demás dijeran sobre ella, de cualquier forma ya estaría muerta.
Volvió a salir del agua tomando tanto aire como le fue posible antes de ser sumergida de nuevo, pero no fue así. El sujeto la soltó, caminó hacia la silla que ella había pateado y la volvió a acomodar detrás de ella para que se sentara. Abigail se lamió los labios aprovechando cada gota que resbalaba de su cabello.
—Gracias —dijo tosiendo un poco—, tenía sed.
— ¿Ah, sí? —otro sujeto entró—. Pues esto te va a refrescar demasiado. —Sacó una toalla pequeña del pantalón y cubrió su cara con ella jalándola hacia atrás, forzándola a quedar con el rostro hacia el techo. El otro sujeto sujetó el balde con ambas manos y lo volteó justo sobre ella. Aunque ya había inhalado aire no pudo evitar que el líquido entrara por sus fosas nasales sintiendo cómo llegaba hasta su seno frontal, entre las cejas. Sentía que la cabeza la estaba quemando. Se sacudió intentando apartarse del chorro de agua pero no tuvo éxito.
Al menos el frío del hielo le ayudaría a disminuir la hinchazón de su ojo.
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