¿Cuál es nuestro destino?
—Abi... —Abrió los ojos antes de que Hermann terminara de pronunciar su nombre—. ¡Vaya! Eso fue rápido. —Le sonrió mientras se incorporaba.
—Tengo el sueño muy ligero —Abigail se sentó en la cama—, me acostumbré a estar siempre alerta.
— ¿Nunca has tenido un sueño profundo? —Dio un paso atrás para permitirle ponerse de pie.
—Nunca me he sentido lo suficientemente tranquila en algún lado —negó con la cabeza—, ni en confianza con nadie... —Hermann la miró con tristeza pero ella lo interpretó como lástima—. ¡Oh, por favor! ¡No me mires así! —Él rodeó la cama para tomar el arma y colocarla en la parte trasera de su pantalón—. ¿Qué hora es?
—Las 4:15 de la madrugada —respondió—. Voy a entregar las llaves de la habitación.
— ¿Vas a hacer el check out a esta hora? —Levantó una ceja.
—Este es un motel 24/7 —explicó—, las personas entran y salen durante la madrugada todos los días. —Abigail fue al baño y se dio una ducha rápida de 5 minutos la cual hubiera deseado que durara más, pero no había tiempo para eso. Se puso de nuevo el largo vestido y el abrigo térmico que Hermann le había comprado y se amarró el cabello aún mojado con una liga. Al salir de la habitación se detuvo cerrando la puerta detrás de ella.
— ¿Vamos? —Hermann caminó hacia la camioneta en la que habían llegado a ese lugar.
—No podemos. —Habló con voz baja para no despertar a los demás huéspedes.
— ¿De qué estás hablando?
—Tenemos que cambiar de vehículo, es más fácil que nos rastreen si nos quedamos con este.
—No podemos robar un carro de aquí —susurró acercándose a ella—, me vieron el rostro, sabrán que fuimos nosotros.
—Confía en mí. Sé lo que hago. Si cambiamos de auto retendremos un poco más a tus amigos alemanes. —Lo miró con seriedad. Hermann tragó saliva antes de asentir con la cabeza, sabía que ella tenía razón.
—De acuerdo, ¿cuál es tu plan?
—Busca si de casualidad hay un destornillador en la guantera de la camioneta. —Ordenó mientras ella analizaba con la mirada todo el estacionamiento en busca de un alambre el cual encontró bastante rápido. Después de tomarlo caminó hasta la puerta del piloto de un pequeño vehículo rojo.
—Sí tenía uno —Hermann se situó a su lado levantando el destornillador frente a su rostro, ella lo tomó y se colocó de cuclillas—. ¿En dónde encontraste ese alambre? —Preguntó viendo que lo introducía por dónde iba la llave.
—Estaba ahí tirado. —No se molestó en desviar la vista de su objetivo. Metió el destornillador sobre el alambre y comenzó a moverlos. Abrir un auto era bastante sencillo, el problema era encenderlo sin una llave, pero obviamente ella ya tenía la experiencia suficiente para saber qué hacer y cómo hacerlo. Finalmente el seguro de la puerta se desbloqueó.
— ¿No te parece muy conveniente eso? —Preguntó Hermann.
— ¿Qué cosa? —Se incorporó.
—Qué necesitabas un alambre y un destornillador y justamente los encontraste.
—Parece que a la autora de mi vida no se le ocurrió una mejor manera de salvarme.
— ¿La autora de tu vida? —Hermann la miró sin comprender.
— Ya sabes —comenzó a explicar —, la autora de mi historia... Como si alguien estuviese escribiendo lo que me pasa y lo que me va a pasar... Todo eso de que el destino ya está escrito.
— ¿Cómo un Dios?
—Prefiero pensar que es mujer. —Le sonrió de lado.
—Yo no creo en eso —Hermann negó con la cabeza–. Nosotros tomamos nuestras propias decisiones y eso crea los caminos que tomaremos.
— ¿Pero cómo sabes que cada camino no está ya escrito y simplemente nosotros decidimos cuál tomar? —Abrió la puerta esperando que no tuviese alarma, y por suerte, no la tenía. Otra prueba de que probablemente el destino quería que huyeran de ahí.
—No tenemos tiempo para ponernos filosóficos. —Hermann rodeó el carro y subió en él. Abigail se colocó detrás del volante y encendió el vehículo después de un par de minutos de intentarlo, habían pasado tantos años desde que no robaba vehículos que no se había dado cuenta de que le faltaba practicar.
— ¿Abigail? —Llevaban una hora conduciendo en completo silencio. La chica se quedó callada esperando a que Hermann continuara—. Ayer dijiste que no podías tener hijos...
—Así es. —Asintió sin apartar la vista del camino.
—Pero la primera noche que estuvimos juntos dijiste que si no tenía condón no lo haríamos.
—Dije que no puedo embarazarme, no que estoy libre del riesgo de una ITS. —Respondió de manera tranquila.
—Claro —suspiró recargándose en el asiento—. Creí que era porque no querías hacerlo...
—Ese es el segundo punto.
— ¿Qué? —Hermann la miró lleno de pánico—. ¿Me estás diciendo que abusé de ti? —Preguntó horrorizado.
—No. —Respondió sin apartar la vista de la carretera.
—Pero me acabas de decir que no querías hacerlo conmigo... Lo hicimos de cualquier forma, yo no sabía que tú...
—No me dejaste terminar —lo interrumpió. Hermann se quedó callado, Abigail lo tomó como una señal para seguir hablando—. Sí, te dije que sin protección no lo haríamos porque era una excusa, en realidad no quería que tú... —tragó saliva— pero después tú te ofreciste a... —no pudo evitar lamerse los labios a recordar lo que le había hecho—. Fue la mejor noche que he pasado. —Lo miró apenas un segundo por el rabillo del ojo y con una ligera sonrisa asomándose en su boca.
— ¿No lo dices sólo para no hacerme sentir mal? —Abigail negó con la cabeza antes de responder.
—Fue realmente bueno. Eres el único con el que nunca he fingido un orgasmo. —No necesitaba mirar al hombre a su lado para saber que él sonreía de oreja a oreja.
— ¿De verdad?
—No te sientas la gran cosa. —Puso los ojos en blanco.
—Tú ya has sentido la gran cosa, ahora déjame a mí. —Se relajó una vez más en el asiento.
— ¿Quieres sentir la gran cosa también? —Levantó una ceja.
—Estoy abierto a nuevas experiencias. —Sé encogió de hombros entendiendo su doble sentido.
—Si tan sólo hubiese sabido esta información hace meses... —Se quedaron un par de segundos en completo silencio antes de soltar una carcajada que duraría varios minutos—. Me gusta esto. —Dijo cuando terminaron de reír.
— ¿Qué? ¿Escapar y robar autos?
—Poder hablar sobre lo que nos gusta o no; nunca lo había hecho. Los hombres con los que he estado sólo se interesan por su placer.
—No tiene sentido que sólo uno disfrute.
—Lo único que realmente odio es que me preguntes por mis antiguas parejas sexuales cuando estamos a punto de hacerlo.
—Lo lamento —se disculpó—. Es que pienso mucho cuando estoy con alguien en la cama.
—No deberías pensar, deberías disfrutar.
—No me malentiendas, cuando estoy contigo realmente lo disfruto, es sólo que me preocupa que no te guste lo que hago y...
—Está bien —lo interrumpió—, eres el único al que realmente le ha interesado, sólo te pido que no me preguntes por mis exes cuando estemos haciéndolo.
—No lo volveré a hacer. —Prometió. Abigail tragó saliva preguntándose si aquello significaba que volverían a acostarse en algún momento en el futuro.
—Debemos llenar el tanque de gasolina —cambió de tema—, o robar otro auto.
—Podemos ponerle sólo la mitad y robar en el siguiente lugar que nos quedemos.
— ¿Aún tienes dinero? ¿En dónde estamos?
—Según ese letrero —señaló uno que pasaron bastante rápido—, en Wiesbaden.
—El punto de salvación más cercano que tengo está en Maguncia. —Dijo refiriéndose a una bolsa llena de dinero, armas y pasaportes falsos.
—Conozco a alguien aquí. Le dejé dinero de emergencia—respondió Hermann—, iré a su casa, tomaré el dinero y continuamos hasta Magnuncia, de ahí podemos tomar un tren que nos saque de este país.
— ¿Y a dónde iremos?
—Estaba pensando que tiene que ser un lugar muy poblado. Tal vez China.
—No, China no. —Negó con la cabeza.
— ¿Por qué no?
—Uno —levantó el dedo índice para comenzar a enumerar—; está muy cerca de Corea...
— ¿Y...?
—No terminé en muy buenos términos con ellos... —Lo miró por un par de segundos—. Los traicioné para irme con Estados Unidos... —se limitó a explicar—. Y dos —continuó—; Se supone que pasemos desapercibidos. Una mexicana y un alemán llamarían la atención.
—De acuerdo —pensó un momento en otra opción—, ¿la Ciudad de México? Está entre las ciudades más pobladas del mundo, y ahí pasarías muy bien desapercibida.
—Está muy cerca de Estados Unidos.
—Pero a ellos no los traicionaste.
—Estoy viva y con un alemán, ¿a qué conclusión crees que llegarán si me encuentran?
—Cierto... Pero aunque nos hubieras dicho toda la información que queríamos, no habrías salido con vida.
—Lo sé —dijo intentando no pensar en la pregunta de si Hermann hubiese permitido que la mataran—, pero ellos no.
— ¿Entonces? —Él tampoco quería pensar en lo que habría pasado si ella hubiese preguntado lo mismo que a ambos les pasaba por la cabeza—, ¿a donde iremos? ¿Hay algún país con el que no hayas terminado mal?
—Eh... —pensó unos segundos su respuesta—, tal vez en Brasil...
— ¿Crees que ahí pasaremos desapercibidos?
—Hay mucha gente blanca allá, ambos nos mezclaríamos bien, —se encogió de hombros— además, con el poco portugués que sé creo que podríamos sobrevivir.
— ¿Y cómo llegaremos hasta allá si estamos en Wiesbaden?
—Primero debemos ir por nuestro dinero y papeles falsos para salir de Alemania en tren, después veremos si podemos hacer varias paradas en aviones mientras vamos cambiando de nombres para que pierdan nuestro rastro. Y una vez allá, nos ocultaremos por un tiempo... No podemos quedarnos mucho ahí en caso de que nos sigan buscando. —A Hermann pareció agradarle el plan porque asintió con la cabeza sin decir nada más.
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