Confío en ella
Hermann la arrastró hasta el centro del salón jalándola por la muñeca sin lastimarla mientras Abigail reía en voz baja. El hombre se detuvo frente a ella, mirándola con decisión colocó las manos sobre la pequeña cintura de su pareja, ella dudó un poco pero finalmente rodeó su cuello con los brazos. Comenzaron a danzar siguiendo el lento ritmo de la música que se escuchaba de fondo. Abigail miró avergonzada a todos los presentes que los miraban extrañados, les sonrió con nerviosismo. Ellos dos eran los únicos en aquel lugar bailando.
— ¿Qué sucede? —Preguntó Hermann viendo cómo la chica frente a él giraba su cabeza de un lado a otro.
—Todos nos están observando. —Respondió ella sin mirarlo.
—Pero yo sólo te observo a ti. —Dijo. Abigail levantó la vista topándose con los ojos de Hermann, sin poder evitarlo le sonrió de oreja a oreja.
En ese momento la gente a su alrededor desapareció, sólo eran ellos dos bailando. La chica notó en Hermann una belleza de la que no se había percatado antes; era un hombre bastante guapo aunque muchas personas podrían decir lo contrario, después de todo la belleza es relativa. No supo si era el baile, la manera en la que él la sostenía, el tiempo que habían pasado juntos o cómo la había tratado pero unas palabras que nunca imaginó decir salieron de su boca.
—Te amo. —El rostro de Hermann se iluminó al escucharla decir aquello.
—Yo también te amo —le dio un beso—. Tengo que decirte algo —habló cuando sus labios se separaron—. En un par de días me voy a Alemania.
— ¿Qué? —Fingió sorpresa pues ella ya sabía aquello desde que escuchó la conversación que Ritter y él habían tenido en alemán un mes atrás. Dejó de bailar y de abrazarlo alejándose un poco.
—Sé que es algo inesperado pero... me gustaría que vinieras conmigo.
— ¿Qué? —Aquella sí era una auténtica sorpresa. No sabía qué contestar.
—No es una decisión fácil, pero allá tengo un hogar asegurado, y es mucho más grande que nuestros apartamentos juntos, además no tendrías que trabajar, claro, si quieres hacerlo está bien, sólo te doy esa opción. Y no es por presumir pero básicamente soy rico así que sólo tendría que hacer algunos trabajos de vez en cuando.
Abigail pestañeó varias veces. Antes de que pudiese responder, Ferdinand apareció.
— ¿Qué hace ella aquí? —Preguntó en alemán notablemente molesto.
—Yo la invité. —Respondió Hermann sin mostrarse alterado en lo absoluto.
—No debiste hacerlo, sabes lo que está a punto de pasar.
—Confío en ella.
—Espero no te equivoques. —Ferdinand se alejó en dirección a una puerta ubicada al fondo del salón. Un par de personas lo siguieron, eran de la DIA, la agente los había reconocido.
— ¿Pasó algo? —Preguntó Abigail fingiendo que no sabía lo que acababa de pasar.
— ¿Recuerdas que te dije que este evento era muy privado? —La chica asintió—. Pues Ferdinand no está muy contento con que te haya traído porque cree que podrías hablar.
— ¿Hablar?
— Sí —la tomó de las manos mirándola con seriedad—, promete que no le dirás a nadie sobre lo que verás aquí. —Abigail asintió.
— ¿Pero qué tenemos aquí? —Ritter se acercó a la pareja— ¡Maria! Tú estar muy guapa esto noche.
—Gracias —le sonrió—, tú también te ves muy bien.
—Oye, no —Hermann pretendió mostrarse ofendido—, vete a ligar a otra chica.
—No te preocupes —lo tranquilizó—. Maria no ser de mi estilo.
— ¿Y quién sí es de tu estilo? —Le preguntó levantando una ceja.
Justo en ese momento Johann apareció saludando a todos pero manteniendo la mirada en la chica sin discreción alguna. Por alguna razón los ojos de ella se dirigieron a los de Ritter quien observó a Johann unos segundos antes de bajar la mirada, pero no la mantuvo mucho tiempo en el suelo pues también volteó a ver a Abigail, al darse cuenta de que ella lo veía desvió los ojos hacia otro lado rápidamente; esto se le hizo muy extraño a la agente.
— ¿Por qué la trajiste? —Le preguntó Johann a Hermann en el oído como si la chica no pudiese escucharlo.
—No es de tu maldito asunto. —Respondió el otro. Abigail tuvo que resistirse a sonreír triunfante.
—Pero mi padre...
—Tu padre —Hermann lo interrumpió— sabe que está aquí. —De repente un hombre se acercó bajando tanto la voz que, si Abigail no tuviese el sentido del oído tan desarrollado, no habría podido escucharlos.
—Hay problemas. Deben venir. —Se alejó sin mirar atrás. Johann lo siguió sin decir nada, Ritter se despidió de la chica antes de ir tras los otros dos, Hermann la tomó por los hombros obligándola a verlo.
—Escucha, algo pasó, pero todo estará bien, ¿de acuerdo? —Le dio un beso en la frente—. Volveré pronto —Abigail le tocó una mano sorprendiendose de estar preocupada en realidad, sabía que si pasaba por aquella puerta al fondo del salón tal vez no saldría vivo—. Prométeme que estarás aquí cuando regrese.
—Hermann...
—María —la sacudió un poco—, promételo.
—Lo prometo. —Acompañó sus palabras con un movimiento de cabeza de arriba a abajo. El hombre le dio un beso en los labios que duró un par de segundos antes de dirigirse a aquella puerta en donde se estaba desatando el caos.
Las pantallas situadas por todos lados se prendieron con una cuenta regresiva. Faltaban menos de 15 minutos para que "el espectáculo" empezara. Abigail se lamió los labios con nerviosismo.
Mientras se dirigía a la barra para tomar otro trago sintió que su bolsa vibraba. Al sacar el celular se percató de que era un número privado; el único que podía estar llamando era la agencia.
¿Qué querían decirle? ¿No deberían tener toda su atención en detener el ataque, en lo que estaba pasando detrás de aquella puerta al fondo del salón?
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