¿Cómo me veo?
Cuando se bajaron del vehículo para llenar medio tanque de gasolina, Hermann entró la tiendita que estaba ahí para pagar el combustible y a comprar algo de comida. Sin decir nada se cambiaron de lugares para que Abigail descansara un poco.
Pasaron a ver a la amiga de Hermann que guardaba algo de dinero para él. Abigail no era celosa pero se preguntó de dónde la conocería y por qué confiaba tanto en ella.
—Détente ahí. —Señaló una pequeña tienda que parecía vender ropa de segunda mano.
— ¿Por qué? —Preguntó Hermann haciéndole caso.
—Debemos cambiarnos. Además —lo miró molesta—, tú me diste un vestido... Me estoy congelando las piernas.
—De acuerdo. —Estacionó el carro y le dio un poco de dinero para que bajara y se comprase lo que quisiera. Con lo que tenía hizo las cuentas para poder tomar un par de pantalones y otro de suéteres. También le llevó una camisa a Hermann para que se cambiara él también.
Cuando faltaban un par de horas para que anocheciera, se detuvieron en un motel que no era 24 horas, Hermann apenas había podido conseguir una habitación individual en donde metería a Abigail sin que nadie se diera cuenta. Aquella noche ella no le pidió un arma "por si acaso" pero Hermann tampoco le ofreció una, por lo que fue obvio para ambos que él aún no confiaba completamente en ella.
A la mañana siguiente salieron del hotel a las 9:30. Pero, como el sol ya había salido, no podrían robar otro vehículo sin ser descubiertos. En el camino se detuvieron en una tienda en donde vendían cosas de belleza. Abigail bajó poniéndose una gorra que había encontrado en el asiento trasero del auto en el que iban. Compró maquillaje para cubrirse los golpes del rostro que poco a poco iban desapareciendo, polvo decolorante, peróxido y, finalmente, unas tijeras.
Aún sin haber desayunado decidieron comprar comida que les duraría hasta la noche, se detuvieron en otro motel en donde se cambiarían el look y continuarían su trayecto por la noche.
— ¿Quién era? —Preguntó de repente Abigail al hombre que en ese momento le aplicaba el producto para aclarar su cabello.
— ¿Quién? —Hermann no le puso mucha atención.
—La chica que te dio el dinero ayer, ¿quién era?
— ¿Acaso estás celosa? —Él la miró por una fracción de segundo a través del espejo mostrando una pequeña sonrisa.
—No es eso... Es sólo que dudo de las personas en las que confías.
— ¿Por qué lo dices?
—Porque confiaste en mí... —Hermann se detuvo para mirarla, esta vez, por más tiempo—. Durante varios meses. —Agregó, pero al instante se arrepintió.
— ¿Debería volver a confiar tanto en ti como lo hacía antes? —Preguntó con seriedad. Abigail pensó su respuesta antes de decirla.
—Esa es tu decisión. Pero al menos yo sé que puedo confiar en ti.
— ¿Cómo estás tan segura? —Continuó aplicándole el peróxido con polvo decolorante.
—Porque si aún estuvieras con esos alemanes, jamás me habrías permitido que le destrozara el pene a Johann. —Hermann soltó una pequeña risa.
—Se lo merecía.
—Por meses me resistí a partirle la cara. —Hermann le dio un rápido vistazo.
—Debías pretender que no entendías todo lo que decía sobre ti. —Comprendió por fin. Abigail asintió recordando las vulgaridades que salían de la boca de aquel idiota.
Una media hora después, Hermann había terminado de ponerle todo el producto en las puntas de su cabello, ahora debían esperar hasta que aclarara varios tonos.
—Hay que hacerte unos a ti —Abigail le sonrió, él se mostró sorprendido—, estilo rayos naturales, hechos por el sol.
—No lo sé... —Dijo no muy convencido.
—Vamos —lo animó—, ¿acaso no confías en mí? —Hermann levantó una ceja. Abigail se corrigió—. ¿Acaso no confías en mí para cambiarte el look?
— ¿Lo has hecho antes?
—No, pero yo te confié mi cabello, es justo que tú hagas lo mismo. —Finalmente Hermann terminó aceptando.
Un par de horas después ambos se veían muy diferentes con el cabello rubio, Abigail con estilo californiano y Hermann con estilo de surfista.
Rápidamente fueron al punto salvavidas que Abigail había dejado para una situación como esa. En aquel escondido lugar había una maleta con suficiente dinero para salir del país, varios pasaportes falsos y armas; éstas últimas no las iba a poder llevar en el avión pero las iba a guardar en caso de encontrarse con problemas antes de abordar.
—Debemos llegar a la estación de tren hoy.
—No podemos robar un auto a esta hora.
—Pidamos un taxi.
Hermann fue a la recepción del motel para pedirlo desde ahí. No pasó mucho cuando un vehículo blanco se detuvo frente a ellos.
En la estación compraron dos boletos de ida de Mainz a Karlsruhe cuya trayectoria tomaría dos horas. Cuando estuvieron en su destino fueron a un motel en donde ambos se cortaron el cabello; Abigail, las puntas que tenía rubias lo cual dejó su castaña cabellera hasta los hombros, y Herman, sólo se recortó un poco el suyo.
Después tomaron dos taxis diferentes para ir al aeropuerto en donde compraron boletos en asientos separados para salir del país.
En la siguiente parada Abigail se hizo un corte pixie mientras Hermann optó por rapárselo por completo.
Tardaron casi un mes en llegar a Brasil, no porque los medios de transporte fueran muy lentos, sino que iban desplazándose a diferentes lugares para perder su pista en caso de que alguien los estuviera siguiendo, agregando el hecho de que procuraban viajar en la noche para evitar ser reconocidos a la luz del día, esto disminuía drásticamente la cantidad de viajes y los horarios en que podían encontrar boletos.
Una vez en Brasil encontraron una pequeña casa rural, alejada de la sociedad, bastante pequeña pero ninguno de los dos se quejaba, era bastante acogedora.
— ¿Cómo me veo? —Preguntó Abigail dejando la maquinilla eléctrica sobre el lavabo. Había decidido raparse todo el cabello, ahora lo tenía sólo un poco más corto que Hermann, a quien ya le había crecido un centímetro desde la última vez que se lo había cortado.
—Te ves hermosa. —Él colocó sus manos sobre los hombros de Abigail y le dio un beso en la mejilla.
— ¿No te molesta que no te haya consultado antes de raparme? —Lo miró a través del espejo. Él sonrió de oreja a oreja.
—No tenías por qué consultarme. Es tu cabello, tú haces lo que quieras con él. Sin cabello o con uno tan largo hasta las rodillas, no importa, te amaré como sea.
—No puedo creerlo, eres tan cursi. —Se giró sobre sus talones para quedar de frente a Hermann y rodeó su cuello con los brazos mientras él la abrazaba por la cintura.
—Así te gusto.
—Bueno... —Se encogió de hombros como si lo estuviera reconsiderado. Hermann fingió indignarse antes de cargarla y llevarla a la cama—.¡Espera!, ¡espera! —Se puso de pie.
— ¿Qué sucede? —La miró lleno de pánico lo que le causó un poco de ternura a Abigail.
—Que me acabo de rapar... Tengo cabellos por todos lados, debo de darme una ducha antes de ir a cualquier lado.
— ¿Quieres que te acompañe? —Levantó una ceja en tono coqueto. Abigail le sonrió de la misma manera pero se alejó de él sin contestarle, dejándolo a su elección. Tomó una toalla y se dirigió al baño escuchando los pasos de su pareja detrás de ella.
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