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1.00 Confesion

Advertencia: Diabetes en palabras, si no te gustan los AU demasiado directo con los sentimientos pasa de largo.

Padecer de una enfermedad como la que llevó, no se lo deseó a nadie. Tener que soportar tartamudeos, disociación de tu realidad, además de sobre pensar las palabras del otro es algo duro, mas cuando es sobre una persona.

Solo lo supe al verlo a los ojos, las pecas que se resaltaban sobre sus mejillas mientras me sonreía, me dio todas las herramientas para tocar el cielo, pero no me dijo como bajarme de el.

Y es injusto como mi corazón se puede volver loco al verle, regocijarse mi piel con su tacto tácito, la sinfonía en mis palpitaciones pueden subir de forma frenética mientras el puede estar tranquilo hablando conmigo.

Cada día es mas difícil verlo, tenerte a mi lado sin poder decirle lo mucho que le quiero, porque le quiero.

Contarle las mil cosas que siento al mismo tiempo o darle mis figuritas de papel como regalo para verle sonreír por mas tiempo. Y sé que tal vez reciba el mayor rechazó de la historia, que el clima no estará a mi favor para sanar mi quebrado corazón.

Así que hoy diré lo que siempre he pensado. Una vez por todas detrás de solo esperar una sonrisa por mis comentarios.

Enfrentarlo no es fácil, en realidad llevo esperando en esta sala al menos unos veinte minutos adornando la pequeña mesita que improvise para ambos, intenté cocinar cangrejo con diferentes tipos de verduras alrededor porqué se que Chuuya me regañaría si no consumo vegetales, y esto es mi declaración no un pequeño chaneque enojon reclamándome.

Conozco a Chuuya desde que tenemos ocho, mentiría si dijera que al principio no pensé que le faltaba neuronas en su cerebro, una persona mas impulsiva que el promedio sin duda.

Las cosas nunca fueron normales entre los dos, nunca hubo presentaciones, ni pequeños detalles que marcaran el inició de nuestra amistad, solo un día ambos nos observamos y sabíamos que estaríamos para el otro, aunque fuéramos agua y aceite al mismo tiempo.

Cada momento es preciado, y si podría marcar uno en mi memoria, sería cuando empezó a llamarme por mi nombre.

A veces me gustaría explicar porqué tengo esta afición de quererle, pero no puedo evitar hacerlo, tengo miles, pero a la vez nada, y en vez de darme respuestas, solo me da inconclusiones.

Y en este mundo lleno de dudas, no temo a la respuesta.

Fingir creer que lo sé me da mas seguridad de lo que pienso, a veces me pregunto porqué el ser humano termina convenciéndose a si mismo de que su realidad no es su realidad, si es que sabes a que me refiero.

El cielo empezaba a dar para la tarde, las nubes hacían un pequeño vaivén, a mi parecer si estiraba demasiado los brazos, podría alcanzarlas, pero al final del todo, se que están a mas de kilómetros lejanas de mi.

Mire el reloj que proporcionaba el aula para confirmar la hora, sin más pensé en cómo le diría lo que sentía, un nudo en mi garganta se apoderó de repente, al recordar que mis pocas cualidades a la hora de ser honesto de forma verbal. Una cosa era sentirlo, pensarlo, pero otra diferente era no dejarse llevar por las palabras arrastradas que mi mente me podía ofrecer hacer.

Tomando una bocanada de aire, busqué inhalar de forma profunda, tratando de reunir la seguridad que usaba al coquetear de forma casual con personas que no conocía.

Un sonido me sacó de mi trance, al sentir la puerta abrirse, me di la vuelta para encontrarme con los ojos de la persona que movía mis latidos a medida que se acercaba, un mar tranquilo que solo podía reflejarme a mi en ellos. Le sonreí por inercia, antes de si quiera decir una palabra.

—Llegué tarde —hizo una pausa el pelirrojo para rascarse la nuca— ¿Cuál era la emergencia? Te juro que si es una broma, lo pagarás, Dazai.

—En realidad, quería ocupar la cena que me regalo Kunikida, con uno de sus cupones —dije sin darle importancia, acompañado de un tono cantarín en ello, abrí la silla para tomar asiento— ¿Gustas cenar conmigo?

Chuuya amplio los ojos sorprendido, inspeccionando alrededor, como si esperara que yo desapareciera en cualquier momento junto a la mesa en el espacio tiempo, sus cejas denotaban por mucho confusión, acompañado de esturpor, sin mucho mas término por ceder sentándose en la mesa.

—Si me estás tomando el pelo...

Para ser justos con Chuuya, ya me había "declarado" anteriores veces, de algunas formas poco prácticas, o como me gustaría llamarle "Confesiones que Chuuya nunca entendería" como por ejemplo: cuando estábamos acampando y el se despertó con su colchón en el agua junto a mi, diciéndole que ahora podíamos explorar el mundo, lo único que recibí fue una cachetada y nadar con peces; otra fue cuando pague a unos mariachis estar frente a la escuela, pero como se me olvidó el letrero en la casa, terminé usando un recorte de papel de corazón, o bueno, eran ramas que pegue con cola fría. Chuuya llego como el brigadies ni mas me vio en la entrada a decirle a todos que se vayan.

No recibí recompensa por eso. Y así se agrega a la fila más y más, pero fuera de mis tonterías ninguna ha sido seria, sin pensar en alguna en específico, sabía que iba a fracasar en entregar el mensaje.

No evitaba que sintiera algo cálido en mi corazón después de cada intento, solo era un movimiento que si era notado por el contrario habría podido noquear mis intenciones.

Ahora ambos estábamos de frente, sin nadie mas en clases, había pedido el aula a la profesora Akiko, nada que un buen vino no haya podido hacer. Baje mis manos hasta la mochila cruzada que llevaba para sacar una caja de chocolates, y posicionarla en el piso.

—Chuuya. —llamé en un tono suave, intentando hacerme consciente de la realidad, pensando mas en lo que seguiría—. Tengo que decirte algo, pero necesito que escuches muy bien.

Chuuya me observó perplejo, ladeando su cabeza, cosa que me hizo recordar a la foto de una de sus mascotas llamada Max.

—Te escucho —respondió relajándose en la silla, de alguna forma suavizando su mirada, como si esperara lo que iba a decir.

Suspire, dando un ligero recuerdo de las palabras en mi mente.

—¿Alguna vez has sentido como si no pudieras controlar tu cuerpo? Al principio, pensé que tú me habías contagiado algún defecto —reí de forma inoportuna, por la mirada enfurecida de mi acompañante quién ya se estaba levantando para argumentar, pero lo detuve con un brazo, haciendo una seña de que esperara—. Eso fue muy lejos de la realidad, antes de conocerte mis días eran pasajeros, como si no hubiera una línea temporal unida a ellos, solo un conjunto de momentos aleatorios debido al poco significado que tenían en mi memoria.

Baje mi mirada hasta los chocolates para entregárselo. —La primera vez que me regalaste algo fue este chocolate. No te acuerdas, pero fue el primero que recibí a mi temprana edad, lo declare mi dulce favorito porqué de alguna forma sonreía al probarlo. No lo atribuía a nada hasta hace poco, porqué tu le diste ese valor en mi vida. Lo que quiero decir, es más una invitación a que ocupes mas momentos en mi vida.

Me tense en el asiento, intentando explicarlo mas a fondo, haciendo muecas con las manos, usándolas a mi favor, más Chuuya estaba estático, hasta que sin aviso posó su palma enguantada en mi mejilla, sus ojos estaban llenos de una emoción que antes era fugaz en ellos "¿Amor?" tal vez.

Intente decir algo al respecto, pero ahora otra de sus manos se posicionaba en mi boca.

—Yo también te quiero, Osamu.

Sin más la mano se aparto de mis labios, ahora descansaba en mis cabellos, impulsándome a buscar la boca ajena, eran besos suaves, sin mucha presión en ellos, como si tuviera miedo de sentir que se desvanecía tal cual algodón de azúcar.

Ambos disfrutamos de besos quedos sin mas que sonrisas cómplices, tal vez una mirada tonta que ansiaba mirar en los iris azules de Chuuya.

Sus labios eran suaves, la boca ajena me obligaba a seguir haciéndome adicto al toque, intentando explorar mas allá, dejando salir pequeños jadeos por la estimulación. Chuuya acabó con el beso observándome con una mirada suave, solo dejando caricias entre mis mejillas.

Creo que al final la confesión salió mejor de lo que esperaba.




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