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Capítulo siete.

El efecto "Agapi Mou"

Cuando llegamos al castillo perdí a Liam de la vista, ya que él debía ir a la mesa de Hufflepuff. Fue en ese momento cuando me sentí sola de nuevo, recordé que a decir verdad no tenía a alguien con quien pasar el tiempo en la mesa de los leones. Avancé buscando un lugar donde sentarme, sujetando mi codo izquierdo con la mano derecha, me veía patética seguro. Intentaba no demostrar tanto el hecho de que no tenía a alguien ahí.

Tía Lily me saludó desde la mesa de los profesores, su vaso con agua cayó sobre el profesor Papaccio de pociones. Reí ante eso.

Encontré un lugar vacío en medio de la mesa. Me senté de inmediato rogando que no esté reservado para alguien. La gente allí ignoró por completo mi llegada, sólo siguieron hablando mientras golpeaban sus platos vacíos.

—Dios, no saben el hambre que tengo, maldita sea —soltó una chica, inclinándose hacia la mesa como si sufriera—. ¿A qué maldita hora llegará Bruce con su discurso?

—No lo digas tan fuerte —se estremece otra—. Y tú siempre tienes hambre.

Me quedo allí mirando hacia cualquier parte, sin poder evitarlo escuchaba toda su conversación. Si Bruce de alguna forma se enteraba de que la estaban maldiciendo, no quería ser parte de eso. Tenía que sentarme aquí, demonios.

Muerdo la uña de mi dedo gordo mientras mis ojos viajan por el comedor. Casi de forma instintiva busco a Marlee en la mesa de Slytherin, pero ahí siquiera está Bea... Frunzo el ceño, ¿dónde demonios está Bea? ¿También decidió dejar el colegio y dedicarse a su vida de semidiosa? Sólo sacudo la cabeza, seguro está bien, su madre es lo suficientemente sobreprotectora.

Luego termino mirando hacia los Hufflepuff, e insisto con mi búsqueda hasta que veo a Liam en una punta. Él observa con aburrimiento las notitas que pasan volando de un lado a otro, sujetando su cabeza con una mano. De repente mira hacia mí, salto en mi lugar avergonzada por ser descubierta. Me sonrojo y él igual.

Sonríe nervioso, sus hoyuelos aparecen de nuevo. Le devuelvo la sonrisa, levanto la mano queriendo saludar pero termino golpeándola contra la mesa, haciendo que el plato vacío y los cubiertos den un salto. Mi rostro se contorsiona y como acto reflejo me lanzo al suelo, debajo de la mesa.

—Maldita sea —susurro abrazando mi mano lastimada—. ¿Dónde está mi dignidad? ¿Se quedó en las vacaciones?

Lloriqueo cerrando los ojos. No debí tirarme bajo la maldita mesa, soy demasiado idiota. Perdí mi dignidad, mi todo. Ahora tengo que hallar la forma de volver ahí arriba y que Liam no me vea.

Es una suerte que sea invisible para el resto de la población. Ellos siquiera notaron mi ataque de estupidez. No sé si deprimirme con eso, pero mejor lo agradezco ahora.

Me arrastro por debajo de la mesa, lejos de la vista de Liam. Una vez encuentro otro lugar vacío vuelvo a subir, arreglando mi cabello. En ese justo momento Bruce aparece, cerrándole la boca a todos de inmediato. Su mirada era tan intensa que a muchos nos hizo bajar la cabeza.

Escucho y no escucho su discurso. Sólo vuelvo a moverme y fijarme en mi alrededor cuando la comida aparece. Comienzo a servirme con aburrimiento y siento una mirada encima. Levanto la vista lentamente.

Las personas a mi alrededor me miran como si no debería estar ahí, y es que, maldita sea, fui a parar entre los mayores. No los mayores que son agradables, sino con esos que por ser séptimo año al fin se creen mejor que cualquiera.

— ¿Quién eres? —pregunta una chica, me señala con su tenedor—. No te vi aquí hace rato.

—Ehh —susurro, luego carraspeo—. Llegué hace un momento, la mesa estaba llena y... Soy Madison Potter.

Ella frunce el ceño.

— ¿La hermana de Nico Potter? Tenía entendido que eras Slytherin y un poco más... Grande —hace un gesto de altura, el chico a su lado bufa riendo.

Siento mis mejillas colorearse por la vergüenza y el enojo.

—Ella es Marlee, es mi hermana mayor. Yo soy Madison, la... menor —termino en voz baja.

El chico alza las cejas —No sabía que Potter tenía otra hermanita, ¿eres nueva?

—No —frunzo el ceño, un poco ofendida—. Estoy en el colegio desde hace años.

—Ah, nunca te había visto.

Su comentario me hace sentir un tanto mal, por lo que me hundo en mi lugar. Luego vuelven a ignorarme, así que sólo me dedico a cenar lentamente. Ya no era opción cambiarme de lugar, a Bruce no le agradaba que nos moviéramos demasiado de un lugar a otro. Y hoy parecía más amargada de lo normal.

—Ey, Marly —me llama la que está junto a mí.

—Madison —corrijo arrugando la nariz.

—Oh, claro, lo olvidé —sacude la mano quitándole importancia—. Me preguntaba, ¿qué tal va tu hermano? La vida después de Hogwarts debe ser interesante.

Percibo que tiene más interés que saber cómo está mi hermano, hay algo más ahí. La miro mejor, noto que es de esas chicas que el año pasado me hablaron sólo para llegar a Nico. Claro que él dejó de prestarles atención cuando notó que me utilizaban, y ellas me odiaron por eso.

Al parecer ésta chica olvidó eso, o está volviendo a usarme.

—Bien —respondí, metí un pedazo de pollo a mi boca para dedicarme a ignorarla yo ahora.

—Ajá —se mueve más cerca, sus cejas se mueven—. ¿Y ya tiene novia al fin?

Intento contener mi cara de fastidio, mastico lentamente mientras pienso la respuesta. Volteo hacia ella sonriendo con fingida emoción cuando acabo.

— ¡Sí! —miento—. Es una chica que lo tiene loco, al parecer ya lo atraparon.

Hago un gesto con la mano, su expresión cae. Ya no parece agradable conmigo, sólo vuelve a separarse.

Dolía saber que me hablaban sólo por mis hermanos. Era un golpe fuerte a mi autoestima, que aún no sé cómo se mantenía en pie a éstas alturas.

No necesitas a esa clase de personas en tu vida, Madison. Me digo mientras bebo algo de jugo. Mejor sola que mal acompañada, ¿no?

De pronto veo que alguien se mueve entre las mesas, lo que me deja algo descolocada. Parpadeo varias veces hasta reconocerla. Afrodita vestía una especie de cortina que dejaba todo a la vista... Seguro me mataría si supiera que llamé cortina a su vestido.

Volteo hacia los lados, nadie más le presta atención. Supongo que sólo yo puedo verla, eso no suena muy bien que digamos.

—Podrías hacer que sólo se fijen en ti, Madison —me dice, hace un gesto con la cabeza señalando a los grupitos a mi alrededor, todos me excluían—. Sólo debes decir las palabras exactas.

Mi muñeca arde, la miro y veo que las letras brillan. Me ruegan que las lea en voz alta.

—No —susurro—. No lo necesito.

—Lo quieres —Afrodita se sienta frente a mí, con sus ojos cambiantes fijos en mí—. Y puedes tenerlo en un instante. Sólo dilo, Agapita. Nadie te juzgará... Sólo yo lo sé y no pienso juzgarte.

Me dedica una sonrisa ladeada, luego vuelve a levantarse y camina hacia la salida hasta desvanecerse.

Miro mi plato de comida respirando con fuerza.

Lo quiero, pero no lo necesito. He querido atención todo este tiempo, y aún sin mis hermanos a mi alrededor no la tengo.

Ellos me opacan, siempre lo harán.

Marly es una semidiosa, Nico es un súper soldado.

Y yo... Yo soy Madison Agapita Potter, y puedo tener lo que quiero sólo recitando las palabras exactas.

Levanto la cabeza, ellos no me miran, no se fijan en mi existencia. Eso sólo define mi decisión.

Agapi mou —digo, mi pecho arde com si aquél tatuaje estuviese en llamas.

Las conversaciones se detienen, voltean lentamente hacia mí, como si estuviesen en un trance. Es sólo un círculo a mi alrededor, el resto del comedor sigue con lo suyo.

Tóra tin kardiá sas anikei se ména —prosigo, con la voz temblorosa.

Los ojos de todos relucen en un tono rojizo parecido a un rubí, luego vuelven a la normalidad. Todo mi cuerpo se estremece esperando el resultado.

Trago saliva cuando el chico frente a mí se inclina y sonríe encantador.

—Eres Madison Potter, ¿no? —asiento con lentitud—. Eres compañera de mi hermano, oí que tienes las mejores notas de tu curso.

— ¡Sí! —exclama la otra chica, ríe tontamente—. Hasta las águilas te envidian por eso, ¿no?

Parpadeo varias veces, sorprendida por el hecho de que todos me miraban esperando mi respuesta. Sonrío levemente.

—Algo así, supongo —murmuro encogiéndome de hombros.

La chica que me había preguntado sobre Nico me da un empujón jugando.

— ¡No seas modesta, Maddie!

Y de alguna forma termino hablando con ellos como si fuesen mis mejores amigos. Todos estaban muy interesados en mí, incluso cuando metí temas que a cualquiera le aburriría.

Miré hacia mi muñeca, las palabras en ella me sacaron una sonrisa satisfecha.

Supongo que no está tan mal si la uso un poco.

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