
Choose him
Las personas somos compuestos de peculiaridades, efectos y defectos raros que nos hacen un poquito más especial que el resto. Me gusta pensar que ningún ser humano es simple, incluso cuando el noventa por cierto de la población mundial me parezca llanamente... Estúpida. Sigo con esa convicción, incluso las personas más apegadas a los estereotipos tienen sus atractivas peculiaridades.
Yo tengo una en especial que no falla, más certera que el reloj del propio universo.
La energía con la que me muevo en mi día a día está decidida en un primer momento, por lo que veo al instante de abrir los ojos. Claro que pueden pasar esos momentos felices, levantar de la cama, chocar con la pata de la misma y a partir de ahí enunciar a los cuatro vientos por qué la historia de Adán y Eva no tiene sentido. O sea... Estás tranquila, disfrutando del cálido sol del paraíso y tal vez, quién sabe, pastoreando ovejas. Y de pronto, así de la nada, una serpiente empieza a hablarte.
Lo mejor es cuando llega la parte en que le haces caso.
Es una buena razón para echarte de la casita de Dios, por estúpida.
Pero bueno, cada quien con sus creencias, además, ese no es el tema.
«Sí, Jungkook, al tema.»
Conciencia, por favor.
Entonces, pues eso; mi estado de ánimo depende en un primer momento de eso con que choca mi vista al despertar. Así que en mi pared siempre ha habido un preciado espacio que lleno con un póster mensual, en dependencia de mi vibra del mes.
Mi febrero con el póster de Arya, de juego de tronos, fue salvaje.
Y en la casa en la que he pasado el último mes, pronto se cumplen dos, las paredes desnudas con las que se topa mi mirada carecen de... De personalidad. Y son lo primero que me recuerda que estoy en una casa de extraños.
Por eso, cuando mis ojos aterrizan somnolientos en un llamativo póster en el que Bakugo, Todoroki y Deku permanecen congelados en una posición tan épica como gay, mi corazón da saltones antes de siquiera procesar que estoy en mi casa.
En mi casa...
Me levanto de un salto y lo primero que compruebo, con toda la normalidad del mundo, es mi pancita.
¡Y está ahí!
Mis manos varoniles y mis muslos, mi piel más tostada que sedosa y mi cabello —más suave de lo que recuerdo— cae como cascada frente a mis ojos.
¡Soy feo otra vez!
Ay pero qué felicidad.
Salgo disparado de la habitación con el suelo devolviéndome la fuerza de mis propios pisotones. Y ahí, cuando el final de la escalera al primer piso llega, mis ojos quedan atrapados por la vista que más he añorado. Su cabello largo cae en una solitaria trenza azabache por su espalda, su rostro expresa ese eterno estrés que le provoca el arte de cocinar y que, para ella, siempre acaba en desastre.
Mi hermoso desastre.
Los ojos achocolatados se posan en mí y me sonríe ligera.
—Ya iba a subir por ti, no sueles tardar tanto.
«Al parecer ya se ha acostumbrado al omega.»
Ley del lector insaciable: Se trasnocha, querido.
Mis labios dudan a la hora de hablar, siento que solo evocaré incoherencias. Antes de decidirme sus dedos vendados llaman mi atención, en sus manos lleva un cuchillo y las tostadas yacen en el plato a su lado, untadas de aceite de oliva con un par de rodajas de brillante tomate encima de cada una. Se limpia con sutileza en el delantal y procede a colocar los platos sobre la mesa, presa de mi mirada de halcón.
—Ni siquiera te has vestido, llegarás tarde.
Sin mediar palabra avanzo en su dirección y tomo cuidadoso sus manos, con mimo le acaricio por encima de las curitas y murmuro más inexpresivo de lo que siempre he estado. Yo mismo me impresiono de que mi primera frase dirigida a mi madre después de tanto tiempo, sea pronunciada en un tono tan plano.
—¿Qué le ha pasado a tus manos?
—¿Cómo que qué me ha pasado? Menuda desfachatez de un asesino cuestionar sobre su propio crimen.
Tuerzo la comisura del labio en forma de sonrisa, imagino la reacción de alguien que aún no conozco pero cuya vida he volcado al revés, y esa reacción sería de completo shock.
«Extrañaba tanto escuchar sus locuras.»
—¿Me está acusando, señora Jeon?
Sus ojos se iluminan y siento que es mi sonrisa la que le dice todo lo que necesita saber.
—Tengo pruebas, detective Jeon. Una grabación reproduce perfectamente sus asesinas palabras “Mereces castigo por haberme dejado criar de forma tan desastrosa”. Estos dedos son la prueba de su tortura al enseñar a esta vieja mujer a cocinar.
—¿Enseñarte a...?
Río sin gracia alguna negando con la cabeza.
«Ese Jungkook no tiene vergüenza.»
Con un suspiro acerco sus manos a mis labios y deposito en ellas un beso.
—Lo siento mamá, la próxima me das un sartenazo, ¿vale?
Mi mamá duda los primeros segundos en que despeina mi de por sí desordenadas hebras, pero sus lagrimitas comienzan a caer mientras me ve entregado a sus caricias.
—Ya estás aquí.
Asiento feliz por el placer de envolverla con mis brazos, de tener sus lágrimas tibias mojando la tela que me cubre el pecho. Siento su calidez, su palpitar, el suave aroma mentolado que siempre lleva encima, como algo sobrenatural. Más bien, pienso con una sonrisa divertida, pareciera que aquel aroma fuerte pero suave y fresco fuera su olor natural, como si fuera parte del Omegaverse.
«Creo que el trauma me acompañará de por vida»
Pero nada es igual, las caricias en mi cabello no alejan la ansiedad que me azota dos horas después.
—Es Levioosa, no Leviosáá —cita mi madre sonriendo a la par de Hermione en el televisor, sus ojitos chocolate aparecen en mi campo de visión exteriorizando una duda—. Hey, no lo dijiste conmigo... Además, ¿cuánto esperas para decirme que también quieres una cicatriz con forma de rayo? ¿Pasa algo, Jungkookie?
Suspiro cerrando los ojos.
—Estoy... Preocupado por alguien, eso es todo.
—¿Ah sí...? ¿Alguien materializado fuera de Hollywood al menos?
—Parece salido de Hollywood, pero sí.
—Oh, vaya —deja de torcer el cuello y se reacomoda en el sofá, sin dejar de acariciar mi cabeza que permanece en su regazo—, ¿y qué le pasa?
—Mhm... Tengo miedo de no volverlo a ver—. Confieso sin darle profundidad a mis palabras, no quiero ponerme a llorar.
—Es horrible sentir eso —murmuró mi madre y sentí temblores en sus manos, en su voz—, no quiero que sientas eso Jungkookie.
«Lo siento cada jodido día» muerdo mi labio y abrazo con fuerza sus piernas.
Estoy debatido entre dos mundos y no tengo libre albedrío para debatirme entre uno y otro.
Si solo pudiera unir todo lo que quiero en uno, yo... No pido demasiado. No pido nada más que dos personas. Es todo lo que quiero.
Es todo lo que necesito.
Me levanto secándome con fuerza las lágrimas que escaparon a mis mejillas. Y mirando a mi madre con más convicción de la que nunca he mostrado, le abracé.
—Estaremos juntos los tres.
—¿Tres...?
—Tú, Taehyung y yo.
Se ha quedado tan quieta que decido apartarme y mirarla sin desarmar el abrazo del todo. Pero antes de poder hacerlo, sus manos ejercen más presión y esconde su mirada.
Y con ella una pista elemental para entenderlo todo—: Has lo que tengas que hacer, y si debes escoger entre nosotros —susurra desprovista de fragilidad o miedo, pura firmeza se derrite en su tono, en sus palabras— escógelo a él.
ᝰ◌᮫۪۪۪۪᳝۟🎟️◌᮫۪۪۪۪᳝۟⑅៹
Re-turbias empiezan a ponerse las cosas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro