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A Z U L • Y • R O J O

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Hacía tiempo que no iba al callejón Diagon y verlo de nuevo me traía muy buenos recuerdos. La mayoría eran con mi padre.

Caminé mientras miraba las tiendas, Charlie estaba a mi lado y parecía recordar buenos momentos.

Después de hacer un par de compras, Charlie fue con Madam Malkin y yo fui a otra tienda.

No tardé mucho en escoger un vestido, pues no soy muy fanática de ellos. Siempre prefiero usar ropa cómoda que me permita moverme libremente en caso de que necesite pelear.

En mi casa la mayoría de mi ropa es igual y tengo dos o tres vestidos que alguna vez usé para ocasiones especiales.

Después de probarme el vestido y pagarlo, fui a comprar un regalo para Harry, ya que pronto sería su cumpleaños y en la madriguera lo vamos a festejar. 

Al final fui con Charlie a quien le estaban tomando medidas y yo lo miraba divertida.

El chico parecía extremadamente incómodo.

—Cariño, necesito que te quites la camisa para tomarte las medidas más exactas.

Dejé salir una risa y el pelirrojo me miró mal mientras se sacaba las prendas superiores.

Comenzó a darme calor y por más que quería, me era imposible desviar la mirada.

Su cuerpo estaba bien formado y había algunas cicatrices por todos lados. La mujer terminó de tomar las medidas y el hombre volvió a vestirse.

—¿Qué color te gustaría?— preguntó la mujer mientras le mostraba algunas telas de colores.

Charlie la miró sin comprender y un tanto asustado.

—Apuesto a que se le vería bien uno color azul marino con una corbata roja— dije.

Madam Malkin me miró con una sonrisa y el pelirrojo me miró muy agradecido.

—Tienes buen ojo, cariño. Tu novio se verá muy apuesto.

Abrí los ojos sorprendida.

—Él no es mi novio— dije. Charlie rió con fuerza ante mi reacción.

Después de un rato, el traje de Charlie estuvo listo y salimos de la tienda.

—Te invito un helado— me dijo sonriente.

Él siempre sonríe.

—Acepto— dije.

Nos sentamos a comer nuestros helados.

—Parece que sabes mucho de trajes.

Me encogí de hombros.

—A veces acompañaba a mi padre por sus trajes, a él le gustaba mucho vestir bien y cada mes íbamos por uno nuevo.

—Ya vemos que no sacaste eso de él.

—¡Oye!— me quejé— pero es verdad, la moda y yo no vamos de la mano.

Ambos reímos.

—Aún así, te lo agradezco. No tenía ni idea de qué hacer cuando me preguntó el color.

Nos quedamos en silencio un momento, disfrutando de nuestro postre.

—¿Cómo es vivir en Rumania?— pregunté.

—Es agradable, el santuario de los dragones es hermoso y aunque el clima es bastante cálido siempre puedes darte un baño en la cascada.

Reí.

—Me gustaría ir alguna vez.

—Puedes ir cuando quieras.   

Le sonreí pero enseguida mi sonrisa se desvaneció.

—¿Cuándo te irás?

Había formado un fuerte lazo con Charlie y deseaba que nunca se fuera, pero sabía que se tenía que marchar en algún momento.

—Después de la boda— dijo con voz queda.

Miré el suelo con tristeza. Realmente no quería que se marchara.

—Vamos, debemos regresar o tu mamá se va a preocupar— me puse de pie.

Extendí mi mano y él la tomó con fuerza como si no quisiera que escapara.