D O S
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L O S • O C H O • P O T T E R S
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Me miré en el espejo mientras secaba mi cabello, hacía poco que había salido de la ducha luego de un largo día de entrenamiento.
Algunos creen que soy muy obsesiva respecto a eso pues siempre estoy practicando y tal vez sea cierto que soy un poco obsesiva pero siento que nunca estás lo suficientemente preparado para lo que viene.
Miré el reloj de manecillas, en un par de horas daría inicio el plan de extracción.
Al ver mi reflejo, noté lo cansada que parecían mis ojos sin embargo, sentía mi alma más vivaz que nunca.
Al salir de mi habitación, me dirigí a la cocina donde mi padre cocinaba algo y parecía muy concentrado en su actividad.
Lo miré por un momento mientras un extraño sentimiento de tristeza me invadía y un par de lágrimas resbalaron por mis mejillas.
Rápidamente las limpié con una mano y me acerqué a abrazarlo. Lo asusté, por lo que dio un salto.
El hombre me envolvió entre sus brazos y besó mi cabeza.
—Te amo, papá— dije mientras aspiraba su aroma.
—Y yo a ti, cariño.
Me separé de él y lo miré fijamente intentando no olvidar ni una sola de sus facciones.
Le sonreí por ultima vez y di la vuelta para salir de la casa, abrí la puerta y antes de salir escuché la voz de mi padre.
—Estoy orgulloso de ti, y tu madre también lo estaría.
No lo miré, pues si lo hacía no podría ir a aquella misión, aún así sentí un nudo en la garganta y evité con todas mis fuerzas llorar.
Sonreí mientras miraba el cielo e hice una aparición.
Era nuestro punto de reunión. Ya estaban la mayoría y yo me quedé en mi lugar sin mirar a nadie en especial.
—Recuerden el plan, y recuerden la razón por la que hacemos esto— habló Moody y lo miré.
Dejé salir un largo suspiro y aclaré mi mente, debía estar centrada.
Una vez que estuvimos todos, no podíamos hacer una aparición así que viajamos en escobas, thestrals y Hagrid en su motocicleta.
Llegamos a Privent Drive en poco tiempo y me permití admirar el vecindario. Mi casa está a la mitad de la nada por lo que no hay vecinos cerca.
Cuando Moody confirmó que estuvieramos todos se acercó a la casa.
Tonks se puso junto a mi y me dio un empujón juguetón mientras señalaba con la cabeza en cierta dirección.
Miré y mis ojos se toparon con los de cierto pelirrojo, de inmediato aparté la mirada cuando ojo loco dio un golpe en el suelo con su bastón.
Moody comenzó a caminar y todos lo seguimos de cerca.
Entramos a la pequeña casa. Habían pocas cosas y lo poco que había estaba muy ordenado. Me gustaría que mi casa estuviera así de ordenada o al menos mi habitación.
Pero es que simplemente el orden y yo no tenemos una estrecha relación.
Moody le explicó a Harry el plan, él se negaba y fue Hermione quien le arrancó algunos cabellos de su nuca.
—Todos son mayores de edad, Potter. Y están de acuerdo con esto.
Los que nos íbamos a transformar en Harry hicimos un medio círculo y comenzamos a beber la poción.
Era una sensación muy desagradable. De ser mujer a hombre, no es precisamente algo lindo.
Nos dio ropa y un par de gafas para que todos estuviéramos idénticos.
Miré la ropa y con toda la incomodidad del mundo comencé a quitarme la ropa. Tonks me miraba por lo que podía ver cómo se burlaba de mi.
Jamás me había sentido tan incómoda como en aquel momento pero me resigné y tomé mi poco valor para quitarme los pantalones y ponerme los nuevos.
Era extraña la sensación de mi ropa interior con el nuevo cuerpo.
—Mundungus, irás conmigo en escoba, George con Remus, Granger con Kingsley, Scamander, irás con Weasley.
—Exactamente, ¿cual?— dije mirando a Arthur y Charlie. Deseaba que me dijera que con Arthur.
—El de los dragones.
Me quedé muda y miré a Charlie que estaba cruzado de brazos en una esquina. Me acerqué a él mientras emparejaba a los demás.
No negaré que había estado tratando de evitarlo, pero al parecer el destino nos terminó uniendo.
—Creí que estabas en Rumania— le dije un tanto incómoda mientras me ponía junto a él.
—Sí, pero ya que será la boda de Bill y como soy miembro de la orden, ofrecí mi ayuda a Moody.
Asentí. Regresé mi vista a Moody quien le decía a Harry los vehículos que utilizaríamos.
Salimos se la casa. Charlie y yo viajaríamos en escobas.
Emprendimos vuelo y no estuvimos en el aire más de cinco minutos cuando una horda de mortífagos nos rodearon.
Charlie y yo peleábamos hombro con hombro tratando de defendernos pero llegaba uno tras otro además de que nunca antes había peleado en el aire.
Concentrarse en volar y atacar al mismo no era precisamente lo más sencillo del mundo.
Pasaron alrededor de veinte minutos en los que no dejamos de atacar y aún faltaba bastante para llegar a nuestro destino.
—¡Cuidado!— le grité a Charlie al momento en que lo protegía de un hechizo.
—Gracias.
Valamos tranquilamente un par de minutos, el frío que antes sentía se había esfumado.
—Perdimos el trasladar, demos ir por nuestra cuenta— le dije.
—Entiendo— sonrió y enseguida soltó un suspiro.
Los efectos de la poción ya se estaban desvaneciendo y volvía a ser yo.
Debo aclarar que me incomodaba no llevar sostén.
Ya no veíamos a ningún mortífago pero estábamos alerta de lo que pudiera aparecer.
Un mortífago nos sorprendió y traté de evadirlo pero le había dado a mi escoba.
Comencé a caer. Todo a mi alrededor pasaba en cámara lenta. ¿Cómo no vi al mortífago?
Las nubes tapaban las estrellas y no estaba la vista que tanto me gustaba.
Me dejé llevar mientras caía.
Siento un tirón en mi brazo, logro reaccionar y veo como Charlie me sostiene con fuerza y su cara de preocupación no puede ser más evidente.
Ya estábamos cerca del suelo, cuando el pelirrojo pierde el control de su escoba y ambos caemos. Respiramos rápidamente intentando regular nuestra respiración.
—No lo vi— dije aún mirando el cielo.
—No te culpes, yo tampoco lo vi— dijo Charlie que estaba recostado junto a mi.
Giré mi cabeza para verlo y sonreí un poco.
—Debemos regresar o se van a preocupar.
Charlie se puso de pie y me tendió una mano. La tomé y me ayudó a ponerme de pie.
La escoba de Charlie también se había dañado y no la podríamos utilizar por lo que comenzamos a caminar.
—Por cierto— hablé luego de un momento— me alegra verte de nuevo.
—Lo mismo digo— sonrió de lado mientras me miraba.
Una vez que confirmamos que estábamos seguros, hicimos una aparición en la madriguera.
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