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L U C E S

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Cuando salí de aquella casa miré todo el alrededor. Era simplemente hermoso.

Antes no me había tomado el tiempo para admirar la casa, no era la gran cosa, pero era muy linda y bastante acogedora. Supongo que lo justo para Charlie.

Dirigí mi vista hacia el pelirrojo, quien me miraba desde el marco de la puerta principal con una ligera sonrisa.

—Nunca antes había salido del país y tal vez no lo notes, pero estoy muriendo de la emoción.

—Te entiendo, así me sentí la primera vez.

—¿A dónde iremos?

—Te mostraré el lugar. Hay un pueblo de magos cerca de aquí y un poco más lejos está el santuario. Pero luego iremos al santuario, hoy te mostraré el pueblo.

—Genial.

Comenzamos a caminar por un camino de tierra rodeado de árboles. Era como regresar al pasado, no había edificios y pareciera que en cualquier momento pasaría una carreta jalada por caballos.

Reí por mi tonta idea y Charlie me miró.

—Este camino es muy tranquilo, a las afueras del pueblo hay algunas casas como la mía, pero en general no son muchos los magos y brujas que reciden por aquí.

—¿Qué hay de los muggles?

—Pasan algunos turistas de vez en cuando, pero los logran persuadir rápidamente. Lo único que está completamente protegido es el santuario. Tenemos mucho cuidado para que no pasen los muggles.

Asentí y antes de que pudiera preguntar algo más, ya habíamos llegado al pueblo.

Me mostró algunas tiendas y un bar muy concurrido. También un café restaurante y una peluquería donde una mujer usaba su varita para cortar el cabello y un par de tijeras volaba a su lado cortando los cabellos que sobresalieran.

Es ahora cuando me doy cuenta que siempre viví encerrada en mi propio mundo y nunca pensé en lo que podría haber en el exterior.

Mi sueño nunca fue viajar o conocer el mundo, más bien, siempre me centré en convertirme en aurora y proteger lo que amaba. Lo cual, se limitaba a Londres y algunos alrededores.

Pero ahora estaba emocionada y más feliz que nunca. Me sentía como una niña pequeña en el parque, lista para jugar con los demás niños.

Charlie no decía mucho y se limitaba a mirarme con diversión, supongo que era muy obvia mi emoción.

Más tarde, entramos al café restaurante para comer y luego seguiríamos con el pequeño recorrido.

Al tomar asiento, una tetera junto con un par de tazas llegaron flotando y sirvieron café. Nunca me gustó mucho el sabor amargo de aquella bebida, pero era simplemente delicioso cuando lo probé esta vez.

Comimos mientras entablabamos una agradable conversación, aunque más que una conversación, abrumaba de preguntas a mi acompañante.

Para mi suerte, Charlie tuvo la paciencia de responder cada una de mis preguntas.

Al anochecer, regresamos a casa. El camino de tierra estaba iluminado con magia y hacía que se mirara bellísimo.

Tome a Charlie de la mano y lo hice bailar a mitad del camino. El pelirrojo sólo reía pero seguía mis tonterías.

No lograba dejar de mirar esos hermoso ojos y sonreír como si estuviera de nuevo en el colegio y tuviera las hormonas a tope.

Ya no era una adolescente, pero sabía lo mucho que Charlie Weasley me gustaba.