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2. Vuelta al infierno

Ni siquiera había llegado bien y ya había un caso, una llamada de abuso infantil dentro de una Iglesia, llamada Iglesia del Crepúsculo del Amanecer.

Así que la mejor idea que habíamos tenido, para que no sospecharan nada, es que Reid y yo nos infiltráramos en ese culto religioso de Colorado, para investigar un poco más a fondo todo lo que estaba ocurriendo. 

Para ello debíamos aparentar ser unos trabajadores sociales. Así que eso haríamos, al menos intentaríamos averiguar que es lo que tramaban.

—¿Estás bien? —me giré para ver a Reid con una pequeña sonrisa, acercándose a mí. Estábamos esperando para ir al lugar, y yo había decidido alejarme un poco para mantener la calma. Odiaba estos casos y no me dejaban para nada tranquila. Ninguno lo hacía realmente, pero cuando creías que ya lo habías visto todo, llega algo nuevo que te hace replantearte muchas cosas. 

—Estoy bien, en serio... —él negó.

—Te noto que no lo estás, sé que estos casos te afectan aún más, así que si quieres cambiarte con Emily aún puedes hacerlo —negué, tenía que hacerlo.

—Estoy bien, no hace falta cambiarme con nadie, porque podré con la situación —él asintió poco convencido. 

—A pesar de que ya te lo dije, quiero que sepas que me alegro mucho de que estés aquí, es bueno tenerte —reí bajito. 

—Muchas gracias sabelotodo —él rio. 

—Chicos tenéis que iros —ambos miramos a Aaron con viéndonos, y pude descifrar un poco de preocupación en su rostro.

Tanto Reid como yo asentimos y fuimos hacia la trabajadora social, Deborah Lansbury, que sería la que nos llevaría a ese lugar. 

Aaron se acercó a mí y me tomó por los hombros.

—¿Estás segura de querer hacer todo esto? —asentí con una pequeña sonrisa para intentar tranquilizarlo, aunque sabía que con él eso no podría funcionar.

—Tienes que dejar de preocuparte tanto por mí Aaron, estaré bien, te lo prometo —él asintió poco convencido, pero se acercó un poco más para darme un beso en la frente. 

—Solo ten cuidado, ¿vale? —asentí caminando hacia Deborah, para ver de reojo como Aaron le decía algo a Reid que no logré comprender. 

Suspiré y Morgan se acercó a mí.

—Rubita tendrás cuidado, ¿entendido? —asentí y él me desordenó ligeramente el pelo.

—¡Morgan! —él rio y yo me arreglé el cabello como pude. Maldito hombre. 

Reid se acercó a nosotros, colocándose a mi lado. 

—Cuidaros —nos repitió Morgan y asentimos para caminar junto a Deborah, para ir a su coche. Yo me senté en el asiento del copiloto y Reid en la parte de atrás. 

En el coche volvimos a escuchar esa llamada, y cuando terminó el primero en hablar fue Reid. 

—Háblanos de esa llamada —miré al frente callada, prestando atención a todo. 

—Me parece que se refiere al líder de la Iglesia, Benjamin Cyrus.

—Benjamin Cyrus... sin antecedentes criminales —giré un poco mi rostro para verlo ojear los informes—. Ni casi hay datos sobre él. 

Genial, empezábamos muy bien el caso. 

—¿Qué saben de ese hombre? —miré de reojo a Deborah. 

—Se rumorea que practica la poligamia y fuerza los matrimonios —la cosa iba mejorando por momentos. Cada dato que nos contaba era mejor que el anterior, nótese el sarcasmo. 

—¿Se sabe quién hizo la llamada? —pregunté.

—Jessica Evanson es la que encaja con la edad, pero no estamos muy seguros —suspiré—. Me van a dejar hablar con todos los niños, lo que no es fácil. 

—Si tenemos en cuenta que son muy reacios a los extraños, tendrás que presentarnos a nosotros también como trabajadores sociales —saqué mi arma y se la entregué a Reid. Busqué en mi bolso los documentos falsos y los de Reid se los di a él y yo me quedé viendo los míos—. Utiliza nuestros nombres y diles que somos expertos en víctimas infantiles.

Al llegar, ella ajó la velocidad para dejar que abrieran la verja y así de ese modo pudiéramos acceder al recinto. 

—Buscamos al señor Benjamin Cyrus —habló primero Deborah, una vez que salimos del coche, y caminamos hacia las escaleras. Reid se mantuvo cerca de mí, observando todo a su alrededor. 

—Lo ha encontrado —miré al hombre que estaba sentado en la barandilla de la escalera con un semblante tranquilo, pero serio. 

—Soy Nancy Ryan, hablamos por teléfono sobre la llamada —él se levantó y tenía un libro en su mano que no pude distinguir muy bien.

—Nos llaman salvajes porque nuestras costumbres son diferentes —solo de verlo, ya me parecía una persona horrible. 

—No hemos venido para oírle recitar la Biblia —Reid la interrumpió.

—Eso era de Benjamin Franklin —todos miramos a Reid por un momento. 

Incluso en estas situaciones no dejaba de ser él. 

—Estos son Alexia Hotchner y Spencer Reid, expertos en víctimas infantiles —nos presentó brevemente Deborah. 

—Nos habremos desviado tanto de la palabra del Señor para haber tenido que inventar un trabajo llamado experto en víctimas infantiles —volteé los ojos ligeramente.

—Créame señor, no estamos aquí por gusto.

—Lo mismo digo —me respondió—. Pero aun así sean bienvenidos. Los niños están en la escuela —nos la señaló—, como os lo dije.

—Muchas gracias —tanto Deborah como yo nos adelantamos dejando a Spencer atrás, ni siquiera sabía que es lo que quería hacer exactamente, pero no le diría nada porque sabía muy bien como hacer su trabajo. 

Ya bastante alejadas, miré a Deborah.

—Trata de relajarte y no te preocupes por nada —murmuré, y ella asintió. 

Ambas entramos a la escuela, pero decidimos esperar a Reid.

En cuestión de unos minutos, ya estuvo con nosotros. 

—¿Listas? —asentimos y vimos a los niños ya preparados. 

Vimos a Jessica junto a su madre listas en sus lugares. Jessica estaba sentada y su madre de pie. 

—Hola Jessica, somos trabajadores sociales, yo soy Nancy Ryan y ellos son Alexia Hotchner y Spencer Reid —ella asintió.

—Espero que no te incomode que te hagamos algunas preguntas —ella negó—. Bien.

Le regalé una pequeña sonrisa. 

—Cuéntanos un poco de como es vuestro día —hablé de nuevo. 

—Venimos a clase, hacemos las tareas y nos comportamos ante los demás con el respeto que exige Dios —asentí ligeramente. 

—¿Pero no habéis salido nunca del rancho? —le pregunté.

—Cuando traje a Jessi tenía dos años —interrumpió su madre. 

—En su trabajo habrá hablado con muchos niños, dígame, ¿sus vidas son mejores que las nuestras? —sinceramente con todo lo que estaba viendo, estaba segura de que sí. 

—Dedicamos nuestra vida a Dios, lo que no significa que no cuidemos de nuestros hijos.

—No estamos aquí por sus creencias religiosas. 

—¿Por qué han venido? —preguntó Jessica curiosa, dirigiendo la mirada tanto hacia Spencer como hacia mi.

—Hemos recibido una llamada denunciando que en este lugar, un hombre mayor, miembro de su congregación, está manteniendo relaciones inapropiadas con las mujeres más jóvenes, por eso hemos venido, para poder ayudaros si hace falta y para descubrir quién fue la persona de la llamada. 

—Está hablando de Cyrus —la miré detenidamente. 

—¿Por qué dices eso? ¿Sabes algo?

—Jessi venga —su madre intervino intentando que se levantara. 

—¿Es inapropiado que un hombre casado comparta la cama con su esposa? —¿qué? Solamente tenía 15 años, yo a esa edad tenía en la mente otras cosas. ¿Cómo podían permitir sus padres algo así?

—¿Estás casada con Cyrus? —ya sabia lo que ella estaba afirmando, pero necesitaba confirmarlo. 

—Sí. Cyrus es mi marido y un Profeta —hizo una pequeña pausa—. Es un honor dar a luz a sus hijos. 

La miré con sorpresa, ni siquiera sabía que decir por qué lo que nos había contado era algo totalmente surrealista. 

—Jessica, solo tienes 15 años —intervino Spencer viéndola tranquilamente—. El Estado de Colorado exige el consentimiento paterno —miré a su madre que me miraba firmemente. 

—Su madre lo consintió —hablé, pero fui interrumpida por algunos hombres que entraron armados. 

La cosa solo mejoraba por momentos, y lo único que pude hacer fue levantarme y sentir como Spencer disimuladamente me pegaba hacia él preocupado. 

Estábamos condenados sin duda.












NOTA DE AUTORA

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Os amo❤

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