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01



Las manos le sudaban y sentía que los pies le temblaban. JiMin estaba demasiado nervioso por lo que estaba a punto de hacer, porque de eso dependía el posible futuro de su matrimonio con JungKook.

Compró muchos conjuntos de encaje e incluso de cuero que espera usar posterior a esto. El plan es perfecto y no puede fallar, porque su esposo no se resiste a sus encantos. Jamás lo ha hecho.

Mientras el elevador sube hacia el último piso repasa todo lo que TaeHyung le aconsejó minuciosamente. Pero JiMin no tiene que pensarlo demasiado, porque sabe cómo excitar a JungKook y también sabe lo que le gusta. Muchos años de conocerse y estos últimos dos de matrimonio no han sido en vano, así que, pese a que está nervioso, está seguro de que todo saldrá bien.

Cuando las puertas del elevador se abrieron dejó salir un suspiro para terminar de darse valor, se ajustó su elegante abrigo color café claro y se encaminó hacia donde estaba la recepcionista de JungKook.

—Buenos días, señor Jeon— enseguida la rubia se puso de pie para hacerle una larga reverencia— Que gusto tenerlo por acá de nuevo.

—Igual me da gusto verte Rosé— le sonrió con gracia— ¿Está ocupado mi esposo?

—Bueno... dijo que estaría trabajando en algo, pero para usted nunca está ocupado.

"Últimamente sí"

—Claro— fingió una sonrisa— Me anuncio entonces.

Se encaminó con las manos en sus bolsillos sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. En cuanto estuvo frente a la puerta de la gran oficina de su esposo, tocó dos veces y casi al instante recibió un "adelante" de esa voz tan encantadora que tanto le enamora y que ha extrañado mucho en estos días.

Abrió con cautela y vio que JungKook estaba parado de espaldas leyendo unos documentos que tenía en su mano. Pese a que lo vio esta mañana antes de que se marchara, no tuvo el tiempo suficiente de inspeccionarlo; traía un traje negro que se ajustaba perfectamente a su cuerpo musculoso y bien trabajado. Su mano derecha tatuada era algo que le volvía loco y ni qué decir los piercings que lucen en su labio inferior y en su ceja. Es todo un sueño. Es muy sexy. Y en su faceta de empresario importante es aún más atractivo.

JiMin está perdidamente enamorado de él.

—Hola, cariño— le saludó con dulzura.

Pero lo único que recibió fue una mirada rápida e indiferente.

—JiMin, ¿qué haces aquí? —preguntó el azabache.

El aludido se sorprendió de que ni siquiera mostró un ápice de emoción por haberse aparecido ahí espontáneamente. En lugar de eso sólo recibió una mirada fugaz y una pregunta que sonaba despectivamente.

—Quería saber cómo te estaba yendo en la oficina— le dijo y jugó nerviosamente con el nudo de su abrigo.

—Me está yendo bien— respondió a secas y se giró para volver a sentarse sobre su escritorio.

JiMin suspiró cansado. ¿Ni siquiera las gracias podía darle? Quiso salir de ahí y volver a casa, pero no podía rendirse ahora. Ni siquiera había llegado al momento exacto de su plan. Esto tenía que funcionar.

—Me alegra saber eso, cariño— sonrió, aunque JungKook ni siquiera lo mirara.

Caminó hacia el escritorio y se paró frente al azabache mientras que éste le prestaba total atención a su computadora. Sus ojos se movían rápido al igual que sus dedos, eso quería decir que estaba completamente concentrado en lo que estaba haciendo. Entonces este era el momento perfecto para avanzar.

— ¿Necesitas otra cosa, JiMin? —le preguntó, aun sin mirarle.

Al rubio le dolía que desde hace mucho tiempo no escuchó a su esposo llamarle por algún apodo cariñoso. Ahora sólo se dirigía a él con su nombre y era triste, porque se sentía como si fuesen dos extraños que apenas se están conociendo. Era como si cinco años de relación no significaran nada para él. Pero debía confiar en que las cosas cambiarán a partir de ahora.

—Bueno...—comenzó a deshacer el nudo de su abrigo hasta que lo soltó por completo— vine porque necesito a mi esposo— se quitó el abrigo quedando únicamente en un lindo conjunto de encaje color negro que contrastaba perfectamente con su cuerpo y con su nívea piel; eran unas lindas bragas con ligero y medias. Cualquiera quisiera tocar el cuerpo de JiMin estando así, pero parecía que su esposo ni siquiera se había dado cuenta.

—Ya te había dicho que estoy ocupado— le dijo sin mirarle.

—Pero, JungKookie— apeló intentando mantener la calma. Su corazón se estaba rompiendo— ¿Podrías mirarme?

Quitó el par de sillas que estaban frente al escritorio y subió en el de forma sensual y gatuna. Lentamente se recostó sobre la fría madera quedando boca arriba y mirando impaciente a su esposo. Éste nuevamente lo miró de soslayo y luego devolvió su atención total a la computadora.

—JiMin, deja de estar jugando, por favor— le advirtió sin dejar de lado su trabajo.

—Ay, JungKookie— volvió a hacer un puchero y estiró la mano para jugar con la corbata del azabache— Me tienes aquí frente a ti y a tu disposición. Deja tu trabajo y dame un poco de atención.

Pero JungKook seguía en lo suyo con la diferencia de que ahora se sentía distraído y un poco cansado. Y apenas eran las once de la mañana.

—Cariño— chilló el rubio y subió su mano hasta la mejilla de su esposo— Mírame— le pidió y mordió su labio inferior— Por favor, te necesito. Sólo deja tu trab...

Sintió cómo su pequeña manito era aventada con fuerza y luego miró cómo su esposo se levantaba de su asiento para agitarse el cabello con fuerza. Después él miró a JiMin quien estaba completamente encogido en su lugar y muy asustado.

— ¡Maldita sea, Park JiMin! —le gritó completamente fuera de sí— ¡Mierda! ¡Estoy trabajando! ¡¿Por qué vienes a molestarme?!

El rubio estaba anonadado por la reacción de su esposo, porque nunca le había hablado de esa manera. Tuvieron discusiones antes, pero nunca habían llegado a los gritos de esta magnitud. No sabía cómo sentirse, sólo estaba ahí, sentado sobre el escritorio sintiendo como su corazón se desmoronaba cada vez más. De pronto sintió vergüenza de su propia desnudez.

—Es que... y-yo...— su voz salía quebrada— y-yo sólo quería que...

— ¡Silencio! —volvió a gritarle— ¡¿Piensas que estoy jugando acaso?! ¡Necesito trabajar para que compres todos tus malditos caprichos! —su respiración se agitó— ¡¿Cómo crees que mantengo tu maldita tarjeta de crédito?! ¡¿Cómo crees que vives lleno de lujos?! ¡Es gracias a este trabajo! ¡No vengas a molestarme! ¡Joder! —se aflojó la corbata con brusquedad—¡No tengo tiempo para tus estupideces! ¡Ve a casa y sé buen esposo! —señaló la puerta.

Se giró para mirar por el ventanal la gran ciudad de Seúl y para intentar relajarse un poco. Mientras tanto, JiMin lloraba en silencio con la cabeza completamente agachada y abrazando su cuerpo desnudo. En ese momento se sentía tan inseguro de sí mismo que quería desaparecer... quería irse... quería olvidar esto... olvidar cinco años prácticamente echados a la basura. Cuando por fin reaccionó, se bajó del escritorio y buscó su abrigo para cubrirse. En ese instante sus lágrimas caían como agua en cascada imposibles de frenar. Salió corriendo de la oficina soltando un fuerte portazo para dejar bien claro que no volvería. Y no lo haría.

Rosé quiso despedirse de él, pero ni siquiera la miró. Segundos después su teléfono sonó, seguramente era su jefe.

—Señor...

— ¡No quiero que dejes entrar a nadie! ¡Ni siquiera a mi esposo! ¡¿Me entendiste?!

—S-sí, señor.

Ella no sabía la magnitud, pero podía imaginarse que había sido una discusión muy fuerte. Pero para JiMin no lo fue, porque nada de esto tenía sentido. Aunque ahora lo entendía todo. JungKook ni siquiera le conocía lo suficiente porque pensaba que lo único que quería de él era dinero y lujos. Estaba completamente equivocado. No necesitaba nada de eso.

Durante sus veinticinco años tuvo todo a manos llenas, ¿por qué querría más de los mismo? Se enamoró de JungKook por su humildad, por su bondad y porque trataba de conquistarlo con detalles que él mismo fabricaba. Nunca esperó dinero ni extravagancias, eso era un bono, porque se conformaba con su amor, su cariño y toda la atención que le daba. Algo que ni siquiera recibía de sus padres.

Pero ahora ni eso tenía. ¿De qué servía tener una mansión lujosa y cuentas millonarias si no tenía amor? Eso pensaba mientras lloraba en su auto ya muy seguro de la decisión que había tomado.

¿Quería que no volviera a molestarlo? Entonces eso iba a hacer.

Hoy se había definido el futuro de su matrimonio y estaba más que claro que no era juntos.

Sorbió por la nariz sintiendo un fuerte nudo en el estómago y en la garganta. Encendió el auto y se dispuso a huir de ese edifico al que le dijo adiós de manera tácita.

Desvió el auto por otro camino que no llevaba a su casa, porque claramente no iba a ese lugar solitario y deprimente.

Lo único que quería era desaparecer para siempre.


Fue un día bastante ajetreado en la oficina. Había muchos contratos de inversionistas que estaban interesados en contratar los servicios de la constructora Jeon. Y JungKook los firmó todos, porque necesitaba continuar creciendo y generando cada vez más dinero. Lo estaba logrando, eso era seguro. Ahora él y su esposo eran poseedores de una Black Card, misma que no cualquiera puede tener.

El trabajo de todos estos años por fin le rendía los frutos que quería, pero necesitaba más que sólo eso, porque no era conformista ni mucho menos un mediocre, además, quería darle esa vida lujosa a su esposo. Esa fue su meta cuando se casaron en el altar.

Salió del trabajo casi a las diez de la noche. YoonGi se fue antes porque tenía una cita con su esposo. No estaba en contra de ello, pero le gustaría que tuviese más compromiso con la empresa, precisamente por eso eran socios, para que ambos pudiesen tener el control de semejante empresa.

Como sea, no le gusta perder el tiempo cuando puede generar más dinero del que ya tiene. Aunque después de las nueve de la noche se siente demasiado cansado.

Conducía de vuelta a su mansión donde fue recibido como siempre por el guardia de la entrada. Cuando entró al salón vio que su ama de llaves estaba pegada en una de las ventanas observando con mucha preocupación. En cuanto ella se dio cuenta de la presencia de su jefe, corrió hacia él con los ojos cristalizados.

—Señor, qué bueno que ha llegado— le hizo una reverencia.

— ¿Qué pasa, NaYeon? —le preguntó indiferente mientras se quitaba el saco.

—Es el señor JiMin— le dijo y las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas.

—Tsk... seguramente vino e hizo un berrinche— respondió como si nada mientras caminaba hacia su despacho— Déjalo... ya se le pasará.

—Es que él no ha venido— su voz salió ligeramente quebrada.

—Debe estar con TaeHyung—continuó caminando siendo perseguido por su ama de llaves.

—No está con él— respondió y comenzó a sentir impotencia, porque ella sabía muy bien el pesar con el que había cargado el rubio durante todo este tiempo— Salió desde esta mañana. Dijo que iría con usted, pero vea la hora y no ha llegado.

JungKook detuvo su andar y revisó su reloj; las diez en punto. Si JiMin estuviera con TaeHyung no sería hasta tarde, además, ahora que lo recuerda, él iba a salir a cenar con YoonGi. De ningún modo podría estar con él.

—¿Y con sus padres? —esta vez sí la miró.

—Tampoco— negó con la cabeza. Sus ojos estaban completamente cristalizados. Ella quería mucho a JiMin— Les llamé y ellos me dijeron que estaban de viaje en Italia. Dicen que no han hablado con el señor desde la semana pasada— hizo una pausa para suspirar e intentar calmarse— Señor, tengo mucho miedo de que le haya pasado algo.

El corazón de JungKook se volvió loco en ese momento. Con manos temblorosas sacó su celular y marcó al número de su esposo que todavía tenía registrado como "Mi Mochi", pero nadie atendió. Intentó una y otra vez, pero la contestadora le decía que estaba fuera de servicio. Fue entonces que sintió pánico y la respiración se le cortó mientras que NaYeon lloraba desesperada. Tenía un mal presentimiento.

JungKook no dijo nada más y tomó las llaves de su auto para salir a toda velocidad en busca del gran amor de su vida. Ahora lo entiende todo. Ahora entiende la magnitud de lo que sucedió hoy. Ahora entiende que ha dejado completamente solo a su esposo en esa enorme casa durante mucho tiempo. Su empresa tuvo éxito, pero ahora sentía que estaba perdiendo algo más valioso que todo su estúpido dinero. Su JiMin, su hermoso esposo que lo único que ha hecho es amarlo con locura y apoyarlo insaciablemente.

¿Dónde está?

¿Por qué no le contesta?

Pensaba que sólo era un berrinche, pero no... no lo era... era un maldito llamado de auxilio que ignoró y ahora está pagando las consecuencias de eso.

Ha recorrido varias calles de Seúl, incluso preguntó en varios hoteles, pero no estaba registrado en ninguno. Comenzó a sentirse desesperado sin saber en dónde más buscar. Incluso fue a la casa de sus suegros, pero ahí no había nadie más que los empleados.

Se sentía perdido y horriblemente arrepentido por todo lo que dijo en su oficina. Su Mochi siempre había sido un ser lleno de luz, mismo que inyectaba de alegría toda la casa. ¿Cuándo fue la última vez que estuvieron juntos? Ya ni siquiera lo recuerda. Ahora es consciente de lo mucho que lo extraña y de la falta que le hace.

JiMin es su todo. 

Le dejó más mensajes que no fueron respondidos, ni siquiera le llegaban. Tuvo que volver a casa y recurrir a alguien que, estaba seguro, sabía dónde estaba.

— ¿Qué quieres, JungKook? Son las tres de la mañana— se escuchó la voz quejona de YoonGi al otro lado de la línea.

—Siento mucho molestarte, pero te necesito... y a TaeHyung también— le habló con preocupación.

— ¿Qué sucede?

—JiMin no ha vuelto a casa— le dijo con voz nerviosa.

— ¿Cómo dices? —se levantó de golpe despertando al instante a su esposo.

—Salió esta mañana para verme en la oficina y... yo le grité muchas cosas... y...—sus lágrimas comenzaron a correr— no volvió a casa después de eso. No me responde los mensajes ni las llamadas— sorbió por la nariz— Por favor, TaeHyung es el único que puede ayudarme.

—Te lo dije, JungKook— le recriminó al tiempo que se ponía los pantalones y sostenía su celular entre el hombro y la oreja— Muchas veces te dije que estabas descuidando a tu esposo. ¿Qué pensabas? ¿Qué siempre iba a soportar el hecho de cómo lo ignorabas? —suspiró intranquilo— JungKook, nunca quise decírtelo, pero JiMin vino varias veces a la casa a lamentarse con TaeHyung de lo que estaba pasando entre ustedes. Siempre estuvo preocupado por ti y por arreglar su matrimonio, mientras tanto tú seguías preocupándote por el maldito dinero— hizo una pausa— Ojalá no sea demasiado tarde.

—Ya sé todo lo que hice mal. ¿Qué caso tiene que me lo digas? —le dijo con voz débil— Por favor...

—Hablaré con TaeHyung y yo te aviso cualquier cosa.

Y colgó.

El castaño miraba a YoonGi mientras se ponía ropa cómoda esperando pacientemente a que le dijera sobre qué habló con JungKook y por qué los dos parecían muy tensos.

—Cariño— el pálido se acercó a su esposo— Al parecer JiMin ha desaparecido y no responde a los llamados de JungKook. ¿Tienes idea de donde puede estar?

—No desapareció y sí, sé dónde está.

Sin perder más tiempo, ambos salieron de su para nada humilde morada y fueron hacia donde TaeHyung, estaba seguro, encontrarían a JiMin.

El camino fue un poco largo rumbo a las afueras de la ciudad donde estaba una zona exclusiva de ricos. Se desviaron en la carretera para adentrarse en el bosque por un sendero que tenía luces en el suelo. Lucía muy elegante. Ese era un lugar que YoonGi no conocía. Y sólo pudieron pasar la seguridad gracias a que TaeHyung mostró su identificación, aclarando así que estaba en la lista.

Pronto comenzaron a divisar casas lujosas, pero decentes. No se comparaban a las mansiones en donde vivían, pero seguían siendo casas de ricos. Después de cinco minutos de camino, TaeHyung le dijo que se detuviera frente a una de ellas; las luces estaban encendidas y claramente se veía el auto de JiMin mal estacionado.

La casa era linda con fachada blanca y negra. Muy elegante a decir verdad y con flores en la entrada. Definitivamente tenía el toque del rubio.

— ¿Él te dijo que estaba aquí? —preguntó YoonGi.

—No realmente. Esta casa se la regalaron sus padres cuando estábamos en la universidad. A veces requería de un tiempo a solas para inspirarse y hacer buenos cuadros— explicaba mientras se quitaba el cinturón de seguridad— Pero más que eso se convirtió en su lugar seguro. Por eso sé que está aquí.

— ¿Y por qué JungKook no vino a buscarlo?

—Porque él no sabe de la existencia de esta casa— lo miró con seriedad— Y no debe saberlo a menos que JiMin quiera decírselo. Así que tendrás que guardar el secreto y también prometerme que respetarás su decisión.

— ¿Decisión? —lo miró confundido.

—Si vino hasta acá es porque ha tomado una decisión.

TaeHyung conocía perfectamente a su soulmate, por eso se atrevía a asegurar lo que se venía.

Se bajaron del auto y entraron por la puerta que estaba media abierta.

La casa estaba silenciosa y se sentía la tristeza por donde pisabas.

El castaño se acercó a una puerta que conocía perfectamente para dar unos toques leves.

— ¿JiMin? Soy tu soulmate.


La botella de whisky iba a la mitad.

JungKook no bebía con frecuencia porque no tenía tiempo, pero justo ahora parece que su agenda se ha desbaratado, porque lo mejor de su vida no aparece por ningún lado.

El sol por fin salió, pero su rayo de luz nunca volvió. Insistió con las llamadas una y otra vez, pero el celular seguía apagado. TaeHyung le había dejado un mensaje pidiéndole que fuese paciente, que en cuanto supieran algo se lo dirán, pero tampoco recibió noticias de ellos.

NaYeon estaba en la cocina preparando un café cargado para su jefe. Lo vio durante toda la madrugada cómo iba de un lado a otro casi a punto de arrancarse los cabellos. Se estaba volviendo loco y ella estaba muy preocupada por JiMin.

Todos en la casa, de hecho. El rubio supo ganarse el corazón de sus empleados porque era muy gentil con ellos. No los trataba como trabajadores sino como parte de esta familia. Si él se sentaba a comer, ellos también debían hacerlo. Si él tenía días de descanso, ellos también descansaban. Los trataba como sus iguales pese a su posición social y a la cuna de oro en la que se crio.

¿Quién no lo amaría?

Por eso su ausencia era bastante notoria, además del desastre que JungKook provocó en su despacho. Todos estaban esperando por tener buenas noticias del rubio.

El timbre de la casa sonó en todos los rincones y eso fue suficiente para que el azabache disipara todo rastro de alcohol en su sangre. De pronto ya estaba sobrio y salió corriendo hacia la entrada principal en busca del amor de todas sus vidas, pero él ni estaba ahí.

Eran YoonGi y TaeHyung.

— ¿Dónde está? ¿Está bien? ¡Díganme algo!

El castaño miró a su esposo con advertencia en una clara señal de que no debía entrometerse, así que, después de esa mirada cómplice, se dirigió a JungKook.

—JiMin está bien— le dijo con cautela— Pasó la noche en un lugar seguro, así que no te preocupes.

—Gracias a Dios— suspiró aliviado— Dime dónde está para ir a buscarlo.

TaeHyung y YoonGi se pusieron rígidos, porque lo que se venía a continuación no sería bueno para JungKook, sin embargo, opciones no tenían.

—Lo siento, pero... JiMin no quiere verte— le dijo con total seriedad.

JungKook dejó salir una risa sin gracia y su mirada se oscureció. Lucía demasiado cansado y la cruda le estaba cobrando factura. Pero ni todo eso lo detendría con lo que quiere. Ama a JiMin, de eso no tiene duda, por eso se casó con él, por eso luchó todos estos años en su empresa. Siempre quiso darle la vida a la que estaba acostumbrado, incluso algo mejor que eso. Pero ahora entiende que ese tipo de esfuerzos no eran los que debía hacer y si su Mochi llegaba a pedirle el divorcio, simplemente, no podría soportarlo.

Todo este desastre es su culpa.

—TaeHyung, por favor...—lo miró con ojos suplicantes— Necesito verlo. Necesito pedirle perdón.

—Lo siento, JungKook, pero JiMin te dio muchas oportunidades y no aprovechaste ninguna— lo miró de mala manera— Lo único que quería era rescatar su matrimonio, y ayer fue lo último que pudo hacer. Así que tendrás que aceptarlo.

— ¿Aceptar qué? ¿El divorcio? ¡De ninguna manera! —se pasó la mano por su cabello en sinónimo de exasperación— Es mi esposo y soy yo quien debe hablar con él, no tú.

TaeHyung suspiró con un ápice de molestia. Sabía que JungKook reaccionaría de ese modo, así que ya no sería suave, porque se lo prometió a su mejor amigo.

—Escucha, Jeon— tomó una postura dominante— No quiere verte ni ahora ni después. JiMin no quiere saber nada de ti, así que será mejor que no lo busques porque no lo vas a encontrar— hizo una pausa para relajarse— Respeta su espacio, es lo único que puedes hacer por él.

— ¡Mierda! ¿Dónde está? ¡No estoy para juegos!

— ¡Jeon JungKook! —esta vez gritó YoonGi quien lo miró directamente a los ojos— JiMin se fue... y vas a tener que resignarte.

— ¿Qué? ¿Cómo que se fue? ¿A dónde? —habló con evidente pánico.

—No lo sabemos... él no quiso decirnos.

El corazón de JungKook dejó de latir por unos cuantos segundos.

Esto era una pesadilla.

Su esposo no pudo haberse ido así sin más.

Esto tenía que ser una maldita broma.

"Mi Mochi"


Holiiii Por fin iniciamos con esta historia drmática y ligeramente sad. Como les dije, es corta, pero no tan corta como Christmas Love jsjsjs. He de confesar que el rato que tardé escribiendo este cap no dejaba de dolerme el pecho, de verdad he sentido las emociones de los personajes, incluso más que con Dear JungKook. Tal vez es por esto del SM.

Y como mencioné hace unas horas, van a odiar a JungKookie, aunque sólo en este cap jsjsjs. Las actualizaciones serán un día sí, un día no. Un día actaulizo la historia navideña y al otro esta. O sea que vamos a tener actualizaciones diarias porque ya saben que yo las quiero mucho :) y porque es el mes navideño, así que tomenlo como un aguinaldo jaajajaja.

Espero que les haya gustado. No se olviden devotar y comentar. 

Las tkm!!!


Vamos a contar los días hasta el final!!!!



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