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—☁️—




—¿Seguros que no quieren que los acompañe?—les preguntó Beth deteniéndose en la puerta del ascensor.




Bruce le había mencionado esa mañana que iría con Alfred a revisar algunas propiedades para el nuevo edificio que Empresas Wayne planeaba. Ella sabía que odiaba envolverse en actividades como aquellas y cuando lo hacía, iban juntos.




—Te aburrirás, yo ya lo estoy de tan sólo pensarlo—Alfred le miró un poco ofendido, haciendo a ambos reír.




—Eso y que la última vez que ambos fueron a una actividad de este tipo, nunca llegaron.




—Ya pedimos disculpas como mil veces por eso—respondió ella colgándose del brazo de Bruce—¿quién iba a saber que proyectarían por un sólo día la película que quería ver?




—No lo hicieron—Alfred oprimió el botón mientras hablaba—Scooby estuvo casi dos meses en cartelera.




—Bueno, se me acabaron las excusas—las puertas se abrieron, miró a Bruce—suerte y no me extrañes.




—Creo que ya lo hago—besó por un segundo sus labios siguiendo al inglés dentro del ascensor.




—Qué cursi, voy a vomitar—bromeó viéndole elegir el piso desde dentro—adiós, amor mío.




Tras despedirse y ver la puerta cerrarse, suspiró. Aunque quería pasar la tarde con Bruce, viéndole el lado bueno, podía tener tiempo para dibujar un rato frente al televisor como lo hacía de vuelta en casa de sus padres. Perdió la cuenta de los Chewbaccas que le regaló a su abuela o de los tantos ewoks que pegaba en la oficina de Marcos cada que le visitaba.




Se sentó en el piso frente a la pequeña mesa de la sala y encendió la televisión en uno de los canales locales para ponerse a acomodar los casi 100 plumones y lápices de colores que guardaba en un maletín metálico de dinosaurios. Había sido un regalo de Bruce luego que se diera cuenta de que los que tenía en su habitación ya estaban muy gastados. Ese mismo día hizo el mejor tiranosaurio que pudo, especialmente para él.




—Esos son muchos colores—giró la cabeza en dirección a la voz infantil llegando por detrás del sofá—¿qué dibujarás?




—No lo sé aún.




Abrió la libreta donde tenía varias de sus obras, cosa que llamó su atención lo suficiente para sentarse a su lado y curiosear. Ella al darse cuenta comenzó a pasar las hojas más lento.




—¿Es Bruce?—preguntó haciéndole detenerse en un dibujo en específico.




—Si, lo hice cuando comenzábamos a salir...pero no le digas que lo viste o sabrá que me gustaba más de lo que creía y me molestaría con ello—él soltó una risa divertida—oye, no es broma. Tengo una imagen que mantener.




—Está bien—acordó sin dejar de sonreír, cosa que le contagió. Continuaron viendo los siguientes dibujos hasta llegar a una hoja en blanco, dándole fin a su pequeño catálogo—tus dibujos son geniales.




—Muchas gracias...—sonrió. Había recibido un par de halagos antes pero que viniera del pequeño le hacía sentir diferente—¿quieres que te dibuje algo?




—¿Lo que sea?—asintió—¿hasta un elefante saltando por un aro de fuego?




—Claro—aceptó divertida tomando el lápiz. Entonces recordó el peluche que sostenía la noche anterior y decidió preguntarle al respecto conforme trazaba la idea—entonces, ¿te gustan los elefantes?




—Si, tenemos uno en el circo. Se llama Ford y es muy inteligente—el entusiasmo en su voz comenzó a apagarse—espero que no se ponga triste cuando se dé cuenta que ya no estoy allí.




El pecho de Beth dolió con aquella última oración. No supo qué decirle así que se enfocó en terminar el dibujo. No más de dos minutos después y con un reality aleatorio de fondo, arrancó la hoja de su libreta para entregársela.




—Gracias—dijo sonriéndole ampliamente.




Acto seguido, se recorrió hasta quedar frente al extremo izquierdo de la mesita donde Beth le hacía lugar moviendo todos los plumones y colores. Bruce tenía razón después de todo, estaba encariñándose con él. Volvió a tomar su libreta con esperanza de que la inspiración le llegase pero fue interrumpida por el tono del celular que dejó detrás suyo en el sofá. Era su madre.



—Hola, ¿pasa algo?—dijo contestando llevando su mirada a la televisión.




—Pasa que no me has llamado en varios días. ¿Todo bien?




—Si, todo bien. Me ofende que pienses lo contrario, como si Bruce fuera un psicópata y me tuviera secuestrada o algo así.




—Tienes razón...creo que apenas me estoy acostumbrando a no tenerte por aquí—Beth negó sin creerlo. Cuando vivía allí ni siquiera le escuchaba—¿vendrán a cenar el jueves?




—¿Jueves?—repitió frunciendo el ceño.




—Si, es el cumpleaños de tu papá.




Beth se llevó la mano a la cara, golpeándose el rostro al no recordar que le fue mencionado desde hace casi un mes pero que gracias a los recientes conflictos daba por sentado que estaba desinvitada. Tampoco es que tuviera muchas ganas de asistir sin pelea o no.




—Pensé que mi invitación había sido revocada.




—¿Porqué?—preparándose para responder esa pregunta, se levantó y caminó hacia una de las ventanas.





—La última vez que tu esposo vino a buscarme dijo que no volviera a poner un pie en su casa. Así tal cual—trató de sonar tranquila pues Dick aún estaba cerca. Incluso le buscó con la mirada al no verle a su lado.




—Ya sabes cómo es de exagerado...no le hagas caso. La casa ni siquiera está a su nombre, está al mio.



Y pese a no tener ganas de ir, pensó en lo enojado que estaría si la viese llegar y no poder hacer nada porque como de costumbre, su madre era la que mandaba. Le devolvió la mirada al niño sonriéndole, cosa que le tranquilizó y volvió a su hoja.




—Bueno, entonces allí estaremos.




El tiempo pasó más rápido de lo que pensaba y cuando se percató de ello, ya estaba curando los nudillos sangrantes de Bruce, sentados al borde de la cama. Él le observaba manipular el algodón con cuidado de no lastimarle mientras sostenía su mano para tener una mejor vista.




—Uy, casi lo olvido—dijo bajando la bola blanca manchada de rojo para tomar la venda limpia—mi mamá llamó hoy para la cena del jueves.




—Pensé que se había cancelado—su cabello húmedo caía por su frente y usaba ya pijama al igual que su novia.




—Yo también. Pero le dije que iríamos—él le miró sorprendido e incluso un poco nervioso, cosa que notó y se detuvo antes de poder vendarle—no te molesta, ¿o si?




—No, para nada—movió un poco la cabeza negando—lo único que quiero es que no te sientas incómoda.




—Bueno, podemos quedarnos sólo un rato—volvió a su actividad de cubrirle—para no hacer sentir mal a mi mamá, más que nada.




—Si, creo que extraño sus indirectas acerca de cortarme el cabello—ella soltó una risita—¿te puedo preguntar algo?





—Técnicamente ya lo hiciste pero adelante, amor mío—acomodó tras sus hombros su cabello suelto sin dejar de lado la mano de Bruce, estando a nada de terminar.




—¿Porqué reaccionaste de esa manera cuando Dick mencionó si estábamos casados?—atoró la venda y sin dejar de sostenerle, le miró confundida—como nerviosa, no lo sé.




—Oh. Creo que porque fue una pregunta inesperada...del mismo tipo que mis tías preguntando cuándo tendremos hijos. Aunque bueno, esa sí la espero.




—Y nunca falla...—respondió recordando esas veces en las que ha acompañado a Beth a pequeñas fiestas familiares siendo víctima de aquel suceso más de una ocasión.




—¿Porqué preguntas?




—Curiosidad.




—¿Seguro?—él asintió—hmm...supongamos que te creo.




Y eso era suficiente para Bruce, o al menos hasta que decidiera lo que haría con esa situación.

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