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01

—🌥—

HACE DOS AÑOS. . .



La puerta de cristal hizo aquel distintivo sonido al abrirse gracias a la campanilla colgada encima de esta, llamando la atención de la única persona atendiendo detrás de la barra.



—Un expresso, por favor—habló Bruce sin retirarse la tela que cubría su nariz y boca.



La mujer asintió no muy convencida al mirarle vestido de esa manera: gruesa chaqueta gris encima de otra sudadera cuyo gorro cubría una cachucha. Una especie de bufanda cubriendo parte de su rostro y desde luego, maquillaje de guerra manchando ambos ojos dándole un aspecto descuidado e intimidante. Probablemente un drop-adicto, pensó mientras se dirigía a la máquina de café a unos metros de distancia.



El silencio reinaba en el local a excepción del tecleado constante proveniente de una mesa a sus espaldas. Lentamente giró un poco para observar a una joven concentrada en su laptop que usaba un suéter más grande de lo que debería y su cabello oscuro atado en una coleta alta. Una taza de lo que parecía té le acompañaban en la mesa.



¿Qué era lo que escribía con tanta decisión? Podría ser una periodista, lo que menos necesitaba Bruce al tener escasos meses de regresar a Gótica luego de su largo viaje alrededor del mundo.



Finalmente se detuvo soltando un suspiro y observando lo que tenía en la pantalla con una mueca en sus labios, no muy conforme con ello. Fue cuando levantó la cabeza y al toparse con la mirada de Bruce en la barra decidió sonreírle amablemente. ¿Y él? No supo qué hacer, así que nerviosamente tomó el café que recién dejaban en la mesa y salió con prisa del lugar tras dejar un par de billetes sacados torpemente de su bolsillo.



Ella ladeó la cabeza confundida; no es como si fuera la mejor socializando pero tampoco esperaba ese tipo de reacción. De todos modos lo entendía pues eran tiempos difíciles en esa ciudad que parecía nunca descansar y todo parecía ser peor aún por las noches.



Esa fue la primera vez que Bruce vio a Beth. Poco sabía que la segunda vez marcaría un episodio nuevo no sólo en su diario si no en su vida.



La lluvia caía sobre la ciudad. Tranquila pero constante, silenciosa pero insistente...ese era el clima favorito de Beth. Solía hacer del trabajar por las noches algo más soportable, sobretodo aquella vez que gracias a su compañera tuvo que tomar doble turno.



Miró el reloj encima de la puerta: marcaban pasadas de las 5 am y maldijo trabajar en una cafetería abierta las 24 horas en momentos como estos. No le veía el sentido de que fuera así cuando eran casi nulos los clientes por las madrugadas fuera de uno que otro que probablemente salía del Iceberg Lounge y debía ocultar su embriaguez.



Se dio media vuelta para distraerse con las máquinas de café y asegurarse de que siguiesen funcionando como si no lo hubiese hecho ya hace diez minutos. Si era honesta aquella tediosa rutina le aburría.



Entonces un estruendo proveniente de más allá de la cocina le hizo abrir los ojos de par en par. Sonó como si alguien hubiese tirado los botes de basura metálicos ubicados en la parte trasera; cruzó la cocina con paso sigiloso hasta detenerse en la puerta donde se armó de valor y con ayuda de un bat que mantenían allí para ocasiones de este tipo, salió.



El único farol alumbraba con su luz amarillenta esa zona en específico, cosa que hizo a Beth distinguir al responsable del ruido. Aún sin soltar su arma de madera se acercó a los botes caídos para observar más de cerca.



—¿Estás bien?—habló temerosa, esperando que la hubiera escuchado pese a la lluvia.



Ese hombre permanecía sentado en el suelo con la cabeza baja y manos sosteniendo algo en la parte izquierda de su abdomen. Levantó la mirada hacia la joven que le miraba expectante, lo que menos quería era asustarla pero el temor a desangrarse en alguna calle sucia de Gótica le tenía mal.



Negó moviendo un poco las manos para mostrarle la mancha oscura que crecía con cada segundo en su chaqueta gris. Beth se lo pensó unos segundos ¿debería ayudar al tipo apuñalado que tiró su basura o dejarlo a su suerte y que lo descubriera por la mañana su jefe?



Bajó el bat relajando su postura para ofrecerle su mano mano libre y una pequeña sonrisa.



—Será mejor que entremos antes de que te desmayes.



Él le miró sin hacer nada por un momento, como si no se creyera que le estaba ofreciendo ayuda. Era la primera vez que alguien lo hacía en los meses que llevaba recorriendo la ciudad por las noches.



Poco más de un minuto después Beth le soltó una vez dentro y en una de las sillas que mantenían en un rincón de la cocina. Sabiendo exactamente lo que debía hacer, tomó el polvoriento botiquín del estante y acercó un banco.



Pese a que le veía preparándose, él no apartaba sus manos de la herida.



—Descuida, tomé un par de cursos de enfermería en la preparatoria—habló con guantes puestos mirándole a los ojos, esos ojos claros rodeados de maquillaje negro corrido—sé lo que debo hacer.



Quejándose un poco del dolor finalmente cedió y con cuidado abrió el cierre de su chaqueta para que le fuera más fácil, al igual que levantó su playera mostrando de una vez por el incidente.



—No es grave pero ese lugar suele ser algo dramático con la sangre—continuó mojando un pequeño trapo en alcohol—esto arderá un poco.



Y dicho y hecho, con una pequeña mueca le observaba limpiar lo rojo para enfocarse en la abertura.



—Espero no le tengas miedo a las agujas porque esto necesita sutura—en cuestión de segundos preparó dicho material—no tengo nada para el dolor, ¿crees poder...?



Asintió sin problema alguno.



—Está bien—suspiró iniciando su tarea. Como anteriormente, no había queja alguna más allá de la expresión en su rostro—wow, nunca creí poner en práctica lo que aprendí allí...según yo iba a ser enfermera hasta que me di cuenta que no me veía a largo plazo haciendo eso, ahora mírame, trabajando en una cafetería que ni siquiera tiene un botiquín decente.



Entonces se dio cuenta de lo que decía, sacudió la cabeza.



—Ugh, ¿qué me pasa? Discúlpame, tiendo a compartir información innecesaria todo el tiempo, hablo de más sin darme cuenta—cortó el hilo y abrió un paquete de gasas para colocar una encima, con sumo cuidado—probablemente por eso no tengo amigos y sigo viviendo con mi mamá...—usando la cinta especial, pegó la gasa—no puede ser, lo estoy haciendo de nuevo ¿no es así?



Se alejó para mirarle, sin darse cuenta él sonrió un poco divertido.



—Bueno, he terminado así que ya no tendrás que escucharme hablando sin sentido—desvío la mirada hasta que la devolvió frunciendo el ceño—espera, no eres mudo ¿o si?



—No—habló por primera vez.



—Menos mal, porque creí que estaba restregándote en la cara que hablaba mucho—de nuevo la pequeña sonrisa apareció en su rostro—ya te conté parte de mi vida sin querer y he curado tu herida de dudosa procedencia, así que, ¿cuál es tu nombre? Yo soy Beth.



Señaló el botón cerca de su hombro donde estaba escrito en letras negras. En cambio, el castaño se debatía entre decirle o no quién era. Ser reconocido era lo que buscaba evadir con su vestimenta y maquillaje.



—Bruce.



—Bruce—repitió—es un lindo nombre.



Le miró detenidamente: sus ojos cafés bajo largas pestañas y delineador negro, su cabello casi negro en una coleta y piel canela.



—Te he visto antes. Escribiendo junto a la ventana.



—Si, bueno, lo suelo hacer en mi tiempo libre—se levantó del banco tomando el botiquín cerrándolo para acomodarlo en su lugar—pero qué hay de...




Al darse media vuelta de nuevo lo único que vio fue la silla vacía.

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