Ginger era divertida y aventurera.

Andrew, en cambio, era más tranquilo aunque también tenía su lado divertido.

Ella era atrevida.

Él era más tranquilo.

Ginger y Andrew no se conocían hasta ese día donde sus caminos cruzaron, ¿tal vez pueda surgir el amor?

Ginger le enseñaría a Andrew lo bueno de la vida.

Andrew le enseñaría lo bonito de amar a alguien.

Como todo en la vida hay obstáculos que deben superar, no siempre puede ser de color rosa y un feliz por siempre. También deben aprender a vivir sin el otro y a vivir por ellos mismos, tal vez no eran el uno para el otro, o tal vez sí.

Solo el Destino sabía lo que les pasaría.

—La próxima vez ten más cuidado —lo mire y vi a Andrew Garfield parado enfrente de mí apenado.

—Pido perdón, andaba en mi mundo y supongo que bueno... —estaba un poco nervioso.

—No te preocupes, la culpa también fue mía, pude haberte esquivado —él negó.

—No te preocupes, yo también pude haberlo hecho —le regalé una pequeña sonrisa.

—Bueno, yo creo que debería irme... —me interrumpió.

—¿Te gustaría tomar un café? Digo solo si quieres —me miro con una pequeña sonrisa.

—Solo si me dejas pagar la mitad —él negó divertido.

—Yo invito.

—Entonces me temo que debo negarme a la invitación —le sonreí.

—Bien, tú ganas.

Abrí la puerta de su departamento y lo que me encontré era algo demasiado cómico, pero no tenía ganas de reír, porque el idiota me había despertado a las dos de la mañana.

—Andrew Russell Garfield vuelve aquí, ¿es que acaso no ves que estás medio desnudo bailando en la mesa? Como te hagas daño te golpearé, lo juro —él me miro con una gran sonrisa.

—¡Ginger! —se tambaleó y yo me acerqué rápidamente a él.

—Andrew, cuidado por el amor de Dios —le sujete de la mano y lo baje con cuidado de la mesa.

—¿Qué haces aquí? —me abrazo por los hombros y camine a su habitación.

—Me llamaste tú —llegamos a su habitación.

—Cierto cierto, pero no pensé que vendrías —susurro.

—Yo tampoco —murmuré acostándolo delicadamente en la cama y tapándolo con la manta.

—¿Sabes una cosa?

—El que.

—Te amo... —suspire.

—Sería lindo que lo dijeras estando sobrio —él me agarro de la mano.

—Dicen que los borrachos y los niños nunca mienten —susurro él cerrando los ojos.

Andrew y yo nos encontrábamos en su departamento, había cosas tiradas en el suelo, cristales rotos y los dos estábamos llorando.

—Siempre soy yo quien lo estropea todo, ¿no? —dijo Andrew mirándome a los ojos— La dulce Ginger no hace nada malo.

—Yo no dije eso —susurré apartando la mirada de él.

—No hace falta que lo digas, lo sé. Intento arreglarlo, pero es como si tú no quisieras arreglarlo.

—Claro que quiero hacerlo, pero no es fácil Andrew...

—¿Y crees que es fácil para mí? —elevo la voz.

—No —murmuré llorando.

Nota de Autora

Bueno aquí os dejo el prólogo de esta historia que será actualizada seguido, ya sabéis que seré más activa y espero lograr cada día subir algunos capítulos.

Os amo❤