Cap 9; barbie girl
Llamé al timbre y retrocedí un paso esperando a que me abrieran.
Aún seguía preguntándome por qué había acabado aceptando venir hasta la otra maldita punta de Seúl, más precisamente hasta el ático de mi jefe, por ninguna particular razón otra que supuestamente allí íbamos a estar más cómodos.
Dirigí una mirada circular a mi alrededor. El interior del pasillo era sorprendentemente minimalista, como podía esperarse de unos apartamentos de lujo en medio del distrito de Gangnam. Pensé alrededor de cuatro veces cuánto dinero tendría que valer el alquiler en un lugar así, y por tanto, el sueldo desorbitado que debía tener alguien como Kim HongJoong. Hasta un niño de primaria podría adivinar sin problemas que los materiales empleados eran de una alta calidad. El suelo era de mármol reluciente, recién pulido, y mis pasos sobre él no habían producido ningún ruido. Todo estaba muy bien cuidado y no había ni una mota de polvo sobre los rodapiés.
La puerta frente a mi era de madera, recia y pesada, y llevaba una pequeña placa plateada y brillante con el número del apartamento.
En unos instantes acabó por abrirse, dejando ver al otro lado a un Kim HongJoong bastante más diferente de cómo me lo suelo encontrar en el estudio: llevaba puesta una sudadera oversize de color rosa palo que le llegaba casi por la altura de las rodillas, unos pantalones de chándal de un tono gris jaspeado y su flamante pelo rojo estaba recogido en una coleta alta que dejaba sueltos algunos de los mechones que formaban su mullet junto con una bandana haciendo juego con sus pantalones. Sobre su nariz respingona descansaban unas gafas enormes de pasta transparente que dejaban ver sus brillantes ojos verdes repletos de entusiasmo, a juego con esa sonrisa que rozaba la hiperactividad que normalmente paseaba por donde iba. En sus pies llevaba un par de zapatillas con forma de conejito blanco y esponjoso, casi más grandes que su cabeza. Pero lo peor era que a pesar de sus vestimentas de estar por casa, su lenguaje corporal hacía parecer que llevara un traje digno de pasarela. Aunque si mis suposiciones no eran incorrectas, aquel conjunto de deporte debía valer más que mi moto.
- Enfin ¿Sabes la hora que es? - Espetó HongJoong con una sonrisa cargada de sarcasmo. Se acercó a mí y antes de que pudiera reaccionar me agarró de las mejillas y me dio un beso en cada una de ellas.
- Eh... ¿Las cuatro y cuarto? - Contesté desorientado por el repentino saludo y sin saber muy bien a qué iba esa pregunta.
- Ajá ¿Y a qué hora habíamos quedado? - Arqueó las cejas mientras cruzaba los brazos.
- ¿A las cuatro? - dijo distraídamente sin despegar los ojos del interior del apartamento.
HongJoong bufó viendo que me resbalaba por completo la puntualidad, ya fuera en la propia empresa o en un encuentro más privado. La supuesta quedada no entraba ni en mis horas laborables, así que ya era mucho que hubiera accedido ir hasta su casa.
- Sabes lo que pienso sobre la rigurosidad en cuanto a llegar a la hora. He sacrificado mi siesta reparadora por ti, así que date por afortunado - me regañó con la expresión seria. Yo solo asentí una vez. Suspirando una vez más, se apartó a un lado - Allez, pasa.
Obedecí cerrando la puerta tras de mí y comencé a deshacerme los cordones de mis botas. A los pocos segundos, HongJoong dejó caer algo a mi lado. No eran nada más y nada menos que unas zapatillas de conejito similares a las que él llevaba puestas. Las observé con desagrado no queriendo aceptar el porqué HongJoong me las estaba dando.
- ¿No irás a esperar que me ponga eso, no?
- Por supuesto que no lo espero, es que lo vas a hacer - declaró con seguridad - Con esas botas no pones un pie en mi piso que me ensucias la moqueta, y te juro que soy capaz de hacer que la limpies con la lengua.
- Me las estoy quitando.
- ¿Y te piensas que vas a arrastrar tus calcetines por toda mi casa? Créeme que no.
Preferí no seguir insistiendo.
HongJoong esperó pacientemente a que me las pusiera para echar a andar por el pasillo principal del apartamento indicándome que lo siguiera con un movimiento de cabeza.
Me esperaba que su hogar fuera espectacularmente enorme, pero aún así consiguió sorprenderme. Muebles de diseño minimalista en blanco y negro junto con esculturas y cuadros vanguardistas cubrían todas las estancias por las que tuve que pasar camino a ese tan nombrado vestidor.
Uno en especial grande me llamó inevitablemente la atención.
- No puede ser, ¿es auténtico? - Dije asombrado mientras me quedaba embobado mirando el Mondrian que tenía colgado en el salón de su casa como si se tratara de una decoración barata más del ikea.
- ¿Tú que crees?
Solté una risa asumiendo que era falso, riendome de mi propia fascinación al pensar automáticamente que era real cuando aquello era prácticamente imposible. Pero me justifico con que es muy fácil dejarse llevar en ese ambiente donde todo, desde los electrodomésticos hasta probablemente su cepillo de dientes, habían costado cinco veces más de los que tengo yo en mi casa.
- Claro que es de verdad - terminó añadiendo de repente como si aquello no tuviera demasiada importancia y yo no pude evitar que mi mandíbula cayera - ¿Por qué tendría expuesto uno falso?
- ¿Pero cómo? - No podía quitar ojo de la obra de arte que se encontraba frente a mis ojos. Antes de que me prohibiera nada, toqué el lienzo con mis dedos y aún así, a HongJoong no pareció importarle demasiado. Pero yo seguía sin creerme que pudiera tocar una obra de Mondrian auténtica. Nunca imaginaba que volvería a sentirme como cuando de niño correteaba entre cuadros y esculturas por los museos.
- Tengo mis contactos - Sonrió presumidamente - Verás, poco después de acabar la carrera de diseñador de moda con honores, el embajador de Corea en Canadá me pidió que creara un diseño único para su traje de boda; y estuvo tan encantado con el resultado, que no sólo me pagó el doble, sino también me regaló el cuadro como agradecimiento.
- ¿Va en serio?
- ¿Te gusta el arte? Nunca lo habría dicho - pronunció, y sin dejarme tiempo para responder nada, me cogió del brazo y comenzó a guiarme por los pasillos.
- Estudio Bellas Artes - Espeté, y en cuanto vi sus brillantes ojos esmeralda observarme fijamente con notable interés, me di cuenta de que debía haberme callado la boca.
Lo que prosiguió a continuación fue prácticamente un tour por todo el ático de mi jefe, en el cual él me contaba emocionado todas y cada una de las historias detrás de todas y cada una de las obras de arte que se encontraban esparcidas por todas las habitaciones. En cambio, en lo único que yo podía pensar era en la exacerbada y mareante cifra que representaba todo lo que había en aquella casa.
Al cabo de una media hora yendo de un lado para otro y mientras miraba el reloj cada aproximadamente dos minutos, dio por finalizado su paseo por su apartamento, me llevó por fin a la única pieza que no me había enseñado aún: el temido vestidor. Si el resto de su apartamento me había parecido increíble, eso era porque todavía no había puesto un pie en aquel enrevesado sistema de pasillos plagados de armarios y maniquís a ambos lados. Todo estaba impecablemente ordenado, toda la ropa sin una sola arruga, clasificada por colores y temporadas, y en el aire flotaba el olor de una muñeca recién sacada de su caja.
- Esto parece el vestidor de la Barbie - fue lo único que pude articular con una mueca.
Y no exageraba. El vestidor de la Barbie era incluso más simple que aquel lugar.
- ¿En serio? - Los ojos de HongJoong estaban abiertos de par en par, completamente sorprendido por mi comentario. Empecé a preocuparme por haber dicho algo fuera de lugar, pero acto seguido continuó hablando - Es lo más bonito que me han dicho nunca.
Subí los hombros desconcertado, era imposible saber qué se pasaba por la mente de alguien como Kim HongJoong. Quizás era por eso que era tan habilidoso y creativo con lo que hacía. Si era así, nunca podría entenderlo a la primera.
Me guió hasta un banquillo acolchado con terciopelo blanco situado en medio de lo que podríamos considerar la parte central de aquel vestidor.
- Venga. Ve quitándote la ropa -ordenó mientras se daba la vuelta para rebuscar en uno de sus armarios.
- ¿Perdona?
- ¿Es que quieres que te tome las medidas con la cantidad de capas de ropa que me llevas? Eso te da una talla más mínimo, y te digo que no hay nada más horrible que una prenda de ropa que se supone que es ajustada quedando holgada.
Aún no muy convencido comencé a quitarme la ropa y a doblarla ordenadamente hasta quedar en ropa interior. Tampoco es que me importara excesivamente que Kim HongJoong me viera así. Cuando me quité el jersey negro, no fue muy difícil darme cuenta de cómo perdió su mirada indiscretamente en los tatuajes que decoraban mi piel. Los miraba de reojo, con una pequeña mueca y la verdad es que no podía decir con seguridad si le gustaban, si le desagradaban, si estaba sorprendido o si realmente no mantenía ninguna opinión concreta sobre ellos. Enseguida noté como intentaba desviar sus ojos y se daba la vuelta mientras rebuscaba en sus cajones un par de metros, retales y alfileres, pero no era complicado adivinar que sentía curiosidad por ellos.
- Y dime SeongHwa, ¿qué te trajo por Sagwa? ¿Dinero? ¿Prestigio? - Preguntó HongJoong mientras se colocaba de puntillas y rodeaba mi frente con un metro de costura, aplastando mi flequillo - Son muchos los que han intentado acceder a tu puesto y han fracasado.
- Dinero - respondí secamente mirando distraídamente todo lo que me rodeaba - ¿Y se puede saber para qué coño me estás poniendo un metro alrededor de la frente?
Por primera vez desde que entramos al vestidor, HongJoong me miró a los ojos.
- Qué directo. Nos entenderemos bien - Añadió sorprendido - En cuanto a lo del metro, lo entenderás cuando lleves un sombrero de ala ancha perfectamente encajado y que no perturbe tu campo visual, reduciendo las posibilidades de pegarte la caída de tu vida sobre una pasarela de tres metros de altura, frente a miles de cámaras y millones de ojos puestos sobre cada uno de tus movimientos, que esperan ávidamente a que cometas el más mínimo error para sacarte críticas injustificadas en las columnas de las revistas.
Traté de ignorar aquello último. En cambio, tan solo imaginarme mirándome a un espejo con tal esperpento sobre la cabeza, provocó que dejara salir un fuerte suspiro mientras fruncía las cejas. Supongo que a este tipo de pequeños detalles sin importancia se refería HongJoong al repetirme que leyera las cláusulas del contrato antes de firmarlo. Mala idea no haberlo hecho. Ahora estaba destinado a ser la Barbie de un diseñador medio loco con un mayor complejo de Barbie todavía.
- Y dime, ¿tienes alguna experiencia previa en el sector? Sé que tu formulario indicaba que no, pero me preguntaba si quizás te habías movido de manera más informal, realizando algún trabajo puntual.
- Ninguna. Nada de nada. Aunque de pequeño hacía recortes en las revistas de moda de mi madre.
HongJoong arrugó los labios.
- Ya... Ya me ocuparé entonces de que desfiles como uno de esos supermodelos que llevan toda la vida caminando con una torre de libros sobre la cabeza. Pero eso ya para otro día - Fruncí el ceño poco convencido. Él hizo una breve pausa buscando otro tema de conversación mientras proseguía midiéndome aquí y allá - ¿Alguna vez has estado en Canadá?
- ¿Canadá?
- Sí. Canadá es un gran país, ¿no crees? - Dijo con una gran sonrisa.
- Ni idea, nunca he estado.
- Echo tanto de menos Montreal - continuó - ojalá pudiera ir más a menudo. Recuerdo las carreras que hacía con mis amigos por el parque de La Fontaine cuando todavía era un crío, y la de cafés que me habré tomado en aquella cafetería que estaba a dos calles de mi piso. Y las clases particulares de flauta dulce a las que iba con mi mejor amigo... Todo lo que te pueda decir bonito de Canadá es poco, deberías ir alguna vez en tu vida. Pero en fin, otro día te cuento. Que me pongo melancólico y no es momento.
- Pero... - comencé a decir planteándome si realmente hacer la pregunta o no bajo amenaza de tener que volver a tragarme media hora de discurso - ¿Tú has vivido en Canadá?
HongJoong se mantuvo quieto durante unos segundos, como si no pudiera comprender del todo la pregunta que acababa de hacerle.
- Yo soy canadiense - contestó entonces ofendido.
Parpadee un par de veces.
- ¿Qué? Espera... Pero tú hablas muy bien coreano - pronuncié lentamente con palpable confusión, mirándolo de arriba a abajo repetidas veces.
HongJoong esbozó una suave sonrisa, y a través de su mirada ausente y centelleante pude adivinar que estaba proyectando en su mente todos sus recuerdos nostálgicos y felices.
- Es que una de mis madres es coreana. Ella me enseñó a hablarlo desde que era niño. Le debo muchas cosas. Por supuesto, a ella también la echo muchísimo de menos - perdió la mirada en el suelo durante unos segundos y luego frunció los labios - A veces hay que sacrificar cosas para lograr tus metas. Pero tengo la certeza de que me quieren muchísimo y me siguen apoyando aunque un océano nos separe.
Permanecí en silencio sin saber que responder a aquello, sin darme cuenta de que HongJoong se había acercado peligrosamente a mi para deslizar con cuidado el metro por mi cuello y tomando meticulosamente la medida de este. Decidí no preguntar de nuevo porque aquello era necesario suponiendo que con lo perfeccionista que era el pelirrojo, si por el fuera, me mediría hasta el diámetro de mis dedos para hacerme unos guantes que se ajustaran perfectamente.
- ¿Y tú, SeongHwa? ¿Te has planteado alguna vez lo que tendrás que dejar atrás cuando triunfes? - me preguntó todavía con un tinte de añoranza en su voz.
- ¿Yo?
HongJoong asintió lentamente a la par que apuntaba más medidas en su libreta.
- Me gustaría que fueras mi imagen en un futuro. Aún es pronto para decirlo, pero estoy muy seguro de que tendrás mucho éxito. Yo sé reconocer muy bien la gente que vale para este trabajo y la que no. Y fue nada más verte y saber que tú eras perfecto para representarme. Tienes mucho potencial y, entre los dos, podremos llegar muy alto. Así pues, cuando llegue ese momento, no te puedo prometer que vayas a ver tu familia todos los meses.
- Oh, no te preocupes por eso. Con todo mi debido respeto a mis progenitores, a ellos se la bufa donde esté y lo que haga con mi vida siempre y cuando no me sobre pase o les traiga problemas legales.
- Ya veo... - dijo. Luego se mordió sutilmente el nudillo de su índice - Y... ¿tu pareja?
Inevitablemente dejé escapar una carcajada con unos pocos segundos de retraso. Desconocía si esa pregunta tenía un trasfondo de ser o si simplemente formaba parte del extenso repertorio de temas de conversación posibles de Kim HongJoong, que se comportaba como si fuera la entrada a la caja de Pandora. Esa era la opción más probable, pero igualmente me resultaba extraño que mi jefe, al que acababa de conocer y que acababa de descubrir que era de Canadá, decidiera hacerme una pregunta sobre mi vida privada. Decidí no darle mayor importancia, al menos por el momento. No es como si fuera un libro abierto, pero tampoco tenía nada que ocultar.
- No, no. No tengo nada serio - Sonreí de lado.
HongJoong rompió el contacto visual por unos instantes, fingiendo apuntar algo más en su libreta, hasta volver a dirigir su mirada hacia mí.
De repente un pensamiento cruzó mi mente y no pude evitar pensar: "¿y por qué no?". Si HongJoong tenía licencia libre para preguntarme sobre temas personales, yo también podía entrar al mismo juego sin ser reprochado. Al fin y al cabo, esto era un encuentro fuera de las horas de mi contrato y me daba la sensación de que HongJoong me estaba tratando de manera mucho más informal que en la empresa.
- Oye - Retomé la conversación - ¿Por casualidad no sabrás algo sobre una tal GyeongHui que trabaje en Sagwa?
HongJoong levantó la cabeza súbitamente y me miró extrañado. No parecía que se esperara una pregunta similar de mi parte.
- ¿Choi GyeongHui, puede ser? Claro que la conozco, es la hermana mayor del CEO. En teoría es propietaria de Sagwa también, pero solo viene por aquí cada año bisiesto a quejarse y luego se esfuma de nuevo despreocupandose de todo. Un día me pareció verla combinar negro con azul marino, así que no es de fiar - Valoró HongJoong mientras ceñía el metro alrededor de mi pecho - ¿Por qué preguntas? ¿Os conocéis?
Genial, mi cara debía ser un poema. Co-propietaria de Sagwa. ¿Podía el destino castigarme de alguna manera más, ya que estábamos? No solo estaba perdiendo una de mis preciadas tardes libres con la tontería de las medidas, sino que la persona que en cierta forma provocó que tuviera que buscarme el trabajo ahora resulta que es mi pseudo-jefa o algo por el estilo. En ese momento sentencié que no iba a volver a pisar una discoteca frecuentada por burgueses nunca más en mi vida, por lo que pudiera pasar.
Sin embargo, no es como que me apeteciera contarle a alguien como Kim HongJoong toda mi larga historia con aquella mujer, así que reprimí cualquier gesto de desagrado férreamente. No estaba para preguntas.
- Nos cruzamos en el ascensor el otro día y me pareció que iba demasiado bien vestida como para ser una simple empleada más. Así que me fijé en el nombre de su acreditación - Ni siquiera recordaba si llevaba una, pero era lo primero que se me ocurría para solventar el hecho de que conocía su nombre - y decidí investigar por simple curiosidad.
HongJoong se pegó un golpe con la mano abierta en la frente mientras giraba la cabeza de un lado para otro.
- SeongHwa, darling, si te parece que esa mujer viste bien es porque todavía no sabes nada práctico sobre moda. Vestir con marcas tan prestigiosas como Balenciaga o Prada no te hacen automáticamente parecer una persona con estilo. Las personas con verdadera elegancia son aquellas que se pongan lo que se pongan, demuestran un cierto criterio a la hora de vestir. No sabría cómo explicarlo, pero hay personas que desprenden un aura, por así decir, que les hace ir guapos con casi cualquier cosa - HongJoong intentaba dar con las palabras precisas para explicar su pensamiento, pero su mueca de desconcierto me daba a entender que sus palabras no terminaban de ajustarse a la idea que trataba de exponer - Pero no te agobies con todo esto, porque si estamos hoy aquí es porque yo percibí algo de ese aura en ti el día en el que casi me revientas la cara con la puerta. La elegancia o se tiene o no se tiene, my dear.
Agradecí inmensamente que HongJoong hubiera decidido desviar el tema de conversación una vez más antes de que tuviera que inventarme una nueva excusa para encubrir mi emergente curiosidad sobre Choi GyeongHui. Inmediatamente supe identificar esa sensación que HongJoong intentaba describir, al corresponderse con esa sensación que me había dado al entrar a su casa y que él mismo irradiaba a pesar de ir vestido con una sudadera donde cabía otro "HongJoong" en el espacio libre.
De un momento a otro, el silencio volvió a instalarse en aquel inmenso vestidor. Mientras tanto, HongJoong tomaba mi mano cuidadosamente para tomar las medidas de mi brazo a la vez que se mordía suavemente el labio inferior, pero sus ojos se quedaron fijos sobre el tatuaje impreso en mi antebrazo en lugar de continuar con su trabajo.
- Tengo curiosidad, - volvió a empezar a hablar de la nada - no he podido evitar fijarme, ¿eres de esas personas que tiene un enrevesado significado profundo por cada tatuaje, o es solo una cuestión de estética? No se suele ver a mucha gente así en Corea. Aquí no es tan entretenido contemplar la diversidad en la calle como lo era en Montreal...
Intenté adivinar que iba a retomar su argumentación de por qué Canadá era el mejor país del mundo, pero pareció contenerse. Tal vez por miedo a que no contestara a su pregunta.
- No sé si se puede calificar realmente de enrevesado lo que representan para mí, pero sí puedo afirmar que no soy del tipo de persona que se tatúa por tatuarse.
- Me lo imaginaba, no pareces una persona simple. De hecho yo también pensé en tatuarme algo durante mis días en la facultad, pero acabé por no hacerlo. Ya sabes, problemas de tener la piel muy sensible - Decía mientras se aplastaba ligeramente una de sus mejillas llenas de pequeñas pecas - Además, soy muy indeciso, aunque te pueda costar creerlo. ¿Tú cómo elegiste qué querías llevar en tu piel por el resto de tus días?
- Tampoco fue que me lo pensara mucho - Le contesté mientras subía los hombros - El primero que me hice lo elegí la misma tarde que fui al estudio con mis amigos, no reflexioné que lo iba a llevar de por vida. Fue este - dije señalando la lanza roja sobre mi esternón - Siempre me había resultado curiosa la mitología griega y romana, así que ¿por qué no tatuarme algo que hiciera referencia a ello? No hubo más.
Una vez más me arrepentí de darle a HongJoong más información de la estrictamente necesaria, al final iba a ser verdad que antes de decir nada estúpido, era mejor callarse.
- Y es la lanza de... - preguntó titubeante con los dedos extendidos pero sin atreverse a tocarme directamente.
- ¿No sabes que a Marte se le suele representar con una lanza?
- ¿Debería? No sé, nunca fui fan de la historia exceptuando la historia de la moda, eventualmente la de Canadá, por supuesto - Debió de notarse en mi expresión que no tenía ganas de escuchar nada más referido a Canadá por un tiempo, ya que HongJoong volvió de nuevo al tema - Estos de aquí también forman parte de la mitología, ¿no? - Decía señalando a mi otro tatuaje en un lateral de mi gemelo derecho.
- Es Cronos cortándole las alas a Cupido. Saca tus conclusiones.
- ¿Cupido el del amor?
- Eso es.
- Ay, pobrecito - expresó ladeando la cabeza y haciendo un pequeño puchero - ¿pero cómo te tatúas eso, monstruo? ¿Es que no crees en el amor?
- El amor es un invento burgués con un fin consumista. El día de San Valentín es un invento más del COEX Mall para reunirnos a todos un día común y disparar las ventas.
- Si tú lo dices... - Me contestó bajando el tono, por lo que adiviné que no estaría muy de acuerdo conmigo. No es que me importara mucho tampoco - ¿Pero cómo puedes decir algo tan cínico sobre el amor cuando llevas una rosa blanca tatuada? - añadió acariciando con su pulgar el dibujo de la flor sobre mi antebrazo.
- Oh, en un principio iba a ser negra, pero mi tatuador de confianza me dijo que acababa de llegarle una tinta blanca que brillaba en la oscuridad y me hacía precio por ser yo, así que le contesté "ostia, pues dale" y por eso es blanca. Deberías verla en la discoteca, se ve chulísima. Refleja todas las luces de neón.
HongJoong puso una mueca descontenta apartando su mano.
- Entonces tampoco me gusta. To be honest, prefiero el tatuaje que tienes en la nuca de La noche estrellada. Es mucho más artsy.
- No me saldrás ahora con que también lo tienes original, ¿no? Porque si es así te como la cara.
- ¿Qué? - soltó desconcertado, y no fue difícil para mi ver como sus mejillas se iban volviendo del color de su pelo. Tuve que hacer un gran esfuerzo para evitar que me saliera una carcajada al ver que se lo había tomado realmente en serio. Finalmente carraspeó - No seas incongruente ¿Cómo voy a tener yo un cuadro como ese?
- Después de ver tu salón me espero cualquier cosa.
De repente HongJoong pareció darse cuenta de que se había tirado alrededor de quince minutos hablando conmigo habiendo dejado de lado su tarea de tomarme las medidas.
Soltó un suspiro mientras se sobaba la frente.
- Anda, date la vuelta que te mida la cintura - me ordenó - Me he dispersado tanto hablando que no me he dado cuenta de que faltaba.
Me giré sin rechistar casi por impulso, pensando que por fin iba a ser la hora de salir de aquella atmósfera de lujos y volver a mi mundana vida de estudiante universitario promedio. O al menos hasta mi siguiente turno.
Me equivocaba.
HongJoong me indicó que levantara ligeramente los brazos y colocó la cinta métrica alrededor de mi cintura, pero su mirada se quedó fija en el tatuaje de una mitad de un corazón roto que lucía en la baja espalda.
- Oh, por este no te he preguntado - observó clavando sin piedad su frío dedo sobre el dibujo.
Giré mi cabeza y por encima de mi hombro pude ver como contemplaba el tatuaje con el ceño fruncido.
- ¿Asumo entonces que tu desprecio hacia el amor viene de que alguien te rompió el corazón en el pasado?
Tras escuchar aquellas palabras, no pude evitar acordarme de mi desafortunada acción la primera vez que YeoSang y yo quedamos. Pero esta vez, no había ninguna relación entre los dos eventos.
- Es una historia muy larga.
Y los recuerdos que precedieron a la aparición de ese tatuaje se apoderaron de mi mente por unos instantes.
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