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Cap 8; the jetset life is gonna kill you

El hermético silencio de su despacho fue interrumpido por un constante taconeo sobre el suelo duro a lo lejos, del otro lado de la puerta. Suspiró al momento. Aunque no le gustara, conocía demasiado bien a su hermana como para ser capaz de reconocer sus pasos en la distancia. Estos pasos provocaban en él un pequeño ápice de dolor de cabeza. Nada bueno acababa ocurriendo cada vez que ella ponía un pie en la empresa y JongHo ya ni se molestaba en ocultar el profundo desagrado que le provocaba verla cruzar la puerta de su despacho como si estuviera en su casa. Así que depositó con cuidado su bolígrafo sobre la mesa, ordenó sus papeles y esperó con los dedos entrelazados a que su hermana hiciera acto de presencia.

De pronto, los pasos se intensificaron y fueron finalmente culminados por un fuerte portazo que sobresaltó al CEO. Tal y como se esperaba, bajo el marco de la puerta se encontraba Choi GyeongHui, su hermana mayor, ataviada con un carísimo traje de chaqueta de Balenciaga y una expresión seria dibujada en su rostro.

- ¿Se puede saber qué haces aquí? - Protestó JongHo frotándose las sienes con notable hastío.

- ¿Y por qué no lo estaría? Te recuerdo que una parte de Sagwa me pertenece - Le espetó retirándose el pelo del hombro.

- Pues yo no te veo preocuparte por las cuentas de la empresa o participar activamente en ella. Tanto que odiabas mi método de trabajo y querías desmarcarte de nuestra familia, pero bien que apareces para quedarte con tu parte de ingresos. Si de verdad detestas la empresa no entiendo por qué no has renunciado a tu herencia.

Inevitablemente, GyeongHui frunció los labios en una mueca de aborrecimiento hacia el discurso monotemático el cual era el núcleo de todas las conversaciones de su hermano menor: el dinero.

- Me parece increíble que un niñato como tú tenga la cara de apropiarse el método de nuestros padres. Pero no me sorprende, siempre has sido su más brillante experimento aunque continúes negándolo - entonces apoyó ambas manos sobre el escritorio y comenzó a inclinarse con expresión desafiante - Admítelo, no serías nada sin ellos.

JongHo permaneció tranquilo, balanceando suavemente su silla de un lado a otro. Su hermana siempre aparecía con los mismos temas y con el mismo tono. Ya estaba inmunizado y lo único que quería era que le dejaran volver a concentrarse en sus cuentas.

- No sé de lo que me estás hablando, pero te sugiero que canalices tu frustración en otra persona.

- ¿No te das cuenta de que nuestros padres te han usado de marioneta para perpetuar sus ideales y tú has caído en la trampa como un enorme imbécil? - Escupió GyeongHui elevando su tono de voz.

- Déjate de discursitos de salvadora porque aquí el que se está encargando de dirigir la empresa soy yo - JongHo señaló a su hermana acusatoriamente mirándola a los ojos- Tú cada vez que pululas por aquí te dedicas a incordiar en lugar de aportar.

- Tal vez nuestros padres hubieran continuado encargándose de Sagwa si no fuera por un pequeño detalle que te aseguro que no pienso pasar por alto.

- Ahora sí que has terminado de perder la cabeza. Tanto juntarte con gentuza de clase baja te tiene el cerebro congelado.

- Mira quién fue a hablar, el niñato intento de prototipo de hijo perfecto. Ya te intenté advertir de lo que iba a pasar cuando éramos unos críos y no me quisiste escuchar, no voy a estar toda la vida detrás tuya. Ya eres mayorcito para resolver los problemas tú solito.

- A diferencia tuya, al menos sé en lo que no debería gastarme el dinero de la herencia para no arruinar el trabajo de años de nuestra familia - JongHo hizo un gesto de frotarse la nariz suavemente mientras que mencionaba aquellas palabras - Te recuerdo que deberías madurar y empezar a darte cuenta de que tú y tus vicios no sois nadie sin dinero.

Aquella insinuación hizo que la mujer se cruzara de brazos mientras fruncía el ceño, intentando controlarse a sí misma para no explotar en medio de la oficina de su hermano.

- Yo no sé ni para qué me molesto en perder el tiempo contigo si vas camino de ser el mismo monstruo capitalista que nuestros padres. Si no es que ya eres peor que ellos - Remarcó GyeongHui con el mentón en alto - Y reitero, por mucho que los odie no te creas que me voy a olvidar de lo que les has hecho.

- Que les estoy manteniendo la empresa, ¿no es así? - dijo JongHo manteniendo la mirada con su hermana. Y antes de que GyeongHui pudiera pronunciar algún reproche más, se adelantó a decir - Papá y mamá han hecho un trabajo estupendo, por supuesto. Corea del Sur entera los admira. Te recuerdo que es gracias a ellos que eres quien puedes ser hoy. Y ahora que ellos no están en condiciones de seguir gestionándola, te recuerdo que es gracias a mi, el pequeño monstruo capitalista, que puedes seguir siendo quien eres.

El despacho se sumió en un silencio espeso. Apenas se oían el tráfico varias decenas de metros bajo sus pies. JongHo esbozó una discreta sonrisa de medio lado al conseguir su cometido de dejar a su hermana sin palabras.

- Así pues, volviendo a lo que nos interesa... - volvió a retomar - Tu inesperada visita se deberá a algún motivo. ¿En qué te puedo ayudar, hermanita?

GyeongHui sintió su párpado izquierdo temblar ante la ira contenida. JongHo siempre la sacaba de sus casillas. Lo había hecho desde que eran pequeños. Siempre se repetía la misma historia y ella siempre era la perdedora. Quería cambiar eso. Quería que JongHo experimentara lo que era tener a todo el mundo en su contra. Y por supuesto, no iba a conseguir aquello enfureciendose tan ligeramente. Así que respiró hondo.

- Díselo al juez.

Y con un estruendo similar al que había provocado al entrar, GyeongHui se marchó del despacho de su hermano con fuertes pisadas que dejaban adivinar la ira que se hallaba contenida bajo presión en su interior.

Por otro lado, aquellas directas palabras no provocaron ningún tipo de reacción en JongHo, quien reordenó imperturbable los papeles que había sobre su escritorio para continuar con su cometido momentos antes de que su hermana hubiera irrumpido en su oficina.

Con paso decidido, GyeongHui se dirigió hacia el baño de mujeres de la planta, comprobó que se hallaba sola en el lugar, se encerró en uno de los cubículos y tras verificar cuidadosamente que las esquinas del mismo, al igual que los más recónditos lugares, estaban limpios de cualquier tipo de micrófono o cámara de seguridad, sacó una grabadora cuyos dígitos continuaban aumentando a medida que pasaba el tiempo. Pulsó el botón para detenerla y, apoyándose contra la puerta del baño, sacó unos auriculares de su bolso que inmediatamente conectó al aparato.

Se concentró en escuchar detenidamente la conversación que acababa de mantener con su hermano, buscando algún tipo de frase que pudiera serle de utilidad.

Nada en absoluto.

Su cuerpo se adelantó a su mente y con un rápido movimiento estrelló la grabadora contra la pared en un arrebato de ira. Sentía que si continuaba reprimiendo sus ganas de gritar acabaría explotando y lo hubiera hecho si no fuera porque lo último que necesitaba en aquellos momentos era llamar la atención. Otro intento fallido más a su lista.

JongHo era perfecto. Siempre lo había sido, tanto a los ojos de sus padres como de la sociedad. Ella era la que estaba llena de errores e imperfecciones que sus padres no habían dejado de hacerle notar desde que dejó de ser hija única. JongHo era serio, inteligente y tenía visión de futuro. Un ente ideal esculpido por y para el interés de sus padres. El CEO perfecto que cualquier compañía podría desear. Era impecable.

Casi impecable.

GyeongHui podía ver claramente la mancha. Pero parecía ser la única y aquello la estaba desestabilizando bastante. Tantos años siendo la oveja negra de la familia no podían ser pasados por alto, mucho menos si toda aquella presión no acababa sirviendo para nada en momentos como aquel.

Después de respirar profundamente un par de veces para intentar calmarse mínimamente, volvió a guardar la grabadora ahora estropeada en su bolso. Se miró en el enorme espejo, practicó una mueca neutra y salió del baño en dirección al ascensor. Ya había pasado más que suficiente tiempo en aquel edificio maldito y su atmósfera de productividad dañina estaba comenzando a oprimirle el pecho impidiéndole respirar correctamente.

Sumida en sus pensamientos, se subió en el ascensor y pulsó el botón para descender hasta la primera planta. Observó detenidamente como el contador de plantas iba bajando de número a medida que el ascensor descendía, pero para su sorpresa, se paró al alcanzar la vigésima planta. GyeongHui se quedó mirando los botones sorprendida, asegurándose de que había elegido la planta correcta, cuando de un momento a otro las puertas del ascensor se volvieron a abrir. Y para su más nefasta suerte, la persona que se encontraba al otro lado de las puertas no era otro que Park SeongHwa.

Estuvo a punto de atragantarse con su propia saliva.

SeongHwa, quien había entrado distraídamente al ascensor con las manos en los bolsillos y sin prestarle mucha atención, también pareció bloquearse cuando levantó la vista y cayó en la cuenta de quién era ella. Pero ya era demasiado tarde para dar media vuelta y salir del ascensor antes de que la situación se volviera más incómoda de lo que ya era. Había pulsado el botón por inercia y ya estaban ambos encerrados en aquel cubículo durante otras diez plantas más.

La tensión podía prácticamente cortarse, ambos evitaban completamente cualquier tipo de contacto físico o visual, cada uno de los dos enfrentados y apoyados en una de las esquinas del elevador. SeongHwa miró el contador del ascensor que parecía no cambiar nunca esperando que aquel momento tan insoportable se terminara de una vez por todas. Los segundos transcurrían como si fueran horas y la maldita música de fondo parecía un instrumento de tortura medieval.

- ¿Se puede saber qué haces aquí? - Finalmente GyeongHui rompió el estremecedor hilo musical del ascensor no pudiendo disimular más su desconcierto. Sus palabras parecían tan afiladas como cuchillas, sin embargo, no levantó la mirada en ningún momento para hacer contacto visual con SeongHwa.

- Eso debería preguntar yo - Espetó SeongHwa con un tono especialmente borde, con ambos brazos cruzados contra su pecho y atreviéndose finalmente a mirar a su contraria - Trabajo aquí.

Inevitablemente GyeongHui lo miró de frente, aún más confundida que antes y aquello se transparentaba claramente en sus ojos castaños.

- No puede ser... - musitó

SeongHwa frunció el ceño.

- ¿Cómo que no? - Soltó SeongHwa cargado de sarcasmo.

- Yo también trabajo aquí. De hecho, Sagwa me pertenece.

SeongHwa no podía dar crédito a lo que acababa de escuchar, pero procuró que su sorpresa no se viera muy reflejada en sus gestos. Antes de que pudiera responder nada ante aquella declaración, las puertas del ascensor se abrieron al haber llegado ya a la décima planta.

SeongHwa achinó los ojos dedicándole a GyeongHui una última mirada desconfiada antes de salir disparado del ascensor.

Ella. Una dueña. Debía ser una broma. No era algo de lo que debería estar orgulloso, pero SeongHwa se permitía el derecho de pasearse de vez en cuando por las instalaciones. No estaba de más conocer su entorno de trabajo, se decía. El caso era que no se había cruzado con ella nunca, porque si lo hubiera hecho, se habría dado cuenta.

SeongHwa no entendía nada; ni por qué esa mujer estaba merodeando por el edificio de Sagwa, ni por qué acababa de soltarle que era la propietaria. De todas las personas del mundo con las que podría haberse encontrado, definitivamente no se esperaba volver a verla a ella. Fuera como fuese, decidió dejar de gastar glucosa pensando en ella y regresó con aire tranquilo al estudio de HongJoong.

- ¿Se puede saber dónde estabas? - preguntó el pelirrojo cuando lo vió entrar alzando una ceja y moviendo el pie izquierdo a modo de tic - Pensaba que te habías colado por el váter. He estado a puntito de enviar a WooYoung a que te buscara.

- ¿Cómo que a buscarlo? ¿Es que soy su criada? - Replicó WooYoung a punto de pegarle en la cabeza a su jefe con el periódico enrollado.

- A ver HongJoong, todos sabemos que los baños buenos están en la vigésima planta. No me voy a conformar con entrar a un baño común habiendo otros mejores y más cercanos a la cafetería.

- ¿Y me has traído un café?

- ¿Café? No ¿Te vale con una sonrisa?

HongJoong chasqueó la lengua.

- Tienes mucho que aprender para moverte en este mundo, SeongHwa. WooYoung venga, date una vuelta y me traes un cafelito - HongJoong le dio una palmadita en el hombro a su subordinado.

- Yo no sé cómo te metiste a diseñador de moda cuando tienes madera de dictador - WooYoung resopló de mala manera y se retiró de la oficina rumbo a la cafetería. No lo admitiría nunca, pero no le venía mal un descanso de escuchar la estridente voz de HongJoong gritándole.

Cuando el menor dejó la sala, HongJoong dio una palmada y se giró sonriente hacia SeongHwa.

- Bueno. Como bien sabrás ya, SeongHwa, vamos un poco a contrarreloj para sacar la siguiente colección. Eso significa que necesito tomar tus medidas lo antes posible para ponerme a trabajar con los diseños. Así que te quiero esta tarde en mi apartamento a las 4 para dejarlo ya hecho. ¿Te parece?

- ¿En tu apartamento? No se supone que tenéis un estudio y a saber cuántas instalaciones más aqu-

- Nada que ver con mi vestidor, ahí estaremos más cómodos, sin gente pululando de un lado para otro y sin WooYoung replicando cada vez que le pida un café. Así que lo dicho, ahora te digo la dirección.

Y como si lo tuviera ya preparado, HongJoong sacó un post-it de entre sus papeles con su dirección y su número de teléfono ya escritos para entregárselo a SeongHwa, el cual se quedó observando detenidamente la bonita caligrafía del pelirrojo y en especial un pequeño corazoncito que acompañaba a la dirección. Cuando levantó la mirada con una ceja alzada, observó como HongJoong se encontraba impaciente por escuchar su respuesta, que no debía ser otra que afirmativa. Al fin y al cabo era su jefe, muy al pesar de SeongHwa.

- Si no queda otra, nos veremos luego.

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