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Cap 7; story of a lonely guy pt. II

Los días se fueron sucediendo más rápido de lo que YeoSang hubiera imaginado, lo que hizo que finalmente llegara la tarde del viernes y con ello su quedada con SeongHwa. A medida que este día se acercaba, YeoSang veía más factible decirle al mayor cualquier excusa con tal de no tener que enfrentarse al miedo que le producía quedar a solas con alguien fuera del instituto. Lo quisiera o no, los fantasmas del pasado continuaban atormentándolo.

A pesar de todos estos pensamientos negativos, YeoSang se intentaba decir a sí mismo que si la tarde en el centro comercial salía bien, habría sido capaz de superar parcialmente uno de sus mayores miedos en los últimos años. Quiso pensar que la fortaleza que le daría ese acontecimiento valdría lo suficiente la pena, sumado a que le parecía de muy mala educación cancelar el plan; si lo había aceptado era porque su subconsciente debía pensar que era la acción más apropiada. O eso quería pensar.

Conseguir salir de una vez de esa fortaleza amurallada que se había construido a su alrededor: parecía tan sencillo pensar en ello y sin embargo tan complicado tomar acción. No podía pasarse el resto de sus días cohibido por sus propios pensamientos, que en la mayor parte de los casos ni siquiera acababan coincidiendo con la realidad.

Y así fue como en un abrir y cerrar de ojos, se encontraba apoyado en la entrada del COEX Mall, esperando a que SeongHwa se dignara a aparecer. Enseguida comenzó a montarse una película mentalmente: que si el mayor probablemente lo había dejado de lado, que si igual se estaba riendo de él como ya había hecho con su apariencia, que si él se había confundido de hora... Todo tenía cabida en la mente de YeoSang para intentar dar una explicación a la tardanza de SeongHwa. Solo por pensar que alguna de esas probabilidades llegara a ser cierta acababa moviendo el pie descontroladamente para canalizar los nervios, pero aquello únicamente lo empeoraba todo.

Transcurridos unos largos veinte minutos desde las seis de la tarde, hora a la que habían quedado, SeongHwa hizo su aparición estelar en el centro comercial bajo la juzgante mirada de YeoSang. El mayor no parecía estar en absoluto preocupado por la tardanza y a YeoSang le molestaba que solo él tuviera en consideración ser puntual.

- ¿Se puede saber dónde te habías metido? - habló con contrariedad YeoSang de primeras, cuando el otro ya se puso por fin a su altura.

- Estaba echándome la siesta y se me olvidó poner el despertador - Le contestó SeongHwa despreocupadamente, sin siquiera disculparse o sentirse culpable - Más vale tarde que nunca, ¿no?

YeoSang lo fulminó con la mirada y aguantó las ganas de querer recriminarle como buenamente pudo con tal de no parecer todavía más borde. Cada vez estaba echando más de menos el estar tirado en su cama en pijama mirando al techo, en lugar de intentar socializar con especímenes como Park SeongHwa.

Se tragó la bola de mal humor que se le estaba formando e hizo su mejor esfuerzo para respirar lentamente.

- ¿A dónde vamos ahora? - preguntó tratando de parecer tranquilo.

SeongHwa esbozó una sonrisa altiva y antes de que el menor pudiera reaccionar de algún modo, ya tenía su brazo alrededor de sus hombros y había comenzado a andar guiándolo en su contra. YeoSang, algo tieso, se dejaba conducir.

- Atento, porque te voy a revelar dónde paso yo mi tiempo libre y donde el saldo de mi tarjeta de crédito es usado sabiamente. Te llevaré a una tienda de bien, ya verás.

A YeoSang no le quedó más remedio que dejarse llevar por la decisión del mayor, que parecía fuertemente emocionado por intentar cambiarlo de look. Una pérdida de tiempo, en su opinión. Pero ahora no se veía con fuerzas para comenzar a debatir los planes.

Y, de un momento a otro, acabaron cruzando todo el centro comercial hasta llegar a la tienda de ropa alternativa de confianza de SeongHwa. Cazadoras de cuero, pantalones ajustados rasgados, cadenas, arneses, plataformas que te podrían escalabrar si te las tiran a la cabeza... Había tantísima ropa negra a cada cual más extravagante, que YeoSang comenzó a distinguir entre tonalidades del mismo color. Era lo más parecido a lo que se podía imaginar como hábitat natural del mayor. Todo esto envuelto por música rock a todo volumen que hacía que el de ojos azules se sintiera agobiado por la sofocante y desconocida atmósfera que lo rodeaba. Empezó a sonar Story Of A Lonely Guy de Blink-182, canción que rápidamente YeoSang reconoció y tarareaba con tal de dejar de pensar en qué narices hacía metido en un sitio así. Rápidamente, SeongHwa se percató de que el de ojos azules conocía la canción y se quedó sorprendido, no esperaba que alguien como YeoSang tuviera el mismo gusto musical que él.

- Espera, no me digas que los escuchas - Le preguntó curioso.

- No soy súper fan, pero sí que me gustan algunas de sus canciones - Contestó YeoSang, extrañado por la expresiva cara que había puesto el de ojos violetas.

- Tú y yo nos vamos a llevar muy bien - le respondió el otro simplemente - Muy, muy bien.

SeongHwa le dedicó una sonrisa terminando de golpe la conversación. A continuación, se giró a entablar conversación con un par de personas que parecía conocer y que se habían cruzado con ellos, así como lo hacía naturalmente en los pasillos del instituto.

Por supuesto, todavía arrastraba a YeoSang con él, y el tener las miradas de esa gente sobre su cuerpo lo estaba abrumando de sobremanera. No era de extrañar, ya que la ropa colorida de YeoSang destacaba enormemente entre todo aquel desfile de prendas oscuras. Aún así, al de ojos azules le molestaba ser el foco de atención y sentía que todos estarían hablando mal de él en sus mentes. Si no salió huyendo de allí fue por respeto a SeongHwa.

Acto seguido, se dio cuenta de que había estado tan ensimismado en sus pensamientos que el mayor había desaparecido de su vista, y como para encontrarlo fácilmente en un lugar así. Sintió como su corazón comenzaba a latir con rapidez y el miedo al abandono empezaba a relucir, sabía de sobra que probablemente estuviera exagerando, pero aún así no podía parar el flujo de ideas negativas. En unos minutos, SeongHwa volvió a aparecer con una montaña de ropa entre sus brazos tan inmensa que casi llegaba a bloquear su campo de visión.

- Vámonos al probador, que te he traído cositas a cada cual más bonita para que te pruebes. Espero haber acertado con tu talla - Le dijo entusiasmado, mientras dejaba caer el montón de ropa sobre los débiles brazos de YeoSang. Este lo miraba atónito solo de pensar cuánto tiempo tardaría en probarse todo aquello. SeongHwa volvió a girarse a coger más complementos, y YeoSang tuvo que dedicar una gran parte de su concentración a no volver a perderlo. Seguidamente, lo arrastró tienda a través hasta el probador.

Lo empujó al primero que pillaron libre, ignorando por completo el límite de prendas gracias a los contactos de SeongHwa en la tienda, y dejó desordenadamente la poca ropa que él cargaba encima del taburete que había en una esquina de la diminuta estancia.

- Te dejo que te pruebes. Cuando estés, me lo dices, ¿vale? - dijo apresuradamente, todavía con una sonrisa emocionada en la cara por algún motivo. No le dejó tiempo para contestarle, enseguida corrió la cortina del probador encerrandolo en una burbuja.

YeoSang parpadeó un par de veces, con la mirada fija frente a él, mientras trataba de recapacitar dónde estaba y por qué. Sobretodo "por qué". Si como a él más le gustaba pasar los fines de semana era entrando en su casa el viernes por la tarde y saliendo el lunes por la mañana, sin respirar el aire del exterior durante aquel intervalo. En cambio, ahora estaba en el probador de una tienda que no había visto en su vida y a la que no podría volver a llegar de memoria, probándose ropa que le había escogido un chico que apenas conocía y que lo único que había hecho había sido distraerle en clase y meterse con su estilo de vestir.

Respiró profundamente para tratar de reordenar sus pensamientos. Ya que estaba ahí, haría el esfuerzo de probarse la ropa. Además, no creía que SeongHwa le fuera a dejar libre si no lo hacía. Era más fácil, más rápido y más cómodo ser dócil. Luego podría volver a su apática rutina de siempre.

Agarró el primer trozo de tela que pilló en la montaña de ropa y tiró de él hasta sacar unos pantalones. Resignado, se quitó los suyos y se los probó. Le estaban bastante grandes; le cabía un brazo entero a un costado. Se los quitó con molestia, los tiró en un gurruño a un lado y rebuscó otros en la montaña. Mientras tanto, susurraba fastidiado para sí mismo cuánto odiaba probarse ropa en las tiendas. Dio con otro par y de nuevo tiró de ellos para despegarlos del resto de prendas. Se desesperó un poco al ver que la montaña no parecía disminuir y se preguntó si realmente no había nada repetido ahí dentro. Para su suerte, los segundos pantalones sí le quedaban bien. No se detuvo a mirarse. Quería terminar cuanto antes.

Pasó a rebuscar algo para la parte de arriba. Cogió una camiseta de rayas blancas y negras, que básicamente le llamó la atención por ser la única cosa que no era enteramente negra. Por tedio y pocas ganas, decidió pasar del resto.

Terminó poniéndose un cinturón ancho con la hebilla plateada y una chaqueta de cuero. Entonces visualizó un nudo de cadenas y pensó que también podría ponerse una, ya que estaba. El problema era desenredarlas. Era mucho peor que deshacer el nudo de tres juegos de auriculares y un cable de cargador, porque las cadenitas no resbalaban, sino que se enganchaban las unas con las otras aún más. La corta paciencia que tenía se estaba volatilizando solo con ese nudo, y no pudo evitar pensar quién le mandaba a él tener ideas y tratar de tomar una iniciativa.

- ¿Estás ya? - SeongHwa preguntó del otro lado, subiendo la voz lo suficiente para que el menor lo escuchara por encima de la música.

YeoSang no respondió. Se ensañó aún más con la bola de cadenas, tirando cada vez más bruscamente de los extremos que había pillado.

- ¿YeoSang?

- ¡No, no estoy! - escupió irritado. Su voz sonó bastante más grave de lo habitual. Se imaginó que del otro lado SeongHwa estaría frunciendo el ceño sin entender el porqué de su tono. No volvió a insistir y YeoSang agradeció aquello, aunque ahora se sintiera ligeramente afligido por haber gritado.

Logró separar una única cadena. Volvió a tirar el resto sobre la montaña de ropa con el fin de no torturarse más con aquello. Se la enganchó al pantalón, y por primera vez desde que entró en el probador, levantó la mirada hacia su reflejo.

Pasó varias decenas de segundos mirándose fijamente al espejo, girando sobre sí mismo aún asombrado de haber aceptado probarse toda aquella ropa que parecía salida del armario de SeongHwa (y efectivamente, casi era el caso). Seguía medianamente enfadado con el mayor por haber hecho aquellos comentarios sobre su ropa, pero en el fondo le agradecía haberle incentivado a intentar cambiar de estilo. Sabía más que de sobra que él no hubiera sido capaz de tomar esa decisión por su cuenta, odiaba los cambios, así que en cierta forma se alegraba de que SeongHwa le hubiera dado alas para ello.

No fue hasta ese momento que se dio cuenta de lo mucho que detestaba dejar que su madre decidiera cómo vestirse. En general, odiaba que su madre se sintiera con el derecho de elegir su forma de actuar. Más allá de su mirada borde cuando te aproximabas a menos de un metro de distancia de él, no sentía que hubiera nada que fuera su seña de identidad. Bajo esas prendas negras monocromáticas se sentía protegido, como si se mimetizase con el ambiente y dejara de ser alguien que nunca fue. Se replanteó muchas veces si quería de verdad adoptar ese estilo o si solo se estaba dejando llevar por el ansia de validación de la sociedad o más concretamente de SeongHwa. Pero acabó sacando la conclusión de que, si bien SeongHwa había propiciado ese cambio, no quería realizarlo por él. Quería realizarlo para intentar estar al menos un poco más lejos de tener la autoestima por los suelos y para decirle a su madre directamente que no le importaba lo que ella quisiera. Intentaba redescubrirse a sí mismo. Su vida, sus reglas.

- ¿Es que te has muerto? - Replicó SeongHwa al otro lado de la cortina una vez más. En ese momento, YeoSang reparó en que llevaba demasiado tiempo encerrado en el probador.

El de ojos azules corrió la cortina hacia un lado, dejando que el mayor observara de arriba a abajo el conjunto que acababa de elegir. No pudo esconder su sorpresa al ver a YeoSang tan cambiado y a su vez tan favorecido desde su punto de vista. SeongHwa ya pensaba que YeoSang era bastante atractivo a pesar de su estridente ropa de colorines, podría pasarse horas observando los claros ojos azules del menor. Por supuesto, nunca se lo diría a la cara. No de forma directa, al menos.

- Te queda genial, en serio. Me encanta el cambio que acabas de dar - Le dijo el de ojos violeta. Su tono de voz derrochaba sinceridad - Pero realmente lo que yo piense no importa, te tiene que gustar a ti.

YeoSang lo miró con notable sorpresa. Estaba únicamente acostumbrado a que SeongHwa fuera soltando cosas a la ligera sin pensar en las consecuencias y le chocó que de pronto le pidiera la opinión. En un primer momento pensó que debía estar bromeando. Pero SeongHwa permanecía serio y paciente a lo que fuera que tuviera que decir, lo escrutaba con cierto brillo reflexivo en los ojos. Supo que de verdad la pregunta iba en serio.

- Pues... nunca pensé que te iba a acabar dando la razón - Le contestó YeoSang, reprimiendo una sonrisa en el momento en que se acordó del comentario del mayor en clases. No se le había olvidado.

SeongHwa sí le sonrió. Quiso desordenarle el pelo, pero se abstuvo de hacerlo en el último momento.

Después de ir a la caja a pagar, ambos continuaron deambulando por distintas tiendas del centro comercial hasta que la noche se les echó prácticamente encima. YeoSang decidió dejarse puesto lo que habían comprado, y con ayuda de SeongHwa comenzó a arrancarle las etiquetas a todas las prendas.

Estuvieron hablando de cosas irrelevantes todo el tiempo. Hacía mucho tiempo que YeoSang no disfrutaba estar acompañado por alguien como lo hizo aquella tarde, aunque seguía sin entender cómo un chico así se había acabado acercando a él. Estaba llegando a la conclusión de que el mayor era incluso más raro que él.

Para finalizar el día, terminaron sentados uno al lado del otro en una escalera próxima al centro comercial, rodeados por los cálidos colores del atardecer y las luces de los edificios próximos que comenzaban a encenderse. Desde allí tenían una buena vista y podían percibir con facilidad como el ritmo de la ciudad se iba enlenteciendo con el final del día. SeongHwa se tomaba un café expreso muy cargado que probablemente le causara pasarse la noche en vela, mientras que YeoSang lamía un cono de fresa. Ambos observaban cómo la gran mayoría de la gente comenzaba a regresar a sus casas y prácticamente se habían quedado solos en el lugar, únicamente rodeados por el monótono ruido de los motores de los coches. De vez en cuando, la mirada de SeongHwa se desviaba hacia YeoSang durante unos instantes. Al cabo de un rato, sacudió ligeramente su cabeza y dejó escapar un suspiro que llamó la atención de su menor a su lado, quien rápidamente se giró hacia él con cierta curiosidad.

SeongHwa dejó el café a un lado del escalón y comenzó a rebuscar en el bolsillo de su chaqueta hasta dar con un paquete de tabaco. Sacó uno de los cigarrillos y se giró hacia YeoSang antes de encenderlo.

- ¿Te importa?

El menor giró la cabeza de un lado para otro como negación, pero SeongHwa no podía aguantar más el mono, así que enseguida se lo llevó a los labios y acabó encendiéndolo antes de que le respondiera siquiera. YeoSang resopló y se dijo a sí mismo por qué le había preguntado nada si iba a acabar haciendo lo que le viniera en gana.

SeongHwa dio una profunda calada ahuecando sus mejillas, lo retuvo unos segundos y dejó escapar el humo en un liviano soplido. Esta vez era YeoSang quien lo observaba ensimismado mientras se terminaba el helado.

- ¿Me dejas uno? - Le preguntó el menor queriéndolo imitar, movido por el sentimiento de pertenencia. Nunca en su vida había probado el tabaco, bastante tenía ya con aguantar a su madre fumando en cualquier parte de la casa. Tampoco entraba en sus planes, nunca se le había ocurrido. Hasta ahora.

El de ojos violeta le tendió al cabo de un rato el cigarro que él se estaba fumando, ya consumido hasta la mitad. YeoSang lo tomó y le dio una suave calada tratando de imitarlo a él o a su madre, con el inconveniente de que tan pronto como el humo se instaló en sus pulmones, comenzó a toser descontroladamente. Mientras se limpiaba un par de lágrimas traicioneras, se empezó a arrepentir profundamente de haber tomado la decisión de probar; ahora se sentía más que avergonzado delante de SeongHwa. Nada más lejos de la realidad, el mayor intentó contener la risa aunque acabó estallando en carcajadas. En el fondo su reacción le parecía muy mona.

- No te fuerces, que tú aún puedes librarte del vicio. Y de los gastos que supone. Y del cáncer de pulmón - Acto seguido, le arrebató el cigarrillo de la mano a YeoSang y le dio otra fuerte calada, procurando no soltarle el humo en toda la cara.

- Entonces puedo ir comprando ya tu ataúd ¿O prefieres incineración?

El de ojos violetas le sonrió por el comentario, que él percibió inocente, y acabó tirando el cigarro. Después, procedió a buscar su preciado eyeliner en el bolsillo de la mochila ante la mirada de YeoSang, que ya no sabía qué esperar del mayor. Todavía intentaba contener la tos para no ser el centro de atención de SeongHwa una vez más.

Seguidamente, el mayor comenzó a observarse en un pequeño espejo de bolsillo para asegurarse de que no se le había arruinado la raya en todas aquellas horas de quedada. Entonces se le ocurrió la brillante idea de iniciarle conversación a YeoSang una vez más.

- Oye, ¿tú alguna vez te has maquillado? - Le preguntó SeongHwa curioso.

- No, ¿por? - Contestó el menor, imaginándose hacia donde quería llevar la charla.

- Te quedaría bien, simplemente eso.

A YeoSang nunca se le había pasado por la cabeza intentarlo. Pero ya que llevaba una tarde de intentar cambiar, pensó que no perdía nada por hacerle caso a SeongHwa. Al menos la primera vez que lo había hecho había salido bastante bien. Entonces, con un movimiento rápido, tomó el eyeliner y el espejito de SeongHwa y se lo acercó peligrosamente al ojo izquierdo. El mayor pensó por un instante que iba a acabar sacándose un ojo sin querer, así que tomó la muñeca de YeoSang suavemente y lo detuvo.

- Déjame a mí, que no quiero que te quedes tuerto.

Teniendo en cuenta su nula práctica en hacerse la dichosa raya del ojo, YeoSang optó por aceptar el ofrecimiento de SeongHwa, que claramente tenía mucha más experiencia a sus espaldas. El de ojos violetas se acercó considerablemente a YeoSang, sujetó su rostro con la mano izquierda y con la derecha procedió a trazar el contorno de los ojos almendrados del menor. Estaban separados por escasos centímetros, por lo que YeoSang podía sentir la respiración de SeongHwa contra su rostro, y a su vez, el desagradable olor a tabaco que desprendía su aliento. Sin embargo, había algo hipnótico en todo aquello. Le hacía sentirse adormilado.

Comenzó a pensar en su tiempo desde que se cambió de instituto. De repente, en su mente apareció aquella frase que le había dicho SeongHwa unas semanas atrás y que le había quitado horas de sueño. No parecía que el mayor tuviera una actitud especialmente hostil hacia él. Además, después de estar toda la tarde juntos, sentía haber desarrollado cierto grado de comodidad a su alrededor. Así que de una vez por todas decidió preguntarle directamente.

- SeongHwa, ¿se puede saber qué querías decirme con aquello de que no me fiara ni de mi propia sombra?

- Ah, ¿eso? No me digas que le has estado dando vueltas.

El silencio de YeoSang fue interpretado por SeongHwa como un sí rotundo. Sin mover la cara, desvió tímidamente sus ojos azules a un lado. SeongHwa sonrió de lado y luego le indicó que los cerrara.

- No le des mucha importancia, es simplemente una conclusión que he sacado en los últimos años de instituto. A la gente le gusta mucho aparentar, jugar a ser quienes no son. Ponerse una máscara que oculte sus verdaderos pensamientos mientras le dedican una sonrisa falsa al auditorio. Hipocresía en su estado más puro - SeongHwa hacía breves pausas entre sus palabras para concentrarse en hacer una línea perfecta y limpia - No muevas la cabeza que se me va el eyeliner - ordenó con suavidad. A continuación volvió a permanecer un rato en silencio, concentrado en lo que hacía - En fin, que no te rayes, son cosas mías. Ya puedes abrir los ojos.

YeoSang obedeció y abrió los ojos. Le sorprendió lo increíblemente cerca que el mayor estaba de él e hizo un esfuerzo sobrehumano por no desviar la mirada. Centró su mirada en los etéreos ojos violetas del mayor, quien tampoco podía mirar para otro lado que no fueran los gélidos ojos azul claro de YeoSang, que aún parecían más claros gracias al contraste con el eyeliner y la pálida luz del ocaso que los envolvía.

Efectivamente, podría pasarse horas observando los claros ojos azules del menor.

- ¿No te han dicho alguna vez que tienes unos ojos preciosos? Porque los tienes.

YeoSang se encogió débilmente sobre sí mismo y carraspeó nervioso. Se ruborizó ligeramente sin tener ni idea de cómo contestar a su cumplido.

SeongHwa terminaba de darle los últimos retoques al maquillaje, mientras mordía suavemente su lengua en señal de concentración. Ahí fue cuando YeoSang se quedó mirando sus rosados labios y reparó en que el mayor tenía un piercing en la lengua que rápidamente acaparó la curiosidad del menor.

Rápidamente SeongHwa se dio cuenta de hacia dónde apuntaban los ojos de YeoSang, dejó el eyeliner a un lado y fue acortando la distancia entre ambos de un momento a otro ante el desconcierto del menor. Lo tomó de las mejillas y se abalanzó decididamente hacia él para que sus labios se unieran.

Lástima que justo antes de que se rozaran, YeoSang se apartara por acto reflejo hacia atrás, apartando la mano del mayor de su cara mientras lo observaba sobresaltado.

- ¿¡Pero se puede saber qué coño estás haciendo!? - Vociferó YeoSang al mismo tiempo que sus mejillas se enrojecían cada vez más. Se puso de pie velozmente para poner cuanto antes distancia entre ambos por lo que pudiera pasar.

SeongHwa parpadeó un par de veces asimilando lo que estaba pasando. ¿Lo acababan de rechazar? Sí. A él que tenía a medio instituto a sus pies ¿Seguro que no estaba en una pesadilla? O a lo mejor se había caído por las escaleras y era todo una visión suya inconsciente.

Alzó la vista. YeoSang lo observaba muy irritado. Y no era la misma molestia que cuando se la pasaba contándole su vida en clase y luego se reía de sus quejas que lo culpaban por no haberle dejado prestar atención. De esta molestia no se podía reír porque ingenuamente sabía que podía explotar ferozmente por algún motivo. Todavía estaba procesando lo que acababa de pasar. Literalmente, SeongHwa había intentado besarlo porque sí. Porque le había parecido bonito y un buen momento, con una atmósfera idónea. Definitivamente, no entendía a ese chico lo más mínimo.

Al final iba a resultar que del que no tenía que fiarse era de SeongHwa.

- ¿Disculpa? - Soltó SeongHwa sarcásticamente.

La paciencia de YeoSang había llegado a su límite, tomó sus cosas y huyó del lugar antes de que la discusión aumentara. No se giró ni una sola vez, dejando a SeongHwa muchísimo más aturdido.

Aquel intento fallido de SeongHwa de liarse con YeoSang marcó un antes y un después en su relación. Si últimamente hablaban poco en clase, su interacción se había reducido a cero. Ni siquiera SeongHwa miraba ocasionalmente a YeoSang sin que se diera cuenta, como solía hacer las semanas anteriores.

El de ojos azules pasaría las semanas próximas pensando una y otra vez cómo podía ser que alguien como SeongHwa se hubiera interesado de esa manera en él, y sobre todo comenzó a cuestionarse si toda la amabilidad del mayor era únicamente una estrategia barata para intentar besarlo o incluso llevárselo a la cama.

Desde entonces, había pegado un gran cambio. No solo en su forma de vestir, la cual se asemejaba bastante a lo que SeongHwa habría querido; sino también su comportamiento. Incluso alguien como él, que se había obligado a sí mismo a ignorar las expresiones de la gente que le rodeaba, pudo sentir perfectamente las miradas de asombro y desconcierto que le caían encima. Había vuelto a encerrarse en sí mismo, pero no del mismo modo que anteriormente. Ya no evitaba las miradas o ignoraba los saludos. Su mirada ahora siempre era glacial y agresiva. Desconfiaba de todo el mundo, pero dejaba también en claro que nadie podía acercarse a él fuera cual fuera su intención. Lo mismo iba hacia SeongHwa. Si alguna vez habían coincidido frente a frente en el pasillo, apenas se mantenían la mirada un segundo, desatendía su expresión estupefacta ante el hecho que había comenzado a enfundarse en ropa negra, y seguía con su camino como si el otro fuera un completo desconocido.

YeoSang no entendía al mayor, y no había cosa que le molestara más que no poder entenderlo. Sabía que SeongHwa no era un santo, ya se lo había dejado claro desde el primer día que hablaron. Pero quiso pensar que había algo en él que lo distinguía del resto. Quería pensar que en el fondo era buena persona, pero vistos los acontecimientos, solo podía pensar en negativo. Tampoco sabía lo que era "ser buena persona". Según la definición de su madre, SeongHwa era el completo polo opuesto a eso. En cambio, él pensó por unos momentos que podían llevarse muy bien, sin dejarse confundir solo por su apariencia. Al parecer se había equivocado. Se había equivocado al confiar en quien no debía. Otra vez.

A veces se acordaba de algún fragmento de alguna de las conversaciones que tuvieron juntos. Hacía mucho que YeoSang no pasaba el tiempo con nadie, y aquella tarde se había sentido como alguien normal, con un amigo normal, pasando la tarde como dos amigos normales. Ignorando completamente el hecho de que se conocían muy poco, parecían haber congeniado. En ocasiones, observaba con detenimiento la ropa que se había comprado aquel día. Cuanto más la miraba, más entendía que ese estilo le gustaba bastante. Pero, por otro lado, creía relacionar ese "gustar" con el haber pasado un buen rato en aquel momento. Le gustaba porque se había divertido. Ya está.

Entonces agachaba la cabeza y se rascaba el pelo con ambas manos, hundido en sus propios pensamientos. Había dejado de saber en quien podía confiar y en quien no; que le gustaba y que no. Es más, ya no sabía ni quién era él mismo.

Por su parte, el de ojos violetas también se quedó trastocado después de aquella tarde en el centro comercial. Estaba acostumbrado a que cualquier persona que se pusiera en su punto de mira cayera rendida a sus pies. Era querido por la gran mayoría del público, y no hacía falta ser muy listo para saber que tanto su belleza como su forma de hablar directa, cautivaban tanto a chicos como a chicas. Una mayoría que no incluía a YeoSang. Le molestaba no salirse con la suya, que el mundo no tuviera el mismo concepto de atracción que él. Y tal vez ahí residía el problema: que había malinterpretado a YeoSang. Pensaba que lo más probable era que el menor buscara un simple conocido en el que apoyarse, un amigo como mucho, y él lo había tergiversado todo con tal de sentir que tenía razón. Igual tenía que dejar de asumir cosas en su favor. Y no lo culpaba. La actitud de YeoSang se suponía que era la habitual. Pero para él era extraño. Nunca había experimentado lo que era el rechazo. Tampoco había experimentado que lo quisieran solo para hablar un rato y tomarse un café sin ningún motivo en especial o sin segundas intenciones. Su seguridad en sí mismo se acababa de derrumbar con frágil soplo, como un castillo de naipes.

Claro. Él solo había actuado como siempre. SeongHwa actuaba así y todo el mundo lo sabía. YeoSang no tenía ninguna razón para denigrarlo con la mirada cada vez que se cruzaban por casualidad. Pero parecía que debía aprender a dejar de extrapolar que su forma de pensar iba a coincidir con la del resto del universo.

En esos días SeongHwa se dio cuenta de que realmente no tenía amigos, sí que tenía conocidos que le caían bien con los que mantenía conversaciones de no más de tres minutos en los pasillos del instituto. También tenía prácticamente todos los líos que quisiera para desfogarse. Pero eso no eran amigos, y por lo tanto, tampoco sabía cómo actuar en consecuencia. Eso quería decir que YeoSang no tenía un problema, sino que lo tenía él. SeongHwa rara vez pensaba en las consecuencias de sus acciones, y por eso era extraño que se hubiera comenzado a sentir culpable de todo lo ocurrido. Si YeoSang no lo quería de esa manera, él no podía hacer nada, y cuanto antes lo asumiera, mejor. Le daba por pensar qué se pasaría por la mente de YeoSang cada vez que lo fulminaba con la mirada desde lejos. Probablemente que había traicionado su confianza y que se había convertido en aquello de lo que se quejaba. Y tal vez tuviera razón. SeongHwa tardó poco tiempo en darse cuenta de que YeoSang no era como el resto de personas, y por tanto no podía utilizar su modus operandi habitual en él. Realmente le causaba curiosidad más allá de la atracción y, aquello, desde luego no era amor. Igual él sí que necesitaba un amigo en el que confiar más que lo que lo necesitaba YeoSang. Cuanto más lo pensaba, más incómodo se sentía al no poder cruzar un par de palabras con el menor durante las clases como hacían días atrás. Y, sobre todo, más arrepentido se sentía de haber intentado besarlo, de haberse metido con su forma de vestir o de cualquier otro comentario hiriente que pudiera haber soltado por inercia y sin procesar. Porque no le estaba hablando a un objeto inerte. Él no quería convertirse en un hipócrita más, solo de pensarlo le daban arcadas. Así que se decidió a tomar cartas en el asunto, dar un paso hacia delante, y disculparse como era debido.

Fue uno de esos rutinarios días de clase de historia donde, si no fuera porque se dedicaba a dibujar en la agenda, SeongHwa acabaría dormido sobre los apuntes.

La profesora tuvo que ausentarse durante la mayor parte de la clase. Fue en ese momento, abrumados por el bullicio de la gente de la clase hablando en voz alta, cuando SeongHwa se decidió a dirigirle la palabra a YeoSang de nuevo. Era ahora o nunca.

- Tío, tenemos que hablar - Le susurró.

YeoSang ni siquiera se dignó a mirar en su dirección, pero no se podía negar que había sentido como si su corazón se parara por un instante al escuchar la voz de SeongHwa de nuevo después de lo ocurrido.

- Al menos dígnate a contestar - Se quejó SeongHwa, realmente necesitaba hablar con YeoSang para calmar su conciencia.

- No tengo nada que decir - Acabó contestando en un tono tan cortante como el filo de una espada. Seguía sin girar la cabeza.

- Pues yo sí tengo mucho que decirte.

Por primera vez en todo este tiempo, YeoSang notó un tono afligido en la voz de SeongHwa y le extrañó profundamente. Sabía que no había sido solo impresión suya. Entonces decidió no dejarse llevar por el sentimiento de orgullo tal y como solía hacer el mayor, ya que él era mucho mejor que eso, y finalmente giró la cabeza hacia él. Sus ojos azules hacían contacto una vez más con los ojos violetas de SeongHwa después de aquel día maldito.

- Te debo una disculpa y mucho más que eso. Entiendo que no quieras perdonarme, no sé ni si yo mismo me perdonaría, pero igualmente quiero pedirte perdón. Necesito pedirte perdón. Lo que ocurrió el viernes fue un malentendido, pensaba que estábamos en la misma línea. No pienso volver a ponerte un dedo encima sin tu consentimiento, te lo juro. Tampoco creo que fueran muy acertados mis comentarios sobre tu forma de vestir. Creo que ambos estábamos muy felices antes de que me diera por joderlo todo, así que, ¿por qué no volver atrás? Hagamos como si nada hubiera pasado. Borrón y cuenta nueva. ¿Te parece? - Declaró SeongHwa con sinceridad y seriedad. Luego intentó esbozar una sonrisa apretada, completamente diferente a las altivas y orgullosas que solían decorar su cara.

YeoSang se quedó pensativo durante unos minutos. Estaba muy enfadado con SeongHwa por todo lo que había pasado. Pero al mismo tiempo, las palabras del mayor parecían realmente proceder del fondo de su conciencia, YeoSang podía sentirlo de alguna manera indescriptible. Y es que, si bien SeongHwa tenía muchos defectos, la sinceridad era una cualidad que destacaba en él para bien o para mal. Además tenía razón, estaban muy bien antes de que se le hubiera abalanzado, a él tampoco le vendría mal hacer como si nada hubiera pasado.

El problema era que no sabía si podía recuperar la poca confianza que consiguió aquella tarde en una cantidad de tiempo similar. SeongHwa no le pondría un dedo encima, pero YeoSang no sabía si aquello era verdad o no. Pero, del mismo modo, tampoco había forma de saberlo. Era su decisión el darle una oportunidad al mayor o no. La sola posibilidad de volverse a sentir tan a gusto como en el transcurso de la tarde le parecía una razón más que suficiente para intentarlo. Razonó que no podía sumirse más en la soledad de lo que ya lo estaba, así que no perdía nada por intentarlo.

Ladeó ligeramente la cabeza y dibujó una sonrisa algo artificial en sus labios.

- Como vuelvas a intentar cualquier cosa subida de tono te clavo un tenedor en el pómulo. Lo digo muy en serio - Amenazó YeoSang. Algo en su tono de voz le dejó saber a SeongHwa que no era ninguna broma - Espero que no me hagas arrepentirme de darte una segunda oportunidad.

SeongHwa asintió apresuradamente. Después de esa frase, el aire pareció entrarles a ambos mejor en los pulmones.

A medida que avanzaba primero de bachillerato, consiguieron retomar la extraña normalidad que los unía. Pasaron incómodas semanas hasta que sus tonos de voz perdieron la agresividad por completo. SeongHwa cumplió sus palabras y no volvió a acercarse a YeoSang con segundas. Por otro lado, realmente se esforzó por controlar ese sarcasmo que le salía con tanta naturalidad, aunque pronto se dio cuenta de que YeoSang era capaz de soltar comentarios incluso más violentos. En aquellos casos, SeongHwa siempre explotaba en carcajadas.

El de ojos azules comenzó a pensar que realmente las personas podían cambiar si se lo proponían, y que SeongHwa, con todas sus peculiaridades incluidas, se acercaba algo más a su definición de "buena persona".

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- Tío, ¿pero qué te acaba de pasar? - San sacudía su hombro con gestos frenéticos - Parecía que hubieras entrado en trance cuando YunHo y SeongHwa se han empezado a pelear y te has perdido todo lo bueno.

YeoSang lo observó algo desorientado. Luego miró a su alrededor, en busca del tercer miembro del grupo.

- SeongHwa se ha tenido que ir al lavabo porque YunHo le ha tirado un plato de pasta encima. Cosas así no ocurrían desde el instituto - Comenzó a hablarle San leyendo su acción, aún riéndose por la batalla campal que acababa de tener lugar en la cafetería.

YeoSang sacudió levemente la cabeza para despertar de su ensoñación y enfocó su mirada sobre su amigo. San se estiró perezosamente y se sentó a su lado. A su alrededor, la cafetería estaba inundada por el bullicio y la agitación.

- Yo que tú le tiraba una zapatilla a la cabeza cuando lo viera por el comentario que te ha soltado.

YeoSang negó lentamente, restándole importancia.

- No te preocupes San, sé que le cuesta pensar dos veces lo que deja salir por su boca. Es solo que me había acordado de algo. Pero tomaré en recomendación lo de la zapatilla. Si se enfada, es culpa tuya.

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