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Cap 4; thnks fr th mmrs pt. II [R18]

Todo lo que ocurrió a continuación parecía avanzar a cámara rápida, y aún así las imágenes todavía son capaces de rodar nítidamente en mi cabeza como si fuera una película en bucle.

San y yo estuvimos besándonos un largo rato, y no soy capaz de afirmar si pasaron diez minutos o solo transcurrieron dos. Había perdido por completo la noción del tiempo. El caso es que de un momento a otro, las risas de YeoSang se fueron distorsionando lentamente hasta silenciarse, y el ruido ambiental que nos rodeaba parecía tan difuminado que daba la sensación de que no se podía escuchar. Era como si nos hubiéramos transportado a otra dimensión alejados de la gente común, donde lo único que me importaba era continuar así hasta el fin de los tiempos. En aquel momento me di cuenta de que, seguramente, había bebido demasiado.

Yo solo sentía el peso del cuerpo de San encima de mí; únicamente podía concentrarme en la humedad de sus labios moviéndose lentamente contra los míos. Labios que empecé a chupar, morder y tirar suavemente con mis dientes al mismo tiempo que San ahogaba sus suspiros en mi propia garganta. Mis brazos rodeaban su cintura aproximándolo despacio a mí, tuve que contenerme para no acabar deslizando las manos hasta su trasero, pues no sabía cómo podía reaccionar. Al mismo tiempo, él entrelazaba sus piernas con las mías y sus frías manos iban recorriendo mi cuello mediante suaves caricias.

Entonces San comenzó a poner distancia, irguiendo poco a poco su torso para separarse levemente de mí. Y yo con exaspero, avanzaba los centímetros que él ponía por en medio, decidido a no cortar el beso bajo ningún concepto. Nunca había imaginado que conseguiría ponerle una mano a alguno de mis dos únicos amigos. Pero ahora que San me había dado luz verde a liarme con él; más ahora que el japo parecía haber desaparecido por completo de la faz de la tierra, o al menos de la mente de San, no pensaba darle un no por respuesta. Es más, no iba a dejar que esto se quedara como un rollo más de una noche en la que el alcohol se nos había subido un poquito más de la cuenta.

Finalmente, cuando estaba a un solo movimiento más de acabar recostado sobre la mesa conmigo encima, colocó ambas manos sobre mi pecho para detener mi persistente avance, obligándome a ceder a regañadientes ante el espacio que quería poner entre nosotros.

Y lo primero que se apareció en mi pensamiento fue que diría algo rollo "Vale tío, nos estamos pasando" o cualquier otra excusa barata con el fin de cerrar todo esto o para decirme indirectamente que la bromita se nos estaba yendo de las manos. Sin embargo, clavó sus enrojecidos ojos miel en los míos y comenzó a esbozar una sonrisa. A través de sus pestañas podía ver cómo las luces ambientales que nos rodeaban se reflejaban en sus grandes pupilas dilatadas por el alcohol, rebosantes de ansia, cuyas tonalidades variaban suavemente del rosa saturado al azul celeste con una lentitud hipnótica.

Nació en mí la necesidad de sostenerlo por los hombros, darle la vuelta para acostarlo en el sofá, y dejar que mis acciones comenzaran a divagar a partir de ahí sin gastar siquiera tiempo en pensar que estábamos en público.

Pero antes de que pudiera hacer nada, San se volvió a acercar a mí, sin borrar en ningún momento la sonrisa de su cara y susurró en mi oreja, su aliento estando lo suficientemente cerca de mi oído como para poder escucharlo claramente incluso con la ingente cantidad de ruido que nos envolvía:

一 ¿Qué te parece si continuamos esto en otro lugar? 一 Me sugirió, y acto seguido atrapó uno de los piercings de mi lóbulo para dar un suave y sugerente tirón, que dio como resultado que acabara mordiéndome ligeramente el labio inferior.

Asentí en menos de un segundo y completamente por impulso. Si las intenciones de San eran las que yo intuía, no iba a perder la oportunidad bajo ningún concepto. A continuación, nos levantamos y tomé su mano para permitir que me guiara a esa zona más apartada. Y cuando comenzamos a andar, al momento de cruzarnos justo en el espacio entre la mesa y YeoSang para salir de allí, fue cuando volví a hacer contacto visual con nuestro amigo.

Ya no se reía. Al contrario, nos miraba cruzado de brazos, con el rostro inexpresivo y con un claro ápice de molestia en sus gélidos ojos.

一 Ahora volvemos 一 le solté. San a mi lado asintió riéndose. Estaba prácticamente seguro de que no volveríamos. Probablemente YeoSang también se lo olía.

一 No me mintáis 一 Protestó YeoSang, que rápidamente adivinó mis auténticas intenciones. Qué malo es conocerse 一 Por lo menos me podríais traer otro cubata, ya que vais a divertiros vosotros dos juntos y me dejáis aquí solo. Qué digo un cubata, me debéis una ronda entera por lo menos simplemente por las molestias de aguantaros. No pienso ser vuestro sujetavelas una noche más, os aviso ya.

Pobre iluso, no tenía ni idea de lo que le esperaba. Aquello era solo el final del principio. Pero tampoco lo voy a juzgar, razones no le faltaban para enfadarse de por vida con nosotros.

一 Te lo compensaremos 一 Dijo San apresuradamente, intentando cortar la conversación de una vez.

一 Tener amigos para esto... 一 Se quejó por lo bajo YeoSang antes de alcanzar su cubata de nuevo.

Antes de que se pudiera alargar la conversación, San tiró de mi muñeca para adentrarnos entre la multitud de gente que pasaba la noche en el local. Nos abríamos paso a duras penas entre la gente bailando, o mejor dicho, con los niveles de alcohol tan altos que lo único que procesaban sus mentes era balancearse de un lado para otro como un péndulo; buscando seguir el ritmo de la música, tan alta que no se distinguía ni la letra de la canción. O a lo mejor al que le daba vueltas la cabeza era a mí. Dos años después sigo sin tenerlo muy claro. Los colores de la sala cambiaban hipnóticamente y ayudaban a que acabase percibiendo todo el suceso como algo surrealista que no ocurriría ni en mis mejores sueños.

Finalmente llegamos al lugar indicado, una puerta al fondo de un pasillo prácticamente desierto y poco iluminado en la que había una gran inscripción fosforita que decía "Prohibida la entrada al público. Solo personal autorizado". San metió su mano en el bolsillo del pantalón y sacó un juego de llaves entre las que se encontraba la llave para abrir aquella puerta. Antes de introducirla en la cerradura, miró con cuidado a su alrededor, supongo que buscando que nadie del personal o su jefa estuvieran en un ratio de al menos cincuenta metros.

一 Dudo que alguien nos moleste aquí 一 Pronunció con una sonrisa ladeada.

Una vez asegurada la zona, procedió a darme paso a la habitación. Activó el interruptor que encendía las luces led rojas de la salita permitiéndome observar donde estábamos.

Si resultaba haber un cielo, probablemente tendría ese aspecto: montones de botellas de prácticamente todos los tipos de bebidas alcohólicas habidas y por haber se disponían en perfecta colocación, a lo largo de numerosas estanterías que cubrían la sala de apenas unos treinta metros cuadrados. Unas estaban todavía apiladas en cajas formando simétricas torres, otras estaban en paquetes de plástico esperando ser abiertas para darle a algún adolescente descerebrado el coma etílico de su vida. Simplemente, mi paraíso terrenal particular.

Mientras yo estaba maravillado por la cantidad de alcohol que se guardaba en aquel almacén, San procedió a cerrar la puerta con llave de nuevo con ambos en su interior. Seguidamente, dejó la llave introducida en la cerradura, se giró hacia mí y se acercó con dos grandes pasos hasta ponerse a mi altura.

En su semblante quedaba dibujada una suave sonrisa ladina que sacaba a relucir sus hoyuelos. Durante un par de segundos nuestros ojos se encontraron bajo aquella sugerente y tenue luz tan roja como la sangre que nos envolvía completamente. Decidí dejar de perder el tiempo y tomé su mentón lentamente y acerqué su rostro hasta el mío, para que nuestros labios entraran en contacto una vez más en lo que llevábamos de noche. Comenzó siendo un apacible beso en el que ambos manteníamos nuestros ojos cerrados para focalizar nuestra concentración, pero la intensidad aumentaba con cada movimiento, cada caricia, cada suspiro, cada respiración entrecortada que no conseguía brotar con tranquilidad por culpa de lo impacientes que éramos. Mi lengua se abría paso cada vez más vigorosamente en la cavidad bucal de San, al mismo tiempo que rodeaba su fina cintura y sostenía su delgada nuca para ir reduciendo exponencialmente la distancia entre nuestros cuerpos. No dejaba de avanzar hasta acabar rozando una y otra vez su esbelto cuerpo contra el mío, desatándome progresivamente.

Llegó un momento en que todo aquello acababa siendo insostenible para un solo lío. San se separó momentáneamente del beso, y para mi sorpresa, en lugar de cortar el rollo, fue desabrochando torpemente los botones de su camisa por culpa de los efectos del alcohol; a lo que yo decidí dejar a un lado mi chaqueta y proceder a quitarme el jersey cuanto antes. Todo iba perfectamente, demasiado perfecto. Parecía que ambos buscábamos culminar aquello, pero la duda seguía rondando mis pensamientos y no me permitía dejarme llevar como yo deseaba. Una vez ambos quedamos con el torso completamente desnudo, el de ojos miel comenzó a desabrocharse el cinturón y decidí que era el momento de aclarar aquello antes de que no hubiera vuelta atrás. Tenía miedo de que nuestra amistad pudiera volverse incómoda por algún motivo; de que ambos fuéramos demasiado perjudicados:

一¿Estás seguro de seguir con es-?

San colocó su dedo índice contra mis labios haciéndome callar, ni siquiera pude terminar la pregunta. Acto seguido, clavó sus brillantes ojos miel en los míos, mostrando una clara expresión de confusión. Pero enseguida una sonrisa se volvió a dibujar en sus labios.

一 Si tú lo estás, yo también ¿Es que ahora, después de casi tirarme sobre la mesa, te estás echando para atrás? 一 De pronto cambió su tono medianamente serio para vacilarme 一 Espero que no se te esté pasando por la cabeza dejarme con el calentón.

Aquellas palabras funcionaron como detonante de la bomba por completo. No lo pensé dos veces, de un rápido movimiento estampé a San contra una de las estanterías y lo acorralé por completo, manteniendo sus brazos agarrados contra su espalda.Se podía leer en su mirada una mezcla de sorpresa y lujuria a juego con su rápida respiración, que hacía que su abdomen subiera y bajara una y otra vez sin darle tregua.

Seguidamente sus manos se dirigieron hacia mis mejillas, lo que dio inicio a un nuevo y profundo beso que dejaba adivinar la desesperación por dar el siguiente paso. Nuestras lenguas se entrelazaban cada vez más efusivamente mientras nuestras manos se cernían sobre el cuerpo del otro en forma de todo tipo de caricias.

一¿Cuánto tiempo me vas a tener esperando? 一Pronunció el de ojos miel con voz entrecortada por el eterno beso.

Y en aquel momento me di cuenta de que habíamos alcanzado el punto de no retorno. Era mi oportunidad de dar rienda suelta a mis instintos. Me separé finalmente de los finos labios de San y con ambas manos procedí a deshacerme por fin de su cinturón lo antes posible. Seguidamente mi mano izquierda se dirigió hacia el perforado labio inferior de San, que acaricié suavemente con el pulgar pudiendo notar que estaba hinchado a consecuencia de los besos. Acto seguido introduje mis dedos índice y corazón su boca, que empezó a lamer lentamente hasta cubrirlos por completo de su cálida saliva. Al mismo tiempo, mi mano derecha se encargaba de desabrochar su pantalón y de bajarlo poco a poco junto a su ropa interior. Lamí mis propios labios al ver finalmente el delgado cuerpo de San completamente desnudo. Siempre había pensado que San era impresionantemente atractivo, pero en aquel momento parecía haber algo más. Algo que no me permitía despegar los ojos de él y que me hacía temblar de excitación. Probablemente San pudo notarlo. Sonrió con satisfacción como pudo y chupó con más intensidad mis dedos, enroscando su lengua alrededor y succionando con fuerza hasta el punto en que había perdido gran parte de la sensibilidad de estos en el interior de sus labios.

A continuación, fui dejando que mis dedos abandonaran su boca paulatinamente, con cuidado de no derramar su saliva. Enseguida bajé la mano hasta su trasero y sin previo aviso inserté el índice suavemente en su interior. Antes de que pudiera quejarse, apreté mi otra mano contra su boca para taparla por completo. No tardé en sentir cómo sus dientes se clavaban cada vez con mayor fuerza, enterrándolos profundamente en mi palma, donde morían los agradables suspiros que se escapaban de su garganta.

Deslicé un segundo dedo arrancándole a San un profundo gemido. Comencé a rotar lentamente mis dedos en su interior para ir dilatándolo poco a poco. Inevitablemente, cada vez que los giraba y estiraba el anillo, iba hundiéndolos sutilmente. Hasta que de repente, San arqueó la espalda con un repentino movimiento brusco, y se agarró a mis hombros para evitar derrumbarse. No pude evitar sonreír contento ante su reacción. Retiré mis dedos y volví a introducirlos hasta la falange media, provocando que de nuevo retorciera su cuerpo e incrustara sus uñas con una presión creciente. Si hubiera estado en otra situación, no hubiera dudado en molestarlo un rato con aquello. Sin embargo, ver sus ligeras sacudidas, como sus músculos se tensaban y se relajaban, y notar como lo pasaba cada vez más mal para ahogar sus gemidos en la palma de mi mano, solo provocaba que me impacientara.

Liberé finalmente sus labios y lo primero que hizo fue lanzarse a abrazarme el cuello y a lamer el hueso de mi clavícula, provocando que fuera yo ahora quien dejaba escapar sonidos de satisfacción.

Rebusqué con algo de desespero en mis bolsillos hasta dar con el plástico de un condón. Siempre llevaba uno. Nunca sabía cuando iba a poder necesitarlo. Y en cuando San atinó a ver el plástico plateado, deslizó sus manos por mi torso hasta llegar al borde de mi pantalón. Comenzó a pelearse con mi cinturón, dando tirones agresivos al ver que la hebilla se le resistía. Y podía entender perfectamente su frustración, ya que la paciencia se nos había acabado a ambos hace rato.

Cuando por fin logró desabrochar la correa de la hebilla, procedió a bajar de un tirón la cremallera para deshacerse de mis pantalones y seguidamente de mi ropa interior, de modo que quedamos los dos completamente desnudos y expuestos al otro. Noté como San me dedicaba una mirada de arriba a abajo sin molestarse en disimular, mientras acariciaba mi sexo con su gélida mano. Acto seguido, clavé mis caninos en el envoltorio y, con un movimiento seco, torcí mi cuello hacia un lado mientras que mi mano que sostenía el preservativo se mantenía firme agarrando el plástico para conseguir abrirlo. Escupí el trozo de envoltorio que se había quedado pegado a mis labios, saqué el condón del mismo y me lo enfundé. San rodeó mi cintura con ambos brazos, pero antes de que pudiera realizar un solo movimiento le di la vuelta hábilmente y, para su sorpresa, lo estampé de bruces contra la estantería, provocando que esta se moviera ligeramente por el impacto y la sala se llenara con el ruido de los golpes de los cientos de cristales de las botellas. Me coloqué en su entrada y de una embestida entré en él.

De un momento a otro, mis caderas chocaban contra las suyas cada vez con mayor energía, incrustándome hasta el fondo en su interior. Tanta efusividad desprendían mis movimientos que la estantería no hacía más que balancearse, haciendo que las botellas almacenadas en ella chocaran entre sí avisando de su posible caída. Aunque en aquellos momentos me importaba más bien poco que se me cayera una botella encima con tal de no parar. Aquellos sonidos que servían como advertencia quedarían enterrados por el sonido de la música que se escuchaba más allá de la puerta del almacén, junto con cada jadeo, cada suspiro, cada golpe; primero con relativa suavidad, que no tardó en desatarse en un subidón de lujuria que junto a las copas de más terminaría por cegar gran parte de mis sentidos. Total, nadie nos iba a escuchar en un lugar tan recóndito. Mis manos estaban colocadas a ambos lados de su cintura presionando con tanta fuerza que probablemente le dejaría la marca de mis uñas. Gotas de sudor se deslizaban tanto por mi cuerpo como por el de San, que parecía tan rendido al éxtasis del momento como yo lo estaba. En un impulso, agarré el sedoso cabello con mechas rojas de mi contrario y tiré de él con la suficiente intensidad como para acabar arqueando su espalda, decorada por un enorme y detallado tatuaje de peces koi y flores de loto de estilo oriental que la cubría por completo. Sus manos se aferraban contra la estantería para evitar perder el equilibrio mientras que el resto de su cuerpo se dejaba llevar por el placer.

Y esa fue, en resumidas cuentas, la pieza que inició el efecto mariposa. Como yo buscaba, lo que parecía un lío de una noche acabó repitiéndose más y más noches con una frecuencia cada vez mayor. Hasta el punto de que se extendiera el rumor de que éramos novios, estábamos saliendo o algo por el estilo. No los culpo, nuestra conducta podría confundir al estudiante universitario promedio, sumado al hecho de que compartimos piso. Pero nada más lejos de la realidad. Aquello era por diversión, sin ningún tipo de compromiso, y sin excluir a terceras personas en el juego. Tal vez la mejor etiqueta para describir nuestra relación era la de amigos con derechos, amantes o derivados.

De repente, una fuerte mordida de San en mi labio inferior me hizo salir del trance de recuerdos en el que me había hundido. Pensar que todo aquello pasó hace ya dos años y los únicos cambios que habían ocurrido eran a mejor. El de ojos miel finalmente dio con mi cremallera y yo con la suya, que procedimos a bajar simultáneamente y acto seguido, bajar la ropa del contrario desesperadamente; procurando no separarnos de los labios del otro hasta que ambos nos quedamos completamente desnudos. Nuestras manos comenzaron a recorrer el cuerpo contrario que ya nos conocíamos de memoria, pero que cada vez nos sorprendía con algo nuevo. Nuestras pieles se rozaban cada vez más bruscamente y yo estaba pendiendo de un hilo para acabar perdiendo los papeles, listo para dejar la moral de lado una noche más.

De nuevo, nos disponíamos a reeditar aquel primer encuentro hasta que el amanecer nos marcara el momento de recobrar la cordura.

⎈⎈⎈

Finalmente, pareció que conseguí reconstruir lo ocurrido la noche anterior satisfactoriamente. Sentía que aún tenía lagunas de lo sucedido y me dolía la cabeza considerablemente. Al menos parecía que los insoportables cacerolazos habían acabado para no volver, ¿qué hora se suponía que era? Me di media vuelta y estiré mi brazo con todas mis fuerzas hacia la mesita de noche para alcanzar el despertador.

Las 11:32 A.M.

Qué más dará. Por que faltara a un par de clases no iba a pasar nada. Dejé escapar un fuerte bostezo y me acomodé para seguir durmiendo, quién sabe a qué hora nos dormiríamos anoche. Desde luego, no entendía como San podía estar tan activo y sin signos aparentes de resaca. A la lista de cosas que nunca comprenderé.

Pero justo cuando parecía que me sumergía de nuevo en el extraño mundo de mis sueños, rozando la fina línea que me hacía dejar el mundo real, unos ruidosos pasos acelerados irrumpieron en mi habitación y sirvieron de preludio de la estridente voz de San gritándome de nuevo:

一 ¿Pero tú piensas hacer aparecer una puerta mágica hasta Gangnam?

一 ¿Puerta mágica? ¿Gangnam? 一 Pregunté incrédulo con voz ronca y sin siquiera abrir los ojos, todavía estaba medio dormido 一 ¿En qué momento me parecería a mí buena idea irme hasta el distrito más malditamente burgués y pijo de toda la ciudad, que además está en el quinto pino?

Hubo un par de segundos de silencio y por un instante pensé que estaba hablando en sueños y San nunca había entrado a la habitación. Ojalá hubiera sido así.

一 Espera 一 Hizo una breve pausa 一 No me digas que no te acuerdas.

一 ¿Acordarme de qué? 一 Le contesté cada vez más molesto, no habría dudado en pulverizarlo si hubiera tenido la oportunidad.

Mi compañero de piso empezó a reírse ruidosamente. Ahora sí que no entendía absolutamente nada.

一 Luego el irresponsable soy yo, mira que tener que estar velando por tu futura carrera como modelo.

En aquel momento el rompecabezas pareció resolverse por arte de magia. Me levanté de un salto de la cama y mi corazón aceleró de cincuenta a cien abruptamente. Cogí mi móvil rápidamente y lo encendí.

Viernes 16 de marzo de 2007, 11:49 A.M.

Ya decía yo que se me estaba olvidando algo.

一 ¡Hostia tú, el casting! 一 Grité casi sin pensarlo mientras que San se quedaba atónito por mi reacción, probablemente aguantándose las ganas de burlarse de mí descaradamente.

Fui corriendo hasta el armario y me vestí lo más rápidamente que pude. Ni siquiera me molesté en abrocharme la cremallera del jersey o el cinturón, mucho menos en colocarme la chaqueta de cuero correctamente. Como tardara un segundo más de lo estrictamente necesario no iba a conseguir llegar antes de las 13:00 a la sede de Sagwa, hora límite para finalizar el casting.

Maldición, ¿cómo había transcurrido el tiempo tan rápido? Parecía mentira que hubiera pasado ya una semana desde que por casualidades del destino decidí presentar una solicitud para el puesto. O mejor dicho, por necesidad económica. No sabía exactamente qué tipo de personas iba a encontrarme o si siquiera iba a tener algún tipo de oportunidad, pues mi experiencia en el sector era nula. Nuevamente, me dije a mí mismo que no tenía nada que perder mientras me concentraba en arreglarme en un tiempo récord.

Tal vez había llegado el momento de que alguien le diera una vuelta de ciento ochenta grados a una industria que pretende alcanzar e imponer una falsa idea de perfección.

Ni siquiera pude desayunar antes de salir corriendo hasta el exterior del edificio como si se tratara de una maratón. En cuanto cerré la puerta principal, pude oír claramente como San estallaba en carcajadas, el muy desgraciado. Pero no le tomé ninguna importancia; estaba más que acostumbrado, además de que no me sobraba ni una milésima de segundo. Arrarqué mi moto y comencé el viaje hasta la otra punta de Seúl, estaba tan ensimismado por llegar a la hora que no caí en que no me había puesto ni el casco de la moto.

A estas alturas con que la policía no me parara y me quitara el carné de conducir me daba por satisfecho.

⎈⎈⎈

一 Rechazado. Que pase el siguiente.

Después de soltar la sentencia, el diseñador pelirrojo se recostó en su sillón giratorio con una mueca aburrida en la cara. Estiró el brazo para alcanzar el cartón del capuccino y se lo llevó a los labios con la mirada perdida en un punto aleatorio, ignorando completamente al chico alto de pelo azul celeste que había frente a él.

一 WooYoung, ni te molestes en hacer las fotos. No merece la pena gastar carrete.

El nombrado se congeló momentáneamente y bajó despacio el objetivo, cumpliendo la orden bastante sorprendido por la velocidad de su jefe en denegar al candidato.

YunHo frunció el ceño y se quedó observando atónito al diseñador. Apenas acababa de entrar por la puerta, ¿cómo que estaba rechazado? Tomó aire y con un gran esfuerzo por parecer educado, se dirigió de nuevo al pelirrojo:

一 Señor Kim, no soy quien para cuestionar su elección, pero no me ha dado la oportunidad siquiera de mostrarle mis capacidades.

HongJoong arqueó las cejas, era el primer candidato que tenía las agallas de replicarle.

一 No la necesitas. Simplemente con verte sé que no eres apto para el puesto 一 le contestó con arrogancia.

YunHo se cruzó de brazos y echó una mirada general al estudio donde se encontraban, buscando si por casualidad el CEO de Sagwa se encontraba entre los trabajadores que caminaban de un lado para otro arreglando la iluminación del set. Sus padres eran unos influentes accionistas de la empresa, y si el director de la misma lo reconocía, tendría una ventaja asegurada.

一 Me gustaría hablar con el Director Choi acerca de esta decisión 一 Espetó el de pelo celeste con aura de seriedad y manteniendo su postura recta.

El pelirrojo casi se atraganta con el café al escuchar aquella oración ¿Quién se había creído aquel chico como para exigir hablar con su jefe?

Fichu effondré 一 Murmuró HongJoong entre dientes y bajando la mirada. Acto seguido subió el tono de nuevo 一 Las decisiones sobre el casting recaen única y exclusivamente en mi autoridad. No tengo más que decir.

一 Ya empezamos... 一 Pensó el fotógrafo en voz alta sobándose el entrecejo.

Al estudiante de medicina le estaba costando cada vez más aguantar las ganas de violentarse. Aquel diseñador era mucho más arrogante y testarudo de lo que jamás hubiera imaginado. Tocaba hacer uso del plan B.

一 No sé si lo sabrá, imagino que sí, pero mis padres son unos importantes accionistas de Sagwa a los que no les importaría en absoluto aumentar su inversión si ven que su hijo ha conseguido el puesto de modelo.

El pelirrojo se echó a reír ruidosamente cuando escuchó aquel dato:

一 ¿Me estás intentando sobornar? ¿Amenazar, tal vez? Estás tratando con la persona equivocada, no creas que unos cuantos millones de wones de más en mi cuenta bancaria van a cambiar mi decisión ni tu carencia de talento. Estás perdiendo el tiempo así como lo estoy perdiendo yo, vamos a terminar ya este sinsentido de una vez para que pueda continuar buscando a mi musa ideal.

Dicho esto, HongJoong se giró hacia su fotógrafo y le hizo una señal con la cabeza que daba a entender que dejara pasar al siguiente candidato. Este se activó de golpe y se retiró a cumplir la orden.

Una vez solos, el diseñador torció la vista pasando completamente de YunHo. El estudiante estuvo muy tentado de acercarse y cruzarle la cara al chico con toda su mano abierta. Sin embargo, tomó una gran bocanada de aire, y trató de controlarse para no empeorar la situación más de lo que estaba. Dio media vuelta y salió del estudio, no sin antes cerrar dando un fuerte portazo.

En cuanto el de pelo celeste abandonó el set, WooYoung se dirigió a HongJoong, atónito por el comportamiento del candidato:

一 ¿No crees que te has pasado? 一 Le reprochó.

一 ¿Y que se haga falsas ilusiones pensando que podía llegar a tener algún tipo de oportunidad para conseguir el trabajo? Ni de coña, este mundo no funciona así. El puesto hay que ganárselo, no comprarlo.

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