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Cap 13; bad romance

— Espero que hayas hecho muchos hoyo en uno, cariño — Espetó con marcado sarcasmo.

MinGi miró confundido la espalda de su novia. Creía haberle dicho que iba a hacer un proyecto para la universidad, ¿cómo sabía que había estado en el campo de golf de la finca de YunHo?

— Lanita bonita, no sé de qué me estás hablando.

Lana se dio la vuelta en el sofá, barriendo el aire dramáticamente con su larga melena rubia y lacia, con cuidado de no desestabilizar demasiado a su perrito Zar Nicolás III que descansaba apaciguadamente sobre sus muslos, con el flequillo coquetamente recogido con un pasador y con el rastro de los dedos de su dueña por todo su lomo.

— Los mensajes que te envió YunHo no dicen lo mismo.

Manteniéndole la mirada, MinGi frunció el ceño.

— ¿Has mirado mis mensajes? — Le cuestionó claramente molesto.

— Si no querías que viéramos juntos High School Musical y descorcháramos la botella de vodka que me regaló mi tío podrías habérmelo dicho, ¿no crees? Las mentiras son inyecciones de veneno en una relación.

— Eso no es justificación para que mires mi móvil sin mi permiso.

— MinGi cielo, me has mentido. No trates de ir de víctima.

— ¿Me estás llamando víctima? ¿Tú a mi?

— ¿Sabes qué? — estalló dando un golpe sobre la mesa — Estoy harta. No sé en qué momento pensé que era una buena idea volver a salir contigo con lo mal novio que eres y la manera tan tosca con la que me tratas. ¡Que te jodan!

MinGi dejó escapar un pesado suspiro mientras observaba a su novia intentando provocarse el llanto. Era ya la tercera vez que pasaba lo mismo en una semana. De hecho, había llegado un punto en que lo normal entre ellos era pelear cada dos por tres; lo raro era que no lo hicieran.

Probablemente la gente que ponía la relación de MinGi y Lana como la aspiración de todo universitario promedio, no tenía ni idea de que estos pasaban por al menos cuatro rupturas por mes, y que igualmente acabarían casados con tres hijos que llamarían a YunHo tío sin saber que MinGi y YunHo no compartían ningún lazo de sangre. Si todavía siguieran en el instituto habrían sido rey y reina del baile de graduación un año consecutivo más, sin lugar a dudas.

Además, todo su Tuenti estaba repleto de las imágenes de parejita más pastelosas que pudieran existir, las cuales eran borradas y resubidas cada vez que cortaban y volvían (el récord a la ruptura más corta lo tenía el maravilloso diecisiete de octubre del 2006 con solo dos horas y cuarenta y dos minutos desde el "No te soporto, cortamos" hasta el "Oh, cuánto me equivocaba. Te quiero muchísimo, regresemos a la normalidad" y todo lo que viene después). En estos casos MinGi solía acudir a YunHo y decirle algo similar a "Tío, he roto con Lana." a lo que YunHo contestaba con un "¿Otra vez?, pero si pasado mañana estaréis juntos de nuevo." y MinGi reafirmaba con "Que no tío, esta vez es en serio." Efectivamente, en un intervalo que podía variar entre unas horas y un par de días, MinGi le anunciaría a YunHo que había vuelto con Lana, a lo que YunHo se resignaría y contestaría con un simple pero efectivo "te lo dije".

— ¿Por qué este tipo de conversaciones solo las tenemos cuando yo quedo con YunHo? — Protestó MinGi— Como si tú no hicieras lo mismo semana tras semana con tus amigas. Que por cierto, son todas unas víboras, ni siquiera a ti te caen bien. Siempre me las criticas a sus espaldas

Lana abrió mucho sus ojos enmarcados con pestañas postizas, las mismas que le había probado a MinGi en el centro comercial antes de comprarlas para ver como quedaban, y dio una gran bocanada para sus adentros, visiblemente ofendida.

— Por no mencionar a esa estúpida rata bola de pelo a la que estoy seguro de que le prestas más atención que a mí — Dijo señalando a Zar Nicolás III que Lana sostenía amorosamente entre sus brazos. En verdad, MinGi había pensado más de una vez en defenestrarlo, quizás echarle un poco de matarratas en el cuenco de su comida, pero decidió guardarse los comentarios para sus adentros.

En aquel momento, la pelota antiestrés estaba en el tercer cajón de su mesilla y oh, como la echaba de menos. Sabía que en estos momentos daba igual cuánto discutiera con Lana o le echara en cara todo lo que le molestaba, que la única vía de escape posible sería otra nueva ruptura.

— ¡Pero si me lo regalaste tú por nuestro primer aniversario! ¡¿Cómo osas mancillar con esas crueles palabras tal representación de nuestro amor?!

— Lana, por favor, no empieces — Resopló frotándose las sienes.

— Claro, mucho mejor que me calle para que puedas irte con tu amiguito YunHo cuanto antes, ¿no? — Arremetió Lana— Si tanto lo quieres no sé por qué me pediste salir a mí y no a él. Propónselo, a ver que te dice. Seguro que acepta, ¿no crees?

Lana sabía bien lo que YunHo era para MinGi. Sabía que si MinGi tenía que hablar de algún problema con alguien, acudía a YunHo; sabía que si MinGi necesitaba ayuda, se la pediría a YunHo. Bien sabía que esos dos se habían confiado la vida entre ellos, y que si alguno le pedía al otro de pegarle un tiro a alguien, este lo haría sin dudar independientemente de quien fuera el objetivo. Lana envidiaba a YunHo porque MinGi nunca, nunca saltaría tan a la defensiva si alguien se metiera con ella (que no solía ser el caso, pero eso no quitaba que MinGi no se pudiera comportar como su príncipe azul pomposo y lovey-dovey de vez en cuando), y porque la conexión que tenían esos dos era algo a lo que ella jamás podría aspirar en su vida. MinGi adoraba a YunHo, más que como un hermano, como un trozo de él mismo al que no toleraba que los demás lo ningunearan.

Y la joven acababa de mencionar el tema intocable para MinGi: su imperecedera amistad con YunHo. En cierta manera, MinGi podía aguantar los berrinches de su novia y todos los adjetivos calificativos que le dedicara a su persona, no era más que la rutina habitual de su relación. Pero de ahí a tomarla con su mejor amigo había una línea que nunca pensaba cruzar.

— Creo que lo mejor es que te vayas por hoy.

— ¡¿Me estás invitando a irme de tu casa?! — Reprochó indignada. Propiciándole un abrazo tal a su pequeño perro que el pobre casi se quedó sin respiración, se levantó velozmente del sofá para colocarse cara a cara con su novio — ¿Así de cruel eres?

— Efectivamente, te estoy echando de mi casa. Por hoy ha sido suficiente. Ahí está la puerta.

— ¡Song MinGi eres un- un...! ¡Ajjjj!

Lana se resignó, y con un ágil movimiento de mentón hacia arriba se dio media vuelta caminando en dirección a la puerta. Se detuvo abruptamente justo antes de girar el pomo y se giró hacia su novio con su clásica mirada fría y pretenciosa.

— Espero que no se te olvide la cita de mañana para desayunar en la nueva pâtisserie que han abierto en Gangnam — dijo con firmeza — ¿O también has hecho planes con tu YunHito? Si es así, mejor dile que se venga. Total, parece que el aire no entra en vuestros pulmones si no estáis pegados como lapas.

Y dicho esto salió de la inmensa mansión dando un portazo. MinGi pensó que, ahora que se había quedado solo, sería capaz de calmarse. Se equivocaba.

Lo normal en este tipo de situaciones era que Lana cortara con él, sin embargo, el transcurso normal de las cosas había sido alterado y eso le daba más quebraderos de cabeza que tranquilidad.

Como ya se había vuelto una costumbre, abrió un cajón en búsqueda de algún papel que ya no le fuera útil y se dirigió a uno de los baños de su vivienda. Rompió un pedacito del mismo y sacó un mechero del bolsillo de su pantalón. En apenas unos instantes el papel comenzó a arder y transformarse en un pequeño montón de ceniza.

MinGi quedó ensimismado mirando la pequeña llama que iba aumentando su tamaño para consumir el papel por completo. Repitió la acción, una, dos, incontables veces hasta que se dio cuenta de que había acabado quemando un tema entero de sus apuntes del año anterior. Era un mal menor teniendo en cuenta que había canalizado la ira en forma de un puñado de cenizas.

En ocasiones, MinGi se preguntaba por qué Lana y él habían entrado en un círculo vicioso de romper y volver a ser pareja sin fin aparente. Cualquiera en su sano juicio habría finalizado una relación así de una vez por todas hace bastante tiempo, pero para MinGi no era tan sencillo. Lana y él salían juntos, así eran las cosas desde que empezaron la universidad y así debían seguir siendo, no había necesidad de implementar cambios si su vida estaba estable de aquella manera. Además, exceptuando estas pequeñas riñas, MinGi apenas conocía otras personas con las que congeniara tan bien sin contar a YunHo. Y de alguna manera, era reconfortante poder compartir sus mayores preocupaciones con otra persona sin tener que recurrir a quemar objetos.

MinGi suspiró, abrió el grifo del lavabo para que las cenizas se fueran por el desagüe. Abrió la ventana para ventilar y comenzó a rociar sin piedad el ambientador Nenuco importado para que se fuera el olor a papel quemado.

Cuando consideró que todo el baño había regresado a su aspecto normal, se dirigió de nuevo al salón, se dejó caer en su sofá y, con la columna vertebral para nada en una posición sana, comenzó a teclear el número de YunHo. Había que mantener la tradición de comunicarle que había vuelto a discutir con Lana, aunque esta vez no hubiera desembocado en ruptura.

Apenas sonó una vez, YunHo le cogió el teléfono.

⎈⎈⎈

"Hey hey hey, adivina lubina ( ̄▽ ̄)ノ Tienes el día libre yay. El fantástico moi tiene muchos quehaceres oioioi ╮( ˘ 、 ˘ )╭ tengo mucho trabajo (x_x), tú sabes a qué me refiero ☆⌒(ゝ。∂)

Ya hablamos mañana. Te me cuidas, eh ( ͡☉ ͜ʖ ͡☉) Chao chao, besitos mandarina mwah UWU<3"

WooYoung cerró su móvil acompañado de un suspiro de satisfacción. Día libre, ya casi había olvidado lo que se sentía al escuchar esa combinación de palabras. Un día entero sin escuchar la voz de HongJoong reventándole los tímpanos. Sin embargo, su momentánea euforia se esfumó cuando recordó que debía usar ese tiempo para poner algo de orden en su desastroso hogar.

Llevaba varias semanas haciendo turnos con horas extras durante los cuales no tenía apenas tiempo para sentarse a descansar, pues cuando HongJoong lo veía sentado lo mandaba a por un café; luego se quedaba hasta tarde escuchando sus quejas y sus problemas cotidianos de burgués primermundista mientras terminaba de rellenar el informe del día. Cuando llegaba a casa, su abuela octogenaria lo esperaba. WooYoung hacía la cena (arroz y col para ella, fideos instantáneos para él), entonces iban a los baños públicos, se duchaban y para cuando regresaban a casa, WooYoung no tenía fuerzas para ordenar ni limpiar nada. Acostaba a su abuela y él la seguía después de tragarse su rutinario orfidal de 5 miligramos.

Al día siguiente, se despertaba antes del amanecer, con unas ojeras que le llegaban hasta la barbilla, se ponía la misma chaqueta vaquera con la que iba siempre, y salía sin desayunar para que le diera tiempo a coger el metro de la primera hora y poder llegar así a tiempo a su puesto. Esa misma rutina un día tras otro, y tras otro, y tras otro. Como consecuencia, el fregadero estaba hasta los topes de platos sucios, su ropa estaba amontonada en dos sillas viejas, medio clasificada entre la que estaba muy sucia y la que podía volver a ponerse otro día (porque solo le daba para ir a la lavandería una vez cada semana), y sus pastillas estaban mezcladas con las de su abuela y cada mañana tardaba sus buenos dos minutos en identificarlas, lo cual le suponía una gran pérdida de tiempo.

Si bien WooYoung no se encontraba del todo descontento con su vida, más que nada porque ya se había acostumbrado a ella, sí que una fuerte frustración aparecía de vez en cuando por verse incapaz de mejorarla. Por supuesto era mejor vivir en una pequeña casa de dos estancias en la que su abuela y él dormían en la misma habitación con sus futones colocados estratégicamente para que no les cayera agua por culpa de las goteras mientras soñaban, que estar durmiendo en un banco de un parque perdido en las afueras de Seúl. No obstante, WooYoung continuaba soñando con salir de esa burbuja de miseria y humedad que representaba su casa en uno de los barrios de la luna de la periferia de Seúl. Aunque era perfectamente consciente de que probablemente todo se quedara en solo eso, un sueño.

Si bien HongJoong no era totalmente santo de la devoción de WooYoung, se había ofrecido a darle apoyo económico y moral si así lo requería, además de haber intentado presionar a JongHo inútilmente para que le mejorara el salario alabando sus dotes artísticas que, según HongJoong, debían ser remuneradas (porque HongJoong no trabajaba con cualquiera y WooYoung tenía talento, aunque WooYoung mismo no tuviera tanta confianza en él como HongJoong), lo cual a WooYoung no le hacía mucha gracia porque lo último que necesitaba en su vida era llamar de esa manera la atención del CEO. Realmente HongJoong podía llegar a ser una persona encantadora si se lo proponía, lástima que su mono por el Starbucks fuera superior los lunes por la mañana. Aún así, WooYoung se lo agradecía enormemente y lo consideraba una persona sorprendentemente agradable, aunque hubiera rechazado su ayuda económica todas y cada una de las veces que el diseñador se la había ofrecido. No entraba dentro de su código moral aceptar limosna de burgueses, por mucho que la intención fuera buena. Mientras que el sueldo que él mismo conseguía le llegara para subsistir y mantener a su pobre abuela no tenía pensado aprovecharse de la caridad de HongJoong.

Para dejar de autocompadecerse, WooYoung se convenció de que se le presentaba un muy buen día. Desayunó tranquilamente con su abuela mientras la brisa primaveral se colaba por la puerta corredera abierta de par en par. Luego le encendió la pequeña televisión con su habitual programa matutino y él comenzó a poner un poco de orden, empezando por el montón de cajas viejas en equilibrio inestable que había en su habitación.

Entre la cantidad de basura y objetos que no sabía muy bien por qué seguía guardando, WooYoung encontró su vieja cámara réflex de los 80 cubierta de polvo y un puñado de telarañas. Su abuela le regaló aquella cámara cuando él tenía tan solo 9 años. Era una cámara que ella había conseguido a manos de uno de sus compañeros cuando era más joven y que le había confiado a su nieto cuando vio en él esa chispa de curiosidad artística que lo hacía quedarse embelesado mirando los paisajes cuando caminaban despacio al amanecer para ir al trabajo. Aún recordaba la primera vez que tomó una fotografía, quedando cautivado al ver cómo un pequeño trozo de realidad podía quedarse marcado en el carrete, se podría decir incluso que esa cámara fue un antes y un después en su pasión por la fotografía. Por supuesto WooYoung no podía abandonar algo tan preciado como aquello cuando dejaron atrás Kaesong rumbo a Seúl.

No pudo evitar comparar la manera en la que imaginaba Seúl antes de instalarse ahí con la manera en la que vivía en la actualidad. Supuestamente iba a vivir "el gran sueño coreano", ese que solo había podido ver (y había sido más que suficiente para hacerlo anhelar) durante su preadolescencia en los VHS pirateados que le pasaba su mejor amigo ChangBin en secreto; en cambio se había visto de repente a sí mismo conforme dentro de un bucle de pobreza y orfidales dentro del maldito sistema capitalista.

A WooYoung solo le quedó resignarse tras rememorar aquellos recuerdos. Decidió entonces comprobar si la cámara continuaba teniendo carrete y si este no se había pasado con el tiempo; para su sorpresa, parecía que aún le quedaba capacidad para echar unas cuantas fotos de manera óptima. La felicidad pronto se apoderó de su rostro en forma de una amplia sonrisa y unos ojos ligeramente entornados en los que se acumulaban lágrimas a punto de deslizarse por su rostro. Había olvidado lo que era aquel sentimiento puro de euforia.

Y mientras esa nueva ilusión comenzaba a llenarlo poco a poco, se olvidó por completo de su tarea impuesta de ordenar y limpiar su casa.

El fotógrafo se despidió de su abuela decidido a pasar las próximas horas deambulando por su vecindario, rumbo a tomar las fotos perfectas para completar el carrete. Era un día nublado en el que los rayos de sol conseguían escaparse para darle algo de vida a la hora punta, hacía buena temperatura y la brisa sacudía suavemente el cabello decolorado de WooYoung.

Tenía una estupenda vista al horizonte dado a que su casa se encontraba en uno de los puntos más elevados del barrio, lo que le permitía observar todas aquellas viviendas de apariencia decadente con sus fachadas pintadas de los colores más variados y brillantes y unidas por tendidos de cables antiguos. Como si una mano de pintura bonita fuera a solucionar la miseria que ocultaba cada casa en su interior, más bien era un imán barato para que los turistas extranjeros idealizaran la vida surcoreana.

Comenzó a callejear en busca de algo que le llamara la atención, esas últimas fotos disponibles debían ser usadas sabiamente. Por ejemplo, una gata y su camada de gatitos mendigando en los alrededores de un puesto ambulante de pescado; o una margarita que había crecido a través una grieta del asfalto. Se aproximó cuidadosamente a ellos, observando detenidamente por la mirilla de la cámara y procurando captar la mejor imagen posible. Esperó unos segundos antes de hacer sonar el botón de la cámara con un clic, señal de que aquella imagen había quedado inmortalizada para siempre en su carrete y por lo tanto en su memoria.

⎈⎈⎈

— No, no, no, ¡no es suficiente!

HongJoong vociferaba mientras arrancó una hoja más de su cuaderno de bocetos que posteriormente sería arrugada hasta formar una bola y tirada a la papelera de su despacho al otro lado de la habitación con la suerte de que consiguiera encestar (lo cual era prácticamente imposible ya que la papelera estaba llena). Había perdido la cuenta de las veces que había realizado el mismo orden de acciones en esa mañana, a este paso no solo iba a necesitar un cuaderno nuevo, sino replantar un bosque entero.

El diseñador resopló, estiró sus manos y se recolocó de nuevo en la silla de su despacho. Los litros de café que había estado bebiendo durante toda la tarde y que solían ayudarle a concentrarse tampoco estaban siendo de ninguna ayuda. No sabía qué le pasaba hoy que su productividad había caído en picado. Intentó identificar de dónde venía esa repentina falta de inspiración. No era culpa del incidente de su vestidor, aunque cada vez que se acordaba se le hinchaba una vena en el cuello; tampoco era culpa de la presión constante de JongHo amenazándolo con despedirlo si no sacaba una colección ya, que había recibido demasiadas prórrogas para ello y su paciencia estaba alcanzando un límite. Es más, HongJoong no sabía que JongHo podía llegar a tener tanta paciencia con él.

Intentó tomar el portaminas de nuevo y trazar algunas líneas, pero la simple inclinación de las mismas le molestaba. HongJoong se consideraba una persona muy perfeccionista, pero nunca había alcanzado tales niveles de autoexigencia, nada le parecía lo suficientemente bueno como para hacerle justicia a vestir a un modelo tan atractivo como SeongHwa. Bastaba que levantase el lápiz del papel como para que su mente juzgara que era horrible, y como siguiera mirándolo unos segundos más, pasaba de horrible a directamente el mayor desastre de la historia del diseño de moda.

Podía visualizar con claridad cómo sería el gran día del desfile: la multitud aplaudiendo y tomando notas de todas aquellas tendencias que HongJoong impulsaría esta temporada, la luz de los focos iluminando cada movimiento de los modelos que, a su vez, sería inmortalizado por las cámaras de televisión que emitieran el desfile en directo. Tenía pensado hasta el color que tendrían las sillas de los invitados (fucsia, por supuesto) y, sin embargo, cada vez que intentaba pensar en el joven modelo luciéndose por la pasarela, caminando elegantemente después del curso intensivo de aprender a caminar sin parecer una muñeca mal articulada que le iba a proporcionar, llevando los flamantes conjuntos que él mismo iba a diseñar una parte de su interior se estremecía y dejaba escapar un pequeño pero placentero suspiro. El siguiente paso era intentar afinar aquella visión para conseguir visualizar el conjunto perfecto, pero no importaba cuántas veces lo intentara, porque su mente siempre decidía dejar de funcionar.

El orden iba así: dibujaba tres rayas siguiendo su más pura intuición artística (esa que nunca le había fallado), se enfadaba con la hoja y la arrancaba sin piedad, luego se enfadaba con él mismo y a continuación consideraba una buena opción golpearse la cabeza contra el borde de la mesa a ver si eso le ayudaba a aclarar sus ideas. Se abstenía de aquello cuando se recordaba que un chichón en medio de la frente no era para nada elegante. Y entonces poco a poco se abstraía y comenzaba a soñar despierto, hasta que su mirada perdida diera con los dígitos de su reloj digital, se deprimiera al ver cuántas horas llevaba ahí sentado y se levantara a hacerse otro café (lo único que no le había decepcionado hasta ahora, pero viendo como llevaba el ritmo, estaba a punto de considerar el café como otro traidor más hacia su impecable productividad).

HongJoong sabía muy bien que la inspiración no podía ser invocada por medio de ningún ritual esotérico, pero en estos años que llevaba dedicándose a la moda nunca jamás le había fallado. Se negaba a aceptar que fuera algo casual y estaba claro que, como no resolviera lo que quiera que fuese que no le dejaba trabajar en paz, iba a estar en problemas. Pero no solo él iba a acabar él en problemas, tenía demasiadas personas a su alrededor influidas por sus acciones, no podía defraudar a nadie, además tenía una imagen que mantener. Eso quería decir que no solo él se vería afectado por sus errores, sino también WooYoung, JongHo, su equipo de producción y en definitiva Sagwa entera. Si le daba por dramatizar más la situación, la industria de la moda en su totalidad.

Y Park SeongHwa, sobre todo él.

Fue entonces cuando HongJoong consiguió unir las piezas del puzzle y se dio cuenta de que el diablo no vestía de Prada, sino más bien con una cazadora de cuero de dudosa procedencia y lo miraba con los ojos más hipnotizantes que HongJoong había conocido nunca.

Entonces HongJoong ancló los codos sobre la mesa y se sostuvo la cabeza durante un buen rato. De repente notaba preocupación bullendo en el interior de su mente. ¿Estaba preocupado por él? ¿Por la fecha de entrega? ¿Por SeongHwa? ¿Por qué SeongHwa era un problema? ¿Se le podía llamar a eso problema? ¿O el problema lo estaba teniendo él?

HongJoong cayó en que no podía manejar él solo la situación, así que lo mejor era pedir ayuda a las personas que mejor lo comprendían: sus madres. Con un poco de suerte y si llamaba ya, no estarían durmiendo todavía.

El diseñador sabía desde una edad bastante temprana que era un hijo adoptado, y aunque siempre le quedaría una pequeña brizna de curiosidad acerca de quiénes eran sus padres biológicos, no era algo a lo que le diera especial importancia. Ni siquiera utilizaba el apelativo "madres adoptivas" porque le parecía una falta de respeto a las personas que más se habían preocupado por él y gracias a las cuáles pudo perseguir su sueño de convertirse en diseñador de moda y estudiar la carrera en la Universidad Nacional de Seúl.

Encendió el ordenador de sobremesa con pantalla curva de su escritorio y esperó hasta poder iniciar una llamada de Skype. Su expresión cansada y consecuencia de haberse tomado un café tras otro rápidamente cambió a una brillante sonrisa tan pronto como consiguió ver el conjunto de píxeles en los que se habían convertido sus madres por culpa de la nefasta calidad de vídeo. A HongJoong le gustaría poder observarlas y abrazarlas como si estuvieran a su lado en la oficina de Sagwa y no en Montreal, pero era mejor ver píxeles que nada.

HONGJOONG, MY DEAR, MON CHÉRI, MON PETIT POU! — Gritaba su madre a través de la pantalla, moviendo los brazos como si quisiera traspasar la cámara para apretar las mejillas de HongJoong hasta que este se quejara— HOW IS MY BELOVED SON DOING? OH MY GOODNESS WE'VE MISSED YOU SO MUCH SO, SO, SO MUCH!

Oh god Karen, baja la voz que vas a romperle los tímpanos a nuestro niño — Intentó serenarla su otra madre.

— ¡Mamá, ya no soy un niño! — Protestó HongJoong haciendo un puchero— Anyways, os he echado tanto de menos yo también. Os mando a bunch of besitos virtuales.

Don't worry, HongJoong. Estamos aquí cuándo y para lo que necesites, aunque estemos separados por el Océano Pacífico. Y en cuanto llegue el verano, nos vamos a ir un mesecito entero a Seúl contigo yes que yes. Vamos a comer pancakes diariamente y haremos sesiones de cine francés todas las noches. Y, dear HongJoong, ¿a qué se debe tu llamada? Ayer mismo estuvimos chateando durante horas.

— Pues... precisamente os he llamado tan de repente porque realmente necesito vuestra ayuda ahora mismo — HongJoong bajó la mirada, afligido. Intentaba buscar las palabras correctas para intentar explicarle a sus madres algo que ni él mismo terminaba de entender— Digamos que un... un amigo. Sí, un amigo, tiene un pequeño problema de concentración... y de inspiración también en el trabajo, y no sé muy bien cómo ayudarlo ya que no sé... digo, él, no yo, no sabe muy bien a qué viene sentir algo así como un, digamos ¿pequeño paro cardíaco? Cada vez que piensa en... cierta persona.

Sus madres se quedaron mirando un momento antes de reír suavemente al unísono.

— HongJoong, sweetie. ¿Por qué utilizas el cuento de tu supuesto amigo para referirte a ti mismo todavía? Pensabámos que ya era cosa del pasado.

— ¡No me refiero a mí! — Protestó HongJoong, aunque era más que consciente de que no le iba a servir de nada seguir con la farsa del amigo a partir de ahora.

Oh gosh —dijo su madre coreana levantándose del sofá — Karen, voy a hacer chocolate, que esto va para largo.

— Yuri, darling, tráeme una mantita también ya que vas.

HongJoong decidió callarse hasta que su madre coreana regresó con dos tazas de chocolate caliente casi más grandes que sus manos y una mantita con estampado navideño. Cuando las dos se volvieron a acomodar frente a la pantalla, su madre canadiense tomó la palabra con una gran sonrisa.

— HongJoong, mon chouchou, ¿has contemplado la posibilidad del amor?

HongJoong se atragantó con el poco café que todavía le quedaba al fondo de la taza.

— ¿¡Pero qué dices, mamá!?

— LOOOOVE~

HongJoong quedó completamente paralizado por unos instantes y sintió su cara entera ponerse del color de su pelo. ¿Estaba enamorado? Él no lo creía así, al menos no todavía, no conocía a SeongHwa íntimamente como para afirmar que querría casarse con él y pasar el resto de su vida a su lado, además, ahí estaba el incidente del vestidor para confirmarlo (aunque HongJoong sabía que si lo hubiera provocado cualquier otra persona que no fuera SeongHwa, las consecuencias habrían sido catastróficas para esa persona. HongJoong se odió por haber sido tan permisivo, aunque no era como si hubiera podido evitarlo). SeongHwa le atraía, eso era innegable. Cada vez que sus ojos verdes se cruzaban con los ojos violetas del mayor sentía esa extraña sensación de mariposas en el estómago, y era como si el tiempo a su alrededor se detuviera.

Así que sopesó, ¿debería creer el veredicto final de su romanticona empedernida madre? Pero hasta que no lo conociera un poco más, no sentía que aquello terminara de cuadrarle del todo dentro de su definición del amor romántico.

— Karen, please, te estás precipitando — la interrumpió Yuri — Esa es una palabra muy grande, por lo menos de momento.

Aww, Yuri honey, ¿pero no fue "pequeño paro cardíaco" exactamente la misma expresión que usaste cuando te me declaraste? El niño tiene más de ti de lo que crees. Y no le cortes, que nos va a contar sus thoughts — Se dirigió de nuevo a su hijo— HongJoong, cuéntanos más, ¿cómo se llama?, ¿cómo es?, ¿cuándo os conocisteis?, ¿qué-

Yuri silenció a su esposa con un codazo en las costillas que por poco no la hace tirar el chocolate.

— Está bien, me habéis pillado — suspiró HongJoong — Desgraciadamente, soy yo el que tiene el problema del siglo — Hizo una breve pausa antes de proseguir— No sabría muy bien cómo describirlo, pero cada vez que lo veo o pienso en él es como si sintiera una especie de fascinación extraña y no entiendo muy bien ni por qué. Creo... que podría decirse que es de las personas más bellas que he conocido, por no decir la que más. Pero realmente no lo conozco personalmente... y no sé si querría. Igual su personalidad arruina su belleza exterior, o igual su interior es aún más astonish y acabo siendo totalmente embaucado por él en su totalidad. Y estoy muy confundido, I feel lost, me estoy poniendo de mal humor y no me puedo concentrar en mi trabajo. Porque, atención mamás que os cuente lo mejor de todo: él es mi modelo. Mi fucking modelo y yo tengo que diseñar algo que esté a su fucking altura en un tiempo récord, lo cuál es prácticamente imposible. Y si tengo que asumir una sola vez más la frustración de tener que arrancar otra página de mi cuaderno de bocetos, I swear I'm gonna drown myself in the bathtub.

Calm down, HongJoong — intentó tranquilizarlo Yuri — Piensa en ello como un reto, tienes la oportunidad de vestir al modelo de tus sueños y mostrarle al mundo de lo que eres capaz, de asombrar a todos una vez más. Usa todos esos sentimientos, domínalos y consigue transformarlos en el diseño más bonito que haya visto la industria de la moda. Eres más que capaz de ello. Además, ¿no tienes día tras día una oportunidad de oro para conocerlo mejor?

HongJoong se conmovió con las palabras de su madre, con el apoyo que le daban y con la sincera confianza que tenían depositada en él. Siempre sabían qué hacer o decir para que se sintiera mejor y HongJoong no recuerda un momento desde que se instaló en Corea donde había añorado tanto el poder abrazarlas con todas sus fuerzas.

Después de tanto tiempo martirizándose por no ser capaz de crear el conjunto perfecto, se sintió abrumado por una sensación que llevaba buscando demasiado tiempo y que él mismo conocía demasiado bien: la inspiración. Fue como si las opacas cortinas que le estaban impidiendo ver la luz que desprendía aquel traje perfecto desaparecieran por completo. Necesitaba plasmarlo cuanto antes, el tiempo era oro.

— Siento tener que dejaros ya, pero no acabo de tener una idea, acabo de tener LA idea definitiva y necesito convertirla en realidad lo antes posible — Cortó HongJoong repentinamente, mostrando visible inquietud tanto en su discurso como sus movimientos— Muchas gracias por todo, de verdad, prometo que en cuanto nos veamos de nuevo os voy a abrazar hasta que se os corte la respiración.

Después de un minuto más de despedidas pomposas y pulsar sin piedad el botón de los emojis de corazones, cortaron la llamada.

HongJoong ni siquiera se la jugó a perder un segundo más de su tiempo en prepararse otro café, cogió aire y comenzó a bocetar a la velocidad de la luz sobre una de las últimas páginas de su cuaderno. Apenas parpadeó para mantener la máxima concentración, tenía que ser perfecto y exactamente tal y como lo imaginaba, si no, iría a la papelera como el resto de sus fracasos.

Y tras aproximadamente media hora que transcurrió en la percepción temporal de HongJoong como cinco tristes minutos, se quedó observando el conjunto definitivo que acababa de crear única y expresamente para Park SeongHwa, el epítome de sus sentimientos más confusos. Daba igual que intentara sacarle fallos, no los tenía. Por fin había conseguido satisfacer su propio espíritu crítico.

Ese sería, definitivamente, el conjunto con su firma que llevaría a SeongHwa a la fama.


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