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Primavera En Otoño (Milo)

Este, sí mal no recuerdo, lo escribí para el MiloShipFest en el foro de SSY.net

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Sí en ese momento alguien le preguntase sí existía algo que odiara más que la traición a su diosa, Milo, respondería que sí, sin dudarlo. Saga. No porque fuera, a sus ojos, el mayor traidor del Santuario; no porque haya intentado matar a su diosa, sino por como lo trataba a él, a Afrodita. Eso, le molestaba y frustraba más que los actos, más que condenables, que hubiese realizado el caballero de Géminis en el pasado.

Milo, quien se despedía de su amigo Camus, en ese momento, pudo observar desde los escalones que conectaban a Acuario con Piscis, a Afrodita siendo atrapado entre uno de los pilares de su templo y el cuerpo del mayor de la orden dorada. Lo peor, sabía que Saga era consciente de que él estaba ahí y por eso tocaba a Afrodita de esa manera, por eso parecía que se lo iba hacer ahí mismo, sin importar que estuvieran a la vista de todos.

Milo, apartó su vista con molestia apretando los puños, Camus, que continuaba a su lado, miró en la misma dirección y con un gesto de reprobación, se volvió hacia el de Escorpio y le palmeó el hombro en señal de apoyo, pues, para el de Acuario, no era un secreto lo que Milo sentía por su vecino.

—Será mejor que te vayas —dijo Camus viendo la tensión acumularse en los hombros del otro —y ya deberías plantearte confesarte —sugirió.

—No sé, Camus —dijo resignado —temo que me rechace, temo que siga prefiriendo a ese maldito que solo le hace daño que a mí —confesó.

—No lo sabrás sí no lo intentas, aconsejó. Milo asintió y se giró para comenzar a bajar.

Se obligó a no volver su vista mientras bajaba. Sabía que, en cuanto se perdiera de vista, Saga, iba a soltar a Afrodita; no pasarían ni diez minutos de haber llegado a Escorpio, cuando el guardián de Géminis cruzaría por su templo para ir al propio y sí, tenía el infortunio de cruzarcelo, le sonreiría cínicamente. Conocía la rutina y eso, le hacía hervir la sangre.

Nadie podía mostrar interés en Afrodita, porque Saga, lo arrastraba con él devuelta y Milo, se sentía culpable, sí no hubiera puesto sus ojos en él, quizá, Saga, no lo haría sufrir como lo estaba haciendo, en ese momento.

Géminis, no quería a Afrodita, para él, ni para nadie y lo que más le reventaba a Milo, era el hecho de que Afrodita sufría; más de una vez le había visto llorar por Saga sin que él se diera cuenta; siempre intentó mantener sus sentimientos ocultos, más por Géminis, que por Afrodita.

Claro que no pudo evitar que el de la tercera casa descubriera lo que por Afrodita sentía, porque a Saga, esos detalles no se le escapaban nunca y por eso lo odiaba, como jamás creyó odiar a nadie y como tal vez no odiaría a nadie, nunca. Pasó de largo Escorpio y salió del Santuario rumbo a la Ciudadela. Necesitaba despejarse y serenarse antes de volver a toparse con Géminis.

Caminó sin rumbo fijo, dejando que el viento otoñal le golpeara la cara y jugara con sus cabellos a placer; permitiendo que su mente solo se concentrara en el bello rostro de Afrodita, en su sutil sonrisa y los largos cabellos que se moría por tocar—o ver desparramados sobre una almohada—, mientras lo besaba—o lo torturaba con movimientos lentos mientras se perdía dentro de él, como fuera, pero siempre entre sus brazos.

Recorrió las calles del pueblo sin prestar atención a nada que no fuera su mente rememorando a Afrodita. Perdido en la fantasía de tenerlo a su lado y sopesando los pros y los contras sí se animaba a una confesión tal y como le había sugerido Camus. La tarde caía y un viento helado comenzaba a soplar, sin embargo, Milo, seguía perdido en sus pensamientos.

No se dio cuenta en qué momento había salido del pueblo y sus pasos se dirigieron hacia el bosque. Solo fue consciente del lugar en el que se encontraba por el suave sonido del río que corría en medio de los árboles teñidos de naranja, que lo hizo levantar la vista y fijarse en su alrededor. De inmediato reconoció el lugar. Se encaminó hasta un claro en el que, de pequeños, muchas veces les había servido de campo de juegos. No esperaba encontrarse a Afrodita ahí.

Lo vio sentado sobre una roca, observando fijamente el río mientras las lágrimas caían de sus ojos. Igual que las hojas caían de los árboles en aquella época del año: de manera inevitable y con un leve murmullo. El corazón de Milo, no pudo menos que estrujarse en su pecho por aquella escena. El otoño, también había llegado a su corazón.

Se acercó de manera pausada a él, sin evitar pisar algunas hojas secas para delatar su presencia, cuando estuvo cerca, Afrodita se giró para mirarlo y Milo, se perdió en los pozos azules que le miraban con la tristeza que desbordaban. Sintió la necesidad de abrazarlo, acunarlo en sus brazos hasta hacer desaparecer el dolor y dejarlo ahí para que nadie ni nada volviera a dañarlo. Volvió a pensar en el consejo de Camus. Afrodita lo miraba con el rastro de las lágrimas visible en su rostro y una expresión de enfado por su presencia. Se decidió a hablar.

—No se merece tus lágrimas, ¿sabes? —no pretendía sonar duro, pero no pudo evitar el comentario. Afrodita lo miró molesto.

—¿Tú qué sabes? —pese a la visible tristeza, su voz y su mirada se endurecieron. Milo, suspiró.

—Vales demasiado, como para que sufras por alguien que no vale la pena —dijo sincero.

—Eso no es de tu incumbencia, vete —ese era el principal problema, Afrodita siempre actuaba como sí nada estuviera pasando, siempre altanero, siempre arrogante, siempre fingiendo, pensó con tristeza Milo.

De hecho, en el Santuario, solo eran pocos los que sabían lo que sucedía entre Saga y Afrodita: los involucrados, Death Mask y Shura, por obvias razones, él y Camus, este último porque solo había sido consciente cuando el propio Milo se lo hizo notar porque necesitaba con quien desahogarse y para eso estaban los amigos.

Cuando Milo, había encarado a Shura y Death Mask, para preguntarles por qué no hacían nada, le dijeron que simplemente no podían porque Afrodita no quería ser ayudado y que lo único que podían hacer era mantenerse a su lado para que no se terminara de derrumbar. Luego, lo habían mandado a volar, con una clara amenaza de que, sí se iba de lengua, lo pagaría caro. Se decidió.

—Me importa y no me voy —se plantó delante de él, molesto por la actitud que tomaba el sueco.

—¿Qué quieres, Milo? —preguntó Afrodita en tono cansado.

—¿Realmente no te das cuenta que Saga solo...? —estuvo tentado de tomar entre sus manos las mejillas de Afrodita.

—Saga es lo único que tengo, Milo. ¿No te has dado cuenta? —interrumpió. La amargura se dejó ver en su voz, esperando que con eso, Milo, lo dejara en paz—. ¿Quién va querer estar con el traidor de Piscis? ¿O me vas a negar que es lo que piensan de mí?

Milo se quedó estupefacto ante aquella revelación, ¿quién demonios le había dicho aquello y por qué los metía a todos en el paquete? Sabía que, por lo menos, Alde, Mu, Shaka, Camus y él mismo, no lo veían así, pero eso explicaba el por qué, cuando no estaba con Shura y Death Mask, se la pasaba solo. Endureció la mirada y no pudo evitar el tono indignado en la voz.

—No sé quién te haya dicho eso o por qué lo creas, pero por mi parte te puedo asegurar que no y no solo no creo que seas un traidor... —se detuvo, indeciso sí confesarse o no.

—¿No? —preguntó incrédulo arqueando una ceja—¿entonces?

—También quiero estar contigo, sí me lo permites —confesó. Milo, miró con agrado el momento en qué los ojos de Afrodita reflejaron la sorpresa que sus palabras causaron en el bello santo. Sonrió y se acercó más a él, confiado de sí mismo. No tenía más dudas y estaba seguro que no le era indiferente a Afrodita.

—No juegues conmigo porque... —Milo lo silenció colocando su índice en los labios de Afrodita.

—El único que juega es Saga, yo...

No terminó su frase porque prefirió que sus acciones concluyeran por él. Lo besó. Lo tomó de la nuca para no darle oportunidad de apartarse, hundió sus dedos en los cabellos celestes y, aprovechó que Afrodita abría la boca por la sorpresa, para escabullir su lengua y profundizar el contacto.

Para su suerte y felicidad, Afrodita no tardó en responder a su beso, perdiéndose en el sabor de sus bocas. Hasta que la falta de aire los hizo separarse. Se miraron intensamente a los ojos, buscando respuesta a sus sentimientos.

—¿Por qué haces esto? —preguntó agitado—. Saga...

—¡Saga es un estúpido! —gritó molesto, sobresaltando a Afrodita. Acababan de besarse y él le mencionaba a ese idiota. No lo podía creer—. Lo que te haya dicho, puedes estar seguro que no aplica conmigo. Desde hace mucho que me gustas y puede que sea mucho más que eso —dijo sin un ápice de duda—, el problema es que cuando alguien se interesa en ti, Saga corre a ahuyentarlo y dañarte en el proceso, por eso es que jamás me atreví acercarme, hasta hoy. Además, no es fácil atraparte sin la compañía de tus inseparables o ese...

Afrodita, escuchaba incrédulo la confesión de Milo. No sabía qué decir, recordaba el día en que le dijo a Saga que comenzaba a sentir algo por Milo, pero con duras palabras, el santo de Géminis, le hizo notar que alguien como Milo, jamás iba a estar con alguien como él. Milo representaba todo lo que Afrodita no era. Miró directamente a los ojos de su compañero en busca de una señal de que se estuviera riendo de él, pero en ellos, solo podía ver la sinceridad que lo caracterizaba.

—Por favor, créeme —suplicó Milo viendo la duda en los ojos de Afrodita.

Milo, acarició suavemente el rostro de Afrodita, que cerró los ojos disfrutando del tacto, para luego asentir levemente. El corazón de Milo bailó de alegría. El viento seguía soplando, las hojas seguían cayendo, pero en su corazón ya no era otoño, si no una cálida primavera. 

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¡Gracias por leer!

Siento que este me quedó más dulce de lo habitual. (?) 🤔

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