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Misión (Aioros).

Aioros, ¿le sorprende?, sí es así, vuelva a leer la descripción de este libro. xD OK, no, a mí también me sorprendió cuando Aioros saltó a mi mente para postularse protagonista de esta historia y lo hizo.
Un fic bastante diferente a lo que usualmente escribo —empezando por su extensión que es más de lo que ningún otro oneshot o capítulo que haya escrito —, narrado casi en su totalidad desde la perspectiva de Aioros —o sea, Afrodita no acaparó este extenso fic, ¿qué? —, mención de personajes originales, romance al final de la historia.

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—¿¡Cómo?! —la pregunta retumbó por toda la Sala Patriarcal —. Disculpe, Santidad, pero no creo que sea correcto.

Aioros realmente se notaba sorprendido ante la misión que le habían otorgado. No creía que fuera posible, ¿espiar a uno de sus propios compañeros?, era inaudito y más porque estaba seguro que iba en contra de los deseos de su Diosa, sin embargo, no quería cuestionar las órdenes de su superior.

—Sé qué no es lo usual, Aioros —dijo Shion en tono cansado —, pero se le ha visto salir varias veces a la semana y nadie sabe decir a dónde.

—¿Y eso lo convierte en sospechoso?

—No es eso —Aioros elevó la ceja en incredulidad.

—¿Por qué simplemente no le pregunta? —volvió a cuestionar.

—Lo hemos hecho, pero se niega a dar esa información, dice que es personal.

Aioros tenía un montón de razones para negarse a «vigilar» a Afrodita, pero sí él no aceptaba le darían aquella misión a otro y por su propio hermano, tristemente, sabía que Afrodita no era bien visto en el Santuario, suspiró.

—Entiendo —dijo simplemente, aunque en su cabeza tenía un montón de objeciones y quejas —. Comenzaré hoy mismo.

—Cuento contigo —dijo Shion despidiéndolo con un gesto.

Aioros se inclinó en reverencia y salió de la Sala, no sin antes mirar de reojo a Saga, quién había escuchado todo en silencio ¿cómo él, de todos los santos, podía desconfiar de Afrodita? Estaba molesto y decepcionado, simplemente no podía entender, ni Atenea desconfiaba de él, ¿por qué los demás sí? Tenía que pensar cómo manejar aquella situación.

Miró con aprensión el Templo de Piscis, tenía la sensación de que aquella orden solo empeoraría la relación de Afrodita con el resto de la orden. Suspiró. Avanzó pensativo a través del camino de rosas que Afrodita siempre elevaba cuando no se encontraba en su templo. No había vuelto a la vida para ser el espía de uno de sus propios compañeros, pensó con tristeza.

Se apoyó en uno de los pilares que había en la entrada de Piscis tratando de despejar su mente, no se dio cuenta que el guardián del templo se encontraba subiendo por las escaleras hasta que le habló.

—Buenos días, Aioros —saludó Afrodita con voz plana, carente de emoción alguna como le era habitual.

El Arquero lo miró con sorpresa, se fijó en sus facciones perfectas que desentonaban totalmente con la mirada fría y el rictus permanente que le hacía ver como una estatua, una hermosa obra de arte que carecía de emoción alguna, pensó Aioros al notar que Afrodita le sostenía la mirada sin variar su expresión.

—Buenos días, Afrodita.

Respondió al saludo sin dejar de observarlo como si fuera la primera vez que lo viese en los casi cinco meses que llevaban de haber vuelto a la vida y tal vez era así, no estaba seguro.

—Eres libre de pasar por mi templo —dijo con ese acento monocorde que lo caracterizaba —¿o se te ofrece algo? —Aioros salió de su ensimismamiento.

—No, solo me detuve un momento para apreciar la vista de tus rosas.

—Entiendo —Afrodita se giró a ver el espectáculo de las rosas reales —. Sí me disculpas, me retiro.

Aioros lo vio perderse en los pasillos del templo y aún se quedó ahí un rato más. Mientras recorría las escaleras de Acuario pensó en visitar al maestro Dohko antes de quedarse en su propio templo, necesitaba de su consejo. Pasó de largo Sagitario y Escorpio rogando porque el Maestro estuviera en su templo, sabía que estaba en el Santuario, pero era raro encontrarlo en Libra.

Entró en el Séptimo templo en cuánto percibió que su dueño estaba dentro, lo encontró en su cocina preparando té, Dohko lo recibió con una sonrisa y lo invitó a sentarse.

—Dime —dijo el Viejo Maestro, sirviéndole una taza de té —qué te trae por aquí y con el semblante cómo sí vinieras de un funeral —quiso bromear, pero Aioros solo suspiró.

Le contó lo que había ocurrido en el Templo Principal y la orden que le había dado Shion de seguir a Afrodita, le expuso sus temores, su opinión al respecto, todo cuánto no había podido decirle al Gran Patriarca, se lo presentaba a Dohko, quién lo escuchaba atentamente mientras tomaba el té.

—Sé qué Afrodita no tiene un comportamiento ejemplar de acato y obediencia, pero tampoco es para que se le juzgue —concluyó.

—Estoy de acuerdo, Afrodita es bastante peculiar, pero, aunque tampoco estoy de acuerdo con el proceder de Shion, debe tener algún motivo para su decisión, créeme —trató de consolar —, Shion no desconfía de ninguno de nosotros, estoy seguro.

—Eso espero... —dijo sin mucha convicción sosteniendo su taza, pero sin beber de ella.

—Dime algo, Aioros —el mencionado alzó la vista —¿confías en Afrodita?

—Por supuesto que sí —respondió casi indignado. Dohko sonrió.

—Entonces, ¿qué es lo que te preocupa? Afrodita no va a dejar de mirarnos a menos, sí es que nos mira de algún modo —comentó divertido —, por esta situación, tal vez nos desprecie más, pero dudo que haya diferencia.

—¿Se supone que eso me debe hacer sentir mejor? —cuestionó Aioros tratando de reprimir una sonrisa.

—No, solo digo lo que es —se encogió de hombros —no tienes nada que perder.

El comentario fue lanzado al aire, pero Aioros sintió que había algo más detrás de todo aquello, entrecerró los ojos con sospecha, quizá el Viejo Maestro sabía más de lo que admitía. Tenía que confiar en que todo saldría bien al final, solo esperaba que su misión terminara bien, tenía que confiar en Afrodita, en Dohko y en el Patriarca.

— Tiene razón.

—Bien, supongo que eso es todo —comentó Dohko —. El deber te llama —lo despidió.

No tuvo tiempo a cuestionar nada, cuando el cosmos de Afrodita se dejó sentir pidiendo permiso para traspasar Libra, a lo que Dohko respondió sin problemas. Se armó de valor para comenzar con su pequeño encargo. «Debes descubrir a dónde va, qué hace y con quién habla y sí ves algo sospechoso, no dudes en dar aviso» esa había sido la orden y eso haría, aunque sabía que lo último sería innecesario.

Salió cuando creyó prudente, seguía los pasos de Afrodita con cautela, le vio dar vueltas por la plaza del pueblo sin hablar con nadie, sin dirigirse a ningún lugar en particular, era como sí simplemente saliera a dar la vuelta eso le pareció extraño, pero lo tranquilizó al mismo tiempo.

Los días que siguieron, Aioros lo vio hacer lo mismo por dos semanas, no entendía por qué Shion se empeñaba en continuar con aquello, para él no había duda de que Afrodita sólo salía para despejarse. Caminaba distraído y no se dio cuenta de que Afrodita estaba frente a él hasta que fue tarde.

—¿Se te ofrece algo, Sagitario?

Entonces Aioros cayó en cuenta que Afrodita todo ese tiempo supo que lo estaba siguiendo, se maldijo así mismo por no haber sido más cuidadoso, debió prever que alguien como Afrodita no era fácil de sorprender ¿cómo si no, hubiera podido estar al servicio de Arles por tantos años sin levantar sospechas?

Lo miró con culpa y a la luz de las farolas que había en la pequeña plaza pudo volver apreciar su rostro pétreo, no había enojo, sorpresa, ni siquiera un leve arqueó de cejas. Nada. Casi se enoja con Afrodita por ello, sin embargo, de nuevo la voz de su compañero se dejó oír sacándolo de sus cavilaciones:

—¿Y bien? —nada más. Aioros apartó la vista apenado, él no era Afrodita ni Camus —Supongo que no soy digno de la confianza de Su Santidad como para salir a la calle sin alguien vigilando ¿no? —cualquier otro pudo haber dotado a esa frase de un tinte sarcástico, Afrodita, no. Su voz sonaba como sí del clima se tratara.

—No es eso —finalmente encontró voz para responderle.

—Me dirás que me sigues por gusto, sería una mentira demasiado obvia, Sagitario. No entiendo por qué sí no confían en mí, me revivieron entonces —miró hacia el Santuario. Melancolía. Aioros pudo captar un pequeño esbozo de melancolía en ese leve gesto —. Me hubieran dejado donde estaba, lo hubiera preferido.

—Nuestra diosa se jugó mucho por revivirnos, Afrodita, no deberías hablar así —dijo sin ocultar su enfado.

—No se lo pedí —sentenció—. Sé que no es orden de ella el que me estés siguiendo —continuó sin permitir al otro responder —también estoy seguro que no es totalmente un deseo de Shion —Aioros lo miró sin comprender, Afrodita le regaló una ligera sonrisa de condescendencia. Casi lo deja sin respiración —. Te liberaré de tu tarea, vamos.

Aioros le vio encaminarse rumbo al Santuario. Él todavía permaneció estático en su sitio. Afrodita se había permitido expresar sus emociones frente a él, tendría que atesorar ese momento, pues dudaba que algo así se le volviera a presentar. Sintió la cosmoenergía de su compañero llamándolo y se apresuró en alcanzarlo. No tenía caso seguir fingiendo, había sido descubierto.

Las semanas siguientes, Afrodita salía poco, apenas y pasaba por el pueblo para abastecerse de alimentos y nada más. Aioros entendió a lo que se refería con liberarlo de su tarea, no saldría del Santuario, aunque Afrodita no entendía que eso significaba qué él también debía permanecer en él.

O tal vez sí, pensó el de Sagitario, después de todo, cada vez que salía, lo hacía en su compañía, pasaba por él a su templo o lo citaba en la entrada del Santuario para salir a dar un paseo, solos o en compañía de Shura y Death Mask, quiénes, de a poco, también se habían acostumbrado a su presencia.

Era común que lo vieran salir con Afrodita, muchos de sus compañeros habían querido saber el motivo, pero él siempre respondía ser asunto suyo, ni Aioria, ni los amigos de Afrodita, sabían la verdadera razón, solo ellos, Shion, Saga y Dohko.

En esas semanas pudo ver que Afrodita no variaba mucho su actitud estando solo con sus amigos, no sabía sí su presencia influyera en algo, pero le vio tratarlos igual que al resto de la orden, con un poco más de consideración, tal vez, pero no había gran diferencia. De hecho, notaba que Shura y Death Mask tenían un comportamiento similar, pero Shura era más ácido y Death, demasiado sarcástico. Eran bastante peculiares.

Aioros no pudo evitar compararlos con su hermano y sus amigos que eran más abiertos a mostrar sus emociones, decir lo que pensaban y actuar en consecuencia. El trío que, le había dado muerte, tenía más de la generación de Saga y él, que la de su hermano pese a ser casi de la misma edad, o quizá, ellos desarrollaron particularidades que ni una generación ni otra tenían, después de todo, se desarrollaron en un contexto demasiado particular.

—Aioros —lo llamó Afrodita —ya nos vamos —asintió.

Salieron del bar que frecuentaban, en aquellas salidas de grupo él siempre se mantenía aparte, no quería hacer de su salida más incómodas de lo que ya eran, por ello, siempre se sentaba una o dos mesas alejado para que conversaran más a gusto. Incluso los había visto pelear como simples humanos cuando algún incauto se atrevía a pasarse de listo.

En sus salidas a solas, Afrodita ignoraba de entero su presencia, le informaba de los lugares a los que iría y le acompañaba cuando él también necesitaba de abastecerse, todo en silencio. Aioros debía admitir que los silencios eran cómodos, no sentía la necesidad de decir nada estando en compañía de Afrodita, lo apreciaba, lo admitía, pues Aioria, Milo e incluso Dohko, eran demasiado ruidosos para su gusto.

Era sábado y tenía que reunirse con Shion para dar su informe semanal, suponiendo que Saga estaría también, pensaba en las respuestas que le daría cuando le cuestionara sus métodos, en más de una ocasión habían tenido afrentas verbales por ello, realmente no entendía que pretendía Saga con todo aquello, pues era consciente de que el que quería sacar algo de Afrodita, lo sabía porque también los había visto discutir acaloradamente, bueno a Saga, porque ni siquiera ante los constantes reclamos de Saga, Afrodita perdía el temple.

Las veces que los había visto discutir, siempre se había mantenido alejado, aunque tenía curiosidad, jamás se acercaba para intentar escuchar lo que hablaban, solo de lejos, notaba la expresión de furia de Saga y la, casi burlona, de Afrodita, siempre se quedaba hasta el final solo para asegurarse de que Saga no fuera a cometer una estupidez, como atacar a Afrodita, por ejemplo.

Sabía que Saga, era consciente de su presencia en aquellas discusiones, por eso no había tenido reparos en preguntarle por ello y la respuesta predilecta del gemelo, era: «eso es lo que debes averiguar» acompañado de un insulto no dicho en voz alta, pero que quedaba implícito en la actitud de Saga.

Su reunión se prolongó por varias horas, en las que no solo hablaron sobre el caballero de Piscis. Shion los puso al corriente de proyectos y otras cuestiones que pondrían al Santuario en orden. Aioros finalmente fue liberado de su «misión» y volvía a tomar su lugar como ayudante del Patriarca junto a Saga.

—La reconstrucción del Santuario apenas está comenzando, tenemos que poner en marcha los diversos campos de entrenamiento al rededor del mundo, los necesito a ambos enfocados en esto —comenzó Shion —Saga, estuviste al frente en mi ausencia, conoces mejor el funcionamiento del Santuario, así que me seguirás ayudando aquí; Aioros, tú supervisarás que todo se haga como se debe, es posible que también te mande a algunas misiones fuera de Grecia.

—Entendido —respondieron ambos al mismo tiempo.

Afrodita contemplaba el firmamento sentado sobre una roca, pensando en los acontecimientos de los últimos meses. Shion le había citado esa mañana para decirle qué Aioros ya no lo vigilaría, también le dio su palabra de que nadie más lo haría, aunque sabía que eso no sería, así, Saga estaría pendiente de cada uno de uno de sus pasos, porque estaba seguro que algo le ocultaba y por Atenea que así era. Una estrella fugaz surcó el cielo.

Saga creía que lo que ocultaba era algo que iba fuera de las reglas del Santuario, río con amargura, de entre todos sus compañeros, la desconfianza era la que más le dolía, tantos años de serle fiel, era irónico que él fuera el que peor lo juzgaba.

—Sí tan solo supieras —dijo en voz alta.

—¿Qué? —preguntaron a su espalda.

Aioros había estado observando a Afrodita por un buen rato, cuando salieron del Templo Principal, ambos habían visto a Afrodita fuera de su templo, intuyó las intenciones de Saga de ir hacia él y temiendo un nuevo enfrentamiento entre ambos, se le adelantó alegando que tenía que hablar Afrodita y se despidió. Saga no tuvo más opción que seguir su camino.

Aioros vio el rostro de Afrodita iluminado por la luz de las estrellas, la tristeza era palpable en sus ojos, lo cual le llamó la atención pues estaba acostumbrado a verlo sin emoción alguna. Cuando lo escuchó hablar no pudo evitar delatar su presencia, se volvió a sorprender lo fácil que ocultaba sus emociones ante los demás. Cuando lo volteó a ver, los ojos celestes volvían a ser vacíos.

—Buenas noches, Afrodita —saludó.

—Buenas noches, Aioros. ¿Espiando de nuevo? —Aioros sonrío.

—No, eso se acabó, eres libre ahora.

—Ojalá —murmuró. Aioros lo miró con curiosidad.

—¿Lo dices por Saga? —Afrodita asintió —. ¿Qué es lo que pasa? Los he visto discutir.

—Eso es entre él y yo, Aioros.

—Entiendo. Solo me gustaría que confiaras en mí, en el Patriarca, en Atenea.

—Lo hago —respondió volviendo su vista al cielo. Aioros suspiró.

—Bien, entonces, hasta mañana.

—Nos vemos.

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Tres días después, Afrodita y Aioros partían a una misión de reconocimiento en Finlandia, para habilitar un nuevo campo de entrenamiento en aquel país, según las instrucciones que les había dado Shion. Debían permanecer ahí por lo menos tres meses.

Eran finales de verano y el frío ya se comenzaba a sentir, por lo que Afrodita lo instruyó de la mejor manera para sobrevivir, no había poblado a varios kilómetros de distancia, estaban en medio de una montaña con zona boscosa, esa era el área que debían habilitar.

—Parece que conoces el sitio —comentó Aioros, al ver a Afrodita ir y venir.

—Jamás había estado aquí —reconoció sin dejar de inspeccionar el lugar. ¿Los habían mandado en medio de la tundra, sin una cabaña? No lo podía creer —, se parece mucho a Groenlandia e incluso Suecia, es como estar en casa. ¿Puedes cortar esta hilera de árboles? —señaló. Aioros asintió.

—¿En serio construiremos cabañas? —preguntó al tiempo que una flecha cortaba el aire y los árboles.

—Solo que pretendas que los aprendices duerman a la intemperie a temperaturas bajo cero, entonces no.

—O sea, ¿qué?

—Nuestra misión es habilitar un campo de entrenamiento, Aioros, se traduce en que nosotros lo tenemos qué hacer —le dijo siguiendo con su inspección de árboles—. Supongo que no viviste lo suficiente para enterarte de esto —lo dijo en voz baja, sin embargo, Aioros lo escuchó.

Siguieron seleccionando árboles y apilando troncos hasta bien entrada la tarde, en la que finalmente se detuvieron a descansar y a prepararse para dormir.

—Afrodita —Llamó Aioros luego de servir la cena para ambos. El mencionado lo miró —, ¿cómo hacen para hacer esto sin herramienta? Nosotros tenemos las flechas, pero...

—Entiendo, son cosas que tenemos que solventar; la verdad no imagino como los demás lo hagan, pero yo siempre conté con Shura, Death Mask y mis rosas, Shura es el más efectivo.

—¿Tus rosas?

—Sí, las piraña, ya verás cuando comencemos a construir.

Para cuando las primeras nevadas cayeron, ya tenían habilitadas un par de cabañas. Afrodita, había advertido lo difícil que era trabajar en esas condiciones y Aioros tuvo que darle la razón, se congelaba en aquel clima. Sin embargo, aquel primer mes le había servido para conocer mejor a su compañero.

Su convivencia se había tornado agradable, poco a poco Aioros había logrado que Afrodita se abriera a él y en las largas horas que pasaban juntos, habían aprendido a comunicarse y los silencios ya no sé prolongaban ni en sus horas de descanso. Aioros poco a poco iba conociendo a un Afrodita que, en las condiciones del Santuario, sería imposible conocer.

Había aprendido a leerlo y lo más importante, no era tan inexpresivo como había creído en los primeros meses de su resurrección. Descubrió, que cuando estaba molesto, su boca se torcía ligeramente; elevaba un poco la voz cuando estaba emocionado; se tocaba la nariz cuando algo no le gustaba, pero su favorito era cuando se ruborizaba, la punta de sus orejas se ponían rojas. Aprendió a leer esos pequeños gestos que para cualquiera que no conviviera con él podía pasar desapercibido.

Mientras lo veía terminar de lavar los platos, se preguntaba sí habría situaciones en las que perdiera el temple, siempre lo veía sosegado, salvo ligeras alteraciones en sus gestos, no le había visto perder los estribos, ni siquiera cuando un par de mapaches le robaron algunos de sus víveres, afortunadamente el incidente no había terminado en una tragedia para los mapaches como lo supuso al principio. Sonrío.

—¿Aioros? —llamó Afrodita al notar que no apartaba la vista de él —¿tengo algo en el rostro?

—No, solo pensaba —respondió sin apartar su vista de él.

—¿En qué? —cuestionó sentándose a su lado.

—Me preguntaba sí...

Fue acercando su rostro al de Afrodita quién lo miraba interrogante, pero antes de que pudiera decir nada, lo besó. Afrodita abrió los ojos con sorpresa sin saber qué hacer. No tuvo tiempo de decidirse pues Aioros se separó abruptamente de él alertado por la presencia de dos cosmos que se acercaban a ellos. Ambos salieron preparados para enfrentar a quién fuera.

—Shura, Death Mask, ¿qué hacen aquí? —preguntó Afrodita en cuánto los reconoció.

Por toda respuesta, Shura le enseñó el dije de un triskele que reconoció de inmediato. Abrió los ojos con sorpresa, era imposible.

—Lo sentimos, Afrodita, Shion nos envió fuera de Grecia y...

—¿Por qué están aquí? —interrumpió. Aioros no entendía nada.

—Vino hasta aquí, tal vez sepa... —Afrodita elevó una ceja —tuvimos que contarle a Shion o jamás hubiéramos podido seguir el rastro —explicó Shura. Afrodita asintió, por el momento no necesitaba más.

—¿Saben dónde está?

Shura asintió y ambos comenzaron a correr. Death Mask les iba a seguir, cuando fue detenido por Aioros que lo miraba exigiendo una explicación.

—Mira, no tenemos tiempo para explicaciones inútiles, Afrodita nos necesita, ¿vienes?

Aioros asintió. No necesitaba más después de ver a Afrodita palidecer de aquel modo, las explicaciones las tendría después. Partió tras Death Mask y no pararon hasta encontrar a Shura y Afrodita quienes no apartaban la vista de un sujeto que llevaba a un bebé en sus brazos, se puso en alerta.

—Creí que tardarías más, Afrodita —pronunció el desconocido que se ocultaba tras un sombrero —pero veo que los perros —la mirada de Shura y Death Mask se endureció —que siempre te acompañan siguen aquí —la burla estaba impresa en cada una de sus palabras —pero llegan tarde.

—Suéltalo —ordenó Afrodita tratando de contener la ira.

—¿Estás seguro? —elevó al niño que llevaba en brazos y lo acercó al acantilado —se podría lastimar.

Aioros vio con sorpresa al infante que no pasaba de los dos años, tenía el cabello celeste y cuando los miró con sus ojos llenos de lágrimas, se sorprendió más al notarlos de un verde que conocía demasiado bien. La situación se le presentaba irreal, pero las preguntas las dejaría para más tarde. Cuando pudieran rescatar al niño.

—¡Déjalo! —volvió a ordenar Afrodita —. Él no es responsable de nada.

—No, pero es la venganza perfecta —se descubrió el rostro dejando ver las cicatrices que cubrían su rostro —despídete —sonrío con maldad.

Aioros intuyó lo que vendría a continuación y se lanzó a velocidad luz para atrapar al niño antes de que cayera al abismo; lo tomó en brazos y lo protegió con su cuerpo para tratar de evitar sufriera una lesión en la caída. Lo último que escuchó fue a Afrodita llamándolo.

Afrodita vio con horror como Aioros y el niño se perdían en el fondo del acantilado y no reaccionó hasta que escuchó un alarido. Cuando volteó vio que Shura y Death Mask sujetaban a su adversario que en medio de su confusión había intentado huir. Se acercó a ellos con la furia brillando en sus ojos.

—Aleksei, hace cuatro años desafiaste a Arles y te dejé vivir, hoy me desafías a mí, no cometeré el mismo error —habló con voz que heló hasta la sangre de sus dos compañeros. No le dio tiempo a decir nada cuando una lluvia de pétalos negros rasgaba cada parte de su cuerpo—. Me gustaría torturarte más, pero no tenemos tiempo —dijo haciendo desaparecer los pétalos y clavando una rosa blanca en el corazón. Los tres se apresuraron a bajar por el acantilado.

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Aioros despertó sintiendo algo suave y cálido apretando su mano, cuando finalmente pudo abrir los ojos, notó que Afrodita estaba a su lado, los recuerdos de lo sucedido asaltaron su mente haciendo que se incorporara de golpe.

—Tranquilo —habló Afrodita —. Me alegra que despertaras —sonrió suavemente, ayudándolo a recostarse de nuevo.

—¿Qué sucedió? —preguntó desconcertado.

—Caíste por un barranco —Aioros lo miró serio, Afrodita ensanchó su sonrisa —. Vale —concedió —salvaste a mi sobrino.

—¿Sobrino? —Aioros preguntó incrédulo —pero ese niño tiene los ojos de...

—Saga —terminó por él —, lo sé.

—No entiendo. ¿Eso es lo qué has ocultado todo este tiempo? —Afrodita asintió —. ¿Puedo entender que Saga no está al tanto de esto? —Afrodita negó—. ¿Por qué?

Afrodita se tomó su tiempo antes de responder. Aioros lo vio pasear nervioso por la pequeña cabaña antes de volver a sentarse a su lado. Entonces supo que ese no era el tipo de emociones que quería ver en el rostro de Afrodita, aunque se alegraba de poder contemplarlo en su lado más humano.

—¿Cómo le explicas —comenzó —a alguien con el sentido de justicia de Saga, que violó y llevó a la muerte a una joven de dieciséis años con un embarazo? —Aioros casi se queda sin aliento ante aquella confesión —. Mi hermana, era doncella en el Santuario y tuvo la desgracia de ser vista por Arles —cerró los ojos —Saga no tiene idea del alcance de las atrocidades de su lado maligno y es mejor.

—Afrodita —susurró.

—Jamás le cuestioné a Arles lo que le hizo a mi hermana, entregué al niño a una joven del pueblo y me aseguré de que nada le faltara hasta el día de mi muerte. Era lo único que podía hacer para calmar mi conciencia.

Aioros no dijo nada, entendía la carga que debía significar aquello. Admiraba la fortaleza de Afrodita. Escuchó palabras crueles de labios de Saga contra su persona y el jamás le lanzó las atrocidades de su lado maligno, sino que lo protegía de verdades que podían acabar con él. Saga debía significar mucho para Afrodita, pensó con tristeza.

—Saga fue como un hermano cuando llegué al Santuario, nunca me juzgó por mi apariencia, me ayudó a entrenar, le debo lo que soy —dijo como sí hubiese adivinado su pensamiento.

—¿Quién era el tipo qué secuestró a tu sobrino? —preguntó un poco por curiosidad un poco por cambiar de tema.

—Aleksei, un Santo de Plata renegado; fue acusado de traidor y de atentar contra la vida de Arles hace cuatro años, yo fui el encargado de ejecutarlo, sin embargo, cometí la estupidez de dejarlo con vida, no volvió a ocurrir.

—¿Cómo...?

—Volvió al pueblo, días antes de que tú comenzarás a seguirme, lo había detectado, fue entonces que decidí alejarme de mi sobrino. Supongo que cuando dejé de frecuentar el pueblo siguió a Death y Shura y...

—Los vio con tu sobrino y creyó que era tu hijo, admito que yo lo pensé.

—Pero reconociste los ojos de Saga dijo extrañado.

—Y eso me desconcertó enormemente. El niño es demasiado parecido a ti.

—No —negó Afrodita con una emoción que Aioros no supo definir asomando a sus ojos —, es mucho más hermoso —ambos rieron, no era común que Afrodita aludiera a su propia belleza—. Pues sí —continuó con su relato —, concluyó lo mismo que tú y aprovechó mi ausencia, la de Shura y Death, para llevarse a Éter.

—¿Éter? —alzó una ceja. No podría haber encontrado mejor nombre para ese bebé, pensó con gracia.

—Es lo más puro que tengo. Gracias por salvarlo —le dijo serio.

—Lo hice con gusto —le tomó la mano— noté lo importante que era para ti, ni siquiera lo pensé.

—Es la segunda vez que te veo caer por un barranco por un bebé.

—Pero es la primera vez que sobrevivo —bromeó.

—Creo que no te he pedido perdón por...

—No tienes por qué —negó sin soltar su mano —cumpliste órdenes al igual que los otros, no puedo reprocharles eso.

—Gracias —susurró Afrodita apretando su mano.

—Ahora, ¿qué fue lo que sucedió en mi caída?

—Bueno, Sagitario protegió a Éter y a ti te salvo la nieve —informó. Aioros abrió los ojos con horror.

—Y yo me he quejado de ella todo este tiempo, ¡qué injusto he sido! —dramatizó. Afrodita no pudo reprimir la risa —no deberías contener tus emociones, te ves mejor cuando sonríes.

Afrodita iba a responder cuando se escuchó la puerta abrirse y unos pequeños pasos se dejaron oír por la madera. Afrodita y Aioros vieron al pequeño correr hacia dónde estaban y lanzarse a los brazos de su tío.

—Aioros —saludó Death —es bueno verte despierto.

—Gracias, Death —respondió antes de que un peluche se interpusiera en su campo de visión—. ¿Para mí? —preguntó dirigiéndose al niño que asintió—. Gracias.

El niño se inclinó hacia él y Aioros lo tomó en sus brazos y miró a Afrodita con interrogación, quien le sonrío.

—Te quiere dar las gracias por salvarlo —informó con una sonrisa.

—De nada, pequeño —Aioros le dio un beso en la mejilla y con emoción recibió uno de vuelta.

—Creo que aquí sobramos, Cabra —dijo Death Mask interrumpiendo el momento.

—¿Hablaron con Shion? —preguntó obviando el comentario.

—Sí, lo podemos llevar al Santuario, aunque en cuanto vuelvan quiere hablar contigo —informó Shura.

—Entiendo.

—Bueno, nosotros solo vinimos a despedirnos —Death se acercó a Aioros —. Vamos Éter, despídete —le dijo al niño tomándolo en brazos cuando este le estiró los brazos —dile adiós a tus papás —recibiendo una mirada asesina por parte de Afrodita. El niño dijo adiós con sus manitas y ambos santos salieron de la cabaña.

—¿Confías en ellos? —preguntó Aioros intrigado.

—Como en mí mismo —confirmó.

Aioros despertó cuando una brisa fría se coló entre las cobijas. Giró su rostro para ver a Afrodita que dormía a su lado completamente desnudo y sonrió al recordar la noche anterior. Finalmente había podido ver a Afrodita ser presa de sus emociones regalándole la mejor noche de su interrumpida vida. Sonrío con travesura mientras lo despertaba a besos, tal vez podrían repetir antes de volver a su rutina. Sin duda, estar cerca de Afrodita había sido la mejor misión de su vida.

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Lo qué pasa en la casa de Libra se queda en la casa de Libra y lo que sucede en este oneshot se queda en mi mente, jajajajaja y en su imaginación, no me juzguen.

Espero les haya gustado, ¡gracias por leer!

P.S. Los árboles que fueron talados para beneficio y desarrollo de este fic fueron repuestos al llegar la primavera. Ningún animal fue herido en el desarrollo del mismo. :3 

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