II
La agarran por las axilas y la alzan sin cuidado alguno, como si de una muñeca de trapo se tratase.
La paran en su altar, prenden las velas a su alrededor, colocan las rosas en sus floreros y luego entran las jóvenes monjas a retocar su vestuario. Alisan su vestido y le colocan su velo, se inclinan ante ella y se marchan sin decir una sola palabra.
Tanta gente que la alababa y nunca preguntaban si se sentía bien, si durmió o si comió. La utilizaban como un objeto, le arrojaban sus problemas y luego iban a quejarse si ella no los solucionaba mientras ellos no hacían nada al respecto.
Vaya Virgen que era... su poca paciencia y empatía la llevarían a una condenas tarde o temprano, pero prefería seguir pensando así que estar tan ciega como la gente de su pueblo, con su fe recayendo en un ente que se hacía de oídos sordos y ojos ciegos y se daba la vuelta para no hacerles caso.
Vaya Dios que era...
—1976—
-¡Puja, vamos!- le grita el hombre mientras ella está sudorosa, con la cara roja y mojada.
-Vamos, falta poco. Lo estás haciendo muy bien.-
De repente, silencio.
El bebé había salido. No estaba llorando.
Su corazón para.
El doctor lo pone de cabeza y le pega una nalgada.
Al fin oye el lloriqueo, y su corazón vuelve a latir.
Su bebé está bien.
-Quiero verlo, mi Niño...- dice, las lágrimas en sus ojos le nublan la vista pero esta demasiado extasiada como para que le importe.
Enfoca su visión hacia la enfermera, que tiene a su bebé en brazos. Tiene una cara pálida, mirando a su bebé , con sus cuencas a punto de salir de sus ojos de tan abiertos que estaban.
Su esposo, al notarlo, se acerca a la enfermera y a su bebé.
Un incómodo silencio rodea la sala.
-Des... ¿Que pasa?- corta la tensión del silencio con esa pregunta. De repente la incertidumbre recorre su cabeza en círculos.
-La enfermera debe llevar... debe llevar al bebé y revisarlo.- responde con una cara asquerosamente neutra.
-¿Que? Des, dime qué no le pasa nada a mi bebé, te lo ruego.- sus ojos se llenan de lagrimas una vez más, pero esta vez no son de felicidad. Tiene miedo y de repente la idea de perder a su bebé sin siquiera poder sostenerlo la mata poco a poco.
-No va a morir, si eso te preguntas.- le dice con un tono seco, como si pudiese leer sus pensamientos y restarles importancia como si no se tratase de nada.
-Solo espera que la enfermera venga y te hable. Luego hablaremos muy seriamente, Elizabeth.- con eso él sale de la habitación tan rápido como el humo y repentinamente su presencia se volvió una ilusión.
Y ella se quedó sola con su miedo y sus pensamientos cortantes.
Escucha pasos en el pasillo, se acercan a su habitación.
Entra el doctor y unas cuantas enfermeras están chusmeando en la entrada mientras dejan pasar a otra enfermera, quien tiene a su bebé en brazos.
El doctor se hacer a a ella y le extiende el brazo como modo de saludo.
-Buenas noches Elizabeth. Soy el doctor Woods.
Primero que nada, felicitaciones por su... por su bebé. Se preguntará por qué nos lo llevamos, y, bueno... es algo que jamás hemos visto.- la sala está en silencio absoluto.
Ella está confundida.
-Es un fenómeno.- dice una persona desde afuera, pero no la consigue ver.
El doctor ignora cualquier comentario imprudente, sin embargo ella está rabiosa, confundida e incluso, un tanto triste.
¿Así es como recibirían a su bebé al mundo? ¿Cómo será su vida si incluso ahora lo tratan así?
La enfermera que carga a su hijo se acerca a ella, el doctor destapa a su bebé y abre un poco sus menudas piernas.
El resto de su recuerdo es borroso. Es doloroso.
Abre sus ojos y la sala se encuentra llena. Algunas personas se encuentran susurrando y otras simplemente tienen lo ojos cerrados y las manos unidas.
Que manera de evadir sus problemas. Que manera de dejarse persuadir por un edificio que pretende ser sagrado y honesto.
Vaya manera de ser ignorantes.
-Que bendecida mañana nos ofrece el señor el día de hoy hermanas y hermanos.- se escucha el eco de la grave voz que grita desde el frente de la iglesia.
-¡Amén!- gritan al mismo tiempo todos los presentes. Sentía ganas de vomitar, cada pequeño sonido elegido en ese lugar le producía escalofríos y le daban ganas de arrancarse los oídos.
Probablemente si lo hace, la alabarán y dirán que es una hazaña heroica.
-El día de hoy, es el primer dia sagrado del mes.
El día de hoy, María está en su primer día de mayor fertilidad.- todos sonríen, empezando aplaudir y a tirarle rosas y relicarios.
No era algo normal, pero en esos días, esos tres malditos días que duraba ese ritual, ellos prácticamente podían hacer lo que quieran de ella.
-Recen, hermanos y hermanas. Recen para que nuestro señor misericordioso nos bendiga con un salvador, que deje a María alberga a nuestro nuevo salvador en su fructífero vientre.- Harry tenía ganas de rodar sus ojos y escupirle en la cara a todos. Estaba harta.
-¡Bendito sea el fruto!- grita el hombre a su lado. Sus tímpanos estaban a punto de explotar.
-¡Que el señor lo madure!- respondieron todas las demás personas.
Casi mecánicamente, Harry junto sus manos en frente de su pecho y cerró sus ojos. Estuvo así un minuto, y cuando abrió sus orbes verdes, destroce dio solo un poco para sentarse en el estúpido trono que le habían hecho para esas ocasiones.
Mantiene sus piernas juntas y su mirada fija en sus muslos, que están cubiertos con el vestido blanco de terciopelo bordado.
Observó la costura de piedras preciosas Justo en su área íntima, creado un óvalo decorado con pétalos de flores bordados.
Esta todo en silencio, se atreve a mirar al público, y puede observar como todos están con los ojos cerrados, como ella, rezando y suplicando.
La única que no rezaba ahí, era ella.
Nadie lo sabía, pero las pocas veces que rezaba en esos momentos era para que la saquen de ese lugar, para que pida ser libre y pueda vivir su vida tal y como ella quería.
Sin embargo, luego de mucho tiempo deseando lo mismo, dejo de hacerlo. Dios nunca la escuchaba.
Decían que Dios la ama, pero nunca la ayudaba, nunca la salvaba. ¿Que clase de Dios piadoso era ese?
Y odiaba admitirlo, pero cada vez lo detestaba más.
Sus pecaminosos pensamientos fueron interrumpidos por el estruendo de la gran puerta de la iglesia siendo abierta brutalmente, dejando que una feroz ráfaga de viento entre, haciendo que todas la velas se apaguen y que todas las personas empiecen a entrar en pánico.
Las puertas eran demasiado pesadas, y, junto al viento que no dejaba de soplar ni por un segundo, les era imposible cerrarlas.
Ni todos los hombres de la sala pudieron cerrar las puertas.
Tampoco era un opción salir, ya que había empezado a llover a mares muy inesperadamente.
Era realmente raro, era un día soleado y agradable, no creían que eso pudiera pasar.
Pudo ver como el hombre a su lado empezó a disfrutar de la escena, de repente, empezó a hablar.
-¡Escuchen hermanos y hermanas!- llama la atención de todos, quienes aun un poco en pánico, lo miraron.
-¡Está podría ser una señal, podría ser Dios comunicándonos que será nuestro día de suerte!- todos abrieron sus ojos, poniéndose a pensar. Luego de un momento, todos asintieron sonrientes.
Harry estaba increíblemente sorprendida. No puede ser que todos creyeran esa mierda tan rápidamente.
Las puertas se mantienen abiertas y el viento sigue soplando. Cree que está alucinando, pero puede oír murmullos a través de las ráfagas de viento.
De repente, una ola feroz de viento tumba a todos los parados, siendo Yam fuerte en incluso ella, sentada, podía sentirse débil. Junto al viento, todas la cruces colgadas en la pared se dieron la vuelta, todas las estatuas empezaron a llorar sangre y desde afuera, pudo ver cómo empezaba a lover tanto que ni siquiera se distinguían ni los árboles ni las casas.
Lo que era esperanza, se convirtió en terror. Podía oír sollozos acompañados de jadeos y las enojadas gotas de lluvia cayendo contra el piso.
Tenía miedo y lágrimas atrapadas en sus ojos, está realmente aterrada, por primera vez, le tenía miedo a lo paranormal.
De entre las gotas, apareció una silueta de un hombre, quien entraba a la iglesia lentamente.
Lo vio, tenia los ojos azules oscuros y el pelo castaño liso, un traje negro y... y estaba completamente seco.
No lo entendía, pero no pudo pensar nada más, porque cuando el hombre lo vio a los ojos, sintió un leve mareo pero una gran necesidad de acercarse a él.
El hombre miraba a sus alrededores con una expresión neutra, todos posaron sus ojos en él, aún llorando.
Sin embargo, lo único que hizo fue darle una última mirada a Harry, cargada de un significado que no podía descifrar, pero algo muy dentro suyo sentía que tenía la respuesta. Podía sentir que cuando lo miro a los ojos, ya no tenía miedo. Podía sentir como el aire soplaba en su cara y podía sentir las pequeñas gotas de lluvia que se colaban por la entrada mojar su cara. Por un instante, se sintió libre.
Pero el hombre se dio la vuelta y desapareció entre la borrosa lluvia una vez más.
Y ahí supo lo que tenía que hacer.
Miro a su alrededor.
Todos volvieron a rezar en el piso, llorando fuertemente y arrodillados suplicándoles a un Dios que no los ayudaría jamás.
Si Dios no la quería ayudar, ella misma lo haría.
Ya sabía lo que debía hacer.
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