A5: BORN HATER
—Se te va a enfríar el café y dudo que donde te estás quedando hagan un buen capuchino.
Jung Hoseok a veces se convertía en la voz de mi conciencia, una con adicción por la Casa Louis Vuitton y las conversaciones irrelevantes.
—No es la calidad del café lo que me preocupa en donde me estoy quedando— frunzo el ceño y lo corto antes que pueda diseccionar más mi mísero intento de reconstruir los hechos de la noche anterior—La verdad tengo miedo de no soportar la tentación del mal y enrollarme con él.
Es impresionante cómo veinticuatro horas bastan para voltear realidades. No me atrevo a pronunciar el nombre de Yoongi en voz alta, por la extraña premonición de que de esa manera evito ser consciente de la desgracia diluviando sobre mi cabeza.
Estoy acabado, la policía me busca por allanamiento de morada y mis tarjetas están bloqueadas. Observo casi con anhelo el pequeño bolso Chanel que logré rescatar del desastre y recuerdo que la temporada alta está por empezar.
Debería estar en Ibiza justo ahora, bronceándome sobre la proa de un yate después de tener sexo duro con alguno de mis amantes, no deprimido hasta los huesos y pensando en unirme al proletariado para tener techo sobre mi cabeza, comida y una ducha.
La idea de vivir bajo el puente fue descartada esta mañana después de mezclar la ropa de color con la blanca en el cuarto de lavado de la casa de Yoongi.
Adelante, pueden juzgar, no tengo la culpa de haber sido tratado por una legión de asistentas durante toda mi vida y no tener ni pálida idea de cómo se hace la colada.
"Cómo no se me había ocurrido antes."
El tono sarcástico de Yoongi fue todo un poema. No debía incordiarlo de más, y en lugar de huir, cosa que hice después, lo más prudente hubiera sido quedarme a escuchar su conferencia de cómo se hace la colada, pero yo no soy valiente y la prudencia nunca resaltó en mi lista de virtudes.
Así que terminé recuperando el móvil para quedar con Hoseok en nuestro Coffee Shop favorito. Elle's Heaven era un restaurante café en el centro de Itaewon, a solo tres bloques del departamento de mi mejor amigo.
Olía a pan recién horneado con barritas dulces y pese a que cada platillo del menú pudiera cubrir el ingreso de cualquiera durante un mes, tenía cierto toque familiar.
Millicent, la propietaria, me había proclamado su mejor cliente al colocar su establecimiento en muchos de mis posts. Otra actividad de la que debía prescindir en estos tiempos, también cortesía de mi padre.
—Pues deberías escoger la segunda opción que te dio. A fin de cuentas nunca llegó a pagarte por los honorarios adelantados.
—Hoseok… sigo vivo porque él…
—Ya lo sé, no pongas esa cara de santo ofendido. De hecho, tu depósito millonario nunca llegó a Min y es probable que me devuelva a mí el dinero de la contratación. No es el mejor actualmente solo por ese cuerpo de Adonis.
—No estás ayudando en nada. No quiero complicarme más la existencia. No hasta que al menos encuentre un trabajo y pueda…
La carcajada de mi mejor amigo interrumpe mi divagación en voz alta. Debería sentirme ofendido pero caigo en la cuenta de que acabo de pronunciar algo antinatural.
En qué mundo loco Park Jimin trabaja. Decididamente quedarme cerca del scort con complejo de madre Teresa no era una buena idea.
—Tienes razón, Hob. Debí haber escogido la segunda opción, pero aún puedo enmendarme.
Esbozo una sonrisa que solo presagia problemas. Una persona con sentido común se empeñaría en que me echara atrás, pero en el lenguaje de nuestra amistad eso no existe. Hoseok eleva su taza en dirección a mí.
—Brindo por el cobro de los pecados de tu anfitrión entonces.
—Reto aceptado.
Decreto chocando mi taza con la suya. Es otro ritual falso en la lista donde todo debería ser más auténtico. A veces dudo de la sinceridad de mi relación con el resto de las personas.
Como una especie de ilusionista me he acostumbrado a maquillarlo todo con jugar al tonto, aún cuando eso signifique salir con más arañazos de los que puedo llegar a cicatrizar.
—¿Y cómo fue la desastrosa cena familiar? ¿Algo nuevo con la idea de tu madre de convertirte en un hombre de bien?
La señora Jung era el epítome de la madre consagrada para los tabloides. Muchas veces tuve la impresión de que mi mejor amigo evitaba a su progenitora por el simple hecho de no gastar energía en una pelea que no podría ganar jamás. La mueca en su rostro me alertó de mis conjeturas.
—Ya lo dijiste… desastrosa… quieren que… quieren que conozca a alguien.
—Joder…
No puedo contenerme y si tuviera algo más que el cambio para otro taxi, no dudaría en invitarlo a salir de compras. Cualquier cosa que borrara la sombra en su semblante vendría bien.
Me estoy mordiendo el labio inferior con desesperación cuando sus cálidas manos toman las mías.
—Hey Minnie… tampoco es el fin del mundo. Creo que me he tardado lo suficiente en enfrentarme a la realidad. Crecer es un asco pero lleva sus ventajas. Si acepto el trato de mi madre tendré mi propio patrimonio.
—¿Y eso para qué? ¿Vacaciones pagadas para tu lista de amigos?
—Qué poca fe me tienes…
—Solo bromeo. Bien sabes lo que me preocupa los tratos con nuestros progenitores. Solo mira mi caso, pero bueno. No es hora de deprimirse. De hecho, no tengo ni un céntimo pero podríamos mirar los nuevos artículos de la sesión masculina de Jimmy Choo. Eso es justo lo que necesitas, bro.
—Park Jimin, tú en serio no tienes remedio.
Farfulla él pero termina accediendo a mi idea de emplear el resto de la tarde en recorrer el circuito de boutiques de Itaewon y Gangnam. Lo único que logra aplacar mi ansiedad en estos días sigue siendo seleccionar ropa de alta costura y fingir que todo está bien.
Quizás no estoy tan enfermo del todo, quizás la idea de reírme de Yoongi y escoger la otra salida no debe quedar más que para mí.
Sea cómo sea, un extraño sentimiento de vergüenza me aplasta mientras esperamos a que nos sirvan champán y traigan un surtido de pantalones y camisas de seda en el vestidor de la boutique.
Fuera del escaparate de la tienda la vida sigue y yo me pregunto cómo terminé así… siendo una paradoja ambulante con ganas de escapar de sí mismo.
🍹•AFFLUENZA•🍹
Cuando Taehyung llamó pasaban las tres de la tarde y la chica que se ocupaba de la limpieza del departamento no acababa de entender por qué las pertenecias de Jimin apenas lograban encajar en el diminuto vestidor de mi ex compañero de piso.
—¿Estás seguro que así estarás bien? Sé que soy el primero en reñirte por el hecho de que te alimentas inadecuadamente, pero hyung, parece como si tuvieras visita en casa y no me quisieras contar.
La capacidad de observación de mi amigo era formidable. Eso y el hecho de que su empeño en que hiciéramos la compra semanal juntos por razones prácticas, no fuera más que una treta para enmascarar una cita de la que hubiera pasado en otras circunstancias.
—No te estoy ocultando nada, Tete. Termina tu té, se nos hará tarde de todas formas, pero el viaje hasta tu departamento tiene más paradas que al mío.
—No me voy a morir por tomar el autobús, Yoonie, y tu depa se me hace camino. Aunque sigues ocultando un esqueleto en el armario y no quieres que vaya.
No puedo evitarlo, y una risa entrecortada se gana la atención del resto de las personas que están en ese lado del parque.
Nos detuvimos a comer hamburguesas y helados en el food truck que estaba aparcado en el descampado donde solíamos reunirnos antes que Tae empezara a trabajar en el hospital.
Al ser de la misma ciudad, cuando el más joven decidió mudarse a Seúl para perseguir su sueño de convertirse en actor, fue casi un hecho que mi madre me encomendara la responsabilidad de cuidar del chico.
Por eso, era como si Tae fuera mi revoltoso hermano menor la mayoría de las veces, aún cuando me ocultaba más de lo que deseaba que yo le compartiera sobre mi vida privada.
—El único esqueleto que oculto es el desorden de mi habitación después de una semana de dobles turnos.
—¡Yoonie! Dudo mucho que tu habitación esté desordenada con lo cuidadoso que eres.
—Me has puesto sobre un pedestal que no existe. Vamos, quiero llevarte a casa antes de que esas nubes precipiten.
No mentía. Aún cuando estábamos a mediados de octubre, el clima en la ciudad solía sorprender con lluvia cuando tenía la menor oportunidad y terminar calado hasta los huesos como la noche anterior, no era mi idea de ordenar el inicio de semana.
"Calado hasta los huesos mientras esperas a Jimin."
El peor momento para que la voz de mi conciencia se hiciera notar fue ese. Por lo visto debía mejorar mi cara de póker, porque Taehyung sorbió lo último de su té antes de tomar mi codo.
—Algo me dice que ese esqueleto tiene dos pechos como melones y piernas kilométricas. No soy tonto, Yoon, y aunque me sigas viendo como el hijo de la amiga de tu madre, yo también quisiera apostar por un pedazo de ese tipo de atención.
Mis cejas se fruncieron ante aquella declaración atropellada. Algunos rizos color miel escapaban del gorro de lana de Tae antes que se atreviera a cerrar la distancia que nos separaba.
De cerca reparo en que sus ojos parecen fundidos en oro líquido mientras casi puedo paladear su aliento en mi boca.
—Hyung… yo…
El timbre de mi teléfono nos libra de un desastroso desenlace. Acostumbro a estar tan inmerso en mis propios problemas que suelo olvidar cuando la línea entre la amistad y el interés romántico se difumina.
Taehyung disimula recogiendo nuestras bolsas de la compra cuando yo acepto la llamada.
—Min…
Resuelvo en un tono calmo. Del otro lado se escucha el traqueteo de muebles siendo arrastrados y el resoplido de Yeo Soon, la joven asistenta que atiende el piso.
—Han terminado de instalar la cama en la antigua habitación de Nam. Solo espero que regreses para guardar la compra, pero no te demores. Tengo que ir por mis hijos a la casa de su padre y ya sabes cómo es.
Ella es madre soltera con solo veinticuatro años. Muerdo mi pulgar. La gente que me había recomendado Woosung para hacerse cargo del traslado de la cama a la habitación de Jimin sí que eran eficientes.
Para evitar escenas incómodas como las de la mañana, si aquel niño bonito decidía ir en serio con lo de compartir el piso, pues debía invertir en privacidad. Algo que a la larga me beneficiaba a mí.
Suficiente tenía con su lengua viperina, ahora controlar su aparente costumbre de deambular con poca ropa era algo poco tolerable, teniendo en cuenta lo que eso provocaba en mí.
—Vete a casa ahora. Yo me encargo del resto ¿Él no ha llegado?
No pude evitar cuestionar. Ella negó antes de recordarme que había dejado estofado de kimchi sobre la encimera. Le agradecí antes de girarme al encuentro de Taehyung.
Para ese entonces, la gente ya corría con tal de protegerse de la inminente llovizna que como cortina gris engullía la ciudad.
—Te llevo a casa.
Declaré antes de arrebatarle las bolsas. Si quedaba alguna capa de resentimiento en él, lo supo camuflar con otra encantadora sonrisa. Era un chico estupendo, el novio perfecto para alguien que realmente lo mereciera.
Desgraciadamente yo era aficionado a coleccionar relaciones irrelevantes donde todo se esfumaba al segundo después de compartir cama.
Una vez que conseguí dejar al castaño sano y salvo en su hogar, consulté la libreta donde marcaba los compromisos de mi otra profesión.
Una mueca disgustada tiñó mis facciones. El hombre de ojos grises empañados por el hastío que me miraba desde el espejo retrovisor se preparaba para otra noche donde fingir sería la norma para salir adelante.
"A veces odio al ser en el que me he convertido. A veces no importa cuántas veces sonría, el gesto solo sirve para empeorar la sensación de apnea en mi pecho.
Me estoy ahogando en el océano de la autoconciencia… espero que alguien tenga el valor de ver detrás de esta máscara… espero que seas tú."
La lluvia de dos acostumbrados a mentir parece eterna sobre el mismo ventanal.
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