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OO3

Cometer una locura en medio de una relación es algo que puede llegar a suceder porque existen infinitas posibilidades, Minatozaki lo sabía de sobra y es que la relación que ha tenido con Momo las ha llevado a estar en una montaña rusa por un tiempo y luego estar en una explanada que parecía ser el punto final de todo en el buen sentido.

Una vida tranquila llena del amor más puro que cualquier persona podría sentir, se sentía afortunada y es que estaba haciendo privilegiada al encontrarse en el pequeño porcentaje de las personas que encuentran a su media naranja y que les va bien en la relación, por más que existieron diversas turbulencias en medio ahora están casadas y siempre con muchos planes de seguir juntas.

Obviamente eso nunca iba a irse, era la una para la otra y la única posibilidad que no existía en toda su relación es que se acabara porque eso lo habían prometido y dicho en sus votos, todo debería ir bien y viento en popa.

Pero había un problema y es lo que había hecho en la cocina, y aún sabiendo que la empleada nueva la está observando ella incitó a su pareja a mantener relaciones sexuales. Perdió por completo el pudor y esa chispa que se mantenía en la relación se hizo cada vez más grande hasta convertirse en fuego, uno que le estaba quemando el cuerpo entero y que la ahogaba pero no se arrepentía de nada.

Había tomado la decisión correcta aunque a la vez incorrecta, ahora pueden tener sexo en todas partes cosa que se había perdido hace un tiempo atrás y eso que las había mantenido juntas parecía estar más fuerte que nunca.

Solo que el cargo de conciencia al ser la única que sabía que eso estaba pasando la atormentaba, no es para nada fácil mantener un secreto de algo que está haciendo bien o hizo bien pero que a su vez si las personas se enteran sería catalogada como una persona completamente sucia, alguien pervertida y que le excita ser observada.

Ese sentimiento que creía que había desaparecido con el tiempo volvió con más fuerza y no parecía querer apagarse o alejarse, porque no paraba de pensar en eso.

Soñaba hasta con los ojos abiertos en eso que había sucedido y las millones de posibilidades que había de que volviera a suceder de diferentes maneras o en diferentes situaciones, su cuerpo constantemente se sentía caliente y no era normal en ella porque esa etapa ya la había quemado.

No es que no se excitara con su esposa porque era algo que pasaba pero la frecuencia con que lo hacía había disminuido notoriamente y no había nada de malo, se dio paso al amor y a la convivencia sin necesidad de estar una encima de la otra esperando que estalle en placer.

Esa necesidad había vuelto mi mamá estaba más que fascinada porque era alguien que creía que las relaciones sexuales eran una de las piezas fundamentales para no decir que la más fundamental en una relación duradera, creció con ese pensamiento y nadie se lo había podido quitar ni siquiera Sana al ser el amor de su vida.

Así que ¿Quién era ella para quitárselo?

"¿Quién soy yo para desobedecer?". Sus ojos se clavaron en la figura de la peli negra quién absorta en sus pensamientos se inclinaba para limpiar la cocina, Minatozaki parecía estar al acecho en busca de una presa, sus ojos se movían a la par que las caderas de la contraria lo hacía y creía que se estaba volviendo loca porque nunca antes había visto ese movimiento.

De pronto pensamientos obscenos invadieron su cuerpo y su mente, personal la y esperar que su entrepierna esté lo suficientemente mojada como para comenzar la acción, lo bien que se vería esa piel pálida llena de marcas y cómo esas manos serían perfectas para enredarse en su cabello.

Yo nunca había intentado ser dominante, la mayoría de las veces era su esposa quien tomaba el control de la situación pero la ama de llaves le hacía sentir distinto, es como si ella pudiera tener la llave del mundo y controlarlo a su antojo.

Solo ella podría abrir esas piernas y solo ella podría probarla, algo demasiado íntimo y sexual como para poder no sentirse excitada, su boca se secó su respiración fue bajando poco a poco al darse cuenta de cómo la contraria sonreía, tenía algo en ella que le llamaba la atención y por más que luchaba con ese sentimiento no parecía disiparse ni querer hacerlo.

Probar sus labios, jalar su cabello, escuchar sus dulces gemidos y saber hasta qué punto llegaría para poder conseguir lo que quiere, ¿Eso estaba mal?

Con su esposa se sentía diferente pero no estaba mal, quería que esta hiciera todo lo que quisiera con su cuerpo, le daba igual tener que cubrir mordidas, chupones o ligeros apretones que creaban moretones los cuales se esparcían por todo su cuerpo.

La dominancia era algo que la hacía mojarse pero nunca antes había pensado en que ella la aplicaría, consideraba ser demasiado débil o tener un cuerpo poco dominante, una voz demasiado dulce y un corazón demasiado débil como para poder llevarlo a cabo pero el pensamiento seguía ahí.

Clavado en su cerebro como una estaca y brindándole una imagen exquisita del momento, su mente estaba dando vueltas y su cuerpo solo pedía una cosa.

Cogerse a la mujer que tenía enfrente.

"¿Algo le molesta?". Así que se atraganta con su propia saliva al escuchar la voz sobre todo como esta salió, demasiado entrecortada casi como si estuviera reprimiendo un jadeo.

"Solo me gusta observar a las personas hacer sus cosas". Myoui asintió y se dió la vuelta, encarandola levantando el mentón sin quitarle la mirada de encima.

"¿Le parece divertido?". Interrogó alzando una ceja.

Sana tragó saliva. "Soy una persona la que le gusta estar atenta a las pequeñas cosas de la vida".

"Me imagino que si". Volvió a hacer su trabajo no sin antes brindarle una pequeña sonrisa y un ruido burló. "Me imagino que por eso le gusta tanto el arte".

"Exacto". Contestó tajante. "Veo que tú también eres una persona bastante observadora". Una pequeña risita inundó la cocina y sus alrededores.

"Me gusta estar atenta a las pequeñas cosas de la vida". Sana para escuchar lo que acaba de decir no puedo evitar reírse.

"Eres audaz". Susurró.

"Soy alguien a quién le gusta hacer reír a las personas". Dió dos pasos hacia atrás y volteó. "Alguien que es capaz de todo para que las personas se sientan bien como me lo pidan". Sus ojos recorrieron todo su cuerpo. "Me da igual como sea la circunstancias o los castigos, todo es válido cuando se trata de hacer sentir bien a los demás".

Los ojos de la castaña se oscurecieron, esa voz casi suplicante estaba haciendo estragos en su cuerpo.

"Así que eres complaciente". Asintió y sin más siguió con la limpieza. "Me agrada".

"También me agrada, señora Hirai". La miró por encima del hombro como una manera de volverla a la realidad y eso la hizo reírse muy bajo pero audible.

"Que bien se escucha ese apellido". La portadora original del mismo hacía acto de presencia. "Para referirse a mi mujer". La llenó de besos y eso la hizo reírse, el cabello mojado de la mayor le hacía cosquillas. "¿Como estás?". Le robó un pequeño beso.

"Muy bien". Le acarició las mejillas. "¿Y tú?".

"Excelente". Ambas miraron a Mina, esta estaba demasiado concentrada en lavar los vasos para darse cuenta de lo que pasaba. "¿Cómo puede ser que se quede tan concentrada?".

"Creo que le gusta lo que hace". Se levantó y acomodó el short antes de caminar moviendo exageradamente las caderas hacia el baño, antes de entrar a este se quitó la blusa, sabiendo muy bien que Momo la observaba.

Volteó y al acomodarse el cabello para que esté cubriera parcialmente sus pechos, se quitó el brasier, Hirai sonrió con malicia y dando un pequeño sorbo al agua finalizó con el desayuno, en realidad no había comido nada pero ya tendría tiempo, ahora tenía otras cosas que eran mucho más importante que un sándwich de jamón y queso.

Mina se asomó un poco y al notar como se besaban sintió escalofríos por todo su cuerpo recordando lo que había pasado hace días atrás, fue una experiencia única.

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