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Capítulo 2: Encuentro

 Clark siguió tecleando a toda velocidad. Tenía que haber dejado listo ese artículo hace días, pero siempre había algo que lo empujaba a procrastinar. El inconfundible sonido de los tacones de Lois lo hicieron levantar la vista; venía absorta en su teléfono móvil, haciendo scroll mientras la sorpresa se marcaba más y más en su rostro. No era la única, el piso de redacción del Daily Planet parecía haberse vuelto loco de un momento a otro, algunos se habían levantado de sus sillas, otros se arremolinaron sobre el teléfono de alguien más, los sonidos de sorpresa iban y venían, pero había una palabra común que estaba en los labios de todos: Bruce Wayne.

—Smallville, ¿has visto esto?

No tuvo tiempo de responder. De pronto, la pantalla estaba en su campo visual. Había una foto de Bruce, de hace solo unos minutos atrás, con un bebé en brazos al que no se le veía la cara. No era una foto muy experta, tomada frente al espejo de uno de los pasillos de la mansión, casi hasta medio borrosa, como si la hubiese tomado al azar y ya. Brucie parecía feliz, con una sonrisa adornando la mitad de su rostro, el flash tapando la otra mitad y aferrado fuertemente al bultito humanoide que estiraba sus manos en busca del móvil: «¿Quién dijo que la paternidad no se me vería bien?». Clark parpadeó ante el texto. Miró a Lois.

—¿Bruce Wayne tuvo un bebé, regresó y no fuiste capaz de decírmelo?

—Yo... no tenía ni idea... Ese post no puede ser de Bruce. —Clark se levantó, sus manos en el borde de la mesa a punto de romperla—. Ni siquiera... Yo... Rao, ni siquiera sabía que estaba vivo hasta ahora. Pensamos... ¡te lo dije! Desapareció de la nada, lo buscamos por todos lados —Clark bajó la voz, sentía que iba a empezar a gritar en cualquier momento, soltó la mesa—. Fue como si se hubiera esfumado.

—Pues parece que tuvo unos meses interesantes. Clark... ¿es tuyo?

—¿Qué? ¡No! Bueno... No... Rao, no sé.

—Dijiste que no habías tenido nada con él —dijo Lois. Apagó el teléfono, cruzó los brazos contra su pecho. Clark suspiró.

—Solo fue esa vez y ya. No puede haber sido, no tiene sentido, de todas maneras...—Hizo cuentas, Bruce había estado un año fuera, si hubiese tenido un bebé, debería tener tres meses o algo así, el bebé de la foto era muy grande para eso, ¿verdad? Miró a Lois. —No sé.

—Clark... si ese bebé es tuyo...

Clark negó. No podría ser suyo, Bruce se lo hubiera dicho. Había secretos mucho más oscuros entre ellos como para ocultarle solo un bebé. ¿Había sido por lo de Luthor? Bruce juró que no le importaba, incluso le había ayudado a ocultar el cadáver, había hecho todo un plan por si necesitaban defenderse. Bruce no haría todo eso y luego se iría, aunque, al parecer, era lo que había pasado.

—Bruce no me mentiría de esa forma.

—Tú y yo sabemos que sí.

—¿Y qué me gano con saber si es mío? —Susurró. —Si no me lo ha dicho, es porque no quiere que lo sepa.

—Pero es tuyo y tienes derecho a tenerlo también, Clark. Además, ¿Dejarías a tu hijo en manos de él?

—Lois, no sigas por ahí.

—Sabes lo que hizo.

—No ha hecho nada.

—Clark... Tú y yo sabemos que es el responsable de la desaparición de Luthor —Ella se acercó, su voz también bajó, la gente seguía ensimismada hablando de la foto de internet, por suerte—. ¿Le vas a dejar tu hijo a un posible asesino?

Clark frunció el ceño. —No te atrevas a decir eso de él, Lois.

Algunas personas lo miraron, más allá de la conversación, por el aroma de Clark que inundó el espacio. Tomó una respiración profunda para calmarse mientras Lois volvía a erguirse con un claro gesto de decepción. Clark se acomodó las gafas y miró hacia otro lado. Bruce había sido su amigo, su consuelo cuando más lo necesitaba y lo quería de una manera en la que Lois no podía entender. No obstante, algo iba a darle a la chica, Bruce era... Bruce era como aferrarse a una claraboya en un mar azotado por la tormenta.

—Hubo algo más que solo sexo con él, ¿verdad, Samllville? No fue 'solo esa vez y ya'.

Los tacones de Lois hicieron eco por el pasillo hasta que se alejaron. Clark suspiró. Sin embargo, ella tenía razón en una segunda cosa: fue algo más que sexo de una noche, al menos desde su perspectiva.


Llegar a Gotham no había sido un gran problema. Había visitado tantas veces la ciudad que ya conocía las rutas aéreas seguras —gracias a Bruce, por supuesto— y eran como ir de casa al trabajo, del trabajo a casa. Se detuvo a un par de kilómetros de la mansión, podía escuchar la voz de Diana preguntar cosas triviales, como si ya supiese todo sobre la huida de Bruce y no estuviese interesada en ello, pero las risas de Hal estaban de fondo allí también, hablando como un memo, con Barry respondiendo a cada una de ellas mientras una tercera respuesta, inconexa, sin palabras, se precipitaba en forma de chillidos felices. J'onn J'onzz dijo algo, pero Clark lo ignoró. Ya estaba tocando el timbre de la mansión como para que le importara.

—Sr. Kent, es un placer volver a verlo, pase, por favor, lo estábamos esperando.

Alfred se hizo a un lado como si no fuera cómplice de todo el asunto. Cerró la puerta y Clark tuvo que obligarse a caminar por los pasillos. La última vez que estuvo allí Bruce estaba enojado, tecleando furiosamente en la batcomputadora, ignorando su presencia y diciéndole que hiciera lo que se le viniese en gana, dos días después, había desaparecido.

—Hola, Clark.

La vocecita de Brucie Wayne le retumbó en los oídos. Miró a Diana, que levantó las cejas y siguió con su chocolate caliente. Evitó mirar a Bruce, viendo al fondo, en la ventana a Hal haciendo juegos idiotas al bebé de Bruce. Clark parpadeó. Que Hal hubiese levantado en brazos a su bebé antes que él le hizo hervir la sangre, dio un paso al frente, dispuesto a arrancarle a ese niño de los brazos, pero la voz de Bruce lo interrumpió:

—¿No piensas saludarme? —Clark miró al omega. Bruce se veía bien. Maldita sea, tenía un aspecto diferente, pero estaba mejor que antes; había perdido algo de su musculatura, su grandeza corporal, sin embargo, la paternidad le había dado algo especial. Incluso desde allí, olía delicioso, al inconfundible abeto floreciendo en plena primavera, pero también a seguridad y calma, cosa rara.

—¿Así como tú te despides, B?

—Clark... —dijo Diana. La taza sonó sobre la mesa, Clark la vio negar, advirtiéndole sobre su comportamiento, como si él fuera el que necesitara ser reprendido.

Hola, Bruce.

—Me alegro de verte, Clark.

Bruce olía a felicidad, más de la que había percibido en él nunca. El omega se levantó, pasó por su lado, dejando todo ese rastro de alegría detrás. Hal le pasó el bebé cuando Bruce extendió las manos y el pequeño miró a Bruce con una carita de felicidad que hizo a Barry soltar un 'aww' demasiado largo. Bruce se detuvo frente a Clark, el bebé le sonrió mientras extendía sus manos, demasiado sociable, más parecido a la forma en como Superman se comportaría que a lo que era Batman. —Te presento a Richard, mi hijo. Creo que es una respuesta suficiente a todo lo que te pasa por la cabeza, ¿no?

—No mucho.

Clark miró a Diana, ella le hizo una seña para que lo sostuviera. Fuera como fuera, eran una manada y uno de sus omegas había traído un cachorro. Era el deber de Clark como líder y alfa de todos reconocerlo como parte de ellos. Tomó al bebé en brazos, Richard soltó un pequeño chillido de felicidad y no le costó nada poner sus manos en el escudo de Superman para intentar agarrarlo con las manos. Clark miró a Bruce, pero lo ignoró en pos del bebé. Richard era adorable, con el cabello negro azabache como el de Bruce —o el suyo— y los ojos azules —que bien podrían ser lo suyos— mezclado con una inclinación a la curiosidad y la observación que era totalmente de Bruce.

Era suyo.

Tenía que ser suyo.

Aplastó a Richard en un abrazo para su diversión y lo impregno con el aroma de protección que todo niño tenía derecho a sentir. Miró de nuevo a Bruce, estaba solo un poco más cerca, con el corazón acelerado y las manos buscando meterse y salir de sus bolsillos. Por supuesto, si Bruce no confiaba en él lo suficiente para decirle que estaba embarazado, no confiaría lo suficiente para que sostuviera a su bebé por más de tres minutos. No se lo dio, en cambio, se dio la vuelta y caminó con Richard dejando que el nerviosismo lo consumiera.

—¿Cómo es que terminaste con un bebé?

Brucie levantó una ceja, se cruzó de brazos, un intento fallido por disimular que no sabían dónde ponerse, y le sonrió: —¿No me digas que no te sabes el cuentos de la abeja y la florecita, Clark?

—Muy gracioso, ¿quién es el padre?

Diana volvió a lanzarle otra de esas miradas. Hal y Barry al fondo también pusieron ese gesto de que debía detenerse, J'onn J'onnzz ni siquiera dijo nada, solo permaneció en silencio, como siempre.

—Eso no es de tu incumbencia.

—Somos una manada, claro que es de mi incumbencia.

—Te equivocas, Kal, no somos una manada, nunca lo hemos sido, así que no tengo que darte explicaciones de nada. —Bruce frunció el ceño. De pronto, había cruzado la habitación hasta donde estaba él y reclamó en un gesto a su bebé, pero Clark se lo negó. —Dámelo.

—No hasta que me digas de quién es.

La ira de Bruce recorrió a una velocidad increíble todo el espacio y llenó hasta la última esquina de la habitación. Richard se quejó entre los brazos de Clark, soltando un gemido que anunciaba un llanto justificado. Bruce extendió de nuevo los brazos y Clark envolvió al bebé en un abrazo protegiéndolo de su propio padre.

—¿Es mío?

—Ya quisieras.

Bruce le lanzó era mirada. No obstante, a diferencia de Alfred que asentía a todo cuando lo veía en ese estado o a Luthor, que había retrocedido cuando lo vio ese día en el despacho, Clark no sentía ningún tipo de pánico. Más bien, sonrió. Hizo rebotar a Richard contra él y le jaló la mejilla con cariño.

La voz tensa, el «dámelo» pronunciado brusco y pausado en cada sílaba hizo que mirara a Bruce con la misma sonrisa que le dedicaba a algún transeúnte de la calle cuando hacía un acto heroica e ignoró su petición: —Quítamelo.

—¡Kal-El! —Diana se levantó. —¡Devuélveselo!

Miró a Diana, ella tenía razón en tenerle miedo; les había dado un buen susto ese día: un solo omega, controlándolos a todos solo con un mando de voz, pocos casos se habían dado en la historia, en su mundo contemporáneo, ninguno. Sin embargo, los kryptonianos no tenían nada de qué preocuparse. A Clark ese intento de dominio solo le parecía terriblemente adorable.

—Sí, sí, vale.

No quería pelear con su hijo en brazos, menos que el niño lo relacionara con emociones negativas, así que lo hizo, bajo la atención de todos, bajo el rechinar de dientes de Bruce y su mirada asesina que juraba con arrancarle la cabeza, le devolvió el bebé. Richard que le sonrió a Bruce en cuanto estuvo devuelta en sus brazos a pesar de la vibra de su padre, solo podía ser suyo.

—Será mejor que nos vayamos —dijo Diana. La mano sobre el hombro de Clark, el empujoncito poco amistoso para que caminara. Clark no dejó de mirar a Bruce y él tampoco bajó la vista—. Sin embargo, Bruce, Clark tiene razón, somos una manada, aunque no quieras admitirlo y, en cualquier caso, somos tus amigos, merecemos una mejor explicación.

Bruce asintió.

Clark salió el primero. No dejó que Diana lo alcanzara.


Brucie Wayne era toda una tendencia en las redes sociales. Dos malditas fotos en tres días, ni siquiera bien tomadas, y había acaparado todos los tabloides, noticias y blogs amarillistas de la red. Lois estaba a su lado con el ceño fruncido, escribiendo un artículo —o eso parecía intentar— porque en solo cinco minutos la vio borrar y reescribir. No le dijo lo de la conversación, el encuentro con la Liga o que había estado rodeando la mansión esos últimos dos días, pero que no se atrevió a entrar; tampoco quería incomodar a Bruce, supuso que, como en todo, le diría lo que quería escuchar cuando hubiera preparado su monólogo o lo que sea.

—¿Y bien? —Ella se detuvo, se giró en la silla y clavó sus ojos en Clark. —¿Es tuyo? ¿Te lo confirmó?

—N-no.

—¿No lo confirmó o no es tuyo?

—No sé, solo dijo que era suyo y luego nos echó.

—Entonces es tuyo.

Clark tragó saliva. Se parecía a él. —Podría ser.

Lois hizo un chasquido con la lengua. La tapa del portátil se cerró con más fuerza de la debida. —¿Cómo es? ¿Cuántos meses tiene?

—No puede que tenga un año siquiera. Lois... no sé, tiene el pelo negro y los ojos azules, podría ser mío o podrían ser cosas de Bruce, no sé.

—Tienes que pedirle una prueba de ADN.

—No va a querer, no viste cómo se puso.

—Clark, no es que no quiera.

—Se va a enojar.

—¡Pues que se enoje!

Clark le sonrió. Tal vez solo había tres personas en el mundo que no tenían miedo de un Bruce cabreado, ella, el bebé y él mismo.

—¿Por qué te importa tanto?

—Sabes porqué.

—Bruce no va a crear un Régimen de la nada y dominar el mundo, has visto muchas películas, Lois —Miró hacia otro lado. Era lo que siempre se decía a sí mismo cuando recordaba su última conversación decente con él—. En cualquier caso, ¿qué podría hacer con un bebé en todo esto? ¿Derretirnos con su adorabilidad para que le hagamos caso?

—Es peligroso, Smallville. Un bebé del lado de Bruce con tu poderes... Olvídalo. Ya sé que crees que estoy loca.

Lois se levantó, agarró su portátil, recogió el bolígrafo que se le cayó tres veces seguidas y se perdió por el pasillo. Clark negó. Sí, era peligroso, pero no un peligro que Kal-El no pudiera detener. Además, Bruce se enojaba con justas razones. Se recostó en la silla. Solo podía pensar en Bruce, en la forma en como su ira había puesto en jake a todos sin decir una palabra. Bruce no haría nada, ahora estaba concentrado en poner toda esa protección en su bebé; solo déjalo jugar a las casitas, estaría bien.

No había podido dormir en toda la noche pensando en Bruce, en su enojo y en su hijo; tampoco era como que necesitara pasar ocho horas durmiendo, pero la falta de concentración era algo que no podía permitirse. Cerró los ojos, los sonidos del Daily Planet a esa hora de la mañana eran tranquilizadores, como un sueño, bostezó. Cuando los abrió, Lois había puesto una pantalla delante de él para variar. Harvy Dent y Brucie Wayne habían sido capturados hace solo unos minutos desayunando en ese café tan elitista de Gotham. Ambos tan cerca, Bruce tan sonriente. Algunos comentarios hablaban sobre lo bien que se veían, lo dulce que se estaban hablando, las posibilidades de que el pequeño bebé fuera un Dent si hacían un recuento de la última fiesta donde los habían visto tan juntos. Clark alejó la mano de Lois junto a su móvil antes de que empezara a ver rojo.

—¿Por qué te molestas, Clark? Pensé que te daba igual, que Bruce podía hacer lo que quisiese.

—Déjame en paz, Lois.

☆━━☆

Alfred cerró la página, borró todo el historial de navegación y guardó el móvil en un lugar que Bruce nunca buscaría, tampoco entraba nunca a su habitación, pero ser precavido nunca estaba de más. No había ninguna noticia de los Grayson, al parecer, nada había cambiado en Bucarest desde su visita y el circo de Haley siguió su recorrido por Europa con un show menos. Había sido una semana movidita y ni siquiera habían acabado con ella. Estiró el traje y salió al pasillo.

—Alfred.

La vida en la guerra y las misiones de bajo perfil lo habían alistado para muchas cosas, no para Superman en medio del pasillo a esas horas de la mañana.

—¡Por Dios, señor!

Se llevó una mano al pecho, jamás admitiría que le había regalado un buen susto, aunque supuso que había escuchado ya todo su sistema nervioso. Deslizó las manos por su traje y se lo alisó de nuevo, mirando al Joven Kent con su mejor expresión de desinterés.

—Pensaba que era usted de los que tocaba la puerta, ¿hay algo en que pueda ayudarle en esta hermosa mañana, señor Kent?

—¿Es de Harvey Dent?

—¿Disculpe?

—El bebé, ¿es de Harvey Dent?

Alfred frunció los labios para no tener que reírse de la situación. Pasó por el lado de Clark. —Le aseguro que no, señor.

—De quién es, Alfred, tú debes saberlo.

Alfred se giró, se permitió regalarle una sonrisa al hombre.

—No es una información que me corresponde decir a mí, señor. Seguro que el amo Bruce lo dirá cuando sienta que deba decirlo.

—¿Y mientras tanto tengo que aguantarme?

Alfred bajó las escaleras. Podía sentir la presencia de Clark flotando detrás de él, encima de él, justo frente a él, bloqueando su paso. El joven Kent era especialmente apasionado, creía que con esa mirada y el flequillo despeinado podía intimidarlo, pero esas cosas ya las había intentado Bruce y no eran las que temía de él.

—¿Qué pasaría, señor, si no es suyo?

—Entonces lo es.

—Yo no he dicho eso.

—Alfred... —Las manos de Clark en sus brazos lo hicieron mirar a cada lado, luego, fijó su vista en Clark. No dijo nada ni por el movimiento ni por la fuerza extra; no era algo que le importara, casi que lo necesitaba. Si la justicia llegaba en forma de un arranque de ira del señor Kent lo aceptaría, ni siquiera eso era suficiente para remediar el mal camino que había dejado que Bruce tomara. —Pero si sí es mío, quiero saberlo, ¿qué más da que me lo digas tú a que lo diga Bruce?

—¿Qué está pasando?

Bruce entró en el vestíbulo. Alfred no recordaba haber escuchado el timbre, pero aprovechó el momento para sacudirse al joven Kent. Terminó de bajar el tramo de escaleras y extendió los brazos para tomar al pequeño Richard quien, emocionado, pateó con fuerza cuando vio a Alfred, pero se movió con más fuerza cuando logró divisar a Clark más allá. Quizá era su ropa o recordaba el olor del alfa, pero siguió con la mirada al hombre cuando bajó y se acercó.

—Si me disculpan, creo que el joven Richard y yo no tenemos nada que hacer aquí.

Se dio la vuelta. La cocina parecía un lugar seguro en ese momento así que se recluyó allí. No era bueno escuchar, pero tampoco haría mucho daño, así que se acercó al pasillo cuando dejó al bebé bien asegurado en la silla, solo para estar informado un poco. No había mucho nuevo, excepto ese airado 'haz tu mugrosa prueba de ADN y déjame en paz' de parte de Bruce. Alfred negó. Entonces, había silencio. El inconfundible sonido de algún mueble chocando y los gruñidos de Bruce de fondo lo hicieron hacer una mueca. Clark dijo algo que no alcanzó a escuchar, algo que sonaba a cualquier tontería que no quería saber, así que decidió que era suficiente; se dio la vuelta, hasta que escuchó que no habría ninguna prueba de ADN por parte de él.

—... porque confío en ti.

Alfred sonrió. El señor Kent podía ser tan fuerte como imbécil, porque solo uno tan grande decidiría confiar en su niño de esa manera tan ciega después de todo lo que había hecho, lo que le había hecho. Aún así, su corazón se alegró de que hubiera alguien que estuviera dispuesto a quedarse con su muchacho consciente de todas las partes que lo conformaban.

Entró a la cocina. Richard estaba intentando escapar de la sillita de forma totalmente infructuosa.

Se preguntaba si el pequeño Wayne sin nombre hubiera logrado escapar de una sillita infantil, si hubiese sido menos risueño, más inteligente a la vez que poderoso. El recuerdo de su nietecito lo obligó a pasar saliva. Pensó, entonces, que su pérdida era algo bueno si cambiaba a Bruce para bien, si lo hacía más sensible, pero, como siempre, se había equivocado. Una cosa fueron los criminales, podía pasarlos, pero lastimar una familia viva, con posibilidades... desde Bucarest ya no estaba seguro de dónde estaban los límites de su muchacho. 

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¡Gracias por todos sus hermosos comentarios!
El jueves les traigo el siguiente capítulo. Ya tengo un par más adelantados y solo quiero decir: Alfred está siendo mi POV favorito de escribir. Creo que se trae un par de sorpresas entre manos.

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