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La ignorancia del amor.

Bueno, ciertamente estoy deprimido por ciertas cosas, alguien me pidió que diera mi opinión del capitulo 8 pero me tiene tan decepcionado, vacío y molesto que no siento que valga la pena. Por el momento se pospondrán algunas cosas como Loneliness y me centrare en otro proyectos


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Su respiración era agitada, convulsa y violenta. Sus ojos se negaban a mirar al frente, pero una de sus manos agarró su mentón y le obligó a mirar al frente, y su propio cuerpo le negaba cerrar sus ojos. La mano sobrante de la chica siguió entrelazada con una de las de él y levantaba lentamente la tapa del regalo.

Tomó una respiración profunda, y al ver el interior se encontró con una perturbante escena. Una mezcla de sangre y vísceras, la cabeza degollada de su perro cubierta con sangré y estando putrefacta y quemada. Un montón de hilos y hebras rojas, todas y cada una envueltas alrededor de una especie de peluche. Un juguete de felpa suave y amigable, que el relleno de su cabeza asomaba por las costuras rotas. Lo más inquietante es que el relleno era rojo carmín.

Temblando agarró, la cabeza del perro, el peluche y acarició el falso pelaje, murmuró para sí mismo, con la voz temblando y su agarre flaqueando. "¿Tú...? ¿Hiciste tu este lindo peluche para mí?" Por su mano se escurre unos pocos hilos rojos, con una consistencia espesa. "Es... bonito..." murmuró entre unas pocas lágrimas, para posteriormente abrazarlo contra su pecho. Sintiendo la sangre escurrirse y mojando su ropa.

La mirada de la chica se frunció, viendo como su pareja abraza, la cabeza cercenada de su perro, el peluche que ella le había dado. Sus ojos eran sombríos, de aquellos, querido lector, similares a dos pozos sin fondo, oscuros y profundos, llenos de una intensidad capaz de helar la sangre. Con la mirada fija, casi hipnótica, irradiando celos y una locura casi incontenible. La furia y la obsesión era reflejada en sus pupilas dilatadas que contrastan con sus iris ámbar, brillantes como una inquietante llama. "¿Te gusta?" Preguntó mientras abrazaba el cuerpo de su compañero con una fuerza posesiva. "Lo hice especialmente para ti, fue muy difícil conseguir los materiales."

"Por-porsupesto que me gusta... es muy... lindo... muchas gracias Vivi." sus palabras eran una mezcla de ternura y negación. Sus ojos están irritados y su boca tiembla. El calor del cuerpo de Vivi, el abrazo de amor que ella le da hace que sus músculos se relajen. Y opten por una mayor comodidad. "Te amo Niko, eres hermoso, y como tal has de ser cuidado." La cabeza de la chica comenzó a restregarse contra la de él. La escena se fundía por la clara luz del alba y ambos descansaban en la comodidad del cuerpo del otro.

Un pequeño conejo de pelaje blanco estaba ahí quieto, de costado, con su pata mal herida. Debido a esto, el pequeño animal no podía saltar ni correr. Sus ojos negros miraban a lo que se paraba delante suya. Una chica, una niña que no aparenta tener más de 11 ni menos de 8. Con pelo blanco y ojos amarillos como la miel. Aspecto delicado, pero hostil. En sus manos había una especie de bisturí, y ya sabe usted, lentamente lo bajo hasta las piernas del animal, y con movimientos casi quirúrgicos, le amputó ambas piernas.

Unos silbidos de dolor, como si algo realmente tormentoso se revoloteaba por su garganta, forzándolo a gemir de dolor, aunque fuera forzado. Pero, esos gimoteos fueron opacados por un ruido, unas pisadas y hojas moviéndose. La maleza se movía y forzó a que la cabeza de la niña se levantará para ver que se acercaba. Detrás de los arbustos, se formó un cuerpo frágil y débil, masculinamente afeminado, un chico de pelo sucio pero reluciente, rubio, con ojos cristalinos como el agua y una breve sonrisa, la cual se esfumó tan rápido como vio la escena.

Ambos se quedaron mirando con cierta inquietud, en silencio sórdido. Mientras el animal seguía frunciendo su voz con dolor. Lector, para Vivian, ella ya iba a ser delatada a su padre, ya podía imaginarse su estúpida voz de falsedad: "otra vez te fuistes sola al bosque." "Volvisteis a apuñalar a un animal". Que voz más irritante, casi como si hablara mientras raya una pizarra con sus uñas. Si quería evitar eso, tendría que matarlo, aunque tampoco se ve tan complicado, el chico realmente luce frágil, como si soplarle fuera suficiente para romperle. Aunque, con estupor, la chica dejó de procesar cuando escuchó al chico decir "hermosa." ¿Por qué? Respóndeme, querido leyente, ¿usted vería algo 'hermoso' en una chica, una joven, con sus manos manchadas en sangré, un bisturí, una mirada siniestra y un pequeño animal retorciéndose y sufriendo de dolor. Una sonrisa, una mueca retorcida de felicidad, se formó en su rostro. Y terminó de bajar el arma y se la clavó en el cuello al animal, rompiendo su carótida. En desesperación, el pequeñajo trato de tomar aire, quedándose sin él, al inhalar abruptamente y quedarse en vacío, para acabar ahogándose en su propia sangré.

"Te... ¿Te encuentras bien?" Preguntó tontamente, viendo directamente a la chica. Ella se quedó sorprendida. ¿Acaso no se da cuenta que acaba de matar a un animal, delante suya? ¿Es que no siente miedo? Ella no respondió, solamente se quedó mirándolo con cierta curiosidad. Cuando él avanzó y se agachó cerca de ella, vio cómo sacó un pequeño botiquín de su abrigó. Sacando un frasco con alguna sustancia translúcida y unos paños, vertiendo un poco del líquido en ellos y usándolo para limpiar las manos y 'heridas' de Vivian. Una gentil sonrisa fue dirigida hacia ella, una que jamás había visto. "Ya está, mucho mejor. ¿Te duele algo más?" Preguntó con ojos tiernos. Ella no respondió, simplemente negó con su cabeza, sintió sus manos calentarse al ser tocadas por las suyas. "¿Quieres jugar conmigo?" Las mejillas del chico estaban rojas, ya sea por el frío o porque estaba avergonzado. El niño los levantó a ambos y lentamente comenzó a dirigirse por donde había venido, la chica lo siguió con caso omiso, sus pupilas se enfocan en él y su mano agarra con firmeza a la de él.

"¿Qué hacías en el bosque? ¿Te perdiste?" Habló la chica por primera vez, su voz era tierna y gentil, suave, casi como un susurró. "Uh... no... solamente... me gusta caminar por el bosque... solo... siento que así no molestaré a nadie... ¿Y tú?" Habló tartamudeando.

"Bueno..." empezó con la voz serena. "Me encanta ver animales... la naturaleza..." dijo, sin preocupaciones, como si no hubiera acabado de matar a un animal. Recorrieron el camino con un cómodo silencio, y pasado un rato llegaron a los alrededores de un gran edificio, con la señalización de hospital. Algo viejo, de aquellos edificios que parecen estar cayéndose a cachos. Primero tuvieron que cruzar una verja oxidada, y así llegar a una especie de jardincito, con un patio de juegos para los niños. Algo que, usualmente, le suele resultar aburrido a Vivi, pero, tampoco es que tenga algo mejor que hacer. Pero, su mirada se frunció cuando vio a dos siluetas, dos chicas paradas delante de las puertas de entrada al hospital. Ambas rubias, una de ojos verdes y pelo recogido en dos coletas, y otra de ojos marrones con una coleta. Ambas con brazos cruzados y una actitud algo despreocupada o molesta. Pero Vivian realmente se enfureció al ver a la chica de las coletas, su mirada irradiaba odio visceral, y su cuerpo se puso más rígido, incluso trató de frenar el avance del chico, dificultando su paso. Pero todo fracasó cuando él alzó la mano y las saludo. "Janet, Lizzy, ya volví." Dijo con voz débil pero alegre.

Ella se había detenido, freno en seco sus pisadas haciendo que el chico también se quedará quieto. Extrañado, volteó la vista para encontrarse con el tierno rostro de la niña y sus ojos indiferentes. "Sabes... donde ir a hacer unas cosas, adiós." Vocalizo para luego soltar la mano del chico e ir alejándose en dirección a la puerta de entrada. Cruzándose brevemente con las dos chicas, y pasando de largo, ignorandolas. Aunque, la rubia de dos coletas y la pelo blanco quedaron mirándose con desdén y asco.

"Ugh... ¿quién es esa?" Pregunto Lizzy con apatía, aunque realmente no era que le importase, estaba más centrada en su móvil y chatear con amigas. Con igual molestia, o más, J respondió. "No lo sé, pero tampoco es que nos importe... ¿Y tú, tonto? ¿Donde es que te has metido? No soy tu niñera." con timidez se acercó el niño, y rasco la parte trasera de su cabeza. "Siento haberos preocupado, es que vi a un conejo correr hacia el bosque y quise seguirlo."

"El bosque, idiota." Dijeron al unísono, con un atisbo de preocupación. Aunque, rápidamente cambiaron de actitud, y volvieron a optar por sus posturas relajadas y desinteresadas, aún así, el sonrojo que se les formó en el rostro no desapareció igual de rápido. "No me preocupo por ti, idiota." Hablo la joven Janet. "Más quisieras, tú, que dos chicas se fijarán en ti." Replicó a la vez Lizzy.

"Jejeje... bueno... umm..." cierta incomodidad se notaba en su voz. "Yo... bueno... vamos a jugar, tenemos el pequeño parque, o nos vamos a ver la tele, o jugamos juegos de mesa." Dijo en un intento de calmar la situación, en respuesta, solamente suspiraron con cansancio y se dirigieron al interior del edificio. Nikolai las siguió con calma, dejando una distancia entre ellos, una distancia infranqueable, una manía personal de él, al igual que va mirando al suelo, no se digna a mirar al frente. No quería ver cómo otros lo miraban, o como pensaban de él, o sus expresiones. Es mejor así, mantenerse a tras siempre, un segundo, simple y llanamente.

Así caminaron, Lizzy y Janet compartiendo su día, Nikolai siguiéndolas sin decir mucho, salvo algunas palabras optimistas o alegres, hasta que llegaron a una habitación del hospital, en la 2ª planta, con un cartel de entrada que ponía. {Paciente Nikolai Dostoyevski} Las chicas abrieron la puerta y entraron como si fuera su propiedad. Una vez estuvieron todos dentro, Niko sacó una baraja de naipes, y empezó a repartirlas con sus amigas. Pasaron gran parte de la tarde jugando, hasta que Lizzy tuvo que irse porque su padre vino a recogerla.

Dejando solos a los dos rubios, la chica volteó a mirar hacia él, viéndolo acostado en su camilla, con una libreta en sus manos y unos crayones. Se acercó, a paso lento, y vio cómo dibujaba algo, algo a lo que ustedes llamarían propio de un infante, querido lector, un simple dibujo hecho con líneas de colores, en el que habían tres siluetas, dos chicas y un chico. Estaba claro que Nikolai estaba haciendo uno de sus 'tontos' dibujos, sobre ellos tres. "Agh... otras vez estás intentando dibujar, te sale fatal, tonto." Un sonrojo de timidez se formó en su rostro, su mano, la cual sujetaba un crayón rojo, subió a su cara y con un dedo rasco, mortificado, su mejilla. "Lo... lo siento... si, se me da fatal esto... pero... realmente me entretiene y... con práctica todo se puede. ¿No?"

Janet rodó los ojos con falsa molestia. "Y... porque no vienes al club de arte conmigo..." dijo en un tono meloso con algo de apatía, pero se corrigió a un tono de estrés y molestia. "Idiota, lo digo porque si quieres mejorar debes practicar can alguien que sabe. ¿Y quien mejor que yo para eso? Yo no cometo errores, no cómo otros." Dijo en una postura arrogante y ensalzando su belleza natural. "Oh... uh... no... ¿No seré una molestia?" Preguntó en voz baja y con mirada vacía.

"Ya lo eres..." se quedó callada al ver el aspecto del chico, luciendo deprimido, con la mirada gacha, los ojos decaídos y la boca fruncida. "Pero es que todos son un estorbo para mí, soy la mejor." Tiro una de sus coletas hacia atrás con el dorso de la mano. "Así que no te preocupes. ¿Quieres mejorar? soy la indicada."

Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Nikolai por las palabras de su amiga, una sonrisa tierna y feliz. "Claro, Janet, eres impresionante." La cara de la chica se pintó de carmín y tuvo que darse la vuelta con arrogancia para disimular su vergüenza, y no pudo evitar tartamudear al decir. "Cla-claro... yo soy maravillosa..." pero la celosa mente de Janet salió del trance cuando recordó a aquella niña. "Oye, Noah..." su rostro se oscureció. "¿Con la que ibas antes...? ¿De que la conoces?" su tono se hizo más severo y contundente, con ciertos indicios de celos. El chico, extrañado por la actitud de su amiga, levantó la cabeza con curiosidad, encontrando la espalda de Janet y sus dos coletas, luciendo tan linda y estoica como siempre. En un principio, Nikolai no sabía qué responder, pero decidió ser sincero, a final de cuentas, la honestidad es la mejor política. "Bueno..." empezó con cierta vacilación. "La vi en el bosque... pensé que estaba perdida..." atragantándose con su propia saliva, la trago con cierto malestar. "Y decidí ayudarla... aunque, ni siquiera le pregunté su nombre" omitiendo aquello que vio, tampoco es como si le mintiera a Janet, solamente escondió ciertas cosas.

Quizás Nikolai no sea el mejor mintiendo, ni mucho menos lo es escondiendo hechos, siendo claro por sus acciones. Su voz nerviosa y temblando, sus ojos evitando el contacto visual, aunque ella solamente le veía de reojo, y la falta de coherencia, en medida de lo que ella sabe, acerca de lo que sucedió. Aún así, Janet no quiso indagar más. "Como sea." Suavizó su tono a una más suave pero formal. "Me debo de ir también, mi padre saldrá en un rato, adiós tonto." Se despidió empujando una de sus coletas hacia atrás.

"Adiós Janet, cuídate." Hablo con un tono alegre y feliz mientras movía su mano despidiéndose de su amiga. Cuando la radiante chica abandonó la sala, todo se sumergió en un ambiente melancólico, deprimente, casi opresivo. Una tos seca y casi dolorosa rompió el triste silencio, mirando a su alrededor, se percató de su dura soledad. Así era su día a día, sin nadie que viniera a visitarlo, su padre le abandonó y su madre está más ocupada con la polla de otro en la boca, al menos puede agradecer que la señorita Nori ayuda a cuidar de su hermana y parece ser que ella y Uzi se llevan bien.

Pero aun así, él no puede negar lo mal que se siente estar tan solo. Aún en si mismado, su diatriba pesimista fue rota cuando la puerta corrediza se abrió casi instantáneamente y un aura maternal, cálida y casi maniática entró por la puerta, con un rostro alegre y enérgico. Una mujer de pelo castaño recogido en una coleta y usando un ushanka blanco. "Hola Nikolai. ¿Cómo está mi querido chiquillo?" Ronroneo de forma muy pícara, aún así, no dejo hablar al chico y siguió a lo suyo. "¿Mi hija se porta bien contigo, no? Ya sabes, si es mala contigo no te preocupes, yo me encargaré de castigarla." Niko se quedó observando a su enfermera, sin esperar órdenes de ella, se tumbó en su camilla, se subió la manga de su abrigo, dejando al descubierto su fosa cubital. Involuntariamente, su cuerpo comenzó a temblar y su piel se palidecio, aquella sensación de pavor total, en esas, querido lector, en las que usted teme por sí, por su vida, en las que siente que el alma abandona su cuerpo, su sangre se hace líquida, todos sus nervios les producen horribles nauseas, en definitiva, simplemente miedo. Nikolai no quería mirar, pero se quedó paralizado como un ciervo ante los faros de un vehículo. Una jeringa larga y puntiaguda, de aquellas que hace llorar a los más machos, se dirigió hacia su zona cubital, sintiendo el frio metal tocar su piel, tensando sus musculos y erizando su piel. "Cariño, si te pones tan tenso no puedo extraer te sangre." Le dijo con voz coqueta. Pero, ella bien sabía que por mucho que Niko lo intentase, le era imposible relajar sus nervios y terror a las agujas. Ya sea para burlarse de él, o aprovechar la situación de debilidad, una de sus manos agarró firme y seguramente la cabeza de Nikolai, atrayéndolo hacia ella y posando su rostro entre su busto.

Las cálidas masas de grasa, para nada humildes y de gran escote, dieron una agradable acogida al chico, y eso sumado a la mano que acariciaba y rascaba lenta y gentilmente el cabello de Nikolai, su respiración se suavizó y su mente se nublo por la mezcla de olores de la señorita Alice. "Tsss, no tienes que tener miedo, Niky, yo estoy aquí, te voy a estar cuidado, porque te quiero." Dijo en su tono meloso y amoroso, casi naternal. "Estaré siempre aquí para tí Niky, sabes que si necesitas algo solo debes decírmelo." Casi parecía un cachorrito temblando aferrado a su dueño, o un bebé abrazado a su mami. Ya había pasado 3 minutos desde que Alice terminó de estarle sangre, pero eso no les importaba, Niky se aferraba más y más a su enfermera, llegó a vasiar sus emociones, algo que necesitaba urgentemente.

Habiendo hecho movimientos quirúrgicos, preciosos y ágiles, Alice retiró la jeringa, coloco una gasa en la herida y abrazo el cuerpo de Nikolai al completó, sentándose ella también en la cama y dejando al frágil Niko pegado a ella. Sus llantos quedaron sofocados por las tetas de Alice, sus brazos rodearon a la mujer y se aferraban a ella con dolor. "¿Por qué...? ¿Por qué mi madre no me quiere...?" Se ahogó en su propio llanto. "¿Por qué me abandonó mi padre...?" Alice lo reconfortó con una paciencia magistral, sus manos acariciaban la espalda del chico, y su boca hablaba con palabras relajantes y amorosas. "Ya está pequeño, yo estoy contigo, y lo estaré cuando me necesites... ¿Qué tal si vamos a cenar algo juntos? Mi turno acaba en un rato, cielo." El niño no respondió, sorbió sus babas y se limpio los mocos y lágrimas mientras asentía con su cabecita. "Espérame aquí, cariño." Dijo para separarse del abrazo y dar una palmadita suave en la cabeza de Nikolai. Poco después, la dama abandonó la sala, no sin antes haberse asegurado de tranquilizarlo.

Tuvo que recorrer un largo pasillo blanco, melancólico y triste, cargado por la pesadez de los pacientes, aunque su actitud marcaba una gran discordancia con la del resto de pacientes, la mujer iba tarareando una dulce y cálida melodía. En la ala donde estaba ella, y también la sala de Nikolai, es la zona para pacientes ex drogadictos o que padecen algunos problemas derivados. Pero, además, conectaba con otro pasillo, a la derecha de Alice, en un intersección, se encontraba la ala psiquiátrica del hospital. Al ser un pueblucho perdido en Rusia y alejado de la ciudad más cercana, es de esperar que tampoco tuvieran muy buenas infraestructuras. Girando a la izquierda, Alice entró a un cuartito con todo, bueno, realmente una parte de material médico, una parte bastante pequeña. Depósito el frasco de sangre, etiquetandolo con los datos del paciente, es decir, Nikolai. Aunque, ella no se percató, que en aquel cruce, un chica albina de ojos miel, la cual venía por la derecha, cruzó hacia el pasillo por donde ella venía y se dirigió con perfecta astucia y calma hacia un lugar en concreto, no le hacía ni falta mirar los nombres en cada puerta, e ignoro o cada paciente o zorra enfermera con la que se cruzará. Así llegó a la habitación tan deseada, entró con cierta delicadeza femenina. Primero tocando la puerta, esperando una repuesta y escucho la misma voz de esta mañana. "¿Si, quien es?" Pregunto desde el interior, aunque al no obtener respuesta, la voz del chico dijo. "Adelante." Luego, Vivian avanzó, abriendo la puerta y entrando, sus brillantes ojos miel se encontraron con los cristalinos del joven. Ambos se quedaron mirando en un silencio críptico e indescifrable.

La chica de pelo lunar se acercó a la cama de Nikolai, quien no apartaba la mirada de ella, haciendo un contacto visual estrecho y seguro. La chica logró ver que debajo de los ojos del chico había ojeras, y uno de ellos estaba rojo, presumiblemente de llorar, pero lo que le extrañó fue la ausencia de luz en uno de ellos, uno de sus ojos, concretamente el, estaba cubierto bajo un manojo de pelos, cubierto por su flequillo. Las pálidas manos de la mujercita vagaron lentamente hasta el cuello del chico, donde acabaron presionandose, sin hacer esfuerzos. El joven no dijo nada, no rechisto ni se quejó, solamente dejo que Vivi hiciera lo que tenía que hacer. Sumándole carga a lo absurdista de la situación, el chico habló con su voz dulce y amable. "Se me olvidó preguntarte tú nombre ¿cual es?" La chica se quedó en una ensordecedora mudez, pero se permitió romperla con una voz armoniosa. "Vivian Lieblos."

"Es un nombre hermoso". Respondió delicadamente, su voz no temblaba y se mantenía tranquila y amable. Sus lindos ojos azules cual océano la miraban, a ella, nunca nadie se había atrevido a mirarla tan... tan... tan

... Cariñosamente. Igual, sus ojos relucientes como el citrino socavan en Nikolai, casi como si quisieran perforarle el cráneo. Ambos mantenían una respiración relajada y calmada, y se batían en un furioso duelo de miradas, que solo se rompió cuando Vivi rompió su agarre abruptamente y se sentó despreocupadamente en la cama. "Bueno... y. ¿Por qué estás tan solo?" Dijo mirando detenidamente las facciones del muchacho. Viendo como su rostro se contrae en una especie de mueca de disgusto o desagrado. "Bueno... umm... mi hermana pequeña está siendo cuidada por una amiga, y mis padres... están ocupados." Dijo con vacilación.

Vivian no creyó en sus palabras, le pareció muy rara su reacción pero prefirió dejarlo así. Sus piernas se zarandeaban al borde de la camilla, sus brazos se apoyaban en el colchón y ella tarareaba una suave melodía, que a Nikolai se le hacía muy conocida. Siendo una nana que le cantaba su madre cuando era bebe, pero la chica no le miraba a él, parecía estar distraída en si misma. La mirada de él se centraba en ella, en su cuerpo y apariencia, parecía mucho más hermosa que, cuando antes la encontró. Su pelo blanco y limpio, reluciente y claro, hondeando en mechones brillantes como la luna, cortados en estilo bob. Sus ojos ámbar como la miel mas dulce, y no es de equivocarse, son ojos dulces y melosos, que parecen mirar todo con entusiasmo casi psicodélico. Sus labios son rosados pálidos, con un color cercano a la nieve pero sin alejarse del tono natural de la piel, sus mejillas están sonrojadas y brillando con un intenso rojo, ya sea por el frío o por otras cosas que quizás ella sienta.

Su cuello delicado, delgado y hermoso, pero, antes de poder seguir analizándola, ella se volteo a mirarlo de un rápido movimiento. Con ojos centrados, pupilas casi filosas, podría decirse que similares a las de un depredador pero sin alejarse de los típicos ojos humanos. Su sonrisa se transformó en una mueca maníaca y alegre, dejando ver sus perfectos dientes blancos.

De golpe, sus manos se apoyaron a ambos costados de la cama, sus piernas rodearon su cuerpo y ella apoyó su peso sobre él, acostándose encima de él. Su mirada era de locura genuina, y sunrostro se acercaba más y más al de Nikolai, preocupantemente. Dejándolos a una distancia incierta, en la que cada uno sentía la respiración del otro, el cálido aliento con olor a menta de Niko, y el floral y gélido de Vivian. "¡Oye! ¿Me dejarías ver tu ojo?" Dijo con sus manos ya puestas en el rostro del chico.

Dos dedos de cada mano se apoyaban en su rostro, en la zona derecha y levantando ligeramente su flequillo. "¡Agh!" Se quejó de dolor el niño al sentir sus uñas rozar con su piel. "Duele" murmuró débilmente. Pero esto solo hizo que el agarre de Vivian se hiciera más fuerte, sus uñas se clavaron en su piel pero sin romper la epidermis y solo dejando unas marcas rojas en la palidez del chico. "¡Venga! ¡Venga! ¡Déjame verlo!" Insistió con fogosidad.

Pero su actitud se volvió sería y desinteresada, sus manos se apartaron del rostro de Nikolai y se levantó, solamente dirigiéndole una sonrisa tierna pero frustrada al chico. "Creo que me debo ir ya, mañana seguiremos jugando, bombón~." Cuando terminó de decir eso, la puerta se abrió y dejó ver a la belleza de Alice entrar. Con su largo pelo ahora más peinado y limpio, sedoso y brillante con un castaño natural, y contrastando con sus ojos marrones y casi con destellos rojizos. Pero, su radiante sonrisa se esfumó tan rápido como vio a la peli blanca, creando un ambiente siniestro y palpable. "Hola Alice." Dijo el chico mirándola con una sonrisa alegre.

"Hola Nikolai y... Vivían." Saludo con poco entusiasmo, casi como si su felicidad hubiese sido devorada. La chica de ojos miel la miraba con aburrimiento y desinterés, sus ojos perdieron el brillo anterior y desvío su mirada, ignorando la entrada de la enfermera, se levantó y se dirigió a la salida sin decir palabras.

Dejando tras de sí un ambiente serio, molesto y trágico. Alice perdió todo su entusiasmo y se quedó con un rostro inexpresivo y molesto, aunque Nikolai se mantenía sereno y alegre, levantándose de la cama y acercándose a ella. "¿Nos vamos señorita Alice?" Ella le devolvió la mirada furtiva, con todas sus fuerzas lanzó una dulce sonrisa ácida y le preguntó al chico: "¿De que conoces a esa niñata, Nikolai?"

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Bueno, ando algo deprimido por ciertas cosas así que el capitulo de Soledad se pospondrá un tiempo y me centrare en algunos proyectos distintos.

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