UNO
UNO
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❝𝑰 𝒍𝒊𝒆𝒅 𝒕𝒐 𝒃𝒆 𝒔𝒐𝒎𝒆𝒐𝒏𝒆 𝒆𝒍𝒔𝒆... 𝒇𝒐𝒓 𝒚𝒐𝒖❞
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Cuando Lysander sugiere que tome un respiro antes de meterme en el vestido, pienso que intenta apaciguar mis inhóspitos nervios ante la noche que me espera. No descubro lo equivocaba que estoy hasta que tengo que bajar del auto, a los pies de la mansión presidencial. Usualmente, cada vez que Lysander me pone algo encima, me hace sentir afortunada de que alguien con tan magnífico talento se dedique a mí con tal devoción; esta vez, sin embargo, me sentiría más afortunada si no tuviera que respirar como si estuviera en un parto.
Hacen falta tres chicos avox, el chofer y toda mi fuerza de voluntad, para mantenerme erguida e impoluta mientras subo las escaleras, que nunca me habían parecido tan extensas. Que Marcus no esté en la entrada para recibirme, ofrece una escueta respuesta a mi comportamiento de esta tarde, y aunque me molesta, me lo trago y comienzo a sonreír cuando la multitud aparece y me dedica todo tipo de atenciones.
Mi mente no responde ante ellos, aunque mi boca aparece de vez en cuando, para salvarla de demostrar sus divagaciones. Todo en lo que puedo pensar es en el vacío que siento en la mano izquierda y en la exquisita joya que me quema el cuello. La toco ligeramente cuando una dama de terribles ojos rojos me dice lo bella que le parece. Poco sabe ella que el oro y los diamantes no son más que un infame premio de consolación. Un lacónico: "lamento que no podamos casarnos ahora, o al menos anunciar nuestro compromiso", que además de vacío, no comienza si quiera a saldar la deuda. Oh, si esta mujer supiera la verdad, seguramente se sentiría tan indignada como yo.
Sin embargo, toda esa cólera pasa incógnita detrás del papel de novia amorosa que represento con maestría, agradeciendo cada comentario y alabando a Marcus en toda oportunidad que se me presenta. No voy a arruinar todo mi progreso por una rabieta; Snow está poniendo a prueba mi paciencia, y aunque me parezca despreciable, no puedo oponer resistencia, no cuando estoy tan cerca de librarme de él para siempre.
Busco a mi prometido entre la gente, que de repente comienza a abrirle paso a alguien más. Me detengo ante la visión de los Vencedores de este año y aplaudo, junto con el resto de eufóricos capitolinos que se desviven intentando llamar la atención de la Chica en Llamas. Ella sonríe, aunque no puede convencerme como los convence a ellos. Yo misma he encontrado la necesidad de convertir mi vida en un juego, donde cada gesto y acción deben tener la cantidad adecuada de realismo, y la pobre manera en que sus comisuras se alzan, puede compararse apenas con mi reacción al recibir el collar esta tarde. Desencantada, casi inexpresiva, pero intentando fingir que estaba sin habla para que el hombre que lo entrego no sospechara nada.
Veo a Cinna caminar detrás de ella, recibiendo halagos de la audiencia y le doy una sonrisa auténtica, la primera de toda la noche. Él alcanza a verme (aunque con mi vestido brillando bajo las falsas estrellas del techo, hay que estar ciego para no percatarse de mi presencia) y me devuelve el gesto, asintiendo aprobatoriamente ante mi atuendo.
La multitud se dispersa a mi alrededor, siguiéndolos como una magnética procesión. Me quedo de pie, agradeciendo que la Chica en Llamas ocupe mi lugar como el centro de atención, cuando en ese instante de abandono consigo encontrar a Marcus. Está sentado en la mesa de honor, que resulta también ser la única mesa del lugar, donde tendrían que sentarse los Vencedores si no estuvieran atragantándose en las mesas, supliendo noblemente a su abuelo. Me acerco a él, tan sigilosamente que cuando rodeo sus hombros y poso mis manos en su pecho, abrazada a su espalda, da un respingo.
–Te atrapé – susurro en su oído. Sus manos se posan sobre las mías y les dan un ligero apretón –. ¿Estás pasando un buen rato, cariño?
La gente a nuestro alrededor emite sonidos de ternura, cuando se gira sobre su hombro lo suficiente para poder darme un suave beso en los labios. Sus ojos castaños brillan intensamente cuando se separa de mí.
–Ahora sí, querida.
Se pone de pie y me ayuda a sentarme a su lado, incorporándome a la conversación con una autoridad digna de un líder. No podría esperarse nada más de él, siendo el único heredero del Presidente de Panem. Cuando un avox me trae una copa de champagne, él se inclina y sujeta mi mano, para depositar un beso en mis nudillos. Le sonrío, pensando que aunque Snow lo intentó con proeza, no hay nada que pueda corromper el alma de este hombre. Ni siquiera sus malos genes o su estricta tutela.
Me dedico a observar a los invitados, experimentando el casi ajeno sentimiento de perplejidad ante su estrafalaria apariencia. He vivido en el Capitolio durante casi cinco años y aunque he intentado con ímpetu, no puedo dejar de sentirme ajena a sus habitantes; no consigo quitarme la sensación de que para ellos no soy más que uno de sus mejores espectáculos, una cautivadora sorpresa que apareció en sus vidas casi envuelta como un obsequio del proletariado.
–Te ves arrebatadora esta noche.
Sonrío, en una chispeante mueca de dientes aperlados y labios carmesí, volviendo mi atención a Marcus, recordando que si he de ser una atracción, voy a ser la mejor de todas.
–Entonces deberías invitarme a bailar.
Se ríe. El resto de personas en la mesa lo hacen también, aunque ninguno entiende por qué.
–Si me complaces con tan decoroso honor.
Y se pone de pie, imponente como él solo, tendiéndome su brazo para llevarme a la pista de baile. La banda, que ameniza el salón sobre algodonosas nubes en lo alto, pone más ímpetu en sus melodías cuando nos ve aparecer en medio de las parejas que ya estaban bailando.
En un movimiento fluido que bien podría resultar envidiable, Marcus me atrae a su cuerpo hasta que el espacio entre nosotros es tan escaso como el aire en mis pulmones. Cuando asistí a mi primera fiesta en el Capitolio, sus bailes me habían parecido insípidos comparados con las vehementes danzas que ejecutábamos en mi Distrito; eran tan aburridos que apenas tenía que despegar los pies del suelo. Hasta que conocí a Marcus y en una sola pieza me demostró que la pasión que podía infundir en lo que hacía podía encender cualquiera coreografía.
Mientras me inclina en dirección al suelo, como si pesara menos que un costal de papas, obtengo una privilegiada vista de los amantes trágicos bailando. Charlan, mirando a su alrededor constantemente, vulnerables. Alguien va a tener que enseñarles a fingir mejor si van a tener que hacer esto durante el resto de sus vidas. Y aunque su reciente anuncio de matrimonio ha arruinado cualquier oportunidad de que el mío ocurra en fechas cercanas, decido que quiero conocer a Peeta cuando Plutarch Heavensbee saca a bailar a Katniss.
–Cariño – digo, lentamente, cuando vuelvo a sus brazos después de que me hiciera girar. Él murmura brevemente contra el hueco de mi cuello, indicándome que está escuchando –. ¿Te importaría presentarme al Vencedor de este año?
Lo siento asentir cuando la canción termina. Utiliza la mano enredada en mi cintura para sujetarme en un beso efusivo que clama posesividad, y después, me guía hasta el chico. Somos interceptados por un hombre antes de que podamos llegar y cuando él dice que tiene que hablarle de algo urgente, mi prometido me da un apretón en la cintura que me insta a marcharme. Le sonrío, antes de alejarme en dirección a Peeta Mellark.
Sin Katniss a su lado, parece perdido. Se me pasa por la cabeza entonces, que quizá él nunca estuvo fingiendo y un sentimiento parecido a la lástima me embarga. Sé lo que se siente amar y no ser correspondido, y es de lejos, mucho peor que estar en cualquier Arena.
–Si me dices qué estás pensando, prometo que no se lo digo a Snow – comento. Él salta, sorprendido y se gira a mirarme. Sonrío por inercia cuando un avox se acerca con una copa de vino tinto que me permite aparentar que no soy consciente del intenso reconocimiento visual del chico del Doce.
–No estaba pensando nada que no pudiera saber.
–¿Ah, no? – respondo, juguetonamente. Me siento casi capitolina cuando me descubro pensando en lo atractiva que resulta su inocencia. La manera en que sus mejillas se encienden ante mi pregunta, me hace sonreír –. ¿Disfrutas de tu fiesta?
–Todos aquí son muy atentos.
Bebo un trago de vino, ligeramente decepcionada de que piense que soy como el resto de estas personas: lo suficientemente ingenua para tragarme su actuación. Aunque debo reconocerle que es mejor que la de Katniss.
–No tienes que fingir conmigo, cariño.
En aquel instante diviso una gigante esfera de tela roja, balanceándose chistosamente al otro lado del salón. Suelto una risita que hace que Peeta me mire como si estuviera demente. Le ofrezco una sonrisa gentil, dejando mi copa en la mesa detrás de nosotros. Él puede esperar. Johanna, por otra parte...
–Si me disculpas – hago una ligera reverencia y me dirijo a mi amiga. La visión de su incomodidad me hace adorar mi vestido, con toda y su exagerada compresión pulmonar. Johanna gruñe cuando me ve, yo me río otra vez –. ¿Quién te puso esa cosa?
–Bueno, obviamente no fue Lysander – farfulla. Apura la copa que lleva entre sus manos hasta que no queda ni una gota de vino dentro –. Honestamente, ¿por qué no lo encontré antes que tú? Te ves fabulosa como siempre y yo parezco una maldita manzana gigante.
Suelto una carcajada que hace la gente a nuestro alrededor nos mire como si los fenómenos del lugar fuéramos nosotras. Le doy una mirada cómplice a Johanna, entrelazando su brazo con el mío, y guiándola a los jardines, donde las únicas personas que podrían atestiguar nuestra conversación están demasiado borrachas para entenderla.
–Uy, alguien se ve muy resentida – se burla, mientras nos sentamos en una de las bancas de piedra que se yerguen en el lugar. Le arrebato la copa de los dedos (quién sabe cuándo la consiguió; su habilidad nunca deja de sorprenderme) y le doy un trago profundo, hasta que el sabor del alcohol es tan intenso que me quema la garganta –. Vaya. Entonces es serio.
Arrojo la copa contra un árbol y observo con tumultuosa satisfacción como se hace pedazos. Si deshacerme de Snow fuera tan fácil...
–Resulta que ya no sé si voy a casarme.
Johanna jadea, casi sorprendida.
–¿Cómo? – veo sus ojos buscar el anillo en mi dedo y su mirada llenarse de escándalo cuando encuentra mi mano tan vacía como mi satisfacción –. Mierda santa. Y yo que pensé que Marcus sólo llevaba la escoria en el apellido.
–Oh, dudo mucho que fuera su idea – respondo, deseando tener algo más para destrozar –. Seguramente Snow le hizo pensar que la boda que Panem necesita ahora es la de Chica en Llamas. La nuestra puede esperar porque nuestro amor si es sincero y mucho menos peligroso. Pura basura.
–Deberías hablar con él, entonces.
–¿Estás dándome un consejo amoroso? – la mera idea me hace sonreír –. ¿Johanna Mason, diciendo que haga las cosas bien? La única razón por la que te arrastre aquí es porque esperaba que me incitaras a hacer algo muy malo en venganza.
El suspiro que suelta, borra la sonrisa de mi rostro. Esta es demasiada seriedad para ella, más de la que yo puedo tolerar, me temo.
–Has estado con Marcus ¿cuánto? ¿Tres, cuatro años? – comienza, con tono condescendiente –. No lo sé. Para alguien en su posición me parece que si no quisiera estar contigo, simplemente no lo estaría. Y te pidió que se casaran. Quizá me equivoco, pero él parece un hombre de palabra.
Sé exactamente en lo que está pensando cuando me da una mirada intensa. Yo también estoy pensando en ella. Y Johanna tiene razón: Marcus siempre cumple sus promesas. Dijo que ella estaría bien y desde entonces, se encuentra tan sana y salva como puede estar.
–Es sólo que... me siento imponente. Cada vez que pienso que por fin lo he complacido, que me he ganado mi libertad... me hace alejarme tanto del triunfo que siento que nunca voy a alcanzarlo.
–Snow nunca va a dejarnos ganar, Hall. Ni los Juegos, ni nada. Lo único que podemos hacer es sobrevivir.
Asiento, utilizando mi mano izquierda para agitar las lágrimas fuera de mi rostro, cuando comienza a amontonarse en mis pupilas.
–Y me da la impresión de que en este momento lo único que puedes hacer es esperar por Marcus, o volver a casa.
Me muerdo los labios. De repente, un fuerte estruendo resuena, haciéndonos saltar. Miro al cielo por inercia. Me tranquilizo cuando veo los fuegos artificiales que Snow ha preparado para los Vencedores. Una sonrisa triste aparece en mis labios, cuando vuelvo a sujetar el brazo de Johanna en el mío y la incito a ponerse de pie.
–Volvamos adentro – digo –. No sería cortés perdernos el espectáculo.
Entiende mi respuesta tanto como la entiendo yo.
No voy a irme.
No puedo volver a casa.
PRIMER CAPÍTULO, YAAAAS.
Estoy emocionadisima, ni siquier puedo ponerlo en palabras, tbh.
Tengo tanto de esta historia en mente que me duele. Simplemente no puedo dejar de escribir. Así que me disculpo si les lleno las notificaciones con actualizaciones, but sorry not sorry.
¿Qué les ha parecido? Honestamente siento que abarqué muchos misterios en un sólo capítulo, pero es que las cosas van a descubrirse paulatinamente en la trama. Estoy ansiosa por llegar al Vasallaje, porque por el momento, quizá unos dos o tres capítulos más, la historia estará enfocada en la vida de Hallie en el Capitolio.
Así que, por favor, díganme qué piensan, qué les gusta y qué no. No hay nada que no puedan decirme.
Espero que lo hayan disfrutado y que la suerte esté siempre de su lado.
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