DOS
DOS
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❝𝑷𝒆𝒐𝒑𝒍𝒆 𝒔𝒉𝒐𝒖𝒍𝒅 𝒔𝒆𝒆 𝒉𝒐𝒘 𝒘𝒆'𝒓𝒆 𝒍𝒊𝒗𝒊𝒏𝒈❞
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A pesar del horrible espectáculo que ofrece el cielo gris a través de mi ventana, la primera certeza de que algo está mal llega a mí cuando llamo para pedir langosta para la merienda y el hombre al teléfono me dice que no ha habido langostas en venta durante casi dos semanas. Incapaz de creerle, le pregunto si ha cometido un error. Se disculpa, diciendo que es un mal tiempo en el Distrito 4 y me dice que apenas lleguen algunas, las reservará para mí.
Resultaría sencillo creer en su palabra y tomarla por cierta, pero yo nací en el Distrito 4 y si pido langostas, es porque sé que es uno de los productos que más se pesca en esta época del año. Así que soy consciente de que algo está muy mal. Y como la única forma de conseguir información en esta ciudad, es mi prometido, lo llamo.
Cuando no contesta, decido que lo que sea que está ocurriendo es terrible. Así que, contra todo pronóstico e ignorando a mi razón, que me exige a gritos que no tome el teléfono otra vez, marco los dígitos y espero. Si Marcus se entera siempre puedo decir que de verdad quería un poco de langosta, y él, después de mirarme con esa severidad que tanto le cuesta pretender, me dirá que hará lo posible por conseguirla para mí.
Los timbres se prolongan por dos, tres, seis segundos. Después, una voz temblorosa contesta, en apenas un susurro entendible.
—¿Diga?
—Soy yo — pronuncio con rapidez, segura de que seré entendida. El silencio se apodera de la línea. Un instante después, obtengo mi respuesta.
—Ella está bien — suspiro de alivio, sin contención alguna. Aunque mi preocupación no era ella, saber que está a salvo siempre me llena de tranquilidad el alma.
—¿Y los demás?
—No ha sido una buena temporada — las palabras son lentas y temblorosas, pero cumplen su cometido. Un mensaje encriptado llega a mis oídos —. Parece como si los peces hubieran desaparecido.
Ahí está.
—Muchas gracias, entonces. Mantente a salvo.
Cuelgo. Un profundo jadeo de desespero me sube por la garganta.
Si Mags está en lo cierto, la gente en mi Distrito podría estar montando una rebelión. No esconderían la pesca del Capitolio por ninguna otra razón. La gente de este lugar los adora, pues no es ninguna novedad que el 4 es uno de los Distritos más productivos y los que más otorgan Vencedores a los Juegos.
La idea de una guerra me produce nauseas. Que pueda estarse labrando en el lugar que me vio crecer hace que me tiemblen las piernas. Si los Juegos han sido una pesadilla, una revolución me resultaría insoportable.
Marcus no sabe que me he enterado, pero lo he visto revisar algunas notas y grabaciones cuando pensaba que estaba durmiendo. Hay caos en el Distrito 8. La gente se está levantando y peleando contra el Capitolio y eso me asusta. Me asusta saber que hay personas tan valientes, tan dispuestas a renunciar a sus vidas por una pizca de esperanza y oportunidad de una vida mejor; me aterroriza pensar que antes yo habría estado dispuesta a ser uno de ellos, a luchar por mi libertad y mis ideales y que ahora estoy recluida en una jaula de cristal, temblando ante la idea de cualquier cambio en la nación.
Apenas ha pasado media hora, entre cavilaciones y dos tazas de té, cuando Marcus llama. Seguramente, alguien le ha comunicado que he utilizado la línea para realizar una llamada fuera del Capitolio. No es como si no me hubiera dado cuenta de los micrófonos y los cables instalados en mi conexión telefónica, pero la certeza de que una sola llamada puede hacerle desconfiar de mí (sumado además al contenido de esa llamada) incita dolorosamente a las arcadas en mi garganta.
—¡Hey, cielo! — contestó rápidamente, en el tono más alegre que soy capaz de pronunciar. Casi siento su sonrisa acariciarme el oído desde el otro lado de la línea. De inmediato, mis inseguridades remiten, como siempre que aparecen en su presencia.
—Preciosa — responde, en esa voz suave como caramelo que nunca podría decir nada que me hiciera daño —. ¿Está todo bien?
Es una pregunta muy peligrosa, con una respuesta mucho más arriesgada, que podría conseguirme una ceremonia nupcial y su apellido junto al mío o una visita a la guillotina, con el resto de los revoltosos. Así que aparto el teléfono, tomo un respiro profundo y le otorgo la respuesta conveniente.
—Ay, Marcus — me quejo, con sincero desasosiego. Si estoy o no, perturbada por las razones que voy a darle, ya no es un asunto que deba resultarle importante —. He tenido ganas de langosta por días y hoy que he llamado para ordenar un poco me han dicho que no han traído en semanas. Quiero decir, la comida de mi Distrito es lo único que me hace sentir cerca de casa y ahora no puedo tenerla. Cariño, ¿no te parece injusto?
—No es el mejor momento para pedir esa clase de cosas, Hallie — murmura desde el otro lado de la línea. El tono cansado y tenso de su voz me provoca escalofríos de inmediato. Aparentemente, la situación es mucho más delicada de lo que pensaba si es capaz de inquietarlo de este modo —. Voy a decírtelo porque fue tu hogar y te mereces saberlo, pero después de esta conversación, nunca más hablaremos del tema y cada palabra que te diga quedará en el olvido.
Me tenso a la expeditiva, conteniendo justo a tiempo la súplica en mis labios cuando se queda en silencio durante lo que se siente como una eternidad.
—Hay revueltas en los Distritos — dice, en el tono más severo que ha pronunciado nunca.
—Oh, Marcus — murmuro al instante, porque aunque no lo ha dicho, su respuesta es toda la confirmación que necesitaba. No necesita decir más.
El 4 se ha rebelado.
Eso es todo.
Si es sólo un problema que puede resolverse pronto y de forma sencilla, o si es uno de esos que el Capitolio soluciona con bombas y tachando Distritos de su lista, es una resolución que queda debiendo. Y de todos modos, no pregunto, porque hacerlo supondría que me intereso demasiado y eso no sería coherente después de haberle dicho que no concebía mi vida fuera del Capitolio.
—Tengo una reunión. Te llamo mañana — dice después. Se me hace un nudo en la garganta —. Voy a encontrar un modo de traerte langosta, amor. Te quiero.
Y no tengo oportunidad de decirle que lo quiero de vuelta, o que lo que menos me importa es la langosta, porque ya me ha colgado.
Estoy sudando a cántaros y cada articulación me tiembla en el más adolorido gesto de súplica. A Theron no parece importarle un infierno cuando dejo que mi peso me venza hasta el suelo, mientras jadeo como loca intentando recuperar el aire que he perdido. Sin embargo, la mirada reprobatoria que me lanza desde el otro lado de la sala me hace incorporarme tan aprisa como me es posible; mis músculos llamean en un evidente reclamo.
–Otras doscientas – me dice, con voz afilada.
Profiero un sonido de incredulidad, lanzándole una mirada recriminatoria.
–Tienes que estar bromeando.
Sus ojos llamean, y antes de que pueda preverlo, está arrojando una lanza en mi dirección. Apenas alcanzo a detenerla, lanzando un chillido de espanto y la sujeto entre mis manos temblorosas. Lo miro con reproche, pero el gesto que me otorga mientras toma otra lanza de la repisa, indica que ya ha olvidado que estuvo a punto de asesinarme.
–Y un infierno – gruño. Repentinamente, se lanza contra mí; la punta de su lanza se detiene a milímetros de cuello, cuando golpeó mi lanza contra la suya para evitar el impacto. Jadeo, racionalizando que si no me hubiera movido lo suficientemente rápido, Theron me habría destrozado la carótida. El sonido del metal agitándose me hace reaccionar; es como si una corriente se hubiera disparado por mi columna ante la amenaza del peligro de muerte.
Me inclino hasta que estoy en cuclillas y utilizo mi lanza para hacerle una zancadilla. Cuando cae al suelo, muevo mis piernas velozmente para rodear su pecho para impedir que se levante y después, le apunto con el filo del arma en el lugar exacto en que la suya pudo haberme herido. Gruño, cuando termino, cegada por la adrenalina.
Aunque estoy amenazándolo de muerte, Theron sonríe abiertamente.
Me permito un segundo más de jadeos furiosos antes de sonreírle de vuelta y ponerme de pie. Le tiendo la mano para ayudarlo a incorporarse, y le entrego la lanza cuando hace un gesto.
–Eso estuvo increíble – apremia, con una sonrisa brillante.
Atrapo en el aire la botella de agua que me avienta y tomo el líquido ávidamente, desesperada por un poco de hidratación.
–Casi me matas – me quejo, apartando la botella de mis labios. Theron sonríe, mientras limpia las lanzas.
–No estabas concentrada, Hallie. Si hubiera querido habría podido matarte y no vas a venir a decirme después de cuatro años de entrenamiento que eres un objetivo tan fácil. Lo hice para espabilarte.
–Un simple "pon atención" me habría servido – continuo protestando, aunque ahora sonrío ligeramente –. No había necesidad de intentar despellejarme la garganta.
–Si alguna vez estás en peligro, nadie va a pedirte que pongas atención.
Un sentimiento de opresión se me instala en el pecho. Theron sabe que ha cometido un error cuando me veo obligada a agitar la cabeza con fuerza, esperando que eso agite también los recuerdos y los desaparezca.
–Hallie.
–Te veo la siguiente semana – le digo, con una sonrisa débil, antes de abalanzarme a la puerta para salir de la sala de entrenamiento.
Como siempre, hay un auto presidencial esperándome fuera del edificio. Lo que es nuevo, sin embargo, es la presencia de una jovencita que bebe una taza de brillante líquido purpura.
–Hola, Hallie – dice, con una risilla infantil que ilumina sus ojos esmeraldas y otorga unas arrugas encantadoras a sus mejillas.
–Hola, Kallie.
Kalika es la hermanita menor de Marcus. Es una preciosa niña de cabellos castaños y sonrisa fácil. Decir que es un encanto y que me adora, está completamente de más. A pesar de ser capitolina, y formar parte de la familia presidencial, es una de las personas más bondadosas e inocentes que he tenido oportunidad de conocer.
Cuando le pregunto qué hace esperándome tan tarde, me cuenta que su abuelo le ha dado permiso de pasar el fin de semana en mi apartamento. Aunque los espontáneos planes me desconciertan, acompaño su emoción, mientras planea un itinerario de lo más dinámico para los siguientes días.
–¿Crees que Lysander quiera hacerme un vestido? – pregunta, con ojos soñadores, dando un último trago a su jugo de uva.
A pesar de que conozco la respuesta sincera a esa pregunta, le digo que sí, porque la mera idea de borrar la sonrisa de su rostro me resulta abominable.
–Oh, guau – murmura de repente, deteniendo su charla parlanchina. El vehículo se ha detenido en una avenida concurrida, permitiéndome divagar en mis pensamientos. Sin embargo, abandono la visión de mi ventana, para ver qué es lo que la ha sorprendido tanto.
Aunque cometo un error de proporciones colosales. Kalika está mirando por su ventanilla el hotel donde solía recibir a mis acompañantes antes de conocer a Marcus. Si bien me sorprende, no es la visión del lugar lo que me trastorna (pese a que los recuerdos son más que suficientes para provocarme arcadas), sino el espectáculo que está montando un hombre en la puerta frente al vestíbulo, rodeado de un montón de capitolinos que parecen estar a punto de colapsarse sobre la acera.
Se me seca la garganta y el aire en mis pulmones decide oportuno obstruir mi tráquea cuando me permito mirarle.
–¿Es ese Finnick Odair?
No quiero contestarle, pero no parece necesario, porque ella comienza a dar saltitos emocionados en su asiento.
–¡Sí! ¡Es él! ¡Es Finnick! – se ríe y apega su rostro a la ventanilla, con una sonrisa enorme. Suspira, antes de mirarme para decir –: Cuando sea grande, me gustaría desposar a alguien como él.
Mientras el vehículo retoma su marcha, y Kalika continúa con la conversación, me permito pensar confesarme a mí misma que, si pudiera, a mí también me gustaría.
VOLVÍIIIIII.
Los dioses griegos saben lo mucho que me ha costado escribir este capítulo y lo impotente que me sentía porque el primero que salió natural, sin esfuerzo. La cosa es que tenía que hacer un balance de qué tanto quería abarcar en un sólo capítulo, para que dejara incógnitas y un montón de ganas de seguir leyendo.
¿Lo he conseguido?
¿Qué les ha parecido?
Creo que ya se los he dicho antes, pero Hallie Winkler es mi bebé, uno de mis personajes más consentidos, porque aunque nunca le había permitido ver la luz, siempre estuvo acompañandome en mis tardes de ocio e imaginación desmedida. No puedo poner en palabras cuánto la aprecio, aunque prometo hacer mi mejor intento.
Otra cosa a explicar, es la presencia de Kalika en la historia. Sí, es la nieta de Snow que sale en la película de En Llamas y en la votación final de Sinsajo (donde solo es mencionada). Como en la trilogía no se le da ningún nombre, yo decidí otorgarle uno con un significado muy particular, que podrán descubrir pronto, así como su papel en la historia.
Ahora, ¡Finnick apareció! ¿Quién más está emocionada? Yo sé que yo lo estoy. No puedo esperar a que lean más de estos dos bebitos juntos.
Anyway, porfa, porfa, porfa, comente su parte favorita, qué les gusta de la historia y esas cosas bonitas que ustedes saben. No tienen idea de cuánto me motiva cuando ponen algo más que un "Síguela", porque siento que gustan de mi trabajo y me inspiro más a escribir.
A los comentarios más bonitos estaré dedicándoles los siguientes capítulos.
All the love, xx
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