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Saga x Hades

Comisión para 

Ship: Saga x Hades

Capítulo único

Grecia

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Hades dejó el inframundo por unas horas subiendo al mundo de los mortales, estaba en búsqueda del portador de una cosmo energía muy particular, una cuya esencia era única y le tenía fuertemente interesado. Debía encontrar al dueño de semejante energía cuanto antes, no sea que esa persona fuera a salir de la región o del país complicando sus planes e intenciones.

—Percibo que su cosmos está cerca de aquí... —se dijo andando lento por entre las calles de la ciudad.

Era de noche cuando el dios apareció cerca de la zona de centros nocturnos y restaurantes al oeste de la ciudad, no gustaba de la luz del sol así que tuvo que esperar a que anocheciera para cumplir con su cometido. El señor del Inframundo se atavio con un traje negro de tres piezas con zapatos a juego, una camisa borgoña y accesorios metálicos, estando seguro de que pasaría desapercibido a los ojos de los mortales que iban y venían en medio de la vida nocturna de la ciudad apenas se acercó a una calle mas concurrida.

—Vamos, sal de donde quiera que estés —el hombre de los cabellos negros alborotados y ojos color del mar, andaba despacio en medio de las personas que le pasaban por un lado, no tenía prisa alguna puesto que ya había localizado el área donde estaba el poseedor del cosmos que parecía llamarlo.

Del hermoso hombre dueño de esa cosmo energía que destilaba una virilidad que lo llamaba sin cesar, que parecía reclamar su presencia inconscientemente.

Su camino lo llevó hasta el malecón que corría paralelo al puerto del Pireo donde, finalmente, dio con la persona que estaba buscando. El dios se detuvo a pocos pasos observando a su presa, al hombre cuya cosmo energía le atraía como abejas a las flores; se trataba de Saga de géminis, el santo de Atena, quien estaba en la zona del Pireo saliendo de un restaurante al que parecía haber acudido a solas.

El santo dorado cruzó la calle dirigiéndose a la orilla del malecón por un momento disfrutando del sonido de las olas chocar contra la playa así como de la brisa fresca soplando a su alrededor y la noche estrellada sobre su cabeza.

—Buenas noches —Hades se adelantó sin darle oportunidad de ponerlo sobre aviso—, es una agradable coincidencia el verte por aquí.

Saga salió de sus pensamientos observando sin habla al hombre a su lado. De todas las personas que habría esperado encontrar esa noche, el dios recién llegado, era la más inesperada.

—Esto... —el caballero de Atena apenas si podía hablar mirando a Hades con ojos casi desorbitados— Tiene que ser una broma... no deberías estar aquí... ¿qué pretendes?

—Lo único que pretendo, es llevarte conmigo.

Después de eso, en cosa de instantes, todo fue oscuridad alrededor de Saga.

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El santo de Géminis abrió los ojos encontrándose en un espacio oscuro, una habitación tal vez, tardó un poco en reponerse percibiendo la luz de un candelabro con velas a su lado. Apenas sus ojos se acostumbraron a esa tenue luz, notó que estaba en una habitación de paredes oscuras, a su alrededor había dispuestos diversos muebles elegantes de estilo cargado cubiertos con finos tapices en tonos rojos. Pinturas de anchos marcos de bronce colgaban en las paredes y una araña metálica del techo.

—¿Qué es este sitio? —preguntó Saga desorientado escuchando como una puerta se abría al lado izquierdo de la amplia cama con dosel.

—Buenas noches. Hace tiempo que no te veía, Saga de geminis —le dijo sonriente mirándolo de arriba abajo.

Hades, ahora ataviado con una fina bata roja de seda, tomó asiento en la silla más cercana ofreciéndole una serie de alimentos colocados en charolas de plata sobre la mesa frente a la cama.

Frutos y vino estaban a su disposición si así lo deseaba.

—¿Por qué me trajiste aquí? —el caballero de Atena lo miró desconfiado y sin entender sus intenciones, solo sabía que lo enfrentaría a muerte de ser necesario— ¿Es que estás pensando en desatar otra guerra santa? —se puso de pie sintiendo una suave alfrombilla bajo sus pies.

—Nada de eso. Tu poderosa cosmo energía me atrajo desde Grecia. Aún recuerdo la forma en que confrontaste a Pandora aquella noche en mí castillo, esa determinación tuya me encandiló —le dijo honesto el dios oscuro.

Hades se puso de pie luciendo imponente y majestuoso aún bajo esa bata. Saga trataba de no dejarse intimidar, no obstante, por alguna razón aún desconocida para él, sentía como si no tuviera voluntad alguna. Como si algo en su interior le pidiera acceder a los deseos del dios olímpico.

—Déjame mostrarte la compasión de un dios... déjame llevarte de la mano en este mundo onírico creado solo para ambos donde nadie nos molestara.

Saga se sentía sin voluntad, sin embargo dentro de ese mundo creado para los dos, se dejó seducir por el dios oscuro quien removió las ropas del santo de Atena pieza por pieza hasta quedar desnudo frente a él. Hades se deleitó pasando los dedos suavemente por la delicada piel de su amante quien, privado de toda voluntad, cumpliría sus deseos.

Se fundirían en uno solo, Hades lo había anhelado desde que lo vio por primera vez. Sus ojos, la complexión de su cuerpo torneado y su musculatura le hacían desear la virilidad entre sus piernas. Sería suyo esa noche y, de acuerdo a sus expectativas, sería solo la primera de muchas.

El cuerpo de Saga daba respingos tratando de contener las sensaciones que la bien entrenada boca del dios ocasionaba en su piel. Hades también era dueño de un cuerpo alargado y musculoso que mostró sacándose la fina bata.

Saga estaba sin habla ante aquello sintiendo culpa por la curiosidad que le causaba. Ambos se recostaron en la cama dejándose llevar por el momento, por la intimidad y la naciente conexión que se daba entre ambos. El dios le dedicó una mirada larga antes de tocar esa piel alabastra deslizando sus dedos lentamente sintiendo la suavidad de su tacto.

Hades lo llevó al éxtasis sin darle tregua durante las siguientes horas en las que Saga fue suyo sin interrupciones. De igual forma, el santo de Atena trató de no pensar en nada que no fueran las sensaciones del momento, del dios Hades haciéndole estremecer hasta la última fibra de su ser culminando en una liberación poderosa llenándole de una paz física indescriptible.

Al concluir, Saga le dio la espalda dedicando una larga mirada a la luz de vela a su lado derecho. Había yacido con el enemigo en su cama, en un tiempo y espacio que le eran desconocidos sintiéndose extraño y culpable por no haber puesto resistencia.

—Bien, ya cumplí tus deseos —comenzó a decir suavemente—. ¿Qué más deseas de mí?

—Bebamos un poco de vino. Está hecho con las mejores granadas del inframundo, no las encontrarás en ninguna parte del mundo mortal.

Ignorando las preguntas de su interlocutor, Hades se levantó y vistió dirigiéndose a la mesa donde sirvió dos copas de vino mientras Saga le miraba algo molesto.

—Responde mi pregunta. Si no es una guerra santa, ¿qué más quieres de mi?

—A ti —respondió contundente.

Lo miró fijamente con sus ojos océano sin dibujar expresión alguna en su rostro. Saga no supo qué objetar a eso, nadie le había dicho algo así antes no estando seguro si esa respuesta era genuina o escondía otras intenciones por detrás.

—No tiene sentido... ni siquiera me conoces.

—Está noche he aprendido lo suficiente de ti como para afirmar que eres tú a quien deseo. Anda, bebe conmigo.

Saga se dio cuenta de que nada arreglaría preguntando pues, todo parecía indicar que, Hades no hablaría más bajo presión. Lo mejor sería unirse al juego para averiguar sus verdaderas intenciones.

—De acuerdo...

Una bata estaba dispuesta para él en la silla más cercana, era roja y de seda. La textura de la tela se sentía suave sobre su piel. El dios no había escatimado en gastos para complacerlo, se notaba que lo había planeado todo con anticipación. Saga se envolvió en esta observándolo duramente.

—Puedes decirme, al menos, dónde estamos —preguntó esperando una respuesta extravagante.

—En tu apartamento, en tu habitación.

—¿Qué?

—Te lleve a casa luego de que te desvaneciste, saque la información de tu cabeza y, una vez recostado en tu mullida cama, pedí a Hypnos que creara este mundo para ambos.

Saga lo miraba sin entender y sin poder apartar la mirada de él.

—Debes saber que este es un espacio onírico al que nadie tiene acceso. Estás recostado en tu cama y yo... en alguna parte de tus sueños.

Le dedicó una larga mirada dibujando una leve sonrisa apenas perceptible. Saga no supo qué responder ya que, técnicamente, no habían hecho nada en el mundo real si no en esa realidad creada por el dios del sueño.

Era demasiado extraño de entender.

—Vaya, tantas molestias solo para hacerme caer en tus garras.

—Todo lo contrario. Afuera de esta sala habitan los demonios de tu cabeza, la sombra de tu inconsciente nos rodea y es más aterradora que mi presencia. Eres tú quien podría hacerme caer en tus garras.

—Si, claro.

—Eso te hace tan interesante. Quiero que nos encontremos aquí en unos días más.

—Estás bromeando. No podría...

—En absoluto. Tu cuerpo y tu cosmo energía son una delicia, una droga que deseo probar nuevamente.

Esta vez Hades dejó la copa sobre la mesa sujetando la mano de Saga con delicadeza para dejar un beso en ella. Gesto que este no supo interpretar, ¿el dios hablaba en serio o solo pretendía tomarle el pelo?

—No sé qué decir... no creo que sea adecuado.

—¿Y por qué no? Nada ocurrió en el mundo real, todo aconteció en tu subconsciente así que no estás haciendo nada para insultar a tu diosa. ¿O si?

—Pues...

Era cierto, el Saga real no había dormido con el enemigo, si no el Saga que vivía en los sueños del verdadero, la proyección en su cabeza. El Saga soñador que permitió al dios del inframundo habitar y poblar su mente con símbolos oníricos apasionados.

Le era difícil de comprender.

—Entonces nos veremos aquí.

—Así es, ahora debes despertar pues ya amaneció...

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La voz de Hades fue disipada por la luz del sol que se filtraba por la ventana del pequeño apartamento. Saga corroboró que había dormido en su habitación toda la noche sin saber cómo llegó a casa exactamente. No podía sacarse la sensación de extrañeza por lo ocurrido aunque no había sucedido nada en el mundo real.

Se puso de pie parándose delante del espejo sacándose la ropa. Sentía culpa, tanta culpa por haber gozado de ese encuentro fortuito con el dios oscuro, el tacto de este sobre su piel, sus caricias que lo llevaron al éxtasis más de dos veces. Sus labios y el aroma a granadas frescas que despedía su cabello.

Hades poseía una pasión desconocida para él hasta ese momento. Dicha pasión le pertenecía al santo de Atena, quien sufría al reconocer que deseaba que llegara el momento en que el hombre de cabellos negros y ojos de mar lo hiciera suyo de nuevo.

—¿Qué estoy pensando?

Como pudo, sacó las vívidas imágenes de su mente esa mañana para dar inicio al día. Sin embargo, algo dentro de él anhelaba por lo bajo, tener alguna señal del dios.

Lo que no ocurrió en los siguientes días.

Hades guardó silencio los siguientes seis días puesto que, Saga no tuvo noticias, ni imágenes ni nada de parte del dios no queriendo reconocer la decepción ante su silencio.

—Vaya... —se dijo molesto aquella noche mirando el televisor frente a él— Estás loco, ¿por qué razón habrías de desear verlo? Es el enemigo, por poco acaba con la humanidad y mírate, deseando como loco tener noticias suyas.

Se fue a la cama alrededor de las once luchando por conciliar el sueño alrededor de la una más o menos, no sabía cómo llamarlo cómo hacerle saber que también lo deseaba. Ya no quería vivir en medio de semejante encrucijada, pero no podía evitarlo, una parte de él anhelaba el reencuentro prometido.

De pronto se vio así mismo en la misma habitación oscura rodeado por la bonita mueblería recargada, los tapices borgoña de las paredes y la amplia cama con dosel y mantas negras con rojo.

Finalmente el dios se dejaba ver tras su prolongado silencio.

Saga lo miró no sabiendo cómo actuar, por un lado estaba molesto por esa indiferencia y, por el otro, sabía qué relacionarse con el enemigo no era buena idea.

—¿A qué viene esa mirada? —Hades lo miró con calma.

—No es nada... pensé que no te vería más, pero henos aquí.

—Soy un hombre de palabra. Prometí un segundo reencuentro y debía cumplir con lo dicho. Pero dime si es ese realmente el motivo de tu molestia.

—Lo es —mintió.

Hades vestía nuevamente su bata roja de seda invitándole a recostarse en su mullida cama. Saga quería dejarse llevar, deseaba ir más allá, pero su sentido de culpa no le permitía esa libertad. Las manos del dios volvieron a complacerle esa noche llevando el éxtasis y el clímax hasta lo profundo de su ser.

—¿Qué es lo que ocurre? —preguntó el dios al finalizar.

—No es nada...

—Sientes culpa, ¿no es así? Tu diosa podría castigarte por esto, ¿verdad? —susurró Hades a su oído besando el cuello de su amante.

—Así es... soy un traidor.

—No te preocupes... nadie lo sabrá. Será nuestro secreto.

Saga trató de poner su mente en blanco dejándose llevar por el dios y sus promesas. La culpa era un impedimento para dejarse llevar, aún así gozo ese segundo reencuentro esperando que los besos y la caricias del dios borraran el pecado que estaba cometiendo.

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FIN

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