Minos x Hyoga (M)
Los hilos de la venganza
Pareja: Hyoga x Minos
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El Inframundo
Minos intentaba concentrarse, de verdad que hacía un esfuerzo sobrehumano, sin embargo no podía mantener la cabeza en el trabajo debido a tantos pensamientos que no hacían más que distraerlo de sus labores diarias desde hacía varios días. Desde que la gran guerra santa entre Atena y Hades llegara a su final y los tres jueces volvieran a ocupar sus escritorios como si nada hubiera ocurrido.
El juez del grifon observó a sus dos colegas quienes estaban absortos en las actividades del día; Radamanthys garabateaba rápidamente en un libro de registros acompañado por Lune mientras que, Aiacos, estaba en la sala contigua pasando sus manos ágilmente por la máquina de escribir redactando documento tras documento sin parar, acompañado por el ritmo de los auriculares que cubrían sus oídos, probablemente, escucharía alguna música de moda.
Minos cayó en cuenta que el único disperso esa mañana era él.
Cual niño inquieto, lanzó un largo suspiro que fue ignorado por Radamanthys aunque Lune levantó la cabeza por unos instantes antes de volver a sus escritos ignorando a su jefe. Nuevamente, Minos dejó escapar otro largo suspiro siendo perforado por los ojos dorados del dragón heráldico quien, claramente, no estaba de humor para soportar las tonterías de su colega. Tras atravesarlo con su mirada de lado a lado, Radamanthys regresó su atención a uno de los tantos libros de registros sobre la mesa.
No obstante, Minos no se rendiría y, sin más, se puso de pie dirigiéndose al aparato de sonido ubicado más allá ante la mirada molesta de Radamanthys quien, ya se olía, que el grifón no pararía hasta que alguien le prestara atención. El joven de los cabellos grises llevó la mesita con el aparato de música siendo observado por los demás quienes se mantenían en silencio. Unos instantes después, Minos buscó un vinilo que colocó sobre la tornamesa mientras una de sus manos giraba la palanca que accionaría el dispositivo haciendo sonar una melodía antigua y alegre que retumbó por toda la sala de trabajo.
Lune y Radamanthys intercambiaron un par de impresiones, el dragón heráldico dejó lo que hacía dedicando una mirada de molestía a Minos quien se plantó delante de la mesa observándolos también.
—¡¿Qué demonios quieres ahora, Minos? Déjanos trabajar en paz, hay mucho que hacer!
—Es evidente que quiero su atención —respondió el griffón bajando un poco el volúmen del fonógrafo en el que sonaba "Midnight, the stars and you"— Estoy aburrido y quiero salir a divertirme. No hemos parado desde que la guerra santa terminó y necesito aire fresco.
Su petición no generó la respuesta deseada pues, tanto Lune como Radamanthys lo observaron sin decir nada mientras el wyvern se sobaba una sien sin cambiar su expresión molesta.
—Bien —respondió el juez rubio luego de un momento—. Si tanto deseas salir a distraerte, la puerta está por allá —indicó subiendo la voz sin ocultar su ya elevada molestia—. ¡Ve a buscar a quien fastidiar, nosotros tenemos mucho que hacer!
—¡No has entendido! —replicó Minos algo enfadado— Quiero que vayamos los cuatro a la ciudad, seguro habrá cientos de actividades divertidas en vez de quedarnos aquí. Anda, solo será por un rato. ¡Dejen lo que están haciendo y vayamos a pasarlo bien!
Nuevamente su solicitud no generó la reacción esperada ya que, incluso Aiacos, deslizó sus auriculares de esponja naranja observándolos con extrañeza desde la sala contigua.
—No creo que sea buena idea amigo —intervino serio—, pasamos toda la guerra sin llenar los registros ni conciliamos la información. Creo que deberíamos terminar esto antes de programar una salida al mundo mortal. Si avanzamos entre los cuatro terminaremos antes de lo que piensas —dijo positivo antes de colocarse los auriculares nuevamente regresando a la máquina de escribir perdiéndose entre el sonido de las pesadas teclas.
Sin embargo, Minos los miró con desaprobación ya que habría deseado una actitud más entusiasta de parte de los tres.
—Si tanto quieres divertirte —repitió el wyvern con voz calmada—, ve tú solo. De verdad tenemos mucho trabajo aqui —Radamanthys lo conocía bien y nada de lo que objetaran serviría para hacer desistir a Minos de sus intenciones así que, lo mejor, era pedirle que se retirará ya que su molesta presencia no haría más que distraerlos a ellos también.
—¡Bien, cuando estén hartos de tanto trabajar no me busquen para salir del Inframundo! —replicó el griffon furioso dirigiéndose a la puerta.
—¡No lo haremos, anda lárgate ya y llévate la música de aquí! —dijo Radamanthys bastante cansado de Minos y sus cosas.
Minos salió de la sala de trabajo sumamente molesto dejando que el disco de Al Bowlly taladrara los oídos de Radamanthys, quien detestaba la música aunque fuera de lo más relajada. Así el griffón fue directo a su habitación en Ptolomea para cambiarse de ropa y pensar en algún sitio divertido donde entretenerse por el resto del día.
—No los ayudaré con ningún maldito reporte más —sentenció molesto—. ¡Estoy hasta las narices del trabajo por este día!
Mientras observaba un globo terráqueo que estaba en la sala de trabajo de su templo, llegó a su mente una idea interesante. Nunca había visitado ese lugar en particular y esa podría ser una buena oportunidad, se dijo sonriente.
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El Santuario, Atenas
Esa era la primera vez que ponía un pie en territorio enemigo, jamás había estado en Atenas y menos en el Santuario. Hizo su aparición en las cercanías del lugar notando una inesperada paz y calma en los alrededores. Nadie parecía custodiar el recinto por lo visto no estando seguro si sería una buena idea subir por las, famosas, doce casas en búsqueda de un poco de acción o de que algún oponente interesante le cierre el paso. Lo único que Minos deseaba era entretenerse con algo, con lo que fuera, antes de volver al Inframundo a sumergirse en los interminables reportes mensuales de almas llenos de números, fechas y nombres.
—Solo curioseare un poco, no creo que eso moleste a nadie —se dijo divertido yendo escaleras arriba con cuidado. Al recinto de aries.
—¡Espera! —dos voces potentes se escucharon justo detrás de él— El paso está prohibido a los turistas —indicó condescendiente una de las voces—, vamos vuelve por donde viniste —añadió una segunda voz.
Minos se giró sobre sí mismo sorprendido encontrándose con dos rostros que le eran vagamente familiares y quienes también lo observaban extrañados. Uno de ellos era un joven alto de largos cabellos negros y rasgos orientales y el otro fue su oponente directo en algun momento de la guerra santa, pensó el grifón mirándolos con extrañeza. El segundo era un joven rubio, y alto, de rasgos más bien europeos, además de ojos azules pálidos como el cielo.
—Tu rostro me es familiar —indicó el chico rubio pensativo—, te he visto en otro sitio... —este observó al juez con detenimiento por unos momentos antes de hablar: sus ojos avellanados, su altura y sus cabellos grises—. Eres Minos, uno de los jueces del Inframundo.
—¡Eso no es posible! —intervino el oriental— Los jueces y todos los espectros perdieron la vida en la guerra santa, ¿cómo es que estás vivo?
El juez se mantuvo en silencio dejándolos sacar conjeturas, francamente, divertido pues para los mortales como ellos, era difícil entender la inmortalidad de los jueces así que simplemente los observó quebrarse la cabeza sonriendo discretamente sin quitarles los ojos de encima.
—¿Qué haces aquí Minos? —demandó el rubio— ¿acaso buscas otra guerra?
—Tu eres Hyoga, ¿es correcto? —preguntó de pronto ignorando la cuestión hecha por el cisne quien solo se limitó a asentir con la cabeza— No busco nada en particular, solo visitaba los alrededores del Santuario de Atena. Fuimos enemigos, es cierto, sin embargo no estoy aquí para pelear con nadie. Soy un simple turista.
—No creas que caeremos en esa treta tan fácilmente —intervino Shiryu mientras, tanto él como Hyoga, se ponían en guardia.
Todo eso no hacía más que divertir a Minos, quien debía hacer un esfuerzo por no soltar una carcajada ante semejantes reacciones. Los mortales eran entretenidos, se dijo malicioso, que tanto se podría divertir con ellos, pensó por un instante mientras una idea traviesa se formaba en su cabeza. Después de todo, Hyoga le debía una ya que, gracias a él, fue que cayó en el doloroso abismo que separa el Inframundo de los Campos Elíseos, aún debía cobrarse esa.
—Insisto —repitió calmado—, no hago más que curiosear. Pueden escoltarme todo el camino si así lo desean —continuó con voz sedosa.
—No puedes subir a las doce casas —indicó Hyoga nuevamente—. La entrada al Santuario está prohibida. Te escoltaremos a la entrada del lugar.
—Como quieran.
Minos no objetó nada más pensando en como lograr que Hyoga caiga en su trampa, no estaba muy seguro de lo que pretendía hacer después, sin embargo, el primer paso, era deshacerse del oriental del cabello negro esperando que aquel tuviera algun asunto pendiente dejándolos solos.
—Hyoga, no puedo alejarme de las inmediaciones del Santuario —indicó Shiryu al notar que Minos se comportaba con bastante decencia a pesar de ser un espectro despreciable como los demás— ¿qué harás con él?
—Debo asegurarme que no intente nada peligroso o que atente contra la integridad del Santuario, ¿informarás a los demás acerca de esto?
—Pues, Seiya y Shun están en oriente y las doce casas están, prácticamente, vacías por ahora —comentó en voz baja—. No creo que sea necesario dar una señal de alarma, además el espectro no lleva puesto el surplice.
—Es cierto —respondió Hyoga en susurros—. Me ocuparé de él, fuimos oponentes en el pasado ¿recuerdas? Podré con esto sin problema.
—De acuerdo.
Minos los observaba por el rabillo del ojo sin dejar de sonreír, sus actitudes en exceso precavidas, que rayaban en lo infantil, le parecían de lo más entretenidas. Estaba claro que no tenían ni idea de qué hacer cuando un espectro aparecía por el mundo mortal, lo cual era bueno ya que él sacaría ventaja de dicha situación.
—¿Y bien? —preguntó Hyoga yendo detrás de Minos quien detenía el paso— ¿Vas a decirme por qué estabas en el Santuario? —no recibió respuesta— Minos, responde la pregunta.
—Necesito algo de beber —dijo Minos de pronto como si nadie hubiera hablado detrás de él.
—¡Responde a mis preguntas! —Hyoga comenzaba a cansarse de las evasivas del espectro no teniendo más que adelantarse unos pasos para confrontarlo cara a cara.
—Y las responderé —indicó Minos con toda calma—, pero antes quiero algo de beber. Tal vez podríamos ir a un bar por un par de tragos y, con gusto, responderé todo lo que quieras.
—Estás loco, ¿a qué juegas? —preguntó el cisne molesto, y sin entender, mientras que Minos solo observaba distraídamente el panorama sin reparar en él.
—Bien, si no tienes intenciones de beber conmigo, déjame ir, ¿quieres? Ya encontraré compañía más agradable.
Sin decir más, pero a la espera de la reacción del rubio, Minos dejo a Hyoga detrás mientras continuaba por el camino yendo con paso lento. Ya se conocía las actitudes y reacciones de personajes como el necio cisne, así que solo debía prolongar el juego un poco más, hasta que aquel decidiera ir tras él.
—¡Espera! —el juez de los cabellos grises sonrió aún más al ver como su plan daba resultado andando con paso lento hasta que el cisne le dio alcance— No quiero dejarte ir así como así, debo saber que tus intenciones son pacíficas.
—Pues... solo quiero algo para beber, no desatar una guerra santa así que ya podrás adelantar cuáles son mis intenciones —respondió Minos sarcástico y cortante— ¿Me dirás donde hay un bar o debo someterme a otro interrogatorio?
—Hay uno a mitad de aquella calle —Hyoga señaló una calle perpendicular a la concurrida avenida más cercana.
—¿Vienes? —preguntó el grifón aparentando ser casual— Es mucho más entretenido beber acompañado que solo.
—No acostumbro beber —respondió el rubio hosco.
—Bien pues, si no vienes, no podré responder tus preguntas. Así que tú decides —Minos no añadió más continuando su camino no sin antes girarse para dedicarle una mirada pícara al cisne quien lo observó con extrañeza.
Minos se comportaba realmente distinto a como lo fue en el campo de batalla, pensó Hyoga sin poder descifrar la razón auténtica detrás de la visita inesperada del espectro.
Por un segundo al joven ruso le dio la impresión de que Minos le había hecho un guiño con el ojo derecho dejándolo sin saber exactamente qué hacer. No había enemigos era cierto, Atena estaba en oriente así que estaba segura y él sentía curiosidad por la presencia de Minos en Atenas. De hecho, quería saber cómo era que estaba vivo cuando, claramente, recordaba que este cayó por el borde espacial rumbo a los Campos Elíseos desintegrándose, así que no tenía sentido su presencia.
—Rayos... —se dijo molesto yendo detrás del juez con pasos rápidos— ¡Espera!
Minos se detuvo sonriendo triunfante pues, uno a uno, sus planes se iban ejecutando sin mucho esfuerzo de su parte. Quería vengarse del cisne y estaba más cerca de conseguirlo. Solo necesitaba deliberar qué haría con él una vez que lo tuviera en su territorio, como hacerle pagar por el desenlace de su breve encuentro en la pasada guerra.
—Tal vez... —se dijo Minos una vez que ambos iban por la concurrida calle llena de comercios en ambos lados y personas que iban de aquí para allá— Podría ser... es buena idea —el grifon no pudo evitar morderse el labio inferior pues, antes de salir del Inframundo, no había pensado en una posibilidad como esa.
Simplemente eran cosas que no tenía en mente con frecuencia, pero ya que estaba ahí y con tan interesante compañía, no iba a dejar pasar la oportunidad. El juego continuaba en no dejarle saber a Hyoga sus intenciones y solo responder parcialmente sus preguntas, finalmente, el cisne haría lo que él deseara. Haría la voluntad del juez del grifón sin estar consciente de ello siquiera.
El bar mencionado por Hyoga se encontraba oculto a media calle, entre una farmacia y la entrada de un edificio de apartamentos siendo su fachada tan discreta que difícilmente la gente reparaba en el local. Los dos hombres llegaron un momento después entrando sin prisas. Minos observó el lugar no siendo de su total agrado ya que, por lo general, prefería sitios más oscuros y con música en vivo.
—Que sitio más horrendo —pensó con desagrado revisando minuciosamente donde podrían sentarse sin ser molestados por nadie.
Los televisores colgados en una de las paredes mostraban el canal de videos musicales de moda pensando que eso sería del agrado de Aiacos. No obstante, dejó sus impresiones de lado buscando donde sentarse ya que estaba ahí por las bebidas y no necesariamente por el decorado a su alrededor.
—¿Qué te parece esta mesa? —preguntó a su joven acompañante quien solo se encogió de hombros sin prestar atención a nada a su alrededor— ¿Por qué no muestras un poco más de entusiasmo? Solo beberemos un rato y eso será todo ya que has estropeado mi visita a Atenas —indicó firme pretendiendo estar algo molesto.
—Quiero asegurarme que no harás nada malvado.
—¿Malvado? —respondió el grifón abriendo mucho los ojos fingiendo indignación y sorpresa— Quién dice que soy malvado, Hyoga, solo cumplía con mi deber. Se nos encargó la protección del recinto durante la guerra y eso hicimos —respondió encogiéndose de hombros.
—Ustedes hicieron cosas horribles: enviaron a sus esbirros al santuario, manipularon a los caballeros dorados para hacer la voluntad de Hades y muchas cosas más —espetó Hyoga sin parar mientras que el juez de grifón lo observaba divertido sin interrumpirlo.
Un mesero apareció de pronto listo para tomar nota de las bebidas. Mientras Hoyga enumeraba amargamente todas sus impresiones de la guerra, las cuales no eran del interés de Minos en absoluto, pidió para él un vaso de ginebra y agua tónica, o bien "gin & tonic" y para el rubio una lata de soda sin azúcar.
—¿Has terminado ya? —preguntó Minos recargando ambos brazos sobre la mesa.
—No escuchaste nada de lo que dije, ¿verdad? —inquirió el rubio muy molesto al ver que Minos solo sonreía divertido e irónico.
—Escucha, yo no solicité nada de lo que mencionas —dijo sonriente—. No tuve nada que ver con las decisiones de los caballeros dorados traidores, ni envíe a los espectros al Santuario ni nada de lo que has dicho. Estuve todo el tiempo en la Corte del Silencio, solo intervine en el momento en que los encontré a Ustedes a las afueras de Guidecca y eso fue todo.
Hubo un momento de silencio en el que Hyoga parecía estar a punto de añadir algo, pero no lo conseguía, no parecía encontrar las palabras adecuadas para expresar su sentir.
—¡Bah! Olvida eso —dijo Minos de pronto— y bebe conmigo.
—Me pediste una lata de soda —indicó el rubio sin poderlo creer cuando el mesero le dejo la bebida y un vaso con hielos.
—Estabas tan absorto quejándote por todo que no quise interrumpirte. Además eres muy joven, no deberías beber alcohol.
—Disculpa, ¿soy muy joven para qué? —Hyoga, algo molesto, llamó al mesero nuevamente solicitando una copa de Vodka y jugo de arándano.
—Me impresionas chico.
Minos sonrió ampliamente al ver que Hoyga había caído en la primera parte de sus tretas, ahora bebería hasta perder la razón y, en esos momentos, ejecutaría la siguiente parte de su plan. Además, a esas alturas el rubio ya había olvidado todo lo que pretendía preguntarle antes de llegar al bar. Para complementar la velada, el grifón le ofreció probar la ginebra mezclando las bebidas apenas las tuvieron sobre la mesa.
No obstante, aquello comenzaba a tomar otros tintes ya que, pareciera, que tanto Minos como Hyoga estaban absortos en un especie de competencia por ver quién de los dos aguantaba más bebiendo. Lamentablemente, el perdedor de la contienda fue el cisne ya que Minos tuvo que pararlo en seco dos o más veces pues, un jovencito ebrio no era lo que deseaba para consumar su venganza.
—Vamos, ya fue suficiente por esta tarde.
Al salir del bar había anochecido lo suficiente como para que Minos pensara en buscar donde pasar la noche, así llevo al alegre y, casi, aturdido chico a un hotel cercano donde recibió las miradas acusadoras y escrutadoras por parte del staff que observó al hombre mayor llegar con un chiquillo en estado cuestionable.
Lo llevó a la habitación en cosa de minutos dejándolo caer sobre la incómoda cama. Minos se sacó la chaqueta para luego correr las cortinas.
—¿Qué lugar es este? —Hyoga parecía volver en sí frotando sus ojos lentamente— ¿es este el momento donde abusas de mí? —pregunto cansadamente.
—No abusare de ti. No haremos nada que no quieras.
Aún sobre la cama, Hoyga era capaz de ver claramente los movimientos de Minos quien sacaba de un bolsillo lo que parecía ser una madeja de hilo rosado y brillante. Con un leve movimiento de su mano derecha, el grueso hilo brillante se desenrolló de la bobina dirigiéndose al cisne quien aún estaba aturdido como para entender lo que sucedía.
—No puedo usar mi técnica sin el surplice y no debo portar el surplice fuera del Inframundo así que tengo esta pequeña bobina de hilo para usarla contigo —dijo Minos con voz sedosa casi seductora.
—Así que viniste hasta acá solo para atacarme, ¿para buscar la revancha de esta forma tan poco honorable? —pregunto el chico ya volviendo a sus sentidos— Se te olvida que congelé tus hilos en el camino a los Elíseos y podré hacerlo de nuevo.
—Eso no me preocupa, estoy preparado para lo que hagas y no. No vine hasta aquí solo para eso.
Las manos de Hoyga quedaron fuertemente sujetadas por encima de su cabeza y, en cosa de segundos, Minos usó el hilo para levantarlo de la cama lentamente atando sus piernas y pies también clavándole en la pared más cercana. El ruso no se le escaparía pues, no había un abismo que los desintegrara.
—¿Qué harás conmigo Minos, responde?
—Sabes... tienes un cuerpo sensual —dijo Minos de pronto aproximándose a él deslizando una mano por encima de sus ropas sintiendo el cuerpo firme del jovencito—. Me apetece jugar un poco contigo y, tal vez, tener sexo. ¿Qué piensas de eso?
—¿Disculpa?
El rubio no podía creer lo que sus oídos escuchaban pues no estaba en absoluto preparado para algo así. No obstante, Minos no parecía querer parar ya que, había recorrido el cuerpo del cisne con la mano de arriba abajo negándose a reconocer que su tacto y movimientos eran hábiles, pues Hyoga no le pidió detenerse cuando apretó levemente su miembro.
—Detente... —susurró suplicante un momento después.
—No lo creo Hyoga, tu cuerpo me pide que continúe —el grifo se recostó en su pecho por un momento escuchando los agitados latidos de su corazón—. Soy honorable y debo cumplir con la petición —indicó sonriente haciendo un guiño seductor con su ojo derecho para luego volver a recostarse sobre el pecho del cisne.
El corazón de los jueces no latía nunca, así que para él era algo nuevo escuchar el furioso latir de ese músculo. Un momento después se apartó de él listo para continuar acariciando el cuerpo del chico mientras que deslizaba sus ropas hacia afuera pasando su lengua por los pectorales del rubio tomándose su tiempo para saborear su cuerpo blanco y firme.
—Espera Minos... —Hyoga buscaba con qué hacerlo parar ya que no era eso lo que su mente consciente deseaba.
A pesar de que Minos fuera tan creativo y hábil, no quería hacerlo con él. No deseaba que este lo hiciera suyo.
—Tranquilo chiquillo —los hijos elevaron a Hoyga un poco más dejando su entrepierna a la altura deseada por su anfitrión—. No haré nada que no te haga sentir bien.
Las manos de Minos sujetaron con fuerza la virilidad del cisne mientras que su boca recorría su cuerpo desde sus orejas, su boca y su cuello bajando nuevamente por entre sus pectorales, torso hasta llegar al inicio de su pantalón donde Minos se paró en seco.
—Tu cuerpo me pide continuar Hyoga, ¿qué hacemos? No podré detenerme en este punto.
—Yo... —el chico no quería reconocer que aquello lo excitaba de sobremanera negándose a aceptar que deseaba que Minos continuara, que no se detuviera ya que era muy hábil— Yo...
—Hagámoslo más divertido.
Los mismos hilos lo ayudaron a despojarlo de sus últimas prendas quedando totalmente desnudo delante del juez espectro.
—Estoy desnudo y tú no —dijo el chico de pronto—, no es justo.
—Eso se resuelve fácilmente.
Así Minos se sacó la ropa también ante la mirada avergonzada del cisne rubio quien no apartaba la mirada del tatuaje que el juez tenía en su costado derecho, y que parecía ser un grifon que iba desde sus bíceps hasta la espalda por debajo de su brazo.
—Estamos en igualdad de condiciones —Minos se acercó a Hoyga observándolo con sus ojos avellanados mientras que sus dos manos estimulaban el miembro del jovencito—. Lo siento, pero, a estas alturas de la velada, no me detendré asi que será mejor que lo disfrutes o cierres los ojos actuando como una virgen que jamás ha salido de la casa de su madre.
—Minos, eres repugnante.
—Si, lo sé y aún falta más.
Nuevamente los hilos hicieron de las suyas ya que estos se aferraron alrededor de las piernas del cisne levantandolas hacia el frente para luego, con cierta delicadeza, abrirlas delante del juez quien observaba aquel espectáculo extasiado. No pensó exactamente en vengarse de esa forma, pero ya estaban ahí y no dejaría pasar una velada como esa. Una tarde de sexo rudo le vendría bien antes de retomar sus actividades infinitas en el Inframundo.
Aunque, jamás pensó que sería con un caballero de Atena precisamente y, menos, el que fuera su oponente.
—¡Bah, que importa! —se dijo el juez listo para embestir al rubio— Nunca discrimino.
Hyoga sintió como Minos entraba en él rogando que se detuviera ya que el dolor le resultaba desagradable así como la sensación.
—Detente...
—Tranquilo chiquillo, solo relájate y disfrútalo —el cuerpo del cisne era agradable, estrecho y cálido. Perfecto para cumplir sus demandas—. El interior de tu cuerpo se siente bien, ¿sabes?
—Cierra la boca...
Lo embistió por un buen rato excitandose por las constantes protestas de Hyoga exigiendo detenerse. Ello lograba encender a Minos más no atender la solicitud pues, no se detendría hasta haber culminado el acto dentro del jovencito. Hyoga, por su parte, solo cerraba los ojos sin deseos de encender su cosmos y atacar aunque, algo en su interior le pedía hacerlo, le pedía defenderse. Sin embargo, su cuerpo le rogaba continuar y darse unos momentos de placer.
Del enorme placer que le hacía sentir Minos quien usaba los hilos para manipular la postura de Hyoga siempre manteniendo sus manos atadas. Su cuerpo giraba en posición tal que el juez podía estar dentro de él, acariciarlo y besarlo cuando fuera necesario.
—¿Qué haces? —el rubio sintió como los hilos lo giraban de espaldas quedando frente a la pared.
—Mira nada más —comentó Minos recorriendo la espalda y muslos del chico los cuales golpeó ligeramente—. Tienes un cuerpo espectacular, ¿lo sabías?
—Ya te dije que...
—Si, si. No importa, solo disfrútalo.
Los hilos se enredaron en las caderas del ruso haciendo que estas se levantaran un poco quedando en una postura más cómoda para Minos quien continuó con sus embistes un buen rato más hasta que terminó dentro de él. Ambos jóvenes culminaron al mismo tiempo quedándose así un momento más.
Los hilos depositaron a Hoyga en la cama ya que el resto de la contienda se desarrollaría ahí sintiendo como Minos se le iba encima embistiendo su cuerpo sin piedad por varios minutos más. Al menos habrán sido unas dos horas más, las cuales Hyoga sintió como si fuesen una eternidad.
Una deliciosa eternidad.
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Hyoga despertó al amanecer, la luz del día se filtraba con dificultad en medio de la sucia tela de las cortinas. Al girarse, notó con desagrado que no había ni rastro de Minos, este se había dado a la fuga en algún momento de la noche.
—¡Maldito infeliz. Se largó y me dejó aquí! —el rubio se puso de pie indignado notando que en la almohada contigua estaba una nota de papel:
"La habitación está pagada por varias horas más así que no te preocupes por eso. Ya he consumado mi venganza, por lo que no esperes volver a verme.
Te deseo suerte y que tengas un buen día.
M".
Hyoga sintió aquello como una burla pues, por poco, Minos firma la carta con una incipiente "happy face". Tras ducharse y vestirse salio del hotel sintiendose el más grande idiota sobre toda Grecia.
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Minos regresó al Inframundo sin saber bien qué hora era deseoso por un baño caliente y por dormir varias horas pues estaba realmente agotado por toda la diversión del día anterior.
—¡¿Dónde demonios te metiste toda la noche?!
La voz de Radamanthys retumbó por toda Ptolomea observando molesto a su irresponsable colega.
—Si no quieres que te narre con detenimiento los detalles cochinos de donde estuve toda la noche, será mejor que me dejes ir. Estoy muy cansado. Ya hablaremos después.
—Eres un pervertido sexual... —masculló el wyvern entre dientes.
—Si, si. Lo que digas. Ya me ocuparé de todos los reportes del siguiente mes, pueden tomarse unas vacaciones si quieren.
El juez rubio no dijo más saliendo del templo Ptolomea dejando para Minos varias torres de reportes sin llenar que lo tendrían entretenido, al menos, el resto del año.
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FIN
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Con este fic cierro el año. Muchas gracias por leer y muchas gracias por dar una oportunidad a mis relatos. ¡¡Nos leeremos en el 2023!!
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