Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Milo x Hyoga, p3

Personaje: Hyoga x Milo e Isaak


Bajo el agua

.

El Santuario

.

Lo que veían sus ojos era total oscuridad pues ni la débil luz de luna que se filtraba por las cortinas era suficiente como para iluminar toda la habitación. Milo estaba sentado en la esquina de la habitación justo al lado de la ventana observando todo a su alrededor cual ave de presa mientras Hyoga dormía plácidamente en la cama ubicada a pocos pasos.

Los ojos del escorpión dorado brillaban salvajemente mientras fumaba un poco tras dejar exhausto a su joven amante. La manzana amarilla fue suya finalmente gozando de sus extraordinarias bondades, tacto y sensibilidad. Hyoga, rendido en sus brazos, fue mucho más de lo que había anhelado o soñado siquiera; el joven cisne tenía un potencial oculto que solo él conocía y deseaba explorar lo más que se pudiera.

Hyoga se giró sobre las mantas sin abrir los ojos, comenzaba a despertar lentamente notando la oscuridad a su alrededor. Su mirada se posó en la ventana con sus cortinas corridas y la débil luz que se filtraba a través de esta, no estaba en su cabaña en Siberia, se dijo, era el octavo templo donde se encontraba, ahora lo recordaba. Su visión encontró a Milo sentado en la esquina opuesta observándole cual animal salvaje.

Sus miradas se encontraron durante varios minutos en los que no hubo necesidad de palabras. El cisne lo observaba sin expresión en el rostro y sin saber cómo sentirse al respecto mientras que Milo sonrió levemente poniéndose de pie tras apagar el cigarrillo en el cenicero más cercano. El hombre estaba medio vestido con el pantalón del pijama caminando lentamente hacia una de las mesas de noche para encender una pequeña lámpara.

—¿Cómo te encuentras? —le dijo suavemente dedicándole una larga mirada mientras tomaba asiento a su lado.

—Creo que estoy bien —no dijo más desviando sus ojos hacia el techo, por alguna razón aún desconocida para él, no era capaz de mantener la mirada puesta en Milo.

No deseaba mirarle a los ojos por ahora.

El silencio entre amantes se hizo un instante después de que el caballero dorado se recostara a su lado sobre su brazo derecho mirando al techo también. No había palabras, solo un silencio que no resultaba incómodo quedándose así por un largo rato mirando sus sombras proyectadas en la pared frente a los dos.

—Debo volver a Siberia —anunció el rubio de pronto rompiendo la quietud mientras Milo le devolvía una mirada de sorpresa y desagrado.

—¿Y por qué tan pronto? —replicó el escorpión dorado con calma— Podrías quedarte un par de días.

—No tengo permitido permanecer mucho tiempo en las doce casas y lo sabes bien. Además, ya te he molestado bastante, volveré a casa.

No era la primera vez que Milo escuchaba ese molesto "debo volver a Siberia", era la frase favorita de Camus, solo que odiaba escucharla de los labios de Hyoga. De su pequeño calco.

—¿Y qué es eso tan importante por lo que debes volver? —insistió Milo sin subir la voz ni perder la calma— ¿qué tarea debes cumplir allá?

—Pues allá está mi hogar Milo, ya te veré en otra ocasión —respondió el rubio sin sorprenderse por semejante presión e insistencia.

—¿Y esa ocasión cuándo será? —Milo se incorporó sobre las mantas notando como Hyoga evadía sus ojos— ¿Cuándo te veré de nuevo Hyoga?

—Pronto...

—Creí que ya habíamos dejado atrás estos jueguitos tontos y sin sentido —indicó molesto clavando aún más mirada en su amante.

—No estoy jugando a nada, Milo. Solo deseo ir a casa como siempre, es todo. ¿Por qué todo es tan difícil contigo? —ambos se lanzaron miradas de reproche por unos breves instantes antes de que Hyoga se puso de pie para vestirse—. Podría quedarme aquí unos dos días, pero, de verdad, después de eso quiero ir a casa. Puedes visitarme allá si quieres.

—Está bien —finalizó el caballero dorado sin añadir más.

Lo había hecho suyo estando consciente de que el chico deseaba escurrirse de sus manos, de preservar esa libertad suya e interminable enajenación por las tierras heladas del este de Siberia. Bien, se dijo, le daría lo que tanto deseaba un tiempo y luego le visitaría allá una temporada. Milo debía ser flexible ya que era cierto que las leyes del Santuario indicaban que solo el custodio de un templo podía permanecer en el, no se permitía que dos ocuparan el mismo recinto.

—¿No visitarás a tus amigos mientras estés aquí?

—No —respondió Hyoga bebiendo un poco de agua—, Shiryu está en China, Shun y Seiya volvieron a oriente e Ikki... bueno, solo los dioses saben donde está ahora.

—Comprendo.

El rubio se quedó con él un par de días más tal y como lo había prometido permitiendo que Milo fuese su maestro en el arte del amor y del placer haciendo que Hyoga se olvidará, literalmente, de todo; de sus dudas, de sus miedos, de volver a casa. Milo era capaz de transportarlo a un mundo donde nada importaba y podían estar así por horas y horas sin parar.

Un mundo privado y del que nadie debía saber, pero del que Hyoga deseaba escapar de vez en cuando.

.

Sajá, Siberia oriental

Hyoga dejo el Santuario al segundo día por la madrugada notando como su amante aún no entendía esa decisión aunque no la cuestiono. Sería difícil que este lo entendiera, se decía el rubio, mientras iba por las grandes dunas de nieve sintiéndose francamente aliviado. El caballero dorado no debía saber el motivo real de su partida pues, para Hyoga, el cruzar las escaleras del Santuario, los pasillos y las casas desde libra hasta aries luego de acostarse con Milo, era igual a recorrer desnudo las calles de una ciudad.

Era igual a andar sin ropa en medio de una multitud que lo juzgaba con la mirada mientras él iba en silencio sintiendo su rostro encendido sin poder decir nada al respecto. Se vio fuertemente atormentado por todo esto durante el trayecto a casa en el que su mente no dejaba de rumiar estos pensamientos sin darle ni un minuto de descanso.

—Al menos estoy en casa, aquí nadie sabe lo que sucedió en el octavo templo —lanzó un largo suspiro cuando sus pies sintieron que estaba sobre el gran mar congelado donde se hundió el barco de su madre y sus restos descansaban a cientos de kilómetros bajo la superficie.

Por un instante, deseo estar bajo el agua reposando al lado de su mamá. Al lado de la mujer que lo consideraba su "pequeño" Hyoga, su niño puro y limpio. Bajo el agu nadie lo juzgaría, nadie sabría nada de su relación con Milo.

Ya no era el Hyoga puro y limpio, ahora era el joven amante de un hombre que le hacía sentir eso tan complejo que habitaba en su corazón: sentía que no podía dejarlo o alejarse de él y, al mismo tiempo, sentía tanta culpa y vergüenza. Se dejó caer sobre la gruesa capa de hielo derramando lágrimas amargas.

La delgada línea había sido cruzada con Milo y no había marcha atrás.

Hyoga regresó a su cabaña sintiendo el ambiente familiar además de un aroma a café que le llenó la nariz. Sabía quién era la única persona que conocía que podría preparar café justo en el momento preciso en que necesitaba hablar con alguien, ahora que más lo necesitaba él estaba ahí para acompañarlo en su momento de duda.

—¿Cuándo volviste Isaak? Pensé que estarías fuera más tiempo —Hyoga dejó sus pertenencias sobre la silla más cercana aproximándose a la pequeña cocina.

—Llevo unas doce horas aquí, ¿dónde has estado Hyoga? Creí que te vería justo a mi regreso.

—Es una historia un tanto complicada... Estuve en el Santuario.

—Ya veo. El café está listo.

—Necesito una buena taza cargada justo ahora.

Ambos tomaron asiento a la mesa uno frente a otro. Hyoga sentía los ojos de su amigo sobre él esperando una explicación a su repentina ausencia y extraña actitud sin embargo, el cisne no estaba listo para ahondar en eso, no por ahora.

—Hablaremos cuando quieras —indicó Isaak con calma bebiendo lentamente.

—Te agradezco, solo quería volver a casa y estar en paz.

—La paz la da una buena taza de café cargado.

Los dos rieron por un momento bebiendo hasta terminar la jarra completa. Hyoga se ocupó de los trastes sucios mientras notaba como Isaak salía de la cabaña dejando la tarea por un momento para ir trás él. De verdad no quería estar solo y, por lo menos, la presencia de su antiguo colega de entrenamiento serviría para distraer a los fantasmas de su cabeza. El marino del Kraken iba varios pasos al frente sin mirar atrás ni siquiera cuando Hyoga le llamó varias veces por su nombre.

Finalmente, Isaak se detuvo a orillas del mar congelado andando con paso lento hacía el centro del mismo. Hyoga sintió algo extraño al verlo ahí de pie tranquilo y ausente, sintió algo familiar y triste al mismo tiempo apartando esos sentimientos rápidamente.

—¿Todo bien, Isaak?

—Aquí murió tu madre, ¿no es cierto? —preguntó dándole la espalda.

—Si, es correcto.

—¿La has visitado luego de... esa vez?

—Si, en alguna ocasión baje a verla, antes de que nuestro maestro hundiera más su barco en lo profundo del mar.

—Ya veo...

Isaak contempló la capa de hielo bajo sus pies inclinándose sobre ella deslizando sus dedos lentamente.

—Bajo el agua Hyoga... ahí es donde se encuentra, donde nos encontramos. No lo olvides —dijo Isaak de pronto señalando hacía el centro del mar congelado.

—Lo sé amigo. Vamos, volvamos a la cabaña —respondió ignorando sus palabras.

La noche no le trajo paz al cisne rubio quien vio imágenes inconexas en sus sueños incluyendo una donde se veía así mismo bajo el agua cubierto por la gruesa capa de hielo sobre su cabeza, el agua lo cubría por completo mientras él luchaba por no ahogarse buscando desesperado algún agujero en la capa.

—¡Mamá, ayudame, ayudame! —gritaba en su mente golpeando el hielo una y otra vez.

Sentía terror al estar bajo el agua.

—¡Tu madre está muerta, Hyoga! —la voz de Isaak retumbó en su cabeza haciéndolo despertar abruptamente.

El rubio respiraba con dificultad tratando de orientarse confirmando con tranquilidad que estaba en la habitación de su cabaña en Sajá e Isaak dormía a su lado. Un mal sueño, una pesadilla, se dijo poniéndose de pie para buscar un vaso con agua.

—¿Qué diría mamá si pudiera verme ahora, qué diría mi maestro si supiera que... yo...? —trato de contenerse bebiendo el agua con calma para volver a la cama— No importa, nada importa ya.

Hyoga sintió los ojos de su amigo otra vez durante el desayuno, sus ojos azules y fríos, casi inertes lo observaban fijamente.

—¿Y bien, vas a decirme que te sucede?

—Estuve en el Santuario con alguien —dijo al fin sintiendo como el corazón le latía con tal fuerza que moriría de un paro—, por eso me ausente. El... insistió en que ocurriera todo lo que sucedió.

—Vaya... —Hyoga analizó la expresión de sorpresa de su colega por un momento agradeciendo que este mirara su taza de café en vez de escudriñarlo con la mirada— Y... ¿esa persona te hace feliz o algo?, ya sabes ¿valía la pena tu visita hasta allá?

—Es Milo, Isaak. Estuve con él... Se quedó aquí por meses presionandome para dormir juntos y luego... me sentí tan mal cuando huía de su templo porque anhelaba deshacerme de él que... volví y lo consumé... Dormí con él finalmente.

—Bien... —Isaak depositó su taza con calma sobre la mesa sin apartar la mirada de su amigo— Podrías explicarme con calma de qué demonios estás hablando.

Y así Hyoga narro como una tarde de lluvia en la que se refugió en el octavo templo desatando en Milo una obsesión enfermiza por él, como lo siguió hasta Siberia quedándose en su cabaña por casi seis meses; como tuvo que trabajar para convencerlo de volver a Grecia y, apenas pudo, logró escapar alejándose lo más que pudo hasta que, su propia culpa, lo hizo volver y darle lo que quería. Después de eso, se alejó por una temporada donde se dejó vencer de nuevo por sus sentimientos confusos volviendo al caballero dorado quien le hizo suyo una vez más.

—Y eso es lo que sucedió... —Hyoga apartó la mirada bajando la cabeza.

—Vaya... me sorprende, sabes bien la historia entre ese hombre y nuestro maestro como para que terminaras sucumbiendo a sus demandas.

—¿Qué historia?

—¿No lo recuerdas? —Isaak dejó la taza nuevamente golpeando con un poco de fuerza la mesa— Nuestro maestro Camus y ese sujeto fueron amantes. A veces se veían a escondidas en la ciudad más cercana, ¿o es que el placer carnal ya te hizo olvidarlo?

—Yo... no lo recordaba, siendo honestos —Hyoga abrió mucho los ojos horrorizado ante esa revelación.

—Bien pues, no hay mucho que pueda decir al respecto, tan solo que todo esto me parece repulsivo. ¿Cómo puedes estar con el hombre que durmió con nuestro tutor? Es como acostarte con un familiar.

—¡No lo digas de esa forma!

—¿Y por qué no, Hyoga, estoy mintiendo?

El rubio había olvidado aquellos sucesos del pasado ya que, honestamente, no le prestaba atención a las compañías de Camus ya que, en aquel entonces, él solo deseaba conseguir la armadura para llegar con su mamá y eso era todo. En aquel tiempo, el deseo de reunirse con su madre muerta lo consumía por dentro estando dispuesto a lo que fuera por conseguirlo.

Incluso a quitar a quien fuera de en medio.

—Vamos Hyoga, dime, ¿acaso estoy mintiendo? —repitió Isaak escudriñando al rubio con la mirada.

—Él no es un familiar y... nuestro maestro ya no vive como para juzgarme.

—Pues, por como narraste las cosas se nota que la culpa te consume además de la vergüenza. De no ser así, le habrías permitido que te acompañara al aeropuerto siquiera.

—¡Cierra la boca, no debí decirte nada!

—Ya.. Ya... Eres un adulto y no me interesa con quién te metas. A quién le des tu cuerpo es tu problema. Solo digo que quizás deberías reconsiderarlo ya que el sujeto no es cualquier persona. Fue la pareja de nuestro maestro e, insisto, es como acostarte con un familiar o un viejo conocido. No lo sé, no lo veo con buenos ojos es todo.

—Vaya... me siento peor —dijo el rubio dejando caer la cabeza entre sus manos.

—Lo lamento, sé que no tomas muy bien cuando alguien te canta verdades en la cara.

—No es eso... —replicó el cisne poniéndose de pie y dándole la espalda.

—Me iré a la cama. Te dejo con tus pensamientos.

Hyoga se quedó delante de la chimenea pensando en todo lo sucedido. Milo no era como un familiar, ¿de dónde sacaba Isaak semejantes ideas?, se decía extrañado, en cuanto a que fuera el antiguo amante de su maestro no le hacía sentir mejor. Ahora sabía por qué le causaba tanta vergüenza, si alguien más en el santuario se enteraba de eso, de inmediato le mirarian con malos ojos, la relación entre Camus y Milo no debió pasar desapercibida para nadie. Eso era un hecho.

—Demonios...

¿Cómo enfrentar todo el futuro estigma él solo?

.

Pasó alrededor de un mes sin tener noticias de Milo. Hyoga agradecía el que le hubiera dado su espacio o, en el mejor de los casos, se hubiera olvidado de él, pero no fue así pues, un buen día, llamaron a la puerta. Hyoga abrió pues Isaak no estaba por ahí cerca.

—Te ves terrible —la voz de Milo lo sacó de sus pensamientos— ¿puedo entrar?

—Sí claro.

El interior de la cabaña lucía desordenado por todas partes, cosa extraña ya que Hyoga, por lo general, no solía dejar las cosas fuera de lugar.

—Este lugar es un desastre, ¿estas bien? —preguntó el caballero dorado extrañado dedicando una mirada de preocupación— Tanto caos no es propio de ti.

—Ah eso... Isaak estuvo aquí y él nunca ha sido muy ordenado.

—¿Isaak? —preguntó Milo extrañado— ¿Isaak dijiste?

—Si, es lo que dije. Estaba en casa cuando volví de Grecia y se quedó desde entonces. Su compañía me ha venido bien.

Hyoga noto que la expresión en el rostro de Milo iba más allá de la sorpresa y extrañeza, incluso el horror se dibujó en sus facciones por unos breves segundos.

—Hyoga... Isaak no pudo estar aquí y lo sabes. ¿Qué sucede?

—¡Por supuesto que está aquí! —replicó molesto— ¿acaso no confías en mí? Puedes registrar la cabaña si quieres. No hay otra persona más que él.

—¿Has perdido la cordura? —Milo lo tomó por los brazos agitándolo con fuerza— ¿qué demonios te sucede Hyoga? ¡Isaak no está aquí, no puede estar aquí!

—¡¿Y por qué no, dejate de enigmas y dimelo?!

Nuevamente el caballero dorado lo miró con horror sin poder creer lo que sus oídos escuchaban.

—¡Porque está muerto Hyoga, lleva muerto mucho tiempo!

—¿Qué dijiste?

Un zumbido se escuchó en la mente del chico que le impedía escuchar las revelaciones de Milo, ¿Isaak muerto, desde hacía cuánto tiempo? Debía ser mentira pues había bebido café con él todos esos días y charlado hasta el amanecer.

—No es verdad, él está aquí. Ha vivido conmigo todo este tiempo.

—No Hyoga... Isaak murió bajo el agua aquel día... no lo recuerdas por lo visto.

—No... es falso.

—Camus me narró que, durante mucho tiempo, estuviste realmente obsesionado con buscar a tu madre a cualquier costo. Isaak se dio cuenta y te dio una reprimenda porque no estabas enfocado en la misión de los caballeros de Atena sino en algo personal.

—...

—Según recuerdo, lograste abrir un agujero en la capa de hielo que cubre el mar y te lanzaste a buscarla. Isaak te descubrió bajando a buscarte, en algún momento una fuerte corriente los atrapó y él, en su afán por salvarte, sacrificó su vida por la tuya.

—No es verdad... ¡Mientes!

—No Hyoga... él murió accidentalmente, Camus se sorprendió, también te reprendió y bueno... es lo que sé.

—¿Y cómo supo Camus todo eso si no estuvo ahí?

—Porque tu se lo confesaste, por eso no lo reportó con el Patriarca —Milo lo miró observando como este de pronto caía en la realidad de que había vivido solo en la cabaña todo ese tiempo— Hyoga...

El cisne se dejó caer al frío suelo de madera sin poder creer que hubiera creado a un amigo imaginario, un fantasma, del colega que murió a causa de su necedad; lo había matado de alguna forma, había contribuido a su fallecimiento. Derramó lágrimas amargas mientras Milo se inclinaba a su lado estrechandolo con fuerza.

—Lo había olvidado... cómo pude olvidar que ha estado bajo el agua todo este tiempo. ¿Qué clase de loco soy?

—Tranquilo... son cosas que suceden entre caballeros.

—Sentía tanta vergüenza por todo lo que sucedió y... no tenía a nadie con quien hablar...

—¿Vergüenza por haber dormido juntos?

—Si... estuviste con mi maestro y ahora... estás conmigo. Es como... acostarse con un familiar o algo así.

Milo le dedicó otra mirada de extrañeza y fastidio por un momento antes de continuar.

—Hyoga, vamos a dejar las cosas muy en claro; si, estuve con Camus una temporada, cosa de la que no me arrepiento, pero eso no tiene nada que ver contigo —Milo esbozó una mueca que dejó a Hyoga sorprendido además del tono serio y molesto con el que hablaba—. Mi relación con él es un tema aparte de lo que tengo contigo y de lo que siento por ti. No hablaré de eso ahora, pero es verdad.

—Lo lamento, todo esto es...

—Esta situación demuestra que aún eres demasiado joven y no estás listo para ciertas cosas —indicó Milo con calma y pensativo.

Ambos se miraron por un momento.

—Lamento que todo esto te haya llevado a traer la memoria de Isaak de vuelta. Creo que lo nuestro te ocasiona mucho estrés y presión.

—No lo sé, si te soy honesto. Quisiera que lo nuestro fuera secreto un tiempo, mientras me acostumbro, mientras aprendo a estar contigo. No quiero que los demás lo sepan, ni tus amigos ni los mios.

—De acuerdo... —respondió Milo algo molesto y con gesto de desaprobación— Nadie lo sabrá, ¿esta bien?

—Si, por favor.

Esa noche durmieron en camas separadas sin tocarse lo cual hizo que Hyoga se sintiera mejor y comenzara a recuperarse de su crisis temporal, al menos por ahora. Al día siguiente visitaría la zona donde yacían los restos congelados de su mamá y su amigo Isaak.

—No soy el niño "limpio" y "bueno" de mamá... ahora no sé lo que soy... —pensó con aprehensión derramando un par de lágrimas.

Habría deseado que Isaak estuviera realmente a su lado lanzando sus comentarios mordaces que le pusieran los pies en la tierra ya que sus propias imaginaciones y mecanismos de defensa lo estaban llevando a terrenos aterradores e inimaginables.

No obstante ya no podría ser porque Isaak estaba bajo el agua y jamás volvería.

.

FIN

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro