Hyoga x Dolbar x Roki (Mature)
Midgård
1
"In between extremities rises Midgard, mighty as the stem of the tree" - Therion.
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La tierra de los hielos perpetuos que habitaba el caballero del cisne, Siberia, se encontraba en el extremo más alejado del mundo. Ajena a toda perturbación y actividad del hombre, el hermoso reino del hielo no solía recibir visitantes con frecuencia. El único que parecía ser el eterno habitante, Hyoga, se encontraba de pie a mitad del lago congelado donde descansaban los restos de su difunta madre sin importar la fuerte tormenta de nieve que azotaba la región.
Para el joven era indispensable acudir en esas fechas a orar por su eterno descanso no importando si las tormentas de nieve cubrieran Sajá con su manto helado y ventisca inmisericorde. Hyoga se encontraba justo ahí en medio de la noche invernal salpicada con auroras boreales que se dejaban ver cada tantos minutos en los cielos sintiendo el viento helado a su alrededor.
—Mamá... —pensó con aprehensión sujetando fuertemente el rosario de cuentas blancas que colgaba bajo sus ropas cerrando sus ojos con fuerza olvidándose de lo demás a su alrededor.
Hasta que algo lo sacó abruptamente de sus meditaciones. Ocurría algo en la lejanía, se llevaba a cabo una lucha entre varios oponentes que amenazaba con perturbar la casi inquebrantable paz. Se mantuvo atento por unos minutos esperando que los perturbadores de la paz se tranquilizaran, pero no ocurrió. La agitación llegaba hasta él no quedando más remedio que hacer una pausa y acudir al lugar de los hechos.
Corriendo lo más rápido que le daban las piernas, Hyoga llegó en pocos minutos hasta la zona de los disturbios encontrándose un espectáculo protagonizado por sujetos cuyos atuendos no reconocía pues no eran los habituales de la gente de la zona. Lucían como guerreros de alguna tierra lejana cubiertos con pieles sobre sus ropas llamando su atención los prominentes cuernos salidos en ambos lados de sus yelmos.
Lo que más alertó al joven cisne fue el llamado de ayuda del hombre que era violentado por los guerreros desconocidos.
—¡¿Quién eres tú que se atreve a manchar de sangre los hielos puros? Soy Hyoga y no puedo permitirlo!
—¡¿Hyoga?! —exclamó uno de ellos en tono de burla— ¡ahora sé qué nombre llevará tu tumba!
Intentaron atacarlo repetidamente usando unas grandes armas que no eran comunes para el cisne pero que logro sortear sin mayores problemas. Tras dejarle en claro al visitante que no sería un oponente fácil fue que, tanto este como sus secuaces, se retiraron de ahi rápidamente dejando a un hombre herido atrás.
—Jamás había visto a tales bárbaros, ¿quienes serían?—pensó rápidamente— ¡Oiga, resista! —Hyoga se inclinó al lado del hombre caído notando sus ropas, las cuales eran iguales a los hombres que huyeron de ahí.
El sujeto de piel morena estaba herido y su yelmo estaba partido en dos a su lado.
—¡Ayúdeme, por favor! —suplicó el guerrero herido tratando de no morir en el intento— ¡El palacio del Valhalla en Asgard!
—¡Espere, resista!
Lo único que obtuvo del fugitivo era que huía de sus captores debido a que llego hasta sus oídos información confidencial y delicada que no debió escuchar. Dicha filtración lo puso en una posición comprometedora que podría poner en peligro su vida y a su familia, por lo mismo huyó en búsqueda de ayuda. El hombre sabía de los caballeros de bronce gracias al torneo galáctico y con esa información disponible partió en búsqueda de alguien que le ayudara.
Es así que Hyoga decidió buscar el cloth de cygnus y ponerse en marcha a hacia la tierra descrita por el guerrero malherido a quien dejó ahí creyéndolo muerto.
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2
Tromsø, Noruega
Hyoga llego a una tierra de hermosos bosques de pinos frondosos que cubrían el territorio hasta donde la vista alcanzaba y mucho más allá se apreciaban las altas montañas descritas por el guerrero asgardiano desconocido. El cisne se mantuvo varios minutos observando el hermoso panorama delante de él pues, no solo se dejó embelesar por los bosques y las montañas también, si no por el manto nocturno que cubría la bella e inhóspita región de Tromsø. La más lejana de Noruega ubicada en el extremo norte del país y del mundo.
—La belleza de este lugar sobrepasa las palabras... —se dijo evocando el recuerdo de su difunta madre a quien le hubiese gustado pasar sus días en un sitio apacible y silencioso como ese— Mamá, por favor cuida mis pasos desde el cielo ya que voy a una misión peligrosa en una tierra desconocida.
Deseoso por llegar a su destino, cualquiera que fuera, aceleró el paso internándose entre los altos y amplios pinos cuyo aroma le llenaba la nariz buscando un camino directo a la montaña y al cruce del puente Bifrost hacía la ciudad de Asgard. El pueblo cerrado al mundo exterior ubicado en medio de las montañas más altas de la región.
—¡Espera, ¿a dónde crees que vas?!
Varias voces ásperas resonaron detrás de él logrando que cygnus detuviera su carrera en seco girándose para encontrarse con quien lo había llamado. Delante de él estaban tres hombres que vestían justo como los que huyeron despavoridos en Siberia dejando a un moribundo en el camino. Los reconoció por sus ropas de entrenamiento, las armaduras que escasamente protegían sus cuerpos y sus yelmos cuyos largos cuernos daban una forma muy característica.
—¡No puedes atravesar esta zona libremente! —indicó uno de ellos— El paso hacía Asgard está prohibido a todos los extranjeros.
—No puedo revelar lo que me trajo a este mundo lejano, pero debo apresurarme. ¡No tengo tiempo que perder! —sin dudarlo ni un momento, usó su técnica más poderosa para borrarlos de su camino teniendo el cuidado suficiente como para no acabar con sus vidas.
Sin embargo, durante el clímax del combate entre el cisne y los guerreros desconocidos fue que ocurrió algo inesperado y que estaba más allá de su entendimiento. Los guerreros lo atacaban usando espadas, hachas y otras armas; en ningún momento percibió algún cosmos diferente y sin embargo, la presencia de un cosmos potente se dejo sentir justo en medio del combate. Dicho cosmos arremetió contra él haciéndole perder el sentido. Hyoga no supo quien fue el ejecutor de la técnica que lo dejaría inconsciente por varias horas.
—Llévenselo aquí —ordenó la voz ponzoñosa que Hyoga alcanzó a escuchar vagamente en su cabeza mientras su consciencia se perdía poco a poco hasta caer en el sopor.
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Asgard
Cuando Hyoga abrió los ojos noto que se encontraba en una habitación húmeda y oscura hecha con paredes de piedra y con una diminuta ventana con barrotes en lo alto de una pared. Trató de incorporarse lentamente analizando su situación actual ya que el haber sido capturado salía completamente de sus planes.
—No debí meterme en todo esto —reconocía que lo que ocurría en esas tierras lejanas bajo la jurisdicción de otro dios, no eran de la incumbencia de ellos—. Solo quería hacer lo correcto... —se dijo en un suspiro aferrándose más que nunca a la imagen de su madre que estaba fija en su cabeza como un inamovible monolito.
Uso lo que quedaba de su energía para alzar una plegaría a Dios buscando fuerzas en su rosario y la memoria de su madre. Por su mente pasaron las imágenes veloces tanto de Atena como de sus amigos de bronce; en especial, el recuerdo de Shiryu. El dragón lavanda y el recuerdo de sus amigos, le brindaban energía suficiente para tratar de levantarse y seguir adelante.
Le daba fuerzas para reunir su valor, encender su cosmos y escapar de ahí.
No obstante, sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando la puerta de la celda se abrió violentamente siendo un par de soldados quienes entraron observándolo con malicia. El más grande cuya altura era descomunal y sus cabellos largos y desordenados estaban ocultos bajo su yelmo, lo sujeto violentamente por el cuello de sus ropas.
—¡¿Dónde estoy y qué han hecho con mi armadura de bronce?! —demandó molesto sin recibir una respuesta inmediata ya que los soldados lo llevaban por las malas hacia alguna otra parte de la prisión donde se encontraban.
—¡Cierra la boca extranjero impertinente! El Señor Roki será quien decida qué hacer contigo.
—¿Roki?
Los pasillos de aquel sitio eran de piedra oscura apenas si iluminados con unas incipientes antorchas colocadas cada tantos metros que alumbraban con dificultad el estrecho camino dejando ver puertas colocadas una seguida de la otra. Hyoga intentaba capturar la mayor cantidad de detalles en su cabeza sin conseguirlo del todo pues no lo llevaban precisamente despacio haciéndole dar tumbos con cada paso debido a la brusquedad.
—¿A dónde me llevan? —pregunto un tanto impaciente dejándose conducir para no armar alboroto ya que le interesaba presentarse ante él llamado Roki.
—Guarda silencio, extranjero —Hyoga no dijo más a pesar de que le resultó curioso y casi molesto que le resaltaran constantemente el que fuera un externo a esa comunidad—. Deberás esperar al juicio que te haga nuestro Señor.
—De acuerdo —pensó Hyoga dispuesto a hablar con él tal Roki para averiguar lo que ocurría en ese sitio tan misterioso.
Estaba claro que la razón de su captura no fue simplemente que lo encontraran en los bosques cercanos, había algo más allá y parecía estar relacionado al guerrero sin nombre que dejo en Siberia. No tenía más alternativa que pretender ser un prisionero dócil hasta ser presentado con el mando correcto.
Al salir del largo y silencioso pasillo, llegaron a una zona resguardada que tenía una escalera de caracol que iba hacía arriba. Lo hicieron subir en medio de semejante oscuridad pues carecía de ventanas dificutándosele no tropezar o caer al ir por los diminutos escalones.
Finalmente, llegaron a una zona cerrada aunque más abierta donde estaba una puerta a pocos pasos de la escalera. Los guardias lo hicieron esperar un poco mientras uno de ellos anunciaba su llegada indicando que llevaba al prisionero consigo. Hyoga prestó especial atención en la voz que alcanzaba a escucharse levemente al otro lado de la puerta conjeturando que podría ser Roki el interlocutor.
—¡El señor Roki te verá ahora!
El rubio solo sintió como lo jalaban por el cuello de la camisa llevándolo al interior de lo que parecía ser un despacho pobremente decorado e iluminado pues, solo estaba un único candelabro de cuatro brazos poseedor de unas incipientes velas cuyo pabilo apenas si lograba mantenerse en pie en medio del mar de cera que los rodeaba. El hombre que parecía ser el llamado Roki se encontraba sentado detrás de un escritorio repleto de documentos, libros de registros y papeles variados. Detrás de él colgaba lo que parecía el un mapa de la region y no había silla adicional alguna pues Hyoga fue arrojado frente al escritorio chocando contra una de las gruesas patas.
Roki se trataba de un joven mayor que el cisne, mucho más alto incluso, parecía llevar una armadura color verde bajo su túnica malva con morado, de cabellos claros y alborotados color arena y ojos alargados color esmeralda que resaltaban la dureza de sus facciones afiladas. No parecía tener simpatía por nada ni nadie. Aun así, Hoyga se mantuvo ecuánime y silencioso; sus sentidos estaban alerta aconsejándole ser cauteloso sin apresurarse en cometer una tontería.
—Asi que tu eres el caballero de Atena que ha querido infiltrarse en nuestro territorio pensando que no sería descubierto —siseo Roki dirigiendose a Hyoga—. Fuiste muy ingenuo si creíste que tu osadía no sería descubierta por nuestros guardias fronterizos.
—¿Quién ha dicho que soy un caballero de Atena? —indicó el cisne con calma.
—No es necesario responder —indicó Roki tajante—. Serás llevado ante la presencia de nuestro maestro Dolvar, él decidirá qué hacer contigo —acto seguido busco elaboró un billete usando la pluma y el tintero que estaban por ahí llamando a uno de los hombres que estaban afuera entregando el pequeño papel.
Los guardias entraron nuevamente sujetando al ruso por los hombros llevándoselo escaleras abajo, hacía fuera de la prisión al parecer. Apenas cruzaron la impresionante puerta de hierro forjado, Hyoga observó los bosques de altos pinos delante de él y, frente a estos, estaba una carroza con caballo y conductor aguardando por él. Aquello le resultó sumamente inesperado ya que no imaginaba esa clase de transporte.
Entro en el vehículo tomando asiento en medio de los dos guardias que no lo dejaban ni a sol ni a sombra dirigiéndose a un destino incierto montaña arriba. El cisne no bajaba la guardia ni un momento tratando de retener en su memoria los detalles del camino que recorrían a toda velocidad; sin embargo, solo veía pinos a su derecha e izquierda sintiendo como iban montaña arriba.
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3
La perenne oscuridad de la region le impedía ver qué había más allá del camino, solo se veía la nieve que cubría los caminos, los altos arboles que los rodeaban y una noche estrellada sobre sus cabezas. Hyoga no dejaba de pensar en las palabras del guardian de la prision: "Asi que tu eres el caballero de Atena...", ¿cómo se sabía esa informacion previo a su llegada?, pensaba preocupado por semejante filtración.
—¿A dónde me llevan exactamente? —inquirio sin recibir respuesta— ¡Exijo saber a donde me llevan!
—Serás llevado ante el maestro Dolvar en el palacio del Valhalla —fue lo único que consiguió arrebatar de sus silenciosos captores quienes no dijeron más.
Delante de Hyoga se veía la pared que daba al asiento del conductor y al caballo que corría a toda velocidad por el camino empinado. No había modo de saber la ruta que tomaban así que cerro los ojos orando en silencio evocando las memorias de las personas que más quería para llenarse de valor.
Una media hora más tarde fue que el camino sobre el que iban se escuchaba diferente como si estuvieran atravesando por piedra o ladrillo perfectamente acomodado sobre el suelo. Así los primeros muros de piedra roja del centro de Asgard se dejaron ver delante del cisne quien salio de sus meditaciones observando la silenciosa ciudad a través de las diminutas ventanas del coche jaula en el que iban.
Se internaron en las silenciosas calles y sus caminos empedrados durante varios minutos más hasta llegar a lo que parecía ser el final de su recorrido pues, el coche se paro en seco mientras se percibía el sonido de una puerta metálica que se abría frente a ellos, segundos después, el coche ingreso en un edificio tan frío, oscuro y húmedo como la prisión desde donde venían.
—¡El maestro Dolbar espera al extranjero! —indicó el guardia de la puerta tras leer el billete dado por uno de los guardias del vehículo.
Hyoga estaba fastidiado de las malas maneras con las que se conducían en aquella tierra pues no dejaron de jalonearle sus ropas y sus brazos en ningún momento mientras lo conducían a través de los pasillos de aquella silenciosa y enorme residencia. Pues, a diferencia de la cárcel donde estaban hacía menos de dos horas, ahora se encontraba recorriendo pasillos bellamente decorados con motivos nórdicos, cuadros de anchos marcos, gruesos cortinajes colgaban de las altas y estrechas ventanas. Aquel sitio era ideal para un rey.
Finalmente, llegaron a lo que parecía ser el salón del trono. Una habitación de piedra blanca amplia de altos techos, una alfombra roja iba directa desde la puerta hasta el trono al final de la misma. Hyoga observó aquello intimidado pero sin dejarse doblegar por aquellos hombres cuya complexión asemejaba a la de un mastodonte, quienes lo arrojaron violentamente delante del trono.
—Aqui está el hombre extranjero, maestro Dolvar —uno de ellos anuncio la llegada del prisionero al imponente hombre que ocupaba el trono.
Hyoga observó al llamado Dolvar sin saber qué decir pues, de verdad, le parecía un sujeto imponente. Bien podría medir más de dos metros, de cabellos grises, rostro cetrino y ojos alargados y pequeños; vestía una túnica púrpura acompañada por unas amplias hombreras metálicas, su cabeza estaba oculta bajo una capucha y su cuello estaba adornado colguijes varios.
Dolvar era el gobernante de Asgard en esos momentos, la figura religiosa de máxima autoridad en la ciudad y portavoz del dios Odín sobre la tierra. Así fue como aquel hombre se presentó delante del cisne quien permaneció inmovil y en silencio.
—No esperabamos contar con la presencia de un caballero de Atena por estos sitios tan alejados de todo —comenzó a decir con calma—. Debes saber que la entrada de un extranjero no está permitida en Asgard. Nos cuidamos mucho de la influencia del exterior y de las peligrosas ideas que pudieran meter en la cabeza de nuestra gente. Por eso mismo has sido encarcelado, espero que eso responda la pregunta que has hecho desde que fuiste encerrado.
—No tenía idea de lo estrictas que eran las reglas en este lugar —reconoció el cisne educado, pero sin doblegarse—. No he podido apreciar lo hermoso de Asgard ya que se me ha tratado peor que a un animal.
—Quiero que me digas el por qué estás aqui —indicó Dolvar poniendose de pie dirigiéndose a Hyoga lentamente— y no mientas o lo sabré.
—Unos hombres provenientes de esta región llegaron hasta Siberia, la tierra que resguardo, era indispensable saber que ocurría y por qué armaban tanto alboroto. Uno de ellos alcanzó a decirme que algo malvado ocurría aquí solicitando mi ayuda.
—Ah, ya veo... así que el soplón llego hasta Siberia —pensó el líder religioso maliciosamente—. Bien, veo que tu espíritu altruista te trajo a investigar lo que ocurre en Asgard, ¿es verdad?
—Si, algo por el estilo. No pude rechazar la solicitud pues el hombre agonizaba y lo deje muerto allá.
—Ya veo —respondio meloso observando al cisne por el rabillo del ojo pensando en lo que tenía planeado para él ya que no lo atrajo a Asgard por nada—. Bien, ya que te tomaste tantas molestias en por un simple hombre de Asgard, sería educado de nuestra parte tenerte una o dos cortesias.
—Un mejor trato podría ser buena idea y quiero saber donde está mi armadura de bronce —demandó el cisne ya molesto por tantos inconvenientes.
—¡Llévenselo! —ordenó Dolvar autoritario al par de guardias armados que ingresaban al interior del salón del trono.
—¡¿Qué estás haciendo, es está la supuesta cortesía Asgardiana?! —los dos hombres sujetaron a Hyoga por ambos hombros sacándolo de ahí cual animal— ¡Responde Dolvar!
—No muchacho, en un momento más te mostraremos la cortesía que tendremos para ti. ¡Sáquenlo de aqui!
Hyoga pensó que sería llevado a otra celda ya que lo condujeron por lo que parecían ser los pasillos más húmedos y oscuros del Valhalla.
Momentos más tarde, Dolvar se hallaba en su despacho bebiendo un poco de vino en una copa metálica ricamente decorada. En ese momento la puerta se abrio siendo Roki quien entrara con calma haciendo una reverencia.
—Me informan que el cisne Hyoga está en un calabozo, Maestro. ¿Quiere que le mostremos cómo se hacen las cosas aqui? —pregunto malicioso en voz baja.
—Si, necesitamos que sea lo más dócil posible ya que es importante para el desarollo de mi plan, aunque he pensado que tengo una mejor idea.
—¿Cuál es?
—La traición querido Roki, nada es más dulce que ver a un fiel caballero volverse en contra de su diosa. Atraeremos la atención de los guerreros de Atena usando a Hyoga como carnada.
—¿Le dejaremos saber a la diosa Atena que su caballero está aqui?
—No será necesario, es muy probable que el mismo Hyoga haya enviado una señal de alerta a sus compañeros. No, esperaremos a que vengan a nosotros.
—Freyr hará preguntas en caso de que llegue a enterarse, ¿cómo ocultaremos al chico por tanto tiempo?
—¿Freyr...? —Dolvar penso un poco dibujando una sonrisa torcida en sus labios pues el dios guerrero jamás había sido de su agrado desde que fue elegido para el puesto— Si fuera un hombre de verdad, estaría aqui con nosotros planeando esta estratégia. No es más que un pusilánime moralista, olvídate de él. En caso de que las cosas se compliquen, sé lo que debemos hacer para continuar con esto sin cuestionamientos por su parte.
—Entiendo.
—Ahora vé con Hyoga y muestrale un poco de cortesía. Sé que te gustan los jovencitos como él: desaliñados y con cicatrices de guerra. Aplácalo para mí, ¿quieres?
—Lo encontrará sumiso y ablandado —respondió Roki malicioso poniéndose de pie reverenciando a Dolvar para dirigirse a la celda donde Hyoga estaba encerrado.
Si había algo que al dios guerrero Roki le agradaba más que nada en el mundo, era hacerle ver a chicos como Hyoga su suerte poseyéndolos y dominándolos con rudeza y sin miramientos. Solicitó una habitacion desocupada pidiendo que el prisionero fuera llevado ante su presencia debidamente preparado, aseado y listo para ese encuentro.
Hyoga pensó que estaría encerrado días y días sin salir al mundo, no obstante un par de soldados fueron por él llevándolo a un cuarto de baño donde se le indicó que debía tomar el baño a toda prisa dejando al cisne sin saber qué pensar.
—¡Date prisa, extranjero! El maestro Roki te espera —ordenó mientras el cisne hacía lo propio analizando sus siguientes pasos.
Aquella petición resultaba fuera de lugar y extraña, debía salir de ahí cuanto antes aunque, sin su armadura, poco podría hacer para defenderse ya que a pesar de ser muy bueno en el combate cuerpo a cuerpo, aquellos hombres tenían armas pesadas y afiladas. Quizás podría salir gravemente herido sin intentaba algo tonto, debía ser paciente y emitir una señal de alerta que llegara hasta sus amigos lo más discretamente posible.
—Debo conservar la calma —se dijo respirando profundo—, hacer lo que me piden y en cuanto me lleven de regreso a la celda, veré el modo de hacer llegar mi mensaje a Saori —tratando de no pensar más, es que dejo que el agua caliente lavara sus penas.
La habitacion a la que fue llevado tenía tapices verdes y cortinajes color olivo con tonos dorados. Amplios cuadros colgaban de las paredes y, de haber luz natural, el espectáculo habría sido magnifico. Sin embargo, solo estaban dos grandes candelabros de cuatro brazos colocados sobre las mesas y cómodas dándo un aire que no iba con el momento.
Era demasiado acogedor para lo que estaba por acontecer.
—Tardaste demasiado, caballero de Atena —Roki entró en la habitación vistiendo su túnica malva pareciendo que no llevaba nada más debajo de esta.
—Roki, ¿qué significa esto?
—Consideralo cortesía asgardiana —en cosa de segundos, el dios guerrero se movió tan rápido como para someter al rubio arrojándolo sobre la cama colocandose encima de él presionando su tórax con la rodilla dejando caer todo su peso—. Creemos que puedes sernos útil, solo necesitamos que cooperes.
—¿Cooperar con qué? —pregunto molesto mirando a su violentador con ojos perforantes.
Roki no perdió tiempo tratando de explicarse asi que, con la velocidad de un rayo, fue que deslizó su mano por debajo de sus ropas sujetando a Hyoga por el miembro con tal fuerza que el chico sintió que se lo arrancaría.
—Creo que esto responde a tu pregunta. Elige si hacemos esto por las buenas o las malas. En lo personal, me gusta más por las malas, pero te permitiré decidir.
—Vaya asi que de esto se trata —espetó el cisne sin apartar la mirada de él ni dejarse intimidar—. Los guerreros de Asgard no tienen honor.
—¡Cierra la boca! Que te dejare sin honor ahora mismo.
Roki no ceso en su agarre sino que uso su rudeza para tratar de estimular a su interlocutor. Hyoga trataba de soltarse del asgardiano sin conseguirlo pues cada vez que trataba de defenderse, era abatido violentamente por este llegando incluso a aturdirlo por las malas para que cediera a su furioso tacto que revelaba una ansiedad ardiente por continuar.
—Es así cómo obtienes esta clase de favores —le dijo con voz siseante el cisne—. eres tan poco hombre que debes tomarlo por la fuerza, ¿verdad?
—No responderé a esas preguntas absurdas —finalmente, Roki se vio en la necesidad de usar el lazo de una de las cortinas para atarle las manos a la cabecera de la cama—. Como te dije haremos estos por las buenas o por las malas y es más delicioso por las malas.
—¡Detente!
—En absoluto.
Roki deslizó una mano por el cuerpo de Hyoga sacándole las ropas que llevaba aspirando el aroma a jabón que emanaba de su piel. Su torso firme y bien trabajado, sus biceps marcados y un miembro cuyas medidas superaban las expectativas del asgardiano según pudo sentir desde que lo aprisiono deseoso por sentir esas palpitaciones en la palma de su mano. Sin esperar demasiado, pues ardía en deseos de lamer esa blanca piel, paso su lengua por los pectorales del cisne sintiendo sus formas y aroma en sus labios.
—Para... —solicitó Hoyga presa de varias descargas eléctricas que recorrían sus piernas y muslos los cuales Roki acariciaba con fuerza.
No obstante el asgardiano dedicó sus energías y atencion en la joya que estaba entre las piernas del caballero de bronce el cual no soltaba ya que deseaba sentirlo en alto.
—Abre la boca —ordenó impasible.
—¿Que dijiste?
—Abre la boca Hyoga y si intentas algo estupido, te mataré aqui y ahora.
Roki se despojo de su túnica dejando ver su tambien torneado cuerpo. Por unos breves instantes, Hyoga no apartó la mirada del enorme miembro del que el dios guerrero hacia gala. A la altura a la que estaban, el rubio no tuvo mucho tiempo para pensar cuando su captor aproximo su cabeza a su cuerpo, en concreto, metió su miembro erecto hasta el final de la cavidad bucal de Hyoga sintiendo como este entraba y salia ansiosamente mientras Roki se excitaba en medio de la saliva y la calidez de la boca del cisne.
—Vaya, por lo menos te sientes bien —comentó Roki mordaz—. Algo bueno debías tener a pesar de ser un caballero de Atena.
El movimiento del miembro del dios guerrero en la boca del cisne duró varios minutos sin embargo, Roki no deseaba terminar en la boca del chico así que con premura y rudeza lo giro sobre las mantas quedando su trasero a la altura deseada. Hyoga sintió como el asgardiano entraba en él ansioso por continuar con los embistes un buen rato más "aplacando" al chico para el siguiente acto que llevaría a cabo su líder religioso.
Hyoga se sentía sofocado ya que el peso sobre él era demasiado además del cómo lo sujetaba, su captor dejaba marcas rojas en sus brazos con cada embestida. Roki no bromeaba cuando advirtio que lo haría por las buenas o las malas; siendo el dios guerrero un hombre salvaje, lo mejor era ceder por las buenas o Hyoga presentía que lo partiría en dos.
El dios guerrero habrá durado mas de una hora embistiendo al cisne hasta que terminó dentro de este quedándose un momento en la misma posición respirando agotado. Tras un par de minutos, Roki se puso de pie colocandose la ropa de vuelta saliendo de la habitación sin decir palabra. Hyoga respiro aliviado apenas la puerta se cerró detrás del dios guerrero, gesto que agradeció ya que no deseaba verle a la cara en lo absoluto después de lo ocurrido.
Pasaron varios minutos sin que nadie se apareciera, lo que dio a Hyoga el tiempo suficiente para reponerse un poco de lo ocurrido. Tras vestirse, intentó analizar un momento la situación yendo directo a verificar si puertas y ventanas estaban cerradas bajo llave, lo cual resultó ser cierto apenas lo pudo comprobar.
—¡Rayos, no podré escapar! Sin mi armadura no hay mucho que pueda hacer... —penso desolado levantando una oración a dios y su madre— Mamá, por favor ayudame. Atena, dame valor —suplicaba impotente.
Lo unico que quedaba seria usar su fuerza fisica para derrumbar las paredes y escapar sin importar las consecuencias. Se preparo para dar su mejor golpe cuando la puerta de la habitación se abrio de pronto. Un guardia anuncio que el maestro Dolvar deseaba unas palabras con el preso. El sacerdote de Odin llevaba puesta una túnica mas sencilla dejando ver su cabeza medio calva y gris, entro en la habitacion observando al cisne con malicia en los ojos dedicandole una sonrisa torcida.
—Antes que nada debo hacerte una propuesta —indicó Dolvar con calma tomando asiento en la silla mas cercana—. Únete a mí, forma parte de los guerreros sagrados de Asgard. Me hacen falta hombres con brío, así como tú.
—¡Debes estar bromeando, mi vida le pertenece únicamente a la diosa Atena!
Dolvar sonrió satisfecho pues era justo lo que deseaba escuchar de los labios del chico. Su negativa era miel para sus oídos y la excusa perfecta para continuar con su ambición.
—Es una auténtica pena que lo rechaces. No hago esta clase de propuestas a cualquiera —el sacerdote lo observaba de frente deleitándose con la visión de Hyoga delante de él.
—Es una lastima, aun asi no me interesa. Quiero que me dejes ir.
—Puede que lo considere... si haces algo por mi.
—¿Que cosa?
El sacerdote se puso de pie aproximándose al cisne cuya sombra se movia al ritmo de las velas. La luz de las velas iluminaban la silueta de Dolvar proyectando una visión espectral en las paredes intimidando al cisne. Hyoga trataba de no dejarse aterrar por el imponente hombre frente a él.
—Bien, si no quieres cooperar entonces será a mi manera —Dolvar pareció más amenazante de lo que era extendiendo ambos brazos dejando ver su cosmos— ¡Escudo invencible de Odin!
El ambiente alrededor de Hyoga comenzó a teñirse de colores opacos mientras la túnica de Dolvar parecía convertirse en una puerta que conectaba con otra dimensión. Hyoga no tuvo mucho tiempo para analizar lo que ocurría ya que, en instantes, sintió como si fuese absorbido por las entrañas del hombre perdiendo la conciencia de ahí en adelante.
Lo que Dolvar tenia delante de él era un caballero de Atena sin voluntad ni conciencia que haría justo lo que deseaba: traicionar a la diosa helenica y hacer que sus fuerzas se movilizaran hacia territorio Asgardiano donde le darían muerte.
Y todo gracias a la farsa montada por un guardia de poca monta que cometió un error que pudo costarle la vida y que, tras pagar por su error, estaba de regreso en Asgard como si nada hubiera ocurrido.
—¿Te unirás a mi, Hyoga? —preguntó el sacerdote con voz sedosa— ¿harás mi voluntad?
—Si, maestro Dolvar. Haré tu voluntad —respondió mecánicamente como si fuese otro y no él quien hablara.
—Bien.
Dolvar se despojo de sus ropas quedando totalmente desnudo delante del chico tomando asiento en la misma silla abriendo las piernas. El hombre adopto una actitud dominante sonriendo con malicia.
—Sacate la ropa y ven aqui.
Hyoga hizo lo que se le ordenó arrodillándose delante de él observando su miembro erecto, el cual era mas pequeño que el de Roki y no despertaba nada especial en el cisne.
—¡Dame placer, ahora!
—Si, maestro Dolvar.
El cisne se inclinó sobre la virilidad del sacerdote llevándoselo a la boca por varios minutos en un suave vaivén esperando a que el hombre diera otra instrucción. A Dolvar le resultaba divertido ver al caballero de Atena humillado de esa forma mientras su boca se esforzaba por complacerlo.
—Vamos Hyoga, creo que puedes hacerlo mejor que esto.
Hyoga succionaba con más ahínco una y otra vez tratando de dar a su maestro lo mejor que sus incipientes habilidades le permitían.
—¡Suficiente! —ordenó imponente— Gírate y móntame.
—Si maestro.
Así Hyoga fue penetrado de espaldas recibiendo la indicación de moverse con cierta rudeza, pues así le gustaba al sacerdote. Dolvar quería que lo llevara al clímax en esa postura guiando las caderas del chico como deseara.
—Cambia de posición. Ahora
De esta forma, el rubio quedó de frente a la silla mientras Dolvar continuaba con sus embistes una y otra vez tomando un momento para sujetar el gran miembro del rubio, el cual tenía las medidas que más le llenaban.
—Un caballero de Atena que ha logrado darme todo este placer debe tener una recompensa especial —pensó satisfecho pero con doble intención pues aquello completaba su plan.
Aquel encuentro duró una hora más aproximadamente y apenas Dolvar terminó dentro del chico, tomó asiento en la orilla de la cama.
—Muy bien jovencito. Esto ha superado mis expectativas. Considera un gran honor el que haya hecho mio de esta forma, te has ganado el ropaje sagrado de guerrero sagrado.
—Es un honor, maestro —Hyoga lo reverenció cerrando los ojos.
—Aunque, si eres capaz de darme más placer y de sorprenderme, te daré un trato aún más especial.
Hyoga no espero otra instrucción, si no que tomo la iniciativa de llevarse a la boca el miembro de su maestro nuevamente por varios minutos. Decidido a obtener mejores beneficios, decidió cambiar los papeles y ser el quien penetrara a Dolvar durante un buen rato hasta terminar dentro.
—Ha sido memorable —comentó el sacerdote tras vestirse—. Serás uno de mis mejores elementos, estoy seguro. Mañana se te otorgará un ropaje sagrado.
—Si maestro. Estoy honrado.
—A partir de ahora serás conocido como Midgardo. Ese es tu nombre, ¿está claro?
—Entendido.
Tras concluir el encuentro, Dolvar salió de la habitación cerrando la puerta. No sería necesario echar llave al cerrojo, pues el joven tras la puerta no trataría de marcharse.
—Eres mío ahora —pensó Dolvar dibujando una sonrisa siniestra en sus labios.
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4
Se llevó a cabo una ceremonia de nombramiento muy sencilla en la cual le seria entregado a "Midgardo" el ropaje sagrado de Jormungand así como una máscara. Su identidad debía quedar oculta de todos a fin de mitigar cualquier cuestionamiento y solo revelar su identidad ante los santos de Atena a su debido tiempo.
Así nació Midgardo de Jormungand, el guerrero de origen desconocido para los demás guardianes sagrados presentes. No obstante, portadores de una armadura como Freyr no estaban seguros de la legitimidad de aquello aguardando el mejor momento para disipar las dudas.
—Roki, ¿tienes un minuto?
—¿Qué es lo que quieres ahora? —preguntó tajante.
Midgardo tenía una deuda pendiente con el hombre de la túnica malva y era momento de cobrársela.
—Tenemos algo pendiente y no te djare ir hasta haberme cobrado lo que me debes —sonrió malicioso.
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FIN
*Notas: Mil gracias por la inspiración, realmente me gusto escribir esto ya que salieron interacciones como la de Rocky x Hyoga que jamás me hubieran pasado por la cabeza. Ojala les agrade. Gracias por leer. :)
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