Suerte de principiantes
Froid.
Froid estaba sentado junto a Chaud fuera de la oficina del director, esperando algo impaciente por que les dijese de una vez qué era lo que tenían que hacer y comenzar con el castigo.
El sonido del celular de Chaud interrumpió el ambiente silencioso y Chaud se removió a su lado hasta lograr sacarlo del bolsillo trasero de sus pantalones.
—¿Hola?
Froid dejó salir un suspiro y se recostó más sobre la incómoda silla de plástico.
Estaba realmente desanimado y molesto, ese día había sido especialmente agotador, estaba soñando con poder llegar a su casa para descansar; quizá tomar una siesta y después hacer los deberes. Pero justo ahora, se encontraba en la estúpida escuela y con su persona menos favorita en el mundo.
—Mamá, no voy a llevarte toallas sanitarias.
Salió de sus pensamientos volteando a ver a Chaud, quien aún hablaba por teléfono y mantenía su ceño fruncido.
—Va a ser extraño —Siguió hablando a través del teléfono—. No, mamá, olvídalo.
Una sonrisa apareció en su rostro cuando escuchó el tremendo grito que la madre de Chaud le dio a través del teléfono: "yo no te cargué nueve meses en mi panza y duré dos horas dándote a luz para que no me hagas el maldito favor de comprar unas malditas toallas sanitarias".
Vio a Chaud se sobresaltarse en su asiento y bajar la mirada mientras su madre seguía gritándole a través de la llamada. Al final, terminó asintiendo y dándole un bajito "sí, mamá", para posteriormente colgar y soltar un pesado suspiro.
Froid no se resistió más y explotó en una carcajada, provocando que la mirada miel de Chaud se posara en él y lo fulminara.
—¿De qué te ríes? —preguntó de mala manera.
—De nada —respondió él entre pequeñas risas, cubriéndose la boca con una de sus manos.
Chaud rodó los ojos y se desplomó en su silla con su labio inferior afuera y una mueca de resignación.
—Te odio —Le dijo.
En ese momento, el director finalmente salió de la oficina con una sonrisa radiante y se detuvo justo en frente de ambos con sus manos en sus caderas, los observó a ambos con una mueca de diversión.
—Están de suerte —empezó, llamando la atención de ambos muchachos—, Mark se enfermó y tiene incapacidad médica durante todo el resto de semana.
—¿Qué? —preguntó Chaud con confusión.
—Ustedes podrán ayudarle a Charlie limpiando los baños, ya saben, para que su trabajo en esta semana no sea tan pesado —informó el mayor con una grande sonrisa.
Froid soltó un bajo quejido, casi fusionándose contra la silla y aguantando las ganas de subir hasta el balcón del aula de Biología y aventarse de él.
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