Poco más de un mes
Chaud.
Podía ser que los padres de Froid lo conocieran hace muchísimo tiempo y podía ser que incluso hubieran empezado a tenerle aprecio, pero el notar a Froid evidentemente nervioso a su lado, le hacía sentir sus tripas anudadas también.
Vamos, no es nada grave.
Se animó a sí mismo cuando encontró a Froid del otro lado de la mesa, mortificado mientras jugaba con la carne en su plato y no levantaba la vista de ella aunque intentaron introducirlo en la conversación en más de una ocasión.
Chaud sentía algo feo en el pecho cada vez que Froid se mostraba tan vulnerable e inseguro, esa faceta que casi nadie conocía de él y que Chaud en realidad esperaba que algún día desapareciera. Él pensó en que todo sería más fácil si Froid pudiera verse a través de sus ojos; seguramente cada inseguridad, por más arraigada que estuviera en su bonita cabeza, desaparecería.
—Ummm —empezó, decidido, llamando la atención de los presentes en la mesa: los padres de Froid y Emma—. ¿Ustedes sabían...? —se detuvo a sí mismo, observando a Froid al rostro, viéndolo tragar saliva en seco. No dijo nada, pero Chaud no necesitó que lo hiciera, porque pudo ver a través del nerviosismo—¿Ustedes sabían que... Froid está en una relación?
La mesa se quedó en silencio durante algunos segundos en los que Chaud esperó a que Claudia y George procesaran lo que acababa de decir.
—¿Mi bebé está saliendo con alguien? —Le preguntó Claudia, sus ojos azules mantenían una pizca de sorpresa.
Chaud dirigió su vista hacia Froid de nuevo, encontrándolo en la misma posición. Suspiró con pesadez y se giró hacia Claudia, medio sonriendo.
—Lo está —afirmó—. Conmigo —añadió en voz un poco más baja.
Claudia paseó sus ojos por su rostro, como en busca de una señal que le indicara que estaba mintiendo. Finalmente, cuando no la encontró, la rubia sonrió levemente.
—Y-yo... —suspiró—Realmente lo vi venir, es solo que... ¿Por cuánto tiempo han estado juntos? —finalmente preguntó.
—No más de un mes y algunos días —respondió esta vez Froid.
Chaud dirigió su vista de nuevo hacia el rubio para encontrarlo de vuelta con su expresión indiferente. Expresión que flaqueó totalmente cuando sus miradas se encontraron y las comisuras de sus labios se estiraron levemente, Froid empujó su pie con suavidad por debajo de la mesa. El corazón de Chaud hizo un mortal en su pecho.
Entonces la expresión de Claudia cambió de repente.
—¿Y ustedes se encerraban arriba mientras Emma estudiaba en la habitación de al lado? —preguntó, su boca entreabierta con indignación.
Chaud dejó escapar una carcajada a la vez que las mejillas de Froid se teñían de rosa.
—Mamá, déjame aprender a ser gay primero —murmuró Froid entre dientes.
Los tres estaban compartiendo una pequeña sesión de risas cuando George se levantó abruptamente de su silla, apartando su plato de comida en el proceso. Los tres dirigieron su vista hacia su expresión oscura y pétrea. Chaud estaba prácticamente rezando en su puesto mientras era espectador de la intensa mirada que Froid le dió a su papá, su mandíbula tan tensa que se preocupó por el estado de sus dientes.
Pasó cerca de medio minuto, antes de que George finalmente hablara:
—Queda estrictamente prohibido... —su vista se dirigió de pronto hacia él y Chaud no pudo evitar tragar saliva, sintiendo el pánico escalando por su garganta—. Que lastimes a mi hijo de cualquier manera no consensuada —añadió. Chaud sintió que el alma le volvió al cuerpo de un golpe.
—¡George! —reprendió Claudia— Emma está aquí, por todos los cielos.
—Mujer, Emma tiene siete años, sabe más de sexo que Froid.
Mientras ambos adultos mantenían una leve discusión en la que George había comenzado a reírse, el castaño observó a Froid apoyar los codos sobre la mesa y ocultar su rostro entre sus manos.
—Realmente te odio, papá —dijo él en voz alta.
Esto detuvo la no tan grave discusión, George se levantó y se dirigió hacia su hijo, posando una de sus manos sobre su espalda y luego obligándolo a levantarse de su silla. Froid seguía escondiendo su rostro y a Chaud se le encogió el corazón cuando vio los espasmos que sacudían sus hombros: estaba llorando.
—Froid —llamó George con suavidad, apartando las manos del rostro de su hijo y revelando sus mejillas mojadas y ojos cristalizados—. Está bien, lo siento mucho.
—Yo... E-estaba tan asustado y... Y...t-tú no-
George lo interrumpió, envolviéndolo en un aplastante abrazo. Chaud observó con un nudo en la garganta la manera en la que el padre acariciaba lentamente la cabeza de su hijo y lo abrazaba como si no quisiera dejarlo ir nunca. Y él en serio no quería, no quería sentirse mal en ese momento, pero solo no pudo evitar que las lágrimas se acumularan en las esquinas de sus ojos cuando pensó en cuán afortunado era Froid por tener los padres que tenía. Porque él mismo sabía que nunca podría recibir este tipo de apoyo de su propio papá.
—Eres mi hijo —le dijo George con seguridad. Se escucharon leves balbuceos por parte de Froid, quien tenía su rostro enterrado en el pecho de su padre. George negó con la cabeza—. Eres mi hijo y soy tu padre. Nada más... Escúchame bien, Froid: nada más importa ni importará nunca —aseguró, depositando un beso en la cabeza de Froid y estrechándolo contra su pecho una vez más.
Si, era imposible que él alguna vez en su vida escuchara eso.
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