La cosa asquerosa
Chaud.
El castaño estaba parado en medio del salón de música con un muy aterrado y subido a su espalda Froid.
—Froid, esto es ridículo —dijo mientras intentaba soltar el agarre que el rubio mantenía sobre sus hombros.
—No, no, no, no, no, no —Se quejó Froid, aferrándose con más fuerza a su cuerpo y enrollando sus piernas en su cintura por la espalda—. Por favor, Chaud, no me dejes en el suelo hasta que la cosa asquerosa se vaya.
—La cosa asquerosa se irá si te bajas de mi espalda, caminas en dirección a la puerta y sales por ella —bromeó recibiendo un manotazo en su nuca por parte del rubio.
—Qué gracioso —ironizó este—. Además, no podemos movernos de aquí porque la hija de puta saldrá volando en nuestra dirección, como hace unos minutos atrás —Froid lo abrazó más fuerte por los hombros y se las arregló para enrollar sus piernas más arriba de sus caderas para evitar resbalarse.
—Froid, vamos. Llevamos más de diez minutos aquí parados en medio del salón como un par de imbéciles, bájate de mi espalda y empecemos a organizar este desastre —dijo mientras con sus manos intentaba zafar las piernas del rubio de su cintura.
—No, Chaud, por favor, le tengo fobia a las cucarachas y si una se me acerca puede que tengas que llevarme al hospital por el tremendo ataque de pánico que me dará —rogó el rubio, forcejeando para seguir colgado en su espalda.
Chaud se rindió medio minuto después y, antes de darle tiempo de gritar al rubio, salió corriendo en dirección a la puerta. Una vez allí, la abrió y los sacó a ambos del salón, cerrando la puerta después. Su respiración era agitada debido a la repentina carrera con el peso—no muy ligero—de Froid en su espalda, cuando sintió al rubio bajarse lentamente de su espalda. Se giró para verlo y lo observó tan pálido como un papel, con sus ojos azules abiertos a más no poder y su expresión en blanco.
—¿Ves? No fue tan difícil —Le reprochó con una sonrisa de suficiencia.
El rubio parpadeó para enfocar su visión y lo observó al rostro por fin.
—Si, claro —respondió—. Pff, no estaba asustado.
Chaud enarcó una ceja en su dirección a lo que el rubio rodó los ojos y se dio media vuelta para empezar a caminar por el pasillo.
—Buscaré a Mark o a Charlie para que saquen esa cosa primero o Jesucristo les organizará los putos instrumentos —alegaba el rubio mientras se alejaba.
Chaud simplemente rió con suavidad y dos segundos después comenzó a seguirlo.
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