Capítulo especial: templado
Chaud.
Ya eran las doce de la madrugada del primero de enero, Chaud había perdido la cuenta de cuántas copas de champán había bebido y ahora le era físicamente imposible despegar su mirada de Froid, quien estaba a unos cuantos metros de él ocupado y saludando a cada miembro de su familia. Por otro lado, Chaud ya había tenido suficiente de todas aquellas personas por una sola noche, incluso de su queridísimo suegro, quien rápidamente lo consideró como su segundo hijo varón.
Sus piernas rebotaban con impaciencia mientras su mirada estaba clavada en Froid y una de sus tías, quien lo tenía tomado por ambas manos y le hablaba con tanta parsimonia que Chaud sentía ganas de levantarse de su sitio y arrancarlo de los brazos de la mujer para poder llevárselo. Ya había compartido a su novio por bastante tiempo durante todo el día, y no es que él fuera del tipo posesivo enfermizo, es solo que desde esa mañana tenía cierta picazón en su piel, el rostro permanentemente sonrojado y sus ojos no podían apartarse del menor ni medio segundo por la necesidad de tocarlo y tenerlo cerca.
¿Finalmente había enloquecido?
Froid traía puesto un bonito suéter color mostaza y unos pantalones de pana color marrón, nada muy fuera de lo normal, pero aun así Chaud estaba–mentalmente–babeando por el hecho de que parecía más bonito y suave de lo usual. No podían culparlo, estaba flotando en su amorosa nube nueve tan alto que probablemente se lanzaría por un precipicio si Froid solamente batía las pestañas en su dirección y se lo preguntaba. No podía evitar tener esta expresión de anhelo continuo, y se sentía morir lentamente porque apenas si había recibido un beso de buenos días cuando Claudia ya se había robado a su novio durante la mayor parte del día, dejándolo solo y aburrido. Solo hasta que George lo había invitado a jugar una partida de cartas junto al abuelo de Froid y aunque a Chaud en serio no le gustara jugar cartas, había estado tan terriblemente aburrido sin su novio que no tuvo más remedio que aceptar.
Fue un error, porque después de diez partidas, él no había ganado ninguna y el abuelo de Froid lo había amenazado con no permitirle ponerle su apellido a su bisnieto si no aprendía a jugar cartas correctamente. ¡Chaud podría ser un poco más bueno si jugar le divirtiera al menos en lo más mínimo!
Alrededor de diez minutos más tarde, escuchando las ridículas anécdotas de George y las escandalosas carcajadas de los tíos de Froid, Chaud finalmente observó al rubio alejarse de su familia y caminar hacia la cocina. El castaño ni siquiera lo dudó, se disculpó con rapidez y prácticamente saltó fuera del sillón, controlándose para no correr como un perro desesperado detrás del menor.
—No sabía que solías tocar el piano en competencias musicales —comentó con tranquilidad, apoyando su cadera contra el marco de la puerta de la cocina.
Vio a Froid sobresaltarse al escucharlo, luego se dio media vuelta y le sonrió.
—De hecho, gané una vez —Le respondió con un encogimiento de hombros.
Chaud observó el hermoso rostro que el rubio poseía; con sus ojos azules brillando, su cabello dorado desordenado de una manera que solo lo hacía lucir aún mejor y su piel pálida destacando las pocas pecas que adornaban el puente de su nariz. Suspiró, caminando hacia Froid hasta que estuvo en frente suyo y dejó caer su cabeza en el hombro de éste. Enterró el rostro en su cuello y aspiró su aroma, embriagándose de él mientras lo tomaba por la cintura con sus brazos y Froid se apoyaba en su abrazo, llevando sus manos a su cabello.
—Te extrañé —confesó, frotando su nariz contra el cuello del rubio y sacándole una leve risa.
—Lo siento, mamá se pone histérica con todas esas cosas de la cena y la velada familiar —respondió Froid, soltando un suspiro antes de tomar su rostro entre sus manos y levantarlo, haciéndolo verlo a los ojos—. Además, solo fueron un par de horas.
Chaud apoyó su frente en la contraria e hizo un puchero.
—Eres como mi fuente de felicidad —admitió.
Vio a Froid separarse y rodar los ojos, hasta que la mano en su cuello lo guió hacia abajo para que finalmente pudieran unir sus labios en el tan ansiado beso que ambos estuvieron tratando de conseguir durante todo el día.
Cuando Froid abrió su boca, permitiéndole ingresar su lengua, sus manos se apretaron en sus caderas, empujándolo con suavidad hasta tenerlo complemente encerrado contra la encimera de la cocina y su propio cuerpo. Chaud saqueó su boca, arrastrado su lengua por cada espacio de la cavidad bucal del rubio, un gemido ahogado por parte de Froid muriendo en su boca cuando acarició su paladar con su lengua y succionó la contraria. Un estremecimiento lo atravesó de pies a cabeza cuando Froid se separó y succionó su labio inferior para luego mordisquearlo y lamerlo.
El castaño no había terminado de recuperarse cuando Froid ya estaba besándolo de nuevo, más salvaje y apegándose por completo contra su cuerpo. Las manos inquietas del rubio se enterraron en su cabello, acariciando y de vez en cuando halando de las suaves hebras castaños. Chaud ahogó su propio gemido cuando Froid se movió un poco contra él, robándole el poco aliento que le quedaba. Sentía el mundo dar vueltas a su alrededor cuando se separaron lo suficiente para verse al rostro.
—Debería-Deberíamos subir a mi habitación —propuso Froid, relamiéndose los labios para tratar de eliminar los restos de saliva, sus ojos desenfocados lo miraron—, p-podría mostrarte el premio que gané en la competencia de música cuando tenía seis.
Chaud asintió, aturdido pero de acuerdo.
Ambos se escabulleron por las escaleras, cuidando que nadie se diera cuenta para que después los interrumpieran. Se adentraron en la habitación de Froid, cerrando la puerta y poniéndole el seguro. Chaud apenas había inhalado el aroma de la habitación cuando Froid ya estaba encima suyo, besándolo de nuevo y tirando de él hacia la cama. Froid lo hizo sentarse en medio de ésta con un solo empujón.
—¿Y dónde está el premio? —preguntó con la respiración entrecortada.
—En mis pantalones —respondió Froid, sin vergüenza.
Chaud estuvo a punto de soltar otro comentario inapropiado, pero cuando Froid se montó en su regazo toda idea de bromear desapareció tan rápido que dudó de si alguna vez estuvo. Froid se sentó sobre sus caderas y lo agarró por la barbilla para volver a besarlo.
El beso fue primitivo y contundente, con Chaud respondiendo y chupando suavemente la lengua de Froid, colando sus manos bajo el suéter y acariciando la cálida y suave piel contra las palmas de sus manos. Ascendió y descendió sus manos mientras Froid apretaba el agarre sobre sus hombros, arrugando la sudadera entre sus dedos.
—Yo...
Empezó, jadeando, Chaud pero Froid lo interrumpió.
—No pienses demasiado —Le aconsejó.
Chaud no planeaba hacerlo, pero cuando Froid se sacó el suéter con rapidez, él realmente estaba pensando en cosas sucias y no sabía si eso contaba. Esta vez se permitió a sí mismo observar el bonito torso del menor, su piel pálida haciendo contraste con el tono ligeramente rosado de sus pezones y su abdomen levemente marcado, seguramente por los entrenamientos de fútbol. Chaud tragó saliva y la sensación de mariposas voló desde el centro de su pecho hacia todos lados, las sintió hasta la punta de sus dedos.
—D-Deja de mirar tan fijamente —se quejó Froid, llamando su atención. Levantó la mirada para encontrarlo sonrojado y con el rostro contraído por el nerviosismo.
—Eres tan bonito —comentó, acunando la mejilla derecha del rubio y acariciándola. Froid se recostó en su tacto como un gatito, cerrando los ojos y suspirando. Y Chaud solo no pudo evitar volver a besarlo, pero esta vez con lentitud, tomándose su tiempo en volver a explorar su boca y lamiendo sobre su labio inferior en cuanto terminó. Se quitó su sudadera en un santiamén, seguido de su camiseta y los giró, posicionándose sobre Froid y en el espacio entre sus piernas—. ¿Tienes alguna idea de lo que estamos haciendo? —preguntó.
Observó al rubio ladear levemente su cabeza y observarlo con los labios húmedos y enrojecidos.
—Tal vez —respondió, sonriendo juguetón.
Chaud negó con la cabeza y, apoyándose sobre uno de sus codos, se dejó caer sobre el cuerpo de su pequeña abeja, tomando sus labios entre los suyos y no perdiendo el tiempo en deshacerse de aquellos gloriosos pantalones, sacándole los zapatos en el proceso. Despegó sus labios de los del menor, arrastrando sus besos por sus mejillas y mandíbula, bajando con suavidad por su cuello, entreteniéndose más de lo debido allí, mordiendo y lamiendo para dejar una o dos marcas leves. Continuó con su camino, besando sus pezones, haciendo a Froid soltar un ruidito vergonzoso que le hizo sentir una pulsación en su entrepierna, y siguió bajando, besando alrededor de su ombligo hasta que sus labios se toparon con la tela de sus calzoncillos. Se lamió los labios, levantando la mirada y encontrándose con la de Froid, como si le leyera los pensamientos, él asintió con un deje de desesperación que lo hizo sonreír.
Se tomó su tiempo, arrastrando sus dedos debajo del elástico de la ropa interior y jugando un poco con ella, hasta que Froid levantó sus caderas y finalmente los retiró, sacándolos de sus piernas. Tomó aire, preparándose mentalmente para lo que estaba a punto de apreciar. Sus ojos mieles ascendieron al mismo tiempo que sus manos, acariciando las piernas del menor y dejando salir una sonrisa ladeada ante la suavidad de éstas. Cuando finalmente tuvo la entrepierna del rubio frente a sus ojos, todo nerviosismo desapareció de su mente, siendo reemplazado por una increíble sensación de ansiedad. Se sentía ansioso por explorar, por tocar y por hacer que Froid se sintiera bien.
—C-Chaud —El gimoteo inminente que Froid le regaló lo hizo levantar la vista de nuevo, muy consciente de que su respiración estaba chocando contra la punta enrojecida de su pene.
—¿Si? —Sus castañas cejas se arquearon.
—Solo... —Froid se interrumpió a sí mismo, lanzando un brazo sobre su rostro y alzando sus caderas un poco, una clara invitación de lo que quería.
Chaud se mordió el labio inferior, los nervios volviendo a su estómago y causándole un poco de inseguridad a sus movimientos en cuanto sostuvo el miembro de Froid entre su mano; la carne se sentía caliente y algo pesada. Un poco indeciso, movió su mano de arriba a abajo, justo como lo hacía con él mismo cuando se masturbaba. Llevó su puño hacia el glande, pasando su dedo pulgar por la ranura de la cabeza, recordando que él mismo amaba como se sentía aquello. El gemido entrecortado que escapó de los labios de Froid se lo confirmó.
Ya con un poco más de confianza, alejó su mano y abrió un poco más las piernas de Froid, acomodándose entre ellas y bajando su cabeza a la altura de sus caderas. Su respiración chocó contra el glande enrojecido y cuando reunió la suficiente confianza para lamer un poco, observó a Froid arquear su espalda en la cama.
—Okey... —Siseó el rubio.
Chaud tragó saliva, preparándose mentalmente y finalmente abriendo sus labios para darle paso a la hombría de Froid en su boca. Al principio fue algo rara la sensación de algo llenando su boca, algo que no iba a comerse. Bueno, literalmente.
Se deshizo de todos aquellos pensamientos que lo desenfocaban de su misión principal y finalmente ahuecó sus mejillas, chupando con suavidad. La saliva se escurrió un poco de sus labios, pero poco le importó cuando Froid volvió a gemir con más fuerza. Chaud se dio cuenta de que era algo ruidoso, así que fue pura suerte que su familia tuviera la música y las risas lo suficientemente altas para siquiera escuchar cualquier cosa que ellos estuvieran haciendo en la planta superior.
La familia de Froid. Probablemente el pensamiento de ellos estando a solo una planta de distancia debió haberlo frenado, pero se sorprendió a sí mismo cuando no lo hizo, en lo absoluto. Al contrario, su estómago se retorció con emoción y su pene dolió apretado entre sus pantalones ante el sentimiento de adrenalina corriendo por sus venas.
Levantó su cabeza con suavidad, paseando su lengua por la longitud del miembro de Froid hasta que finalmente estuvo fuera de su boca. Se lamió los labios ya lo suficientemente salivados, saboreando el peculiar sabor salado en su boca y no perdió el tiempo en volver a engullir aquella erección. Sintió las manos de Froid enterrarse en su cabello, tirando de él en cuanto ahuecó de nuevo sus mejillas y chupó, subiendo y bajando su cabeza en un ritmo más constante. Respiró profundamente por la nariz en cuanto la longitud se estrelló contra la parte trasera de su garganta, casi provocándole una arcada.
—Ch-Chaud, por favor.
Escuchó a Froid rogar con la voz más ronca de lo normal y los muslos temblando, pero él estaba lejos de dejarlo terminar pronto. Se sacó su erección de la boca y se irguió en su lugar.
—Es un poco estúpido preguntar —habló, sorprendiéndose de su propia voz un tono más gruesa y ronca—, pero... ¿Tienes lubricante en alguna parte? —preguntó, su vista posada en el sonrojado rostro del rubio, quien parecía torturado.
—Segundo cajón —respondió Froid después de asentir.
Chaud frunció su ceño, no esperaba esa respuesta, pero aun así se dirigió hacia la mesita de noche, abriendo el segundo cajón y sacando una pequeña botella de líquido transparente. Se quedó de pie junto a la cama, seguía observando a Froid con su ceño fruncido. Éste rodó los ojos al notarlo.
—No se necesita de un pene para tener diversión por tu cuenta —Le dijo, su ceño fruncido ahora. Luego añadió en voz baja—: No de uno real, al menos.
La boca de Chaud se abrió y saltó de nuevo sobre su novio, pellizcando su nariz con suavidad.
—Eres una pequeña mierda descarada —dijo con una sonrisa.
—De "pequeña abeja" a "pequeña mierda", vamos avanzando en eso de los apodos —molestó Froid.
Chaud llevó una de sus manos al trasero del más bajo y le propinó una nalgada, no lo suficientemente fuerte pero tampoco lo suficientemente suave. Su mano picó y Froid se quejó.
—Menos charla y más acción, me estoy haciendo viejo aquí —Se quejó el rubio casi en un lloriqueo.
Chaud volvió a besarlo salvajemente y regresó a su lugar después de unos segundos, abriendo la botella para poner algo–mucho–de lubricante en sus dedos. Lo frotó inexpertamente entre sus dedos, tardando más de lo que debería y concentrado en hacerlo bien para que el líquido estuviera a una temperatura ambiente y después no fuera incómodo de percibir para Froid. Lo había leído en Internet.
—Chaud —llamó el rubio—, luces tan malditamente tierno que pronto voy a perder mi erección y voy a terminar pellizcando tus mejillas.
Chaud se rio con fuerza.
—Deja de ser un maldito impaciente —Le respondió, finalmente dejando la botella a un lado y regresando a su posición entre las piernas de Froid— que después estás lloriqueando como un bebé —añadió, y antes de que pudieran responderle, volvió tomar su pene en su boca.
Dos succiones y un par de gemidos después, se encontró llevando sus dedos entre las nalgas de Froid, encontrando su entrada y acariciando levemente. Froid se tensó en su lugar, levantando sus caderas y agarrando las sábanas con sus manos hechas puños. Chaud sonrió aún con la erección en su boca, la sacó y depositó un beso en el glande, mojado por su propia saliva y el líquido preseminal. Arrastró su lengua por él, haciendo una especie de remolino. Lo mismo hizo con su dedo índice, rodeando la fruncida entrada e ingresando su dedo una vez Froid hubo relajado sus músculos con un gemido. Chaud movió su dedo, haciendo círculos imaginarios ante la apretada sensación. Volvió a rodear la erección del rubio con sus labios, moviendo el dedo en su interior. Unos segundos después, ingresó un segundo dedo, recibiendo un gemido entrecortado por parte del menor. Entonces dobló ligeramente sus dedos y empujó hacia arriba.
Froid medio gritó.
Chaud se tragó la risa, dejando libre su erección y centrándose en los movimientos de sus dedos, arrastrándolos contra ese punto una y otra vez, causándole gemidos y lloriqueos al menor, quien ya se removía contra el colchón mientras rogaba por sabrá Dios exactamente qué. Ingresó un tercer dedo, haciendo tijeras para preparar bien a Froid, el lubricante facilitándole la acción, ya que pronto tuvo sus dedos entrando y saliendo sin ningún tipo de resistencia.
Se quedó unos segundos observando cómo el agujero del rubio absorbía sus dedos, sintiendo su cabeza dar vueltas y su pobre pene ya casi suicidándose entre sus pantalones. Se rió ante la imagen mental de su pene colgándose a sí mismo del techo.
—Chaud, vamos —animó Froid, su voz entrecortada por su respiración agitada.
Chaud se levantó de la cama, sacándose los pantalones y los zapatos, seguido de los calzoncillos. Lanzó todo hacia algún lugar de la habitación, no prestándole mucha atención a lo demás cuando con un gemido aliviado su pene dejó de ser apretujado por su propia ropa. Alcanzó la botella de lubricante de nuevo, depositando un poco en su mano y luego aplicándoselo en su propio miembro, no resistiéndose en acariciar un poco mientras lo esparcía.
Su mente estaba un poco nublada hasta que su vista se posó de nuevo sobre su novio, quien estaba medio frotando su ansioso trasero sobre el edredón de la cama mientras lo miraba; se estaba mordiendo el labio inferior mientras lo observaba con aquellos brillantes y transparentes orbes azules, todo mejillas sonrojadas y ojos lagrimosos.
—Mierda —maldijo mientras se obligaba a dejar su propia erección y volver a su posición en la cama.
Sus labios se encontraron con los de Froid, gimiendo a mitad del beso cuando sintió la mano de Froid acunando su erección. Rompiendo el beso, enterró su rostro en el cuello del rubio cuando éste pasó su dedo pulgar sobre la abertura. Estaba casi alucinando por la manera tan suave y perfecta en la que lo estaba acariciando, no pudiendo evitar la sinfonía de gemidos que se deslizó fuera de sus labios. Había fantaseado tantas veces con este momento, pero su imaginación no le daba crédito suficiente a su pequeña abeja.
Él decidió no quedarse atrás, deslizando su mano libre, la que no estaba sosteniendo su propio peso, hasta la entrada de Froid, y de nuevo ingresó dos dedos. Sus dedos se curvaban ligeramente cada vez que Froid le acariciaba el glande y ambos gemían, casi perdiéndolo por un momento.
—C-Chaud —Froid gimió, su espalda se arqueó de nuevo, lloriqueando cuando acarició su próstata una vez más—, v-voy a-
—No —Le dijo Chaud, sacando los dedos de su interior de inmediato. Su cabeza salió de su escondite y observó a Froid directo a los ojos en cuanto le dijo—: No vas a llegar hasta que esté dentro tuyo, ¿está bien, pequeña abeja?
Entonces Froid estaba asintiendo, con sus ojos húmedos y el rostro transformado por una mueca entre el placer y el dolor.
Buen chico, pensó Chaud, sonriendo ladino y abriendo más las piernas del rubio para luego acomodarse debidamente sobre él, apoyándose en uno de sus dos brazos y llevándose a sí mismo hacia la entrada de Froid. Se permitió rodearla con su glande, jugando un poco y mordiéndose el labio en cuanto ésta se apretó alrededor del aire. Su boca se hizo agua, finalmente forzó el músculo y adentró la cabeza de su erección. Observó a los ojos a Froid durante el resto del camino, perdiéndose en aquellos faros azules mientras descubría un poco más el paraíso con cada milímetro que avanzaba. El aire se le escapó de los pulmones en cuanto estuvo completamente dentro. El mundo se detuvo un momento mientras cerraba sus ojos y se permitía a sí mismo disfrutar de la cálida estrechez de su chico. Sus paredes casi le exprimían el miembro, enloqueciéndolo más a cada segundo que pasaba sin moverse, ahora apoyado en ambos brazos, sus bíceps tensos mientras abría los ojos y observaba a Froid debajo suyo. El rubio tenía su boca entreabierta en un jadeo silencioso, su rostro contraído en una ligera mueca de dolor.
—¿Te está...? ¿Te estoy haciendo daño? —preguntó entre dientes.
Los ojos azules y vulnerables de Froid subieron a los suyos.
—N-no, está b-bien —respondió él, limpiando de sus mejillas las lágrimas que se le habían escapado.
Chaud bajó su rostro a la altura del otro, besando sus párpados, mejillas, frente y nariz, finalmente terminando en su boca y susurrando—: Eres perfecto, pequeña abeja.
Las pestañas de Froid revolotearon antes de que se volvieran a besar. Sus lenguas batallaron entre ellas, enredándose y tratando de ganar territorio en la boca del otro. Sus dientes chocaron en cuanto Chaud empezó un lento y pausado vaivén, se aseguró de controlarse a sí mismo lo suficiente mientras salía e ingresaba en el cuerpo del menor de manera lenta y tortuosa. Chaud en serio sentía las ganas de apresar las caderas de Froid contra el colchón y joderlo hasta hacerlo perder la conciencia picándole en el fondo de su estómago. Entonces, como un regalo de Dios, el rubio había empezado a mover sus caderas contra él, dejando salir pequeños gemidos que lo estaban animando cada vez más.
Chaud posó sus labios sobre los del menor, aumentando el ritmo de sus embestidas y tragándose los jadeos que abandonaban la boca del menor. Froid le mordió con fuerza el labio inferior en cuanto, supuso, encontró su punto de placer. Chaud inclinó levemente sus caderas en ese ángulo, apuntando a su próstata una y otra vez en cada una de sus embestidas.
Se sentía en el jodido cielo con Froid casi gritando su nombre en su oído, sus cortas uñas rasguñándole la espalda y su pene siendo gloriosamente recibido por aquella cálida y estrecha cavidad en cada empujón. Una leve capa de sudor empezó a aparecer en su cuello, frente y espalda. El cálido aliento de Froid chocando contra su rostro.
—C-Chaud... —Se quejó Froid en un gemido lastimero, sus uñas enterrándose en su espalda una vez más.
—Está bien, p-pequeña abeja —respondió, entrecortado mientras seguía embistiendo en el rubio—, sigue t-tomándolo así.
Chaud bajó su cabeza de nuevo hacia el cuello del menor, esta vez siendo más sucio y abriéndose camino por él con su lengua, chupando de manera salvaje y mordiendo su hombro en cuanto las paredes de Froid apretaron su miembro. La cabeza de Froid cayó hacia atrás, dándole aún más espacio para probar; y él no supo si fue un acto de sumisión o uno involuntario de respuesta al estímulo que él estaba proporcionándole, pero cualquiera de las dos opciones le encantó.
—E-esto es... —Froid se interrumpió a sí mismo con un alto gemido—. Es increíble que se sienta doloroso y placentero a la vez —confesó, hablando entre dientes. Chaud vio su manzana de Adán moverse en cuanto tragó saliva.
Chaud gimió, de acuerdo, mirándolo directo a los ojos en cuanto Froid bajó la cabeza de nuevo.
Había una espesa niebla en su cabeza y en su corazón, algo que hacía que éste último latiera desbocado y que sintiera cosquillas en el estómago, y no precisamente por el grado de excitación. No tenía nada que ver con los estímulos físicos, lo sabía, iba más allá de eso. Froid era el chico que amaba. El sexo había sido placentero antes–con chicas, incluso–pero esto estaba fuera de su liga. Froid se sentía tan diferente a los demás, y no por el hecho de ser hombre, sino porque estaba enamorado y su enamoramiento era recíproco. Él ahora realmente entendía por qué las personas constantemente decían que el sexo era muchísimo mejor con una persona de la cual estuvieras enamorado, alguien emocionalmente importante.
El chico que amaba.
Se encontró a sí mismo sonriendo cuando pensó en ello, entonces sin ningún rastro de vergüenza o inseguridad, murmuró en el oído de Froid:
—Te amo, lo he estado haciendo desde hace un tiempo ya —confesó, besando levemente su mejilla y girando su cabeza para verlo al rostro—. Te amo tanto que me asusta.
Entonces volvió a besarlo, sus embestidas aumentando la velocidad aún más, a un nivel que ni él mismo creía que en algún momento podría alcanzar. La cama chirriaba un poco bajo el peso y movimiento de ambos y Chaud estaría realmente preocupado de no ser porque la música aún era fuerte en la planta baja.
Su miembro encontró una vez más el punto de Froid, entonces éste se arqueó contra la cama, cerrando sus ojos, su cabeza cayendo hacia atrás de nuevo, su boca abierta en un gemido silencioso mientras sus paredes se apretaban de nuevo a su alrededor y se dejaba ir.
Era la escena más hermosa que Chaud alguna vez apreciaría en toda su vida; Froid era arte puro ante sus ojos.
Entonces se estaba corriendo él mismo, en un largo gemido ronco mientras su visión se tornaba borrosa y detenía el vaivén de sus caderas en estocadas lentas y profundas, disfrutando de la sensación cosquillosa que le proporcionó el orgasmo. Su respiración estaba agitada mientras salía de Froid, observando sus propios fluidos en la entrada del menor y sintiéndose agitado en cuanto ésta se cerró alrededor del aire en cuanto deslizó toda su longitud fuera. Definitivamente guardaría esa imagen mental hasta el día que se muriera.
Se dejó caer a un lado de su novio, todavía ambos respirando entrecortadamente con sus pechos desnudos subiendo y bajando con rapidez. Chaud dejó salir un suspiro tembloroso, admirando el blanco yeso del techo mientras intentaba volver en sí.
—Me siento vacío —comentó Froid después de unos segundos en silencio—, como cuando comes hasta indigestarte y luego vas al baño a hacer del dos.
Chaud rió fuertemente, Froid se giró hacia él, observándolo fijamente, hasta que el castaño le devolvió la mirada.
—También te amo —confesó el menor, acariciando una de sus mejillas y sonriendo dulcemente—, mucho, con todo mi podrido corazón de abeja.
Chaud sonrió, sintiendo su corazón acelerado otra vez. Él definitivamente amaba esa sensación.
Se arrastró a sí mismo sobre la cama, pegando su cuerpo al de Froid, rodeándolo con sus extremidades en un abrazo. Entonces, cuando Froid enredó sus piernas juntas, se dio cuenta de que ninguno se había quitado los calcetines; observó los calcetines de arco iris de Froid y los suyos amarillos con pequeños dibujos de aguacates y sonrió más grande, pensando que ambos eran un par de perdedores.
Más tarde, cuando ellos bajaron de la habitación, Froid caminaba un poco raro, por lo que tuvieron que inventar que se había caído en el baño y se había golpeado el trasero contra la dura baldosa del suelo. Todos parecieron creerles, todos menos George y Claudia, quienes negaron con la cabeza mientras sonreían con diversión.
Era una de esas extrañas veces en las que Froid se sonrojaba y Chaud solo se reía.
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