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Capítulo especial: Roto

(POR FAVOR, HACER CASO A LOS TW DE LA DESCRIPCIÓN DE LA HISTORIA, NO PASEN UN MAL RATO <3)


Froid.

El rubio estaba a punto de largarse a su casa, no le importaba para nada el apasionado debate sobre genitales de sirenas que Charlie y Phoebe estaban llevando a cabo en la mesa de la cafetería. Además, hace un rato que había terminado su propio almuerzo.

—Nos estamos olvidando de la pregunta más importante: ¿cómo es que cogen los peces? —preguntó Phoebe.

—No lo sé, realmente no creo que cojan —Le respondió Charlie, después de considerarlo seriamente durante unos segundos.

Froid los observó a ambos con lástima.

—¿Por qué son tan perdedores? —Les preguntó, dejando caer su cabeza contra la mesa y fingiendo llorar.

—Perdón por no ser suficiente para usted, señor Hughes —comentó con sarcasmo Charlie.

—Déjalo —intervino Phoebe—, está insoportable porque su solecito personal no vino a la escuela hoy.

Froid frunció su ceño, aún recostado sobre la mesa.

¿En verdad se sentía tan irritado por la simple ausencia del castaño?

Bueno, demonios... ¿A quién quería engañar? La ausencia de Chaud no era "simple" ni de cerca y Phoebe tenía toda la maldita razón. Extrañaba tanto a Chaud. Venir a la escuela y no ver su apestoso rostro y cálida sonrisa no tenía mucho sentido. ¿Quién querría ir a una escuela sin Chaud? ¿Cómo lo lograban las demás personas? ¿Por qué no le enseñaban?

Las siguientes tres horas de clase se le hicieron eternas, tanto que en cuanto el timbre sonó, salió disparado por la puerta, como si su vida dependiera de ello y sin siquiera despedirse de sus amigos. Estaba caminando hacia la parada de autobús más cercana cuando su teléfono empezó a sonar, anunciando una llamada entrante. Froid atendió:

—¿Hola?

¿Froid? —Una mujer con voz ronca y pastosa le habló del otro lado de la línea.

—Uh, sí —Frunció el ceño—. ¿Quién habla?

Froid, soy Marie, la madre de Chaud.

Ante tal afirmación, Froid detuvo su andar de repente y la preocupación le invadió el cuerpo en segundos, dejándolo inmóvil en su lugar.

Sólo había sido una estúpida gripe, ¿no?

—¿Sucede algo? —preguntó con cautela.

Hubo un silencio largo al otro lado de la línea antes de que Marie respondiera:

¿C-conoces el Hospital Central?

Entonces Froid palideció.

—¿Qué sucede, Marie? —preguntó angustiado, reanudando su marcha y esta vez con mayor prisa, casi corriendo.

Es Chaud —La voz de la mujer se quebró en un sollozo—, él dice que quiere verte y-

—Estoy allí en diez minutos —anunció antes de colgar.

Froid era consciente de que era una persona bastante impaciente, pero se dio cuenta de que podía llegar a serlo aún más cuando se bajó del autobús, unas cuantas cuadras antes, para evitar los dos millones de semáforos que tenía la avenida principal. Después corrió tanto y tan rápido como pudo, empujando a varias personas y rogando internamente por que no fuera nada bastante grave como cáncer de pulmón o algo así. Chaud era muy joven, él era un joven lleno de sueños y cosas positivas para compartir.

Se obligó a sí mismo a apartar todos aquellos pensamientos horribles una vez atravesó la puerta del hospital. Su respiración era irregular y agitada, estaba seguro que lucía como un maniático con el cabello despeinado, la sudadera caída por los hombros y las mejillas rojas debido al esfuerzo de haber corrido tan rápido. Era uno de esos momentos en los cuales agradecía jugar fútbol.

—Disculpe —llamó la atención de la chica detrás de la recepción—, necesito ver a Chaud Price.

—Me temo que necesito algún tipo de identificación o permiso para eso, chico —Le dijo la enfermera pelirroja con una expresión amable.

—Su madre está aquí.

—¿No puedes llamarle?

Froid bufó, pero apurado sacó su teléfono celular del bolsillo trasero de sus pantalones y marcó el último número registrado, del cual había llamado Marie. Ella atendió unos segundos interminables después, pero le dijo que bajaría en unos minutos.

Froid se dedicó a pasear de un lado a otro en la recepción, sintiendo el extraño ambiente de calma en el lugar. No había estado muchas veces en un hospital, pero por lo general siempre había un ambiente de estrés, con enfermeros y doctores corriendo por todos lados y nuevos pacientes llegando cada minuto, por alguna razón, creyó que eso haría la espera un poco menos angustiante, no esta calma consumidora y agobiante.

Una vez Marie bajó a la recepción, habló con la enfermera y a Froid le fue permitido seguir a la habitación de Chaud en el sexto piso.

—¿Qué fue lo que le pasó? —preguntó el rubio una vez estuvieron solos en el elevador.

Observó a Marie bajar la mirada hacia sus tacones negros, como teniendo una lucha interna.

—Él está bien —respondió la mujer finalmente.

—¿Su gripe empeoró? —preguntó— Ayer no lo ví tan mal. Es decir, solo tenía congestión nasal y fiebre, pero nunca creí que-

—Froid —Marie lo interrumpió, viéndolo a los ojos—, no está aquí por la gripe.

Justo en ese momento, el ascensor abrió sus puertas, permitiéndoles salir y buscar la habitación del castaño.

607.

Una vez allí, a Froid se le cayó el alma a los pies en cuanto vio salir a dos oficiales de policía de la habitación. Su pulso se aceleró en milisegundos y corrió hasta adentrarse en la habitación, cerrando la puerta detrás de él, sin importarle la expresión confundida de ambos oficiales.

Ni dos mil años de preparación lo hubieran entrenado para poder soportar la imagen de Chaud tirado en una camilla, con una cánula de oxígeno ayudándolo a respirar, su rostro lleno de magulladuras y moretones, uno de sus ojos tan morado e hinchado que el castaño apenas y podía mantenerlo abierto, tenía una venda envuelta alrededor de su tórax y aún más golpes y moretones sobre ambos brazos. Sabría Dios si el muchacho tenía más golpes sobre otras partes de su cuerpo que la fina sábana color verde menta y la bata blanca de hospital cubrían.

—¿Chaud? —Su voz salió como un susurro roto que lo sorprendió hasta a sí mismo.

Chaud giró su magullado rostro en su dirección y Froid alcanzó a divisar una ligera y muy pequeña sonrisa en sus pálidos labios.

El rubio se acercó muy despacio a la camilla, asustado de hacer algún movimiento brusco que asustara al castaño, quien ya parecía bastante torturado encogido sobre aquellas delgadas sábanas.

—Hey, pequeña abeja —Chaud se interrumpió a sí mismo con una mueca de dolor—... Ya llegaste.

Entonces Froid rompió en llanto.

Se lanzó hacia la camilla, su cabeza aterrizó justo a un lado de la de Chaud y, teniendo cuidado de no lastimarlo aún más, lo abrazó contra su cuerpo mientras los sollozos le sacudían cuerpo y alma.

Tenía tantas emociones y preguntas dentro de sí mismo, que simplemente estalló, ligeros sollozos escapando de sus labios y espasmos sacudiendo sus hombros. Dentro de la bruma de emociones, distinguió que estaba muy desesperado por calmarse y preguntarle qué demonios había pasado, pero no pudo, siguió llorando con fuerza mientras Chaud le acariciaba con suavidad el cabello y le susurraba palabras bonitas en el oído.

—E-está bien, Froid —Le dijo contra su cabello rubio.

Froid se levantó de inmediato, dándose cuenta de que quizá el castaño no podía siquiera tener contacto físico, se veía que le dolía hasta respirar, así que se apartó rápidamente y se secó las lágrimas del rostro.

—¿Qué fue lo que pasó? —preguntó con el corazón encogido.

Chaud tardó unos segundos en responder, su mirada perdida en algún lugar de la habitación mientras respiraba con calma a través de la cánula. Froid aguardó pacientemente.

—Esta mañana estaba demasiado enfermo para ir a la escuela —Comenzó relatando, casi en un susurro—. M-mamá tenía que ir a trabajar al igual que papá, así que pensaron que llamar a Greg para que me cuidase sería una buena idea —Chaud se interrumpió a sí mismo con una ligera y sarcástica risa que terminó en otra mueca de dolor—. Discutimos y supongo que perdió el control.

Froid lo miró en silencio, su respiración atascada en su garganta, procesando sus palabras.

—¿Él te hizo... esto?

—Sí —respondió el mayor—, al parecer no iba a soportar que su sobrino fuera un marica —El castaño frunció el ceño—. Así que para ponerlo más furioso, le dije que su sobrino era el tipo más gay que alguna vez en su miserable vida vería y que tú eras mi novio.

Froid le habría tomado importancia a la última parte de la historia, realmente hubiera enloquecido por ella, pero no ahora.

—¿Ese hijo de puta te golpeó? —preguntó, todavía incrédulo.

—Sí, dijo que me volvería un hombre a punta de golpes y que me mostraría porqué...

Chaud se calló de repente, como si se hubiera dado cuenta de que había hablado de más. Entonces Froid frunció su ceño, no perdiéndose la pausa tan abrupta.

—Chaud —llamó, pero él no atendió, solo siguió mirando hacia un punto fijo en el suelo—. ¿Te mostró qué cosa, Chaud? —preguntó, un sentimiento pesado posándose en su pecho y arrastrándose hasta su estómago.

El castaño no respondió, pero Froid fue consciente de la lágrima que se deslizó por una de sus amoratadas mejillas cuando cerró los ojos. Entonces el sentimiento en su estómago empezó a crecer y crecer, casi empezando a asfixiarlo y haciéndolo respirar con más rapidez, casi hiper ventilando.

—Chaud, ¿él hizo algo más? —preguntó de vuelta, pero Chaud mantuvo los ojos cerrados y no respondió. Froid entró en pánico y, sin importarle mucho las heridas, lo tomó por ambas mejillas y le hizo girar el rostro en su dirección—. Chaud, respóndeme, por favor —rogó, las lágrimas empezaron a derramarse de nuevo.

Chaud abrió los ojos y finalmente Froid pudo admirar aquel hermoso color miel, pero esta vez no era tan hermoso como lo recordaba, era un color apagado y triste, no le hizo sentir mariposas en el estómago sino una punzada de agudo dolor en el pecho.

—Chaud —Su voz se rompió y, antes de darse cuenta, estaba llorando de nuevo, tan fuerte como hace unos segundos, hablando entre los sollozos—. ¿É-él te obligó...? ¿Te tocó o...? —Su respiración se cortó mientras esperaba por una respuesta, sintiendo el miedo a flor de piel.

Por favor no...

—N-no —respondió finalmente Chaud y él lo dejó ir—, d-digo... Creo que él... No sé, entre la bruma del dolor y la charla espeluznante realmente me pareció que iba a hacerme algo más, pero mamá llegó antes porque había olvidado unos papeles y... Bueno.

La habitación sucumbió ante un silencio sepulcral, un silencio que le heló la piel al menor pero al mismo tiempo le hizo hervir la sangre.

—Es un jodido enfermo —dijo, apretando los dientes con el horrible sentimiento de la rabia nublándole el juicio.

Quería gritar, quería salir corriendo y encontrar a Greg. Quería aplastar su cabeza contra el piso y llenar su patético cuerpo inconsciente de insultos. Quería sentir sangre corriendo por sus manos. Froid era un joven, un joven que tenía muchas cosas por aprender y entender, pero por primera vez en su vida, realmente sintió que podía matar a alguien.

Lo que lo sacó de sus peligrosos pensamientos, fue el primer sollozo que dejó salir Chaud, quien estaba encogido en la camilla mientras las lágrimas salían a brotes de sus empañados y tristes ojitos. Esa imagen le destrozó el alma a pedacitos, sin embargo, se obligó a ser fuerte y tragar su propio llanto, se acercó de vuelta al castaño y lo abrazó contra su pecho, todavía teniendo cuidado de no ser demasiado rudo y lastimarlo más.

Chaud lo abrazaba con tanta fuerza que se vio obligado a subirse a la camilla y tomar asiento junto a él, abrazándolo contra su cuerpo mientras el castaño se permitía llorar con fuerza. Los espasmos sacudían su cuerpo y Froid supo que nunca se olvidaría de este momento, que nunca se olvidaría del llanto destrozado de Chaud y el suyo propio. Aun así, no dijo nada y solo se dedicó a abrazarlo, acallando sus propios sollozos mientras se mordía el labio inferior.

—É-el en serio... —dijo Chaud contra su pecho, su voz apagada contra la sudadera de Froid—. Froid, yo... No sé lo que iba a hacer. N-no podía ver bien pero... Él habló, él me dijo cosas... 

—Está bien —Lo interrumpió—, no pienses en eso, te creo. Yo te creo. Y él va a pagar por todo el daño que te ha hecho. No lo volverás a ver nunca y él va a comer mierda hasta el último día de su vida.

Ambos guardaron silencio mientras Chaud se calmaba un poco y Froid trataba de terminar de procesar la situación.

¿Qué tipo de persona asquerosa era Greg para llegar a esos extremos? ¿Por qué nadie lo vio venir? Es decir, Froid había tratado con mucha gente homófoba y cerrada de mente como Greg, pero nunca habría imaginado que la obsesión de este hombre lo llevaría a herir a Chaud. Es decir, atacarlo físicamente, herir su integridad.

—No se lo dije a nadie.

Aquella frase hizo que Froid parara con sus caricias en el cabello de Chaud y se apartara levemente para mirarlo, la cabeza del castaño cayó de nuevo a la camilla y levantó la mirada para observarlo.

—¿Qué no le dijiste a nadie? —inquirió.

—Que Greg intentó-

Entonces el rubio se levantó de un salto, haciendo que Chaud callara con un quejido de dolor.

—¿No le dijiste a los oficiales? —Su tono de voz se elevó sin que él quisiera, haciendo que Chaud se encogiera levemente en su lugar.

—Y-yo no sabía cómo... Tenía miedo-

—Chaud, no me jodas —exclamó, sobrecargado de sus propias emociones.

—No es-

—¿¡Por qué demonios no lo hiciste!? —lo interrumpió de nuevo. Estaba tan confundido y tan molesto, y eso nunca había sido una buena combinación para él y su imprudente boca.

—Tú no lo entiendes —respondió Chaud, su mirada cayó—. ¿Qué diría mi abuela? ¿Qué pensaría papá? Y-yo no quiero arruinar mi familia, Froid.

—Chaud —dijo, obligándose a calmarse y tratando de hacer entrar en razón al castaño—, ¿sabes lo grave que es que ese tipo haya atentado contra ti de esa forma? —preguntó, tomando una de las usualmente cálidas manos del mayor, asombrándose cuando notó lo helada que se encontraba.

—Yo todavía no estoy seguro...—susurró Chaud, aún con la mirada abajo.

Froid dejó escapar un pesado suspiro mientras apretaba su agarre en la mano de Chaud.

—Chaud, no hay manera... N-no hay manera de malinterpretar algo así —susurró, haciendo que Chaud levantara la vista hacia él de nuevo, ambos pares de ojos cristalizados encontrándose—. Sé que debe ser muy difícil para ti, en serio comprendo eso, pero... No puedes callarte, Chaud. Ese tipo está loco. No creo que el molerte a golpes haya sido menos grave, pero él intentó atacarte... Necesita estar encerrado. Necesita apartarse de la sociedad porque-

—Puede que yo lo haya provocado —lo interrumpió el mayor en un susurro—. No debí haberle levantado la voz, yo sabía de su temperamento y-

—No —lo cortó, sintiendo un nudo en la garganta y las lágrimas nublándole la visión, su mano libre se posó sobre una de las mejillas de Chaud, limpiando una lágrima que por allí resbalaba—. No, guapo, nada justifica que él te haya hecho esto. No es tu culpa. No hay manera de que lo sea, ¿me entiendes?

—Pero-

—No —Lo interrumpió de nuevo, apretando su agarre en su mano y mirándolo directo a los ojos—, no es tu culpa —Hizo una pausa, quitando su mano del rostro de Chaud para limpiar sus propias lágrimas—. Pero necesito que... No tienes porqué hacerlo tú, solo déjame hablar a mí, déjame-

—¡No es tu asunto, Froid! —Chaud elevó su tono de voz de repente, zafándose de su agarre— No puedes decir nada, no es tu jodida decisión.

El rubio estaba a punto de ceder al deseo de tirarse al piso y llorar hasta que no quedara agua en su cuerpo. No podía soportar todo esto, no podía soportar ver lo roto que Chaud lucía y no poder hacer nada al respecto. Toda la situación lo estaba lastimando y mucho.

—¿Y cómo quieres que yo siga sabiendo esto? —inquirió, sorbiendo por la nariz con la voz quebrada— ¿Cómo quieres que yo ignore el hecho de que ese imbécil te hizo todo esto y probablemente ni siquiera pague por ello?

Observó a Chaud tragar saliva y luego bajar la cabeza mientras jugaba con sus dedos amoratados en su regazo.

—Porque en este momento no importas tú —respondió en un susurro.

La puerta se abrió de repente, sobresaltándolos a ambos. El rubio se apresuró a limpiar las lágrimas nuevas en su rostro y a cambiar su expresión vulnerable en cuanto se dio cuenta de que los padres de Chaud ingresaron en la habitación.

No escuchó nada de lo que la madre de Chaud le decía a éste mientras le acariciaba el cabello y le sonreía con dulzura. Él sólo podía sentir la impotencia recorriéndolo de arriba a abajo, recordando aquella cena donde les gritó que Greg podría arruinarle la vida a Chaud si no hacían algo al respecto. 

Temió mucho que ya lo hubiera hecho, así que dijo:

—Yo-yo le prometí a mamá que pasaría por mi hermana a la escuela —dijo llamando la atención de las tres personas presentes—. Gracias por llamarme —Les sonrió con amabilidad fingida a ambos señores, entonces su vista se posó en Chaud—. Mejórate pronto.

Sin decir nada más, se dio media vuelta y salió de la habitación.

Sentía su cabeza dar vueltas y su estómago revuelto a pesar de que ya había salido del hospital y podía respirar el aire fresco.

Toda la sobrecarga emocional y la gravedad del asunto lo tuvo corriendo hacia el bote de basura más cercano y depositando el contenido de su estómago allí, sin importarle que las miradas ajenas. Las lágrimas salieron nuevamente de sus ojos mientras se limpiaba las comisuras de su boca con las mangas de su suéter y se apoyaba en el bote para erguirse.

Su cabeza dolìa.

Su estómago dolía.

Su corazón dolía.

Dolía porque quería proteger a Chaud, quería meterlo en un cofre, quería alejarlo de toda persona que pudiera hacerle daño y guardarlo en el fondo de algún viejo cajón, donde nadie pudiera alcanzarlo.

Pero no podía. No había podido.

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