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Capítulo especial: Entrañable

Froid.

Si a Froid le pagaran por todas las veces que lo sacaban de clases para ir a la oficina del director, podría comprarse una escuela y ser su propio director.

Se detuvo frente a la puerta de madera que daba entrada a la oficina y dio tres golpecitos en ésta. Escuchó al director darle permiso para entrar y giró la perilla.

—Buenos días, Froid —Lo saludó el director desde detrás de su escritorio, donde estaba sentado con una leve expresión preocupada en su rostro.

—¿Qué sucede? —inquirió en cambio y cerró la puerta detrás suyo. Iba a avanzar hacia una de las sillas para poder sentarse cuando notó que una de ellas ya estaba ocupada por una cabellera castaña que reconoció al instante— ¿Qué hace él aquí?

Chaud no se movió de su asiento y el director soltó un suspiro.

—Solo siéntate, Froid —Señaló la silla disponible junto a Chaud.

Froid soltó un bufido, expresando su fastidio al tener que estar en aquella habitación. Preferiría estar escuchando a la anciana maestra de historia hablando sobre temas y fechas con aquel suave tono de voz que le hacía sentirse adormilado.

Al final terminó caminando hasta la silla y se dejó caer allí, dejando su mochila en el piso.

—Muy bien —El director los observó con aquella mirada dura y gris—, se supone que todos planeamos su castigo porque pensábamos que les ayudaría a reaccionar sobre sus acciones, sin embargo, parece que la situación ha empeorado todavía más —Negó con la cabeza, en un puro gesto de frustración—. Necesitan parar con esta estúpida rivalidad o voy a tener que tomar medidas extremas y no creo que, en especial a sus padres, les agrade mucho.

Froid se dedicó a observar sus manos sobre su regazo, jugueteando con sus propios dedos y analizando las palabras del director.

—Ha sido culpa de Chaud —habló bajito, sin levantar la cabeza.

—Froid —Lo llamó el director por lo que tuvo que levantar la cabeza para atender—, esto ya no trata sobre quién comenzó la discusión o de quién la continuó. Esto viene de años atrás, antes de que yo llegara a esta escuela, incluso. Necesito que paren con los insultos, con los golpes y con toda esta inmadurez —Le dijo le forma tosca y seria—. Compórtense como los jóvenes de diecisiete años que son.

—No puede obligarnos a llevarnos bien —protestó por primera vez el castaño a su lado.

El director dejó de mirarlo a él para prestarle atención a Chaud.

—Eso ya lo sé, Chaud —respondió, apoyando sus codos en su escritorio y pasando sus manos por su rostro, evidentemente cansado de la situación—. No quiero que se lleven bien, quiero que dejen de interrumpir las clases porque les pica en el culo no estar gritando e insultando al otro.

Froid abrió sus ojos con sorpresa ante la brusca respuesta, aguantando una risa por escuchar al pulcro y estricto director diciendo la palabra culo. Entonces se dio cuenta de que quizá si estaba tan cansado de ellos como lucía. El director les había dado tantas decenas de advertencias, charlas de convivencia y matrículas condicionales como había podido, sin embargo, nunca nada cambiaba y Froid empezaba a preguntarse el porqué aún no los había echado a patadas de su escuela.

—De igual forma —habló de nuevo, levantando su cabeza para verlos a ambos—, hoy no ordenarán nada, vendrán a una sesión con Lisa  —Froid inmediatamente abrió su boca para protestar, pero el director lo calló levantando su mano y negando con la cabeza—. No quiero ninguna objeción al respecto porque no les estoy preguntando, es una orden. Y si no quieren salir de esta escuela, la acatarán —advirtió, terminando la discusión antes de que siquiera empezara—. Ahora vuelvan a sus clases.


-♡-


Froid sentía a su estómago gruñir debido al hambre ya que no había almorzado por estar adelantando la tarea de biología que no había hecho en su casa. Así que se levantó de la silla, se encaminó hacia la máquina expendedora e insertó un billete allí. Seleccionó una barra de chocolate y esperó a que el paquete aterrizará en la bandeja para poder tomarlo, sin embargo, éste cayó fuera de ella.

—Hey... —Froid frunció el ceño, pegándole al vidrio de la máquina. No tenía más dinero y su estómago empezaría a consumirse a sí mismo si no le daba algo antes—. Agh, vamos —rogó en un intento fallido de mover la máquina. Tenía tanta fuerza como un niño de dos años.

Después de varios intentos fallidos de sacudir la máquina, su molestia ganó y estaba por darle una buena patada al vidrio, pero antes de poder hacerlo, una suave mano se posó sobre su rodilla y le impidió llevar a cabo su cometido. Levantó su mirada azul con molestia para observar a Chaud negando con su cabeza. Iba a gritarle algo a cambio, pero él se agachó hasta quedar a la altura de la bandeja de la máquina expendedora e ingresó su mano por ella, girándose para quedar de costado e ingresar su extremidad más allá de su codo. 

Luego de varios quejidos e intentos, Chaud sacó su brazo de la máquina con la barra de chocolate entre sus dedos. Se levantó del piso y la extendió en su dirección, Froid la tomó mientras rodaba sus ojos ante la mirada amable del castaño y se giró para volver a su asiento. 

Ese estúpido creía que podía venir, hacerle un pequeño favor, mirarlo como si fuera un cachorro arrepentido luego de romper sus zapatillas favoritas y que ya podrían empezar a tratarse como mejores amigos. Y no, nunca podría ser así de fácil, y menos si de quien se trataba era Chaud. Llevaba años odiando su estúpida expresión siempre amable, lo irritaba que siempre aprobara los exámenes y que fuera un alumno altamente excepcional. Pero, más que todo, odiaba que con el pasar de los últimos días había estado sintiéndose raro con respecto a Chaud; como si siempre lo hubiese juzgado de manera errónea, como si estuviera conociendo su verdadera personalidad y no aquella que sus pensamientos le habían asignado. 

De mal humor, como era común en presencia del contrario, se concentró en engañar a la bestia viviente dentro de su estómago y evitar que terminara arrancándole la cabeza a alguien por su terrible humor.

—¿Chicos?

Cinco minutos después, Froid observó a la consejera de la escuela llamarlos desde la puerta de la oficina con una sonrisa amable en su rostro. Él tomó su mochila y se levantó de la silla para entrar en la oficina.

—No entiendo porqué estamos aquí —opinó Chaud cuando los tres se hubieron adentrado en la habitación y acomodado en ella.

Froid, quien estaba sentado a un lado del castaño, en frente de Lisa, hizo una mueca de aburrimiento mientras la rubia consejera seguía escribiendo algo en las dos hojas blancas sobre su escritorio.

—Haremos un ejercicio —respondió Lisa, sin apartar la vista de lo que estaba escribiendo hasta que aparentemente terminó y levantó su cabeza, con las dos hojas blancas en cada una de sus manos—. Vamos a intentar bajar un poco el nivel de su enemistad —explicó con su usual y amable sonrisa mientras le pasaba una de las hojas a Froid y la otra a Chaud.

Froid tomó la hoja en sus manos y sus ojos escanearon las letras escritas con bolígrafo rosado: Cosas que no me desagradan tanto de Chaud.

—¿Qué es esto? —preguntó con su ceño fruncido.

—Déjenme explicarles, ¿bien? —Lisa abrió el cajón derecho de su escritorio y sacó otro bolígrafo, pero de color azul, de allí— Les daré cuarenta minutos a solas para que escriban, al menos, cinco cosas que les agradan o que no les desagradan tanto del otro —Lisa extendió ambos bolígrafos, el rosa hacia Chaud y el azul hacia él. Froid iba a tomar el suyo, pero la mano de Chaud se interpuso en el camino de la suya, tomando el de color azul primero y dejándole el de color rosa a él.

Se mordió la lengua para evitar soltar algún insulto o grito ante el inmaduro gesto del contrario y, en su lugar, recibió el bolígrafo rosa con sospechosa calma.

Lisa se levantó de su silla y los observó a ambos con sus brillantes ojos verdes llenos de esperanza.

—Bien, espero que respondan con toda la sinceridad del mundo —habló mientras se dirigía a la puerta, pero antes de salir por ésta, se giró de nuevo hacia ambos—. Por cierto, no pueden irse, el que estén aquí es una orden del director —advirtió antes de darse media vuelta y salir de la oficina.

Froid recargó su espalda en la silla y soltó un suspiro.

¿Qué clase de estúpida sesión de consejería era esta? Froid no lograba entender cómo Lisa quería que escribiera al menos cinco cosas buenas sobre Chaud cuando, evidentemente, el estúpido castaño no poseía ni una en lo que a su propio juicio respectaba. Era una completa idiotez y no iba a escribir absolutamente nada en aquella hoja.

El movimiento de Chaud recostando sus brazos sobre el escritorio de Lisa llamó su atención y la capturó por completo en cuanto notó que estaba escribiendo. Sus brazos le impedían ver qué cosa era, pero Chaud parecía bastante concentrado en ello, ignorando por completo su presencia.

Bufo y apartó su vista, pasando sus manos sobre su desordenado cabello rubio para apartarlo un poco de su frente.

Los únicos sonidos en la habitación eran ambas respiraciones y el sonido de Chaud moviendo y desplazando la hoja sobre el escritorio para poder escribir a gusto. Froid estiró su cuello, lo suficiente curioso para comportarse como un metiche y observar la hoja del castaño, pero él se dio cuenta de sus intenciones y tapó la hoja poniendo su brazo encima. La mirada miel de Chaud lo fulminó.

—Oh, vamos —Se quejó Froid—, solo quiero ver.

Chaud lo miró con recelo y se encogió de hombros, volviendo a posar su atención en la hoja, cubriéndola con su brazo libre.

—Bien —refunfuñó el rubio por lo bajo y tomó su hoja para empezar a escribir, empezando por tachar el ridículo título y reescribirlo a su gusto.


-♡-


Lisa llegó después de los cuarenta minutos prometidos, con su impregnante aroma a durazno y rostro amable.

—¿Qué tal les fue? —preguntó energética mientras se quitaba su chaqueta de cuero rosa y la ponía en el respaldar de su silla, luego sentándose en ella.

Froid solo negó con la cabeza mientras le entregaba la hoja, dispuesto a salir de allí en ese mismo instante. El hambre había regresado y su humor iba de mal en peor, conocía su cuerpo y sabía que a lo anterior se le iba a sumar un horrible dolor de cabeza si no se alimentaba debidamente. En ese momento estaba odiando que su madre lo alimentara tan bien porque no podía pasar hambre ni una vez o todo se saldría de control con su estado físico y emocional.

—Muy bien —Lisa recibió ambas hojas y las cambió de mano; dejando la de Froid en su mano derecha y la de Chaud en su mano izquierda—. Ahora, un intercambio —añadió extendiendo las hojas intercambiadas.

Froid abrió los ojos como platos y se apresuró a tratar de quitarle su hoja a la consejera, fallando en el intento ya que Chaud la tomó primero y la puso fuera de su alcance.

—¡No, no, no!

—¿Qué está mal, Froid? —preguntó Lisa.

Froid observó la expresión divertida en el rostro del castaño, quien sostenía su hoja en la mano pero aún no leía nada de lo que estaba escrito en ella. Su corazón se aceleró y sus manos empezaron a sudar.

—Yo-yo no sabía que teníamos que... intercambiar —respondió, quitando su mirada de Chaud y posándola sobre la consejera.

—Oh —Lisa se rió—, creí que era algo obvio. ¿Para qué les iba hacer escribir las cosas que menos les desagradan del otro si no las íbamos a leer? —preguntó de manera retórica mientras dejaba la hoja de Chaud en sus manos—. Ahora, quiero que ambos lean lo que dicen las hojas en voz alta. Empieza tú, Froid.

Froid tragó saliva, sin estar muy seguro pero igual obedeciendo al pedido de la rubia y bajando su vista a la hoja entre sus manos.

Cosas que no me desagradan mucho de Froid —Empezó leyendo—. Número uno: no me desagrada mucho su estilo, tiene un buen gusto para la ropa.

Su mirada azul viajó de inmediato a Chaud, quien se encogió de hombros, aceptándolo sin ningún problema.

—Bien hecho, Chaud. ¡Este es un buen comienzo! —Lisa aplaudió emocionada, mientras se acomodaba más en su silla—. Sigues tú, Chaud.

La respiración se le atascó en su garganta mientras sentía la sangre acumularse en sus mejillas. No, por favor.

Le pareció que Chaud estaba moviéndose en cámara lenta cuando posó sus ojos en la hoja entre sus manos y se aclaró la garganta.

Cosas que no me hacen querer matar a Chaud —comenzó—. Número uno: tiene buen gusto para la música, lo sé porque le encanta oírla a todo volumen cuando usa sus auriculares.

Froid bajó la vista antes de que Chaud la posara en él y continuó leyendo la hoja en sus manos sin necesidad de que le dieran la palabra.

Número dos: su humor es tan malo que hace que me den ganas de tirarme de un quinto piso —Su ceño se frunció cuando vio que la frase terminaba allí—. ¿Dónde está el halago aquí? —preguntó.

—En que igual me río —Le respondió Chaud con un encogimiento de hombros.

—Oh, creí que estaba en que te tirabas a de un-

—Froid —Lo interrumpió Lisa con un tono de advertencia, indicándole a Chaud con la mirada que siguiera leyendo su lista.

Lo cual hizo.

Número dos:  es una persona naturalmente amable, aunque no lo sea conmigo, noto que siempre es cómodo para los demás interactuar con él.

Froid quería hacerse bolita sobre su silla y encogerse hasta desaparecer ante la mirada de Chaud. Él no quería que el castaño se enterara de las pequeñas cosas no tan negativas que él le veía, era demasiado vergonzoso revelarle aquello. Quien sabe hasta cuándo lo molestaría por esa lista.

—Muy bien, me parece que esto va de bien a mejor —comentó Lisa, sus codos se posaron sobre el escritorio y los observó a ambos con la emoción brillando en su mirada verde.

Número tres —continuó leyendo: es un chico cool, siempre sabe qué responder cuando alguien lo insulta y se le da bastante bien cerrarles el trasero a algunos idiotas —Parpadeó sorprendido y esta vez sí levantó la mirada para posarla en la de Chaud, quien solo asintió, confirmando lo escrito.

Número tres: estoy celoso de su facilidad para aprender física, química, trigonometría y prácticamente cada asignatura que tenemos —Continuó leyendo el castaño—. No es realmente difícil, sólo debes prestar atención.

—¿De qué te sirve prestar atención si eres un tonto? —preguntó con un bufido.

—No eres tonto, solo necesitas buscar la manera adecuada para que tu cerebro retenga la información y la procese —respondió Chaud.

—Da igual —Le restó importancia—, solo necesito aprobar la evaluación final y pasaré de año —Se encogió de hombros, como si no fuera la gran cosa.

Chaud lo miró con sus labios fruncidos en línea recta y su ceño fruncido. Froid le devolvió la mirada.

—Muy bien —La voz de la consejera interrumpió su guerra de miradas—, ¿alguno tiene algo más? —inquirió con una sonrisa, sus ojos posándose sobre el papel en manos de Chaud.

—Hay una última aquí —avisó Chaud y Froid lo observó con confusión, ya que no recordaba haber escrito otra—. Número cuatro: me gusta la forma de su cabello, es algo entrañable.

Los ojos de Froid se abrieron como platos y sus mejillas se sonrojaron rápidamente. ¿No había borrado aquella? La había escrito, pero no planeaba pasarla ya que era demasiado... demasiado.

La consejera pareció quedarse satisfecha.

—Bueno, aunque ninguno alcanzó las cinco características, me parece un gran gesto el que todavía puedan ver cosas buenas en el otro —comentó mientras tomaba las hojas de ambos y las ponía en el cajón derecho de su escritorio. Lo cerró con el sonido de la madera chocando en seco y cuando subió su mirada, los observó a ambos con seriedad, esa que casi nadie conocía—. Chicos, realmente no deben discutir más. Sé que no es fácil, que nosotros no podremos entender el porqué se llevan tan mal, pero necesitan hacer el intento de empezar a llevarse solo un poco mejor. Es su último año, ¡hagan algo diferente por él! —Les animó.

Después de despedirse y de que Chaud lo dejara salir primero de la oficina, Froid empezó a caminar hacia la salida mientras tarareaba una vieja canción pop y sacaba su teléfono celular para textearle a su madre y preguntarle dónde venía.

Froid podría considerarse un gran niño de mami y, aunque sus amigos lo molestaran un montón por aquello, realmente no le importaba. Amaba a su mamá y amaba pasar tiempo con ella en el auto mientras conducían a casa.

Casi de la nada, Chaud empezó a caminar a su lado y hacia la salida. Froid simplemente siguió escribiéndole un mensaje a su madre, sin prestarle verdadera atención.

Ambos llegaron a la puerta de salida y, solo entonces, Chaud tocó su hombro para llamar su atención. Levantó la mirada de su teléfono y se topó con la de Chaud, quien le sonrió un poco y no dijo nada. En cambio, su mano se extendió en su dirección y él dudó un poco en tomarla mientras negaba con la cabeza. Ambos las agitaron y Chaud sonrió más grande, para luego girarse y empezar a alejarse de allí.

Froid lo observó caminar unos metros, hasta que éste se volvió de nuevo.

—Oh, Froid —llamó.

—¿Qué pasa?

Chaud se apartó un mechón ondulado del rostro, aprovechando la suave brisa del otoño, presumiendo aquella bonita cabellera que el rubio envidiaba.

Froid rodó los ojos y le sacó el dedo de en medio para después girarse y caminar hacia su usual banca, donde siempre esperaba por su madre.

Lo último que escuchó fue a Chaud reírse mientras gritaba:—¡Nunca te voy a dejar en paz por esto!

Sonrió divertido mientras pensaba en que Chaud era un idiota insoportable.

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