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Capítulo 4

Adrik

Lo primero que busqué, nada más a travesar la puerta, fue a Avalon. Pero nada más verla se me cayó el alma a los pies. Su cara mostraba dolor, derrota, abatimiento. ¿Qué le habían hecho? Apreté el culo y avancé al interior con una sonrisa en la cara, como si no quisiera sonsacarle el nombre de la persona que la había dejado así para molerle a palos.

—¿Y tú qué haces aquí? —Era la primera vez que Avalon me atacaba de esa manera. Normalmente ella era comedida, medía sus palabras.

—Vine a hacer un recado por la zona, y pensé en pillar algo rico para cenar. Mientras me lo preparan decidí subir a saludar. —Esperaba que mi respuesta fuese suficiente para ellos. Con el servicio de comida a domicilio vía dron, ya no hacía falta venir hasta aquí para recoger la comida.

—Pues ya que estás aquí, tengo un recado para ti. —Bianca no me miró mientras lo decía, sino que seguía con la vista fija en la espalda de Avalon.

—Tú dirás. —Me acerqué hacia la barra de desayuno, para intentar olisquear el contenido del vaso de Avalon. No tenía pintas de ser un refresco.

—Llévatela a casa. —Pidió.

—¡No! —protestó enseguida Avalon.

—No estás en condiciones de conducir. —Me guardé la información de que el vehículo que su padre había asignado a Avalon podía precisamente hacer eso, llevarla a casa de forma autónoma. El que ella lo supiese era otra cosa. La mayoría de los coches modernos tienen asistentes a la conducción, que el sistema corrigiese la dirección o advirtiese al conductor de los atascos o de obstáculos que podrían suponer un problema, no era algo raro. Aunque sí lo era el que el coche tomase el control y realizase un mejor trabajo que tú.

—¿Puedo... puedo quedarme aquí a dormir? —Sus ojos enrojecidos suplicaban por ello. Bianca habría cedido fácilmente, era un pedazo de pan de mujer, buena y servicial hasta el tuétano. Pero algo debió ver en aquella situación, porque suspiró pesadamente antes de posar la mano sobre la espalda de Avalon.

—La habitación de invitados está desmontada, y no permitiré que duermas en el sofá. Créeme, lo he probado, y sé que no despertarás con un buen cuerpo. —Desvié la mirada hacia Santi para que me diera una pista de por qué Bianca había usado el sofá de esa manera, él se limitó a poner los ojos en blanco, aunque no dijo nada. Bien, no era por una crisis de pareja. ¡¿Qué?!, no siempre van a ser los hombres a los que manden al sofá a dormir cuando la cosa esté tensa.

—No quiero ir... —Avalon hizo un puchero infantil, aun así dejó que Bianca la pusiera en pie sin esfuerzo.

—Asegúrate de que llega a casa. —Me pidió Bianca.

—Yo mismo la meteré en la cama si hace falta. —En otro momento esa frase habría sonado más picante en mi boca, pero esta vez no fue así. Ambos sabíamos que cuidaría de ella.

—Vamos Barney. —Llamarla por el nombre de ese personaje de los Simpson que siempre está borracho, no es que le agradase demasiado. Avalon apartó con brusquedad el brazo que trababa de agarrarla para llevármela.

—No estoy borracha. —Uno de sus pies tropezó, dejando claro que mentía. Pero es mi chica, nunca la llamaría mentirosa o la dejaría en evidencia delante de otros en su momento más bajo.

—Digamos que solo estás un poco perjudicada. —Sus ojos me lanzaron dardos asesinos, pero no se negó a que la ayudase esta vez.

Normalmente habría bajado las escaleras hasta la planta inferior, pero con Avalon en aquellas condiciones recurrí al ascensor. Lo que menos quería es que acabara tropezando y rodando escaleras abajo.

La dejé sentada en el último escalón, mientras me acercaba a la cocina a recoger mi pedido. La encontré con la cabeza recostada contra la pared, como toda una buena borracha que no puede tener la cabeza erguida por sí misma.

—De acuerdo, vámonos. —Pasé mi brazo por su espalda para aferrarla con fuerza.

No me costó sentarla en el coche, fue como llevar a una muñeca. Y eso me cabreó, porque ella no debía llevarse voluntariamente a una posición tan vulnerable. Cualquier desgraciado podría haberse aprovechado de ella en esas condiciones.

—¿No vas a preguntarme por qué? —Dijo al poco de ponernos en marcha entre el tráfico.

—Supongo que si quieres contármelo lo harás. —No iba a presionarla, pero me moría de ganas por saber.

—Prométeme que no se lo contarás a mi hermano, ni a mi padre. —¡Mierda!, ¿Qué podría cabrear a un hombre de la familia? Justamente algo relacionado con su hermana o hija y otro hombre. Si alguien hiciese daño a mi hermana, ya podía correr, porque ni mi padre ni yo dejaríamos de perseguirlo hasta encontrarle y hacerle pagar por aquello que le hubiese hecho. Aunque mi hermana es de ese tipo de personas que se toma la justicia personalmente, no espera que otro lo haga por ella. Pero Avalon no era como Tasha, eran diferentes.

—Te lo prometo. —No me importaba dejarles fuera de la ecuación, yo también podía convertirme en su vengador. De hecho, ya se me estaban ocurriendo un par de cosas que ir haciéndole a ese desgraciado.

—Y prométeme que tú tampoco iras rompiendo piernas por ahí. —Mis puños se apretaron dolorosamente en el volante.

—No romperé ninguna pierna. —podía ser una persona muy creativa con todas las alternativas que quedaban.

—Ni brazos, ni dedos, ni...—La interrumpí antes de que se me acabasen las opciones.

—Vale, vale. Nada de romper huesos, lo he entendido. —Ella me observó en silencio unos segundos, como si estuviese estudiando el continuar o no.

—Ha sido el doctor Poe. —Los genitales no tenían huesos, ¿verdad?

—¿Qué ha ocurrido con él? —Traté de mantener el tono calmado, aunque por dentro no lo estuviera en absoluto.

—Me ha robado la tesis. —Aquello sí que no me lo esperaba.

—Espera, ¿el estudio que estabas haciendo? ¿las muestras y todo eso? —Ella soltó un suspiro cansado.

—Más de dos años de trabajo, cerca de 10.000 muestras, ocho gigas de datos... Y el muy cretino publica en American Journal Of Preventative Medicine mi tesis como un estudio dirigido por él. —Me sentí aliviado porque el tipo no había llegado a tocarla, pero rápidamente me sentí indignado, porque se había aprovechado de ella de otra manera, una que a ella le dolía casi mucho más.

—Puedes denunciarlo. —le sugerí.

—Las muestras se tomaron del Hospital Central, la junta directiva no solo lo apoyará a él, sino que se quedarán con el beneficio económico que todo mi estudio genere. —Su rostro ya no mostraba abatimiento, sino que estaba dando muestras de un buen enfado.

—Hay gente que olvida la ética cuando hay mucho dinero en juego. —El mundo es así de cruel, ella lo había vivido en su propia carne, pero hay situaciones peores, situaciones que no tienen remedio.

—No es que sea mucho dinero directamente, pero sí que da prestigio, atrae inversores para futuras investigaciones, y atrae clientes al Hospital. —Su mente no parecía estar tan nublada como debería después de haber bebido tanto, o al menos eso pensé cuando constaté la torpeza de sus piernas. ¿Cuánto habría bebido? Ya era tarde para preguntarle a Bianca.

—Por las inversiones no tienes que preocuparte, tienes un laboratorio bien acondicionado a tu disposición. —Sus ojos me miraron directamente durante un segundo.

—El prestigio de un investigador es mucho más importante. Los laboratorios se pelean por ellos, la sociedad médica te abre puertas que están vetadas para el resto. No todo es dinero. —Para ella no, pero para ese tal doctor Poe sí que lo era.

—Eres inteligente y tenaz. Puedes desarrollar otra investigación y conseguir ese prestigio. Seguro que encuentras algo mucho más importante qué investigar, algo que deje tu tesis en algo insignificante. —Sabía que me había equivocado al decir esas palabras cuando vi sus ojos asesinos clavados sobre mi persona. —No quiero decir que ahora no te parezca importante, porque seguro que lo es. Pero piensa que hay un mundo de posibilidades ahí afuera, y que eres una persona que no se pone límites. No conozco a nadie tan dedicado a su trabajo como tú. Les demostrarás a todos que Poe no es más que un buitre que se aprovechó de ti, y que tú eres mucho más capaz ahora de lo que él nunca ha podido ni podrá llegar. —¿Lo había arreglado?

—¿Tú crees? —La había hecho pensar, eso era bueno.

—Pues claro. Si ha tenido que recurrir a una estudiante para conseguir un buen trabajo, eso quiere decir no solo que eres buena, sino que él ya no puede llegar a tu nivel.

Avalon permaneció en silencio un par de minutos, como si estudiara sus nuevas posibilidades.

—Poe sí que es un idiota.

—Es un cretino. —La poyé.

—No. Quiero decir que es un idiota. Presentó el trabajo antes de que lo terminase. Seguramente tenía miedo a que me adelantase y lo enviara a alguna revista científica. —Ese dato parecía interesante.

—¿Presentó un informe inconcluso? —pregunté curioso. Si había una manera de desprestigiar a ese idiota, atacaría sin dudar.

—No el informe en sí, sino en el resultado de todas las muestras. Supongo que pensó que más de nueve mil era un buen número, no le preocupó que faltasen de analizarse las últimas 150.

—¿Y eso es malo para él porque...? —Esperé a que ella terminase la frase.

—Porque el porcentaje máximo que habíamos conseguido con esas muestras había sido de una efectividad del 85,3%. Una buena cifra, pero en el último lote salió una muestra con un 97,2%. —¡Que se fastidie!

—Y eso es mucho mejor. ¿Puedes incluirla en tu tesis final? —Eso cambiaría los resultados, y se demostraría que Avalon había sido la que estaba detrás de todo el trabajo.

—Pues estoy en un dilema. Sería entregarle a Poe y al hospital una mejora que los hará subir algún peldaño más, pero si no se divulga, los pacientes que podrían beneficiarse de ese avance no lo harán. —Pensé en una opción que la ayudase a liberarse de esa pesada carga.

—¿Morirá alguien si no se publica?

—Morir, no. Pero...

—Con eso me vale. A mi forma de ver, los realmente beneficiados son Poe y el Hospital, no les debes ninguna fidelidad. Quédate con ese dato, y utilízalo en tu provecho en el futuro. —Avalon entrecerró los ojos como si lo pensase.

—A veces da gusto hablar contigo. —Palmeó mi hombro y se recolocó mejor en el asiento. Cuando me quise dar cuenta, se había quedado dormida.

Si no puedes esperar, el miércoles el siguiente capítulo en mi blog.

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