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Capítulo 3

Adrik

Tenía la vista fija en el monitor sobre mi cabeza, cuando sentí vibrar mi teléfono. Otro habría esperado para ver de qué se trataba, yo no podía permitírmelo. Lo sé, las llamadas sí que tengo que responderlas con prontitud, si te llaman es que es urgente. Los mensajes pueden esperar. Pero en la situación estaba algo tensa desde que mi padre había descubierto el juego de Niurka Vladislava.

Esa mujer había sido la causante del encarcelamiento de mi primo Grigor, y aunque lo metieron en prisión por haberla matado, realmente no lo hizo. Es complicado explicarlo, y lo que importa es que ella sigue viva. Esa mujer golpeó a la familia en el punto que sabía más daño podía hacernos, y si lo había hecho una vez, seguramente seguiría golpeando hasta destruirnos por completo. ¿Qué estaba maquinando en este momento? ¿Por dónde vendría su siguiente golpe? Todos nuestros recursos, tecnológicos y humanos estábamos trabajando en ello. Y sí, me incluyo, porque uno de los motivos por los que estaba aquí de forma permanente era por ella.

Mi padre quiso alejarnos de todo el lío mediático a los más jóvenes, pero después, cuando descubrió la jugada de Niurka, pensó que debía mantenernos lo más dispersos posibles, así tendría que utilizar más recursos para tenernos vigilados. Aquí no solo tenía la protección de Bowman y sus hombres, sino que tenía una nueva base de operaciones para las investigaciones que se estaban desarrollando en este momento. Las pistas eran pocas, pero decían que esa mujer estaba moviéndose por la costa este, justo donde yo me encontraba.

Dejé el calibrador eléctrico sobre el asiento del coche que estaba revisando, y saqué mi teléfono para leer el mensaje que había recibido. Como siempre, estaba en clave, no porque alguien pudiese copiarlos, sino por si alguna mirada curiosa estaba demasiado cerca de mí. Uno no sabe quién puede estar observando.

—Para el cumpleaños de tu madre consigue unas botas de Saks en la quinta avenida, ya sabes de qué tipo le gustan. —Genial, tenía un destino, Nueva York.

—¿También quieres un bolso? —Ya puestos, podía conseguirle el lote entero. A mi madre le daban igual las ropas de diseñador o de Walmart, mientras ella se sintiese cómoda era suficiente. Pero a mi padre le gustaba darle ese tipo de caprichos, porque decía que la mujer de un gran jefe tenía que llevar objetos que evidenciaran su estatus. Ya que no llevaba joyas, al menos llevaría unas botas de diseñador.

—¿Lencería? —Un escalofrío recorrió mi espalda. Ni de broma escogería lencería para mi madre, no quería imaginármela vestida con esas cosas. Un hijo no debería ver la ropa interior de su madre, ¿verdad?

—¿Algo en particular? —Mi padre no habría hecho esa sugerencia si no quisiera llevarme a algún sitio. Si alguien compraría lencería a su esposa, si no es ella misma, sería él.

—Rojo, con mucho encaje. —Justo lo que no se pondría mi madre. Bien, tendría que buscar una clienta de Saks a la que le gustase la lencería roja, o puede que fuese un hombre el que hiciese la compra.

—Vale, te mandaré fotos con lo que encuentre.

Revisé la línea oculta, donde se había registrado la entrada de un enlace. Nada como camuflar el envío de datos dentro de una conversación. Los espías del gobierno estaban pendientes de todo, lo que hablas, con quién, lo que envías... si les dabas algo que rastrear, no prestaban atención a todos los detalles. Cuando estuviese en un lugar seguro, con mi ordenador portátil, entraría en ese enlace con mi código y revisaría toda la información.

Escuché un chasquido en el auricular en mi oído. El teléfono no había vibrado, así que no era una llamada.

—Se acerca la hora de cierre, Adrik. —La voz de la IA de mi coche era masculina. Probé a ponerla igual a la de Avalon, pero la cambié cuando me di cuenta del riesgo que eso suponía. Cualquier otra voz femenina no me habría convencido, así que me decidí por esta. ¿Se cabrearía Chris Hemsworth si se entera que es mi asistente virtual? Da igual, lo que importa es que tengo a Thor a mi servicio.

—Ok, TAV, puedes iniciar el protocolo. —Barrido del local para asegurarme de que nadie salvo yo seguía allí dentro, confirmación de puertas cerradas y aseguradas, lo normal.

—Venus no está en su órbita. —Aquella noticia me hizo sacar la cabeza del lugar en el que la tenía metida. Con rapidez me deshice del equipo de diagnóstico y me dispuse a salir de allí a toda velocidad.

—Necesito ubicación actual, TAV. —Por si no se han dado cuenta, Avalon es Venus, y la órbita en la que debería encontrarse era su torre, o en todo caso su casa. Que no estuviese en ninguno de los dos sitios, o de camino a uno de ellos, no me gustaba en absoluto.

Avancé hasta mi coche para poder ver los resultados de ese rastreo en el parabrisas delantero. ¿Quién dijo que no se podía tener un ordenador con ruedas? Yo tenía uno, con su inteligencia artificial integrada.

La representación 3D de un edificio empezó materializarse frente a mí. La señal de Avalon llegaba desde uno de los apartamentos, concretamente desde la primera planta. Aunque fuese un dibujo cúbico de rayas azules, reconocía aquella distribución en los bajos del edificio. El fogón, el restaurante de Santiago Walsh, uno de la familia, al menos de aquí de Chicago. ¿Qué demonios había ido a hacer allí Avalon? Era demasiado tarde para una visita de cortesía. Intenté buscarle una explicación a su presencia allí, ¿algún cumpleaños? No había saltado el aviso de ninguno en mi agenda de eventos.

Respiré profundamente. No es raro que Avalon esté allí. Bianca, la mujer de Santi, se encargaba de la gestión de todo el departamento médico y del laboratorio. Personal, equipamiento, suministros... Ella lo controlaba todo. Pero... Avalon no necesitaba ir a su casa para comentarle algo del trabajo, o se lo comentaba en persona cuando ella estaba en el edificio, o hacía una llamada. Avalon no solía abandonar su torre, solo lo hacía cuando tenía que ir al hospital o a la facultad para tratar algo de su tesis.

La visita tenía que ser personal, y eso me desconcertaba. Avalon no tenía vida social, era una esclava del trabajo. Alguien como yo, pero de otra manera.

Necesitaba averiguar qué la había llevado hasta allí a estas horas, y solo encontraba una; tenía que presentarme allí con cualquier excusa. Bueno, también podía llamar y sondear a Bianca, pero sería extraño que después me presentase casualmente en su casa con una mala excusa.

—TAV, nos vamos a dar una vuelta. —Ya me estaba quitando el uniforme de trabajo mientras subía a mi apartamento para ponerme algo más casual.

Avalon

Odio a los hombres, a todos. A Owen por robarme las pinturas de colores cuando éramos pequeños, y por adelantarme de camino a la cocina para dejarme las tortitas con menos fruta. A Poe por robarme el mérito de mi trabajo y presentarlo a la junta del hospital como si hubiese sido idea suya, y yo nada más que una estudiante que hizo el trabajo rutinario. Ahora el mérito no solo sería suyo, sino que todos los beneficios económicos resultantes de mi investigación serían para él y el hospital. Y claro, cuando hay dinero de por medio la razón siempre la tiene el que puede engordar tu bolsillo.

Y otro al que odio es a mi padre. ¿Por qué permitió que hiciera esto a mi manera? Seguro que si Poe supiese quién es mi padre, se hubiese pensado un par de veces lo de utilizarme de esta manera. Pero no quería que la sombra de Alex Bowman marcase mi camino, quería conseguir las cosas por mis propios méritos.

La culpa de todo esto es mía, única y exclusivamente mía. ¿Y qué iba a hacer? Nada. El daño ya estaba hecho, los hallazgos publicados con el nombre de otro en una revista científica, y mi nombre perdido en mitad del artículo con unas simples iniciales A. B. Y no, no eran de Avalon Bowman, sino de Avalon Bennet. Me inscribí con el nombre de Avalon B. Bennet en mis clases para pasar desapercibida, y mira lo que había conseguido.

Dejé de mirar el baso, lo tomé entre mis dedos y vacié lo poco que quedaba de alcohol en mi garganta.

—No vas a conseguir sentirte mejor. —Bianca me miraba desde el otro lado de la barra de su cocina. Sus ojos compasivos no estaban ayudándome tampoco a sentirme mejor. Solo el alcohol mejoraría todo esto, porque acabaría doliéndome la cabeza y dejaría de darle vueltas a todo el asunto.

Alguien llamó a la puerta. Bianca no se apartó de mi lado, por lo que debió ser Santi quién abrió.

—¿Hay una fiesta o algo así? —Giré la cabeza hacia el lugar desde el que procedía la voz de Adrik. Sí, a él también le odio. Otro para mi larga lista.

Si no puedes esperar, el miércoles el siguiente capítulo en mi blog.

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