Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

3: Charlas de medianoche

            

DURANTE LA NOCHE, RYN STORMHOLD NO PODÍA DORMIR. Dando vueltas en su cama, resopló con molestia sin pizca de sueño en su cuerpo, su mente yéndose a lugares extraños cada vez que cerraba sus ojos. Había intentado cada truco que se sabía para conciliar el sueño, pero no funcionaba. Ni siquiera contando hasta mil, ni imaginando su vida siendo perfecta, detalle que requería de toda su concentración y la alejaba aún más de los brazos de Morfeo.

Sintiéndose asfixiada por los pensamientos y la frustración de no poder dormir, Ryn se puso de pie, pasando las manos por su cabello castaño y caminó en dirección a la ventana de su habitación. La noche estaba ligeramente iluminada por la luna creciente que se alzaba en el firmamento adornado por un centenar de estrellas. Sus dedos buscaron la pequeña apertura que había encontrado cuando la ubicaron en esa extraña torre y logró abrir la ventana.

Permitió que la brisa nocturna acariciara sus mejillas y cerró los ojos, disfrutando de la sensación. Si no lograba dormir, su mente iría directo a los recuerdos del pasado y ese era un lugar al que no quería ir. Tampoco tenía los ingredientes suficientes para realizar la pócima somnífera que su tía le había recomendado para conciliar el sueño.

Suspirando, Ryn deseó que le permitieran regresar a la sala común de Slytherin. Al menos allí se sentía más cómoda que en la frialdad de la torre. Esta la aprisionaba como una cárcel hasta el punto donde pensaba que desarrollaría un pavor a los espacios cerrados.

Se quedó observando los exteriores de su ventana cuando logró ver una figura familiar en el jardín que estaba visible desde su posición. Reconocía los hombros anchos y la alta estatura que no pertenecía a ningún chico de diecisiete años o menos. James de encontraba sentado, mirando a la nada y por el movimiento de su brazo hacia su boca de manera ocasional le demostró que estaba fumando.

Se le hizo curioso ver a su nuevo profesor de ese modo y, dejándose llevar por un impulso, calculó cuánto le costaría salir de su habitación sin que la armadura al lado de la puerta le avisara a McGonagall que estaba saliendo en medio de la noche. Al lado de su ventana había un pequeño balcón que daba a un pasillo cerca de las escaleras que daban al jardín, de modo que no era una gran distancia y podía llegar a él si se impulsaba lo suficiente.

Pasó sus piernas primero y se aseguró de tener un paso firme antes de dar el pequeño salto al balcón. Para su suerte, su balance no la traicionó, por lo que pudo llegar al pasillo y bajar las escaleras estando ilesa.

James no se dio cuenta de que ella se encontraba acercándose a él. Suponía que estaba sumido en sus pensamientos como para no escuchar el sonido de sus pasos. Lo admiró durante unos segundos, mirándolo revolcarse aún más el cabello oscuro.

—Es la primera vez que veo a un profesor fumando en medio de la noche —mencionó Ryn, haciendo que James se sobresaltara por el susto.

Lo menos que esperaba era ser atrapado con un porro en su mano y menos por una estudiante que, según había escuchado hablar, tenía fama de buscar pleitos. Eso sin contar que su mente andaba jugándole sucio al tener pensamientos fuera de lugar respecto al cuerpo de la muchacha.

Su estudiante.

—No deberías estar aquí —le dijo James, alzando su mirada hacia Ryn.

—Tú tampoco —rebatió, encogiendo sus hombros—. Además, si buscabas que no te atraparan, deberías moverte de lugar. Podía verte desde mi habitación.

La confusión se presentó en el sistema de James, aturdiéndolo durante unos segundos. Recordaba haber investigado la casa de la chica y no era una que se encontrara cerca de ese jardín. Tampoco sabía que hubiera habitaciones de estudiantes en esa área del castillo.

—¿No se supone que eres Slytherin? ¿No es tu sala común en las mazmorras? —interrogó, observando a la muchacha sentarse a su lado.

Ignoró, o al menos intentó, no fijarse en que ella no llevaba sostén y que podía ver la silueta de sus pezones a través de la tela. Desviando la mirada de la zona, James optó por darle otra calada al porro.

—No me tienen ahí este año —respondió con simpleza, evitando decir detalles al respecto. James arqueó una ceja, pero decidió no entrometerse, cosa que Ryn agradeció en silencio—. Entonces, ¿puedo tener un poco de eso, profesor?

El rostro de él se contrajo en una mueca y Ryn tuvo que reprimir una carcajada.

Disfrutaba tanto molestarlo con el mote. Se acordaba de él en sus tiempos de Hogwarts. Tal vez él no de ella, pero ella sí de él. Era un completo descarado que disfrutaba de hacer cabrear a los profesores, un bromista de primera, un rebelde. Tenía un ego del tamaño de un edificio, el cabello igual de revuelto y una sonrisa capaz de crear cascadas en la ropa interior de las chicas.

—No me llames así cuando estoy fumando. Me recuerdas lo irresponsable que soy —replicó, rodando un poco los ojos y llevó el porro a sus labios, dando otra calada y dejó salir el humo con lentitud—. Y no sería apropiado que comparta esto con una estudiante.

Esta vez sí soltó la risotada, echando su cabeza hacia atrás en el proceso.

—De acuerdo. Déjame ir a hablar con McGonagall a ver qué piensa sobre tus hierbas ilícitas —dijo, fingiendo que iba a pararse.

—Pero viendo que eres mayor de edad...—añadió con rapidez, ofreciéndoselo. Ella lo tomó gustosa—. ¿Sabes cómo hacerlo o te digo?

Ella hizo un movimiento con su mano libre, dejándole saber que estaba bien, y con la otra llevó el porro a sus labios, colocándolo entre ellos antes de inhalar. Permitió que el silencio los rodeara durante un minuto, dio una segunda calada y se lo devolvió a James, quien también aprovechó para imitar los movimientos de la muchacha.

—En quinto año salí con un hijo de muggles. Él traía de la María oculta en bolsas de té para que no lo descubrieran —le dijo a James y él solo escuchó. Había compartido muy poco con ella, pero por lo que veía, era un libro bastante cerrado, a pesar de que mostrara que no tenía filtro alguno, así que escucharla hablar sobre una experiencia era distinto—. Me invitó a fumar una noche bajo las gradas del campo de Quidditch. Estaba súper volada esa noche, así que dejé que me lo metiera, aunque pensándolo bien tal vez ese fue su plan desde un principio.

James se ahogó con el humo que acababa de inhalar y tosió frenéticamente. Por el amor a Merlín. ¿Esa chica sabía lo que no debía decirle a un profesor? Porque ahora no podía dejar de pensar en ella escabulléndose en la noche para tener sexo con chicos en ese mismo lugar. Él lo había hecho en su adolescencia, pero escucharla a ella era... No tenía palabras para explicarlo.

—No deberías decirme esas cosas, Ryn.

Ella soltó una risita, arrebatándole el porro para terminarse lo que quedaba.

—Por favor, apenas te veo como figura de autoridad —confesó con completa honestidad—. Yo estaba en tercer año cuando estabas en último. Además, estudié con tu hermana.

Volteó para verla, manteniendo el ceño fruncido.

—¿Con Lily? —La sorpresa marcó sus palabras.

—¿Tienes otra hermana? —preguntó, elevando sus cejas con un toque de burla—. Sí, ella se graduó en junio y yo estoy repitiendo el año. ¿Te cuadra la matemática?

Tenía sentido.

Solo que no se había puesto a pensar mucho en ello. Quizá porque la mayoría del tiempo intentaba no pensar en el cuerpo de Ryn. A pesar de que la trataba como chiquilla, James se había tirado a chicas de su edad. Su límite de minoría de edad eran las de diecisiete porque era lo que marcaba lo legal en el mundo mágico. Ryn ya tenía dieciocho, así que sí estaba entre los parámetros de mujeres con las que tendría sexo. Todo su físico estaba entre esos parámetros.

Y James no debería pensar en eso porque ese desliz podría causarle un despido y el adiós completo a su carrera como jugador profesional.

—No te recuerdo —se limitó a decir, tratando de enfocarse en alejar sus pensamientos volados de Ryn.

Pero su mente no estaba ayudando en lo absoluto porque recordó la forma en la que lucía su redondo trasero en los pantalones blancos y ajustados de quidditch. Maldición, ¿cómo era posible que se encontrara duro con solo esa imagen mental? Ah, quizá porque había imaginado el trasero de Ryn rozando la parte frontal de su pantalón, tentándolo.

Forzó pensamientos de Trelawney en bikini, de la paliza que le dieron en el campeonato y de muchas cosas que serían dolorosas o perturbadoras, pero no ayudaban a bajar su presente erección. Le costaba tanto porque la tenía justo al lado y sin sostén, sus pechos redondos y con el tamaño perfecto para que encajaran en la palma de sus manos.

—Eso está bien. Nadie quiere un recuerdo de mí en esa época —mencionó ella, restándole importancia—. ¿Sueles fumar seguido? —curioseó un poco.

James movió su cabeza en un gesto negativo.

Nah —respondió—. Si lo he hecho diez veces en toda mi vida es mucho —añadió un poco más de información.

Ryn pareció no creerle.

—¿En serio?

—Como una maldición asesina —aseguró—. No me gusta mucho fumar. Las experiencias no han sido buenas.

De reojo, James pudo ver cuando Ryn acomodó su cabello por encima de uno de sus hombros y ladeó su cabeza, prestándole más atención.

—¿Qué tan malas?

Por un momento, quizá porque se encontraba un poco volado, James no la vio como una estudiante, sino como una chica normal con la que mantenía una conversación amena que no giraba en torno a coqueteos indiscretos. Si se ponía a pensar en ello, no recordaba la última vez que había tenido ese tipo de conversación con cualquier mujer que no fuera su hermana o alguna de sus primas.

Era patético.

—La primera vez que lo hice fue con mi hermano, Teddy. Yo tenía catorce, mi edad más rebelde, y él trajo de la verdadera María. Enloquecí por completo. Sentía que me iba a morir y que los dementores vendrían a secuestrarme. —La carcajada de Ryn se perdió en la brisa de la noche, pero hizo eco en el interior del cráneo de James, recordándole lo cerca que estaban—. Mi madre se enteró, estuve castigado el resto de las vacaciones y Teddy no pudo visitarnos durante ese tiempo.

Para el momento en el que James terminó de hablar, Ryn tenía el rostro rojo de tanto reír y él no pudo evitar unirse a sus carcajadas. Estuvieron unos cuantos minutos solo riendo e intentando controlarse, pero no ayudaba para nada que se encontraran casi en otra dimensión y que ninguno tuviera mucha experiencia al fumar.

—Quién diría que tuvieras tan poca resistencia —Ryn se burló un poco—. Solía pensar que los jugadores profesionales tenían toda la fama y que con ello venían las pócimas, polvo de hadas y hierbas ilícitas.

James chasqueó su lengua.

—Ahí te equivocas. Nos hacen una especie de prueba antes de cada campeonato para asegurarse de que no estamos perjudicándonos —explicó con paciencia—. El alcohol es otra historia.

Ryn alzó sus cejas.

—¿Sí? Déjame adivinar: tomas cuatro copas y ya andas con la lengua pesada —lo molestó, sus labios curvándose en una sonrisa contagiosa.

—¿Y tú? ¿Qué tan seguido se supone que tú te vas a otra dimensión? —preguntó con un interés que no debería tener por ella.

Quería saber más. Todos conocían quién era él, su vida entera estaba expuesta al ojo público en todo momento y a veces eso provocaba que no se interesara en conocer a las personas a fondo, saber los detalles que guardaban en privado. Ryn tenía una actitud altanera y problemática, su lengua viperina y coqueta, pero no demostraba más que eso. Su historia se encontraba oculta del mundo.

O quizá solo estaba poniéndose muy filosófico. Tal vez todo lo que estaba pensando era producto del porro y no se pondría a pensar en ello si no tuviera el efecto presente.

Ni siquiera supo cuándo su vista descendió del rostro de la muchacha hacia su busto cubierto por la fina tela, pero en algún punto de su momento filosófico, se había encontrado observándola más de lo necesario.

—Mis ojos están más arriba —le dijo Ryn.

James relamió sus labios.

—¿Y si no son tus ojos lo que quiero ver? —La pregunta brotó de su boca antes de que pudiera procesarla como un pensamiento coherente—. Espera, no, no, no. Olvida que dije eso. No estoy pensando con claridad.

Durante un segundo, pensó que Ryn iría corriendo a decirle a todos que había soltado un comentario arriesgado y arruinaría su vida entera, pero en lugar de eso ella solo mordió su labio inferior y se arriesgó al robarle un beso.

Fue un acto tan rápido que James apenas pudo sentir el roce cálido de su boca sobre la suya durante un breve segundo. A pesar de ello, sus sentidos estaban agudizados, cada toque se sentía más presente de lo que verdaderamente era, por lo que ese simple contacto de labios fue como recibir una buena probada de un fruto que lo hizo desear más.

—Ryn...

No pudo formar un pensamiento ininterrumpido, por lo que decidió permanecer en silencio. La vio ponerse de pie y sus ojos volvieron a posarse en las curvas de su pecho.

Maldición, él no era del tipo que fantaseaba tanto con una mujer. En especial una que apenas había pasado la mayoría de edad. Tenía la edad de su hermana, por el amor a Dios. Sería como querer tirarse a una de las amigas de Lily. Siempre había considerado que las amigas de su hermanita eran irritantes y demasiado chillonas. Ahora se encontraba como un mocoso adolescente que tuvo su primer calentón.

Pero lucía como las amigas de su hermana. Tenía un aura de oscuridad que le resultaba más atrayente que cualquier luz del planeta.

Si pudiera y no tuviera la paranoia de joder sus metas de vida, ya la hubiera halado a su regazo en un beso que llevaría a mucho más que toqueteos por encima de la ropa.

«Ambos están volados», se dijo a sí mismo, removiéndose en su lugar en un intento de que su presente erección no doliera tanto.

—Es mejor si me voy ahora —comentó Ryn y no se movió hasta que James enfocó sus ojos cafés en los de ella—. Inferiste algo sobre no querer ver mis ojos, pero sí mis pechos, así que...

Y sin titubear, Ryn elevó la tela de su camisa hasta que su piel estuvo expuesta.

El primer instinto que James tuvo fue abrir su boca por la estupefacción y después girar el rostro, repitiéndose mil veces que era una estudiante. Oh, pero sus ojos habían captado una vista completamente apetecible.

—¡Por Merlín! —exclamó en voz baja, cerrando sus ojos para no caer en la tentación de mirarla, aunque la necesidad lo estaba comiendo vivo.

—¿Estás seguro de que no quieres mirar? Te ayudará cuando decidas ponerte amistoso con tu mano —dijo en un tono que resultaba convincente.

Maldición.

Se iría al infierno y a Azkaban si lo atrapaban, pero realmente quería admirarla. Si no tocaba, no estaba tan mal, ¿verdad?

—Solo una mirada rápida —murmuró, llevando sus ojos a la zona que tanto deseaba apreciar.

Un gimoteo bajito se escapó de sus labios al confirmar que la vista no era para nada decepcionante y la iba a tener en su mente grabada por un largo tiempo.

Ryn lo dejó observar por un corto tiempo y bajó la tela, acomodándola en su lugar antes de marcharse de una vez y por todas, dejando a James con un dilema mental y la crisis existencial más grande que había tenido en su vida.

Si no tocaba, no estaba tan mal, ¿cierto?


_________

Confesaré que tuve que buscar en internet cómo se fuma y qué se siente.
#LoQueCallamosLosEscritores

Dedicado a mi bebé AbbySilvaVic quien hizo este precioso edit de Ryn. ❤️ Te amo bb.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro