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23: Salvación

NEVILLE CORRIÓ HACIA LAS MAZMORRAS, SOSTENIENDO LA CARTA DE RYN EN LA MANO DERECHA. El pergamino estaba arrugado entre los dedos que lo apretaban como si su vida dependiera de ello. En cierto modo, lo hacía. Porque su corazón latía con intensidad en el interior de su caja torácica, queriendo salir y llegar al destino primero que él.

Maldecía el momento en el que Hogwarts no permitía la aparición porque no podía dejar de pensar que era lo que necesitaba hacer. Correr de un lado a otro no iba a ser suficiente cuando tenía el reloj en su contra. El "tic-tac" yendo al compás de su corazón mientras se enfocaba en correr lo más rápido que sus piernas le permitían, aunque la velocidad se sentía lenta, casi como si todo el mundo se hubiera ralentizado a su alrededor.

A su alrededor podía escuchar a algunos estudiantes murmurar en los pasillos, pero apenas se detuvo a prestarle atención. No cuando la preocupación reinaba en su sistema. No iba a detenerse hasta encontrar a Ryn. No iba a dejar de correr hasta asegurarse de que Ryn no iba a hacer lo que estaba pensando.

Esa carta sonaba como una completa despedida. No un "me iré lejos por un tiempo y te escribiré pronto". No, sonaba en el mismo modo en el que le dijo aquellas palabras un año atrás antes de lanzarse por el ventanal roto del aula.

Las pocas ventajas que tenía ser el sub-director de Hogwarts, era que conocía todas las contraseñas de las salas comunes, por lo que adentrarse en la de Slytherin no fue un problema. Ni siquiera se detuvo por un largo tiempo para preguntarse cuál era porque todo el camino lo único que hizo fue repetirla una y otra vez para asegurarse de que no se iba a detener innecesariamente. No cuando tenía tanto que perder.

La sala estaba vacía, de modo que lo primero que sus ojos fueron capaces de ver fue el mural que los estudiantes hicieron. El homenaje a Simon Fox. El estómago se le retorció al saber exactamente qué había causado el quiebre de Ryn. No era el hecho de que las cosas hubieran estado yendo increíblemente mal en las pasadas semanas—aunque sí era una gran parte—, sino que fue el recordatorio del aniversario que se encontraba próximo a ocurrir.

El asesinato.

Y su intento de quitarse la vida.

Se dirigió hacia la habitación asignada para Ryn, y se preguntó qué demonios había tenido la tía de Ryn en la cabeza cuando decidió que sería una buena idea mandarla a ese infierno de nuevo. A sabiendas de los actos de sus compañeros y las cosas que le hacían. Era inverosímil que le hubieran permitido regresar a las mazmorras donde corría peligro cada minuto del día. No importaba que la hubieran colocado en una habitación sola.

La puerta del cuarto estaba entreabierta, por lo que Neville no tuvo que utilizar ningún hechizo para abrirla. Ryn no se encontraba en el interior. El cuarto completamente vacío con las pertenencias de la caja que le regaló hace meses en el suelo, regadas como si hubieran sido lanzadas.

El pecho de Neville se contrajo dolorosamente.

¿Dónde demonios se encontraba Ryn?

Con la boca seca y la respiración agitada, supo que no le quedaba de otra que buscar ayuda de parte de dos personas: Minerva McGonagall y James S. Potter.

James todavía se encontraba en el despacho pensando en la conversación con Ryn. Había pasado al menos un par de horas y ni siquiera se había movido del lugar, todavía de pie, recriminándose por haberla dejado ir cuando estaba claramente alterada. Solo confirmó más el hecho de que no había roto con él porque fuera un juego para ella, sino que había algo más ocurriendo, algo que no podía descifrar del todo.

Lo único que se le podía venir a la cabeza era que estuviera tratando de proteger a alguien, pero no estaba tan seguro de qué podía haber desatado eso. Era obvio que ambos estaban sufriendo y que los sentimientos seguían presentes entre ellos, mas no podía comprender del todo por qué debían estar separados y sufriendo por separado.

Cuando Neville se abrió paso en el espacio, luciendo completamente aterrado y agitado, James supo que algo estaba mal. No solo con lo sucedido antes, sino que podía ver el terror opacándole los ojos Longbottom, cuando habitualmente era un hombre sereno y calmado.

—Neville —lo llamó.

—¿Dónde está Ryn? —preguntó al instante, sus ojos recorriendo el lugar—. ¿La has visto?

James negó, tragando en seco.

—No, no desde hace unas horas —confesó de manera apenas audible.

—Demonios —masculló Neville, caminando de lado a lado.

—¿Qué está pasando? —interrogó James, sintiendo el miedo transferirse de Neville hacia él, invadiéndole el sistema.

—Creo que va a intentar hacer algo —murmuró el mayor de los dos.

—¿Cómo qué? —insistió en saber.

Neville se relamió los labios.

—Como quitarse la vida —pronunció en voz alta y las palabras solo hicieron eco en el cerebro de James.

El cuerpo se le paralizó, las extremidades sin querer responderle. Un par de segundos estuvo procesando la respuesta de Neville. Si se ponía a pensarlo, hacía sentido, teniendo en cuenta el comportamiento de Ryn en las pasadas semanas. La forma en la que había pasado a ser alguien ausente, el cambio errático, la manera en la que se desató su ataque unas horas atrás.

Teniendo en cuenta su historial...

Joder.

—Puedo encontrarla. Si todavía se encuentra en Hogwarts, puedo encontrarla —anunció James, apresurándose a girarse para buscar el mapa cuando Neville lo detuvo.

—Hay algo que debes saber antes —avisó Neville cautelosamente, pero su rostro estaba sombrío. James pudo sentir la preocupación tomar el control de su sistema, percatándose de que lo que iba a escuchar no iba a ser algo que le gustaría—. Es sobre Ryn...

Y así fue como James se enteró de la verdad sobre la chica que amaba.

Ryn no estaba segura de cómo iba a hacerlo. La verdad era que no tenía algún plan o idea de cómo terminar con su sufrimiento de una vez y por todas. Solo sabía que ya no tenía energías ni fuerzas para continuar viviendo. Tal vez por eso fue por lo que optó por adentrarse en el Bosque Prohibido. Tenía la esperanza de que si alguna criatura se le cruzaba en el camino, la viera como una intrusa.

Tal vez no tendría que hacerlo por su cuenta.

No tenía su varita. Tampoco algún arma para defenderse.

Solo se tenía a sí misma.

Detuvo sus pasos y cerró los ojos, sintiendo las gotas de lluvia golpearle el rostro. Bajó la cabeza para observar sus manos, el poder cosquilleándole en la piel, pidiendo a gritos salir para unirse a la lluvia que estaba comenzando a caer.

Por primera vez en un año, Ryn lo permitió salir. El pecho le comenzó a doler a medida que su energía negativa salía para unírsele a las nubes sobre el bosque, ayudándolas a tornarse oscuras, arrebatándole la claridad. Los truenos resonaron en su cráneo y Ryn se sobresaltó cuando las memorias del pasado invadieron su cerebro.

La última vez que utilizó su poder mató a alguien. Lo usó maliciosamente para deshacerse de alguien que presentaba una amenaza. Tal vez Neville tuvo razón en su reporte. Tal vez no lo hubiera hecho de no haber sido porque se encontraba completamente gastada física y mentalmente, pero ¿importaba? Le quitó la vida a una persona. Se quedó de pie observando cómo se ahogaba con su poder y ni siquiera se inmutó.

Cruel y vil.

Egoísta.

Mala.

Ryn era mala.

La tormenta a su alrededor se fortaleció, los árboles moviéndose con la fuerza de los vientos que estaban sacudiéndolos.

—Ryn, ¿qué has hecho?

La voz de Neville resonó en su cabeza al mismo tiempo que el recuerdo de lo sucedido se instaló en su cerebro. Recordó la forma en la que la miró.

No importaba lo mucho que Neville hubiera intentado de levantarle el ánimo con la caja, no quitaba el hecho de que la vio como una villana. Era una terrible persona. Una asesina. Alguien incapaz de controlarse. Alguien que no merecía lástima.

Sus compañeros habían tenido razón al tratarla como si fuera lo peor del mundo.

Lo era.

Katsiaryna Stormhold era la peor persona respirando.

No mató en defensa propia, no lo hizo por unos ideales o convicciones, tampoco accidentalmente. Lo hizo porque se sintió traicionada, porque no quería que el mundo supiera lo que era muy en el fondo: alguien débil y miserable.

Era su turno de librarlos de la amenaza potencial que era.

—¡Ryn!

No, no, no, no.

¿Qué estaba haciendo él ahí?

Ryn se giró con lentitud, encontrándose con James a unos metros de ella.

—Vete —pidió en una voz pequeña. El nudo en su garganta apenas permitió que las palabras sonaran como un murmuro ahogado. Tragó y levantó el mentón, reuniendo la poca convicción que le quedaba—. Vete, James.

Él negó, pero tampoco dio un paso para acercarse. Solo se quedó de pie, observando el panorama durante unos segundos.

—No —dijo en respuesta—. No me voy a ir, no voy a permitir que hagas esto.

Un par de lágrimas salieron de los ojos de Ryn, mezclándose con el agua de la lluvia cayendo sobre ellos.

—No es tu decisión, James.

—Tampoco es tuya —refutó él.

Ella se rio.

—Lo es.

—No.

—Es mi decisión. Ya no quiero hacer esto —expresó con voz ahogada y temblorosa por el llanto que se rehusaba a salir—. Ya no quiero vivir y continuar con esta miseria. No puedo continuar viviendo con esta culpa.

James solo inhaló profundamente, reuniendo el valor para enfrentar la situación que se encontraba frente a él. Jamás pensó que iba a terminar de esa forma. No quería pensar que esa iba a ser la última vez que iba a ver a Ryn. No iba a dejar que sucumbiera a los pensamientos negativos que su cerebro estaba emitiendo.

No por ser egoísta y quererla junto a él para siempre.

Parte de él se estaba dando cuenta de que iba a ser imposible, pero debía intentarlo. Nunca se iba a perdonar si no hacía todo lo posible por detenerla antes de que hiciera algo de lo que no iba a poder regresar nunca.

—Ryn...—dijo, pero la verdad era que no sabía qué decir.

¿Qué pasaba si sus palabras solo la lanzaban a un vacío más profundo? ¿Qué pasaba si sus palabras resultaban como el detonante para continuar con lo que estaba haciendo?

—Maté a alguien —confesó Ryn por primera vez, mirándolo directamente a los ojos, aunque su vista se encontraba vacía y ausente. Era como si se lo estuviera diciendo a la nada.

James se percató de lo que estaba tratando de hacer. Aunque fuera fuerte escucharlo de sus propios labios, estaba agradecido de que Neville le hubiera contado la verdad antes de buscarla. Porque sus palabras no lo asustaron.

—Lo sé.

Ryn dejó salir un sollozo.

—Maté a alguien, James. Todo este tiempo has estado amando a una asesina. ¿Cómo te hace sentir eso? —Espetó.

Él negó con la cabeza.

—No va a funcionar esta vez —le dejó saber—. No vas a lograr asustarme o herirme. Te amo, Ryn. La verdad no lo cambia, pero no estoy aquí para decirte eso —habló y comenzó a caminar hacia ella con lentitud, dando un paso y permitiendo que un par de segundos pasaran antes de dar el otro—. No estoy aquí para profesarte mi amor o decirte todas las palabras que ya conoces.

La barbilla de Ryn tembló con el llanto reprimido.

—¿Qué estás haciendo aquí entonces? —cuestionó—. ¿Piensas que puedes salvarme?

James negó y el corazón de Ryn se rompió un poco más al notar que lo hizo con derrota. Tal vez había comenzado a ver la situación por lo que era: un caso perdido. Eso era todo lo que iba a ser entre ellos. Nada más que algo que no valía la pena rescatar o intentar reparar porque era imposible.

Ryn estaba hecha de un espejo que ya había sido quebrado demasiadas veces como para ver su reflejo con claridad. Del tipo que te encuentras en el camino y no puedes evitar pensar que es un mal augurio, un presagio de mala suerte o de maldad.

Tal vez James estaba empezando a verla como tal.

—No puedo salvarte, Ryn —anunció y ella notó el rastro de lágrimas en su voz—. No importa lo mucho que lo intente, es algo que nunca va a suceder. No puedo hacer algo que no estás dispuesta a hacer por ti misma.

Las palabras de James calaron sus huesos.

—Dijiste que no era mi decisión —masculló entre dientes—. ¿Ahora se supone que es mi decisión salvarme?

James se mordió el interior de la mejilla.

—No creo que sea una opción. Ninguna de ellas, sino que es algo que solo haces. Para bien o para mal. Solo espero que lo que sea que hagas, sea para bien.

—¿Bien para quién? ¿Para ti... o para mí?

Él extendió su brazo y logró tocarle el hombro.

—Para ti. Siempre para ti.

Un relámpago brilló tan fuerte que casi los cegó durante un instante, y fue suficiente para darse cuenta de la proximidad de James. El pánico se asentó en su pecho al percatarse de que estaba en peligro.

La tormenta...

James...

No.

—Vete —insistió con la respiración agitada. Él negó firmemente, demostrándole que no iba a cambiar de opinión tan fácil—. James, por favor. No quiero herirte.

—¿Por la tormenta?

Ryn asintió.

—No puedo controlarla —admitió en un sollozo—. Por eso maté a Simon. Quería probar que era capaz de controlar la tormenta cuando en realidad es ella la que tiene todo el control sobre mí.

—No voy a dejarte, Ryn. No pienso irme sin ti —le dejó saber.

Ella cerró los ojos mientras sus hombros temblaban con el llanto. Se dejó caer al suelo, llevándose las manos a la cabeza mientras hacía todo lo posible por mantenerse a raya. No quería pensar en los rayos, en que uno podía caer sobre James y matarlo. No quería pensar en el viento, ni en el agua que los rodeaba.

Solo quería protegerlo.

Pero no sabía cómo detenerlo.

—James, por favor —suplicó con ojos cerrados.

Él hizo caso omiso y se agachó, eliminando el espacio entre sus cuerpos. La rodeo con los brazos y ella hundió el rostro en su pecho, sollozando sin control, pero no le devolvió el afecto.

—Puedes detenerlo —susurró James en su oído—. Eres más fuerte de lo que crees.

Ryn negó.

—Es demasiado fuerte.

—Creo en ti.

—No deberías —refutó Ryn—. No deberías creer en alguien como yo.

—Puedo ayudarte.

—No quiero ser ayudada —reveló con voz quebrada—. Es demasiado tarde para eso.

James se rehusaba a creer eso. Nunca era demasiado tarde para buscar ayuda y ser ayudado. Era la desesperanza hablando por ella porque se encontraba en medio de una tormenta de la que parecía no poder escapar. Pero eso solo era momentáneo. Nada en la vida era eterno, ni siquiera la miseria y el sufrimiento. Solo cegaban a las personas a tal punto donde parecía que no iban a ser capaces de encontrar una salida.

Y no, James no quería salvarla. Eso era algo que ella debía hacer por su cuenta, pero sí estaba dispuesto a acompañarla en el proceso. Sería la persona que la sostendría de la mano mientras atravesaba su infierno.

—Nunca es tarde, Ryn —aseguró—. Puedes cambiar tu pensar, puedes detener esto.

—¿Y si lo hago qué? —inquirió—. ¿Qué pasa después? Nada. Absolutamente nada porque no tengo nada más aquí.

—Eso no es verdad.

—Ni siquiera te tengo a ti —continuó hablando y en su voz fue palpable todo el dolor que estaba cargando—. Nunca te voy a tener a ti luego de todo lo que ha pasado.

—Siempre me vas a tener.

Ella negó y colocó su mano en el pecho del muchacho, sintiendo el corazón palpitar bajo la ropa mojada. El corazón que en el pasado la acompaño en su sueño las noches que durmió junto a él.

Algo que nunca volvería a tener.

—No lo entiendes —dijo con amargura—. Te traicioné tantas veces, James. Todas las noches desde el momento en el que me dejaste sola en el cuarto. Todas las noches... permití que Adrien usara mi cuerpo a cambio de protección, para asegurarme de que alguien no iba a hacerme daño. Dejé que hiciera lo que quería conmigo. ¿Entiendes lo que quiero decir?

—Te amo.

—¿Entiendes lo que quiero decir? —repitió.

—Te amo.

—¡No es lo que estoy preguntando! —exclamó.

James se rompió en llanto.

—Sí, sí entiendo —respondió a su pregunta y colocó las manos en el rostro de la chica, acunándolo—. No cambia nada. Te amo.

—El amor no es suficiente cuando no tengo algo más que desprecio por mí misma.

—Puedo amar por ambos.

—No funciona así y lo sabes —murmuró Ryn.

Él la sostuvo más fuerte y la lluvia pareció disminuir a su alrededor.

—Déjame intentarlo. Déjame ayudarte. No es demasiado tarde, por favor.

—Déjame ir —suplicó ella.

—No puedo —admitió James—. Podemos descifrar esto. Mi papá puede ayudarte, podemos meter a Adrien en el peor rincón de Azkaban por haberte tocado... Minnie ayudará a que termines tu educación lejos de aquí si lo quieres. Puedo ayudarte a irte de aquí y nunca volver... Lo que quieras, Ryn. Haré lo que quieras, menos eso.

Con cada palabra, el corazón de Ryn latía más fuerte, su cuerpo estremeciéndose con cada opción que James lanzaba en su camino. A su alrededor, la tormenta disminuyó. Durante unos segundos, lo pensó.

—¿Puedo irme?

—Sí, si es lo que deseas. Puedo asegurarme de que nadie te encuentre y que puedas empezar de nuevo lejos de todos los que te han herido. Puedo ofrecerte eso, un nuevo comienzo.

Ryn tragó, luchando con el llanto.

Lo había considerado antes, pero nunca había tenido los recursos para hacerlo. ¿Sola? Su padre la hubiera encontrado a la semana. ¿Con la ayuda de James? Tal vez podría tener otra vida.

Empezar de nuevo.

Poder intentar olvidarse de todo lo ocurrido.

—La tormenta se ha ido —observó James.

Ryn bajó la mirada hacia sus manos, percatándose de que ya no podía sentir el cosquilleo de su poder.

—Un nuevo inicio —susurró—. Quiero irme.

James asintió, poniéndose de pie y le extendió la mano.

—De acuerdo.

—¿Lo prometes?

—Lo juro.

Ryn comenzó a extender la suya para unirla con la de James, pero un fuerte dolor la azotó, haciendo que volviera a caer por completo al suelo. Ni siquiera podía sostenerse en sus rodillas. Ni siquiera tuvo oportunidad para quejarse. El dolor fue tan fuerte que le arrebató la consciencia.

—¿Ryn? ¡Ryn! —gritó James, sacudiéndola.

Ella no respondió.

Se quedó completamente inmóvil en el suelo y fue cuando James notó el rastro de líquido saliéndole de la comisura de los labios y de la nariz. No era sangre, sino agua.

Ryn estaba expulsando agua fuera de su cuerpo.

—¡Ayuda! —La voz de James hizo eco en el interior de la enfermería cuando se adentró en ella, sosteniendo a Ryn en los brazos.

Madame Pomfrey apareció a su lado al instante, luciendo perdida y aturdida. No entendía del todo lo que estaba sucediendo, pero le indicó que la pusiera en una de las camillas mientras buscaba su varita para preparar su proceso.

—¿Qué sucedió? —quiso saber mientras comenzaba a examinar el cuerpo inconsciente de Ryn.

James abrió la boca para responder, pero la mano de Neville en su hombro lo detuvo. No supo en qué momento llegó, pero estaba a sus espaldas junto a Minerva McGonagall.

—Señor Potter, será mejor que se marche —dijo McGonagall.

Él negó con la cabeza.

—James, por favor —pidió Neville, sus ojos suplicándole que obedeciera.

Pero James estaba harto de que le dijeran qué hacer. Lo único que quería en ese momento era estar junto a Ryn para asegurarse de que se encontraba bien, de que iba a estar bien. No le importaba que las personas se enteraran de su amor por la muchacha. No existía algo que importara más que el bienestar de Ryn y no se iba a marchar hasta asegurarse de que no iba a perderla.

—No.

—James —repitió Neville.

—No voy a dejarla —avisó, sosteniendo la mano de Ryn entre la suya.

Ya no estaba cálida, sino fría y casi tiesa.

El pecho se le estrujó, pero hizo todo lo posible por no quebrarse.

—No hagas esto.

—Señor Potter...

—No voy a dejar a mi novia sola —anunció y, a pesar de que lo hizo en un murmuro, todos en la enfermería fueron capaces de escucharlo.

____________

Sí, bueno, ¿estamos bien?

Les digo quién no lo está... Ryn. :D

Pues... quedan dos capítulos para que esto se acabe. ¿Qué va a pasar en ellos?

Cuéntenme sus teorías.

Love,

Thals <3

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