22: La caja
LO ÚNICO QUE ESTABA MANTENIENDO A RYN DE PIE FRENTE A TODOS SUS COMPAÑEROS, era el hecho de que estaría completamente indefensa ante las personas que no le ofrecerían ni una onza de simpatía o protección.
Sentía las extremidades dormidas, incapaces de moverse a causa de la estupefacción e impresión de haberse encontrado con su pasado de una manera tan fuerte. En ese año, Ryn había hecho todo lo posible para mantenerse lejos de esa noche en la que se manchó las manos de sangre porque era un lugar oscuro. Demasiado oscuro para ella poder sumergirse en él y salir intacta. Pero ahí estaba ahora, de pie frente al mural que los estudiantes de Slytherin le hicieron a la segunda peor persona que había conocido en la vida: Simon Fox.
Estaba completamente paralizada. No se movió cuando sus compañeros de casa se rieron. Tampoco cuando Adrien se encaminó hacia ella en lentas zancadas, ofreciéndole el tiempo para huir si lo hubiera querido, pero demostrando que estaba confiado en que no lo haría. Estaba en lo correcto porque Ryn no encontraba cómo iba a ser capaz de escabullirse lejos cuando se encontraba completamente rodeada por los estudiantes. No tenía la capacidad mental para controlar su poder, y mucho menos la habilidad suficiente para protegerse de ellos si decidía atacar.
Con el corazón siendo lo único en movimiento, golpeándole el pecho, Ryn se mantuvo inmóvil mientras Adrien caminó alrededor de ella como un depredador acorralando a su presa. Si él decidía hacer algo para herirla o torturarla—física o emocionalmente—, no iba a tener alguna defensa. Solo haría lo que hizo el resto del año: aguantar, resistir, sobrevivir.
Tenía que sobrevivir a ese momento intimidante del cual nadie sería capaz de salvarla.
Porque no tenía el control de la situación.
—Ryn, Ryn, Ryn —repitió Adrien, estirando la mano para acariciarle el rostro a la chica con los dedos.
Se estremeció al sentir el tacto frío de Adrien sobre su piel, tocándola frente a las personas, aunque no de la forma en la que lo hacía cuando estaban solos. Esta vez su propósito era de puro odio y rencor. Una mezcla de emociones que Ryn no podía comprender su procedencia.
Entendía que Simon Fox fue un profesor querido en Hogwarts, pero era un hombre terrible. Nadie realmente conocía lo que ella sí. Solo dos personas se enteraron de la verdad de su identidad, y su testimonio quedó como una mentira que hizo para protegerse.
Simon Fox murió y fue sepultado como un puto héroe, mientras que a ella la convirtieron en la villana de la historia.
—¿Qué quieres, Adrien? —pronunció entre dientes, tragando en seco mientras se obligaba a permanecer fuerte.
Aunque todos los presentes eran capaces de ver la forma en la que su cuerpo se sacudía con los temblores que la recorrían. Estaba siendo de todo menos fuerte. Débil, vulnerable, una cría aterrorizada.
Adrien sostuvo el rostro de Ryn al colocar dos dedos en su mentón, previniendo que se moviera lejos.
—¿Todavía no sabes? —preguntó, mirándola directamente a los ojos. Su voz bajó unos cuantos decibeles, evitando que el resto de los presentes escucharan su intercambio de palabras, las verdades que permanecían en silencio—. Mi querida asesina, Simon era mi primo.
Su corazón se detuvo y dejó de respirar mientras la sorpresa la consumió por un minuto entero. Incluso sintió la temperatura de la habitación reducir veinte grados, cortándole la piel con la gélidas de la verdad. ¿Cómo no conocía esa pieza vital de información? ¿Cómo era posible que desconociera del parentesco entre el hombre que mató y el chico que la torturaba?
Por primera vez en un año, las piezas parecieron encajar por completo. La razón por la que las personas verdaderamente la odiaban, cómo nadie le creyó sobre lo sucedido con la chica de quinto, las constantes torturas, y el hecho de que la mantuvieron completamente aislada de sus compañeros durante el primer semestre.
¿Conocía su tía esa información? ¿Sabía que la había lanzado a un abismo del que no podía ser rescatada o salvada? Porque parecía inverosímil que Simon y Adrien estuvieran emparentados, pero de alguna forma, hacía sentido. Ambos eran tan similares incluso con sus diferencias. En especial cuando se trataba de lo manipuladores, calculadores y abusadores que eran. Ambos hombres fueron hechos con el mismo molde.
Pero al mismo tiempo, fue esa sorpresa inesperada lo que la hizo reaccionar y retroceder un paso preventivo, por su propia seguridad. Si algo aprendió de aquella fatídica noche, era cuán fuerte era su sentido de la supervivencia y auto preservación. La alerta se instaló en su sistema, reconociendo que se encontraba en peligro. En especial porque la mirada de Adrien en ese instante le recordaba a la misma que tuvo Simon hace un año atrás.
Con la única diferencia en que era más joven y habilidoso.
Excepto por el hecho de que Adrien no tenía ni la menor idea de lo que Ryn era capaz de hacer con sus poderes, aunque ella no planificara invocarlos. La última vez... La última vez fue exactamente lo que la llevó a esa posición. Porque su inestabilidad jamás sería capaz de sostener su poder errático sin herir a alguien.
No quería quitarle la vida a otra persona, sin importar lo terrible que fuera. Cometió un error provocado por semanas de tortura e inestabilidad tanto física como mental. Esa noche solo... estalló como un tanque de gas muy cerca del fuego. Ryn se prometió a sí misma que jamás iba a terminar de esa forma de nuevo, sin importar lo mucho que las personas hicieran atravesar una miseria. Sin importar lo mucho que había sufrido en las pasadas semanas.
Incluso cuando se encontraba caminando en el filo de la navaja, esperando por el momento en el que perdiera el balance y su cordura desapareciera.
Al notar que Ryn solo se quedó en silencio, Adrien resopló, mirando a ambos lados para buscar el apoyo de las personas que lo rodeaban. Pero solo lo hizo lucir como alguien que estaba perdiéndose en la ira que estaba comenzando a consumirlo. En los ojos se podía ver ese brillo de furia; una vena apareciendo bajo la piel de su frente ante la fuerza que empleó en apretar los puños.
—¿No te das cuenta? Todos aquí saben lo que hiciste, y vamos a hacer que pagues por tus actos, Ryn.
Pero las últimas onzas de valentía y fuerza en su cuerpo se mezclaron para impulsarla a elevar el mentón, recuperando parte de su estabilidad para hacerle frente a Adrien.
—¿Y qué piensas hacer? —preguntó, retándolo en voz baja, pero firme. Arrastró las letras, hablando pausadamente mientras las personas a su alrededor solo observaban sin moverse.
Por un segundo, consideró que pudieran ser un espejismo, un hechizo de glamur para enmascarar la falta de apoyo que seguramente tenía Adrien. Pero conocía a sus compañeros. Si sabían que había algo que no los iba a beneficiar, solo se quedaban observando desde el exterior, siendo testigos del desastre. Además, con el odio fomentado y la crueldad bajo sus pieles, sabía que querían verla caer, verla derrotada, ¿y qué mejor cosa que tener a alguien que haga el trabajo sucio por ti? Matarían dos pájaros de un tiro sin tener que ensuciarse las manos.
—Te hice una pregunta, Adrien. ¿Qué piensas hacer para vengar la muerte de tu primo? —instó, pero había un rastro distinto en sus palabras. Era la pelea interna entre preservar su vida y buscar la forma de liberarse por completo.
—Deberías estar muerta —masculló entre dientes, aunque no fue una respuesta directa, le hizo saber sus intenciones.
Quería a Ryn muerta, ya fuera por sus propias manos o empujándola al abismo en el que estuvo de pie en el pasado. No le importaba cómo fuera siempre y cuando terminara del mismo modo: con su muerte.
A pesar de que las náuseas se removieron en su estómago, Ryn se mantuvo impasible.
—Entonces hazlo —lo retó alzando los hombros un poco. Dio un paso hacia el frente, a pesar de que tenía los ojos llorosos por lo sucedido con James en el despacho, y encaró a Adrien—. Termínalo o date por vencido, Adrien. De igual forma, no va a traer de vuelta a tu cerdo primo.
Adrien apretó la mandíbula, pero no sucumbió ante la provocación de Ryn. Solo se quedó mirándola como si fuera alguien que ni siquiera valía la pena. En su mente, así era. No consideraba que Ryn valía lo suficiente como para pasar tiempo en Azkaban. Por eso era tan fácil torturarla y abusar de ella, porque en el fondo era un ser insignificante para él. Le tenía más lástima a un elfo doméstico que a la chica que se encontraba de pie frente a él.
Cerró la distancia entre ellos, metiendo las manos en los bolsillos de tu pantalón.
—Hazlo tú misma, Ryn. Tal y como lo intentaste en el pasado —siseó con desprecio—. Al final del día, a nadie le importas. No vales lo suficiente como para seguir desperdiciando oxígeno. Todos te olvidarán porque no eres más que el polvo bajo nuestros pies.
La barbilla de Ryn tembló, pero logró mantenerse en una pieza. No iba a quebrarse frente a él, no le daría el gusto o la satisfacción de verla en ese estado. Se rehusaba a soltar una lágrima a causa del daño que le provocaba.
Tragando en un fallido intento de deshacer el nudo de llanto alojado en su garganta, Ryn se dio la vuelta para dirigirse a su habitación bajo la vista de todos sus compañeros, los testigos de la causa de su quiebre. Incluso aunque no había soltado una sola lágrima, sabía que había perdido. Una derrota de la que no podía recuperarse: la verdad.
Se suponía que ella no estuviera con vida. De hecho, no estaba segura de cómo Neville logró salvarla en el último segundo antes de que su cuerpo impactara el suelo cuando se lanzó por la ventana. La caída hubiera sido suficiente para hacerle añicos el cuerpo. No hubiera sobrevivido de no ser por Neville, eso lo tenía muy claro. Aunque no entendía por qué lo hizo luego de haber sido testigo de la atrocidad que cometió. No entendía cómo fue que pudo ver una pizca de bondad en ella que no existía.
Sin embargo, estaba agradecida de haber podido vivir a ese intento porque le dio la oportunidad de conocer a James, pero a veces solo había una cierta cantidad de dolor y sufrimiento que una persona era capaz de soportar. Ryn estaba en su límite.
Podía sentirlo bajo su piel, cosquilleando, recordándole que tenía una salida que podía tomar.
Solo existían dos personas en todo el mundo que verdaderamente sentirían el peso de su partida, y lamentablemente para ella, ambos estaban mucho mejor sin ella. Uno no tendría que aguantar llenar un rol que no le pertenecía, y el otro podría regresar a hacer lo que verdaderamente amaba sin estancarse en alguien sin salvación. Porque su alma corrupta no merecía una pizca de perdón.
Abrió la puerta de la habitación bruscamente y la cerró de golpe, permitiéndose llorar. Ni siquiera se molestó en realizar un hechizo para insonorizar el área. No le importaba que las personas supieran que estaba sufriendo. Lo llevaban sabiendo por semanas... meses. Simplemente no les importaba que hubieran dejado a una persona completamente desolada. Lo peor era que consideraba que lo merecía. Sentía que merecía todo lo que estaba recibiendo. El odio, el desprecio, la miseria.
Porque le había quitado la vida a una persona por razones egoístas.
Porque observó a un hombre morir y disfrutó el proceso.
Porque era tan despreciable como todas las personas decían.
Caminando en el interior de la habitación, Ryn caminó hacia su baúl y sacó la caja que iba a abrir cuando le cortaron el cabello.
Si iba a dejarse ir...
Si iba a sucumbir ante el dolor...
Necesitaba saber el contenido. No porque esperaba que fuera a salvarla, sino porque necesitaba saciar la curiosidad. Era el momento de enfrentarse de una vez y por todas a todo lo que la condujo a su tragedia.
Se sentó en el suelo con la espalda apoyada contra la cama, sus hombros sacudiéndose con los hipidos que salían de sus labios. Con dedos temblorosos, Ryn abrió la tapa de la caja, topándose con sus pertenencias de aquella noche. No sabía cómo estaban ahí. De hecho, no tenía ni idea de quién había dejado la caja en primer lugar. Solo la dejaron cuando estuvo unos meses en San Mungo luego de su intento de suicidio con solo una nota para abrirla cuando estuviera lista.
Ahora lo estaba.
Sacó las piezas de ropa que se encontraban en la parte superior y las puso en el suelo frente a ella. Bajo la tela, se encontraban unas fotografía de sexto año, y fue cuando supo quién le había enviado esa caja.
—Neville —susurró el nombre en un sollozo.
La fotografía en movimiento la tomó él en una de las tardes en las que estuvo ayudándolo en los invernaderos. De hecho, fue ella quien le pidió que tomara la foto porque estaba llena del líquido de los furúnculos de las mimbulus mimbletonias. A pesar de que el hedor era terrible, estaba feliz ese día, así que lo encontró completamente hilarante. Tanto que quiso inmortalizar el momento con la foto.
Apenas podía reconocerse en la imagen porque era como si fuera una persona completamente distinta. Tenía el cabello recogido en una coleta suelta que caía por sus hombros, y una sonrisa tan genuina que podía derretir los polos. Esa felicidad era algo que ya no sentía. En ese tiempo era alguien inocente y llena de vida. Ahora solo quedaban los restos de esa chica, un esqueleto vacío sin nada más que aportar.
Puso la imagen sobre la ropa para seguir viendo el contenido.
Eran más pertenencias de la época en la que no había sido usurpada por la oscuridad del mundo. Al final de la caja, estaba la foto que le tomaron los aurores al crear su expediente. La dejó caer al suelo y cayó boca abajo, revelando unas palabras escritas en la parte trasera.
«Esta no eres tú».
Deteniéndose en seco, Ryn dejó caer un par de lágrimas, y se dispuso a verificar el resto de las pertenencias que había sacado, encontrando una palabra detrás de cada una. Cualidades.
«Carismática», «fuerte», «especial», «perseverante», «determinada», «resiliente».
Era todo lo que la llegó a representar en el pasado, la forma en la que Neville la había visto y percibido antes de que se manchara las manos de sangre.
Agarró la primera foto, volteándola con ojos llorosos.
«Esta es la verdadera tú».
Cerró los ojos, permitiendo que las lágrimas salieran de la forma en la que querían, cayendo como cascadas por sus mejillas. Estuvo de esa forma un par de minutos, simplemente lamentando la pérdida de la persona que fue y que nunca volvería a ser.
Le tomó bastante poder recuperar un poco de control sobre su sistema. Estiró los brazos para lanzar la caja al otro lado de la habitación y fue cuando se percató de que había un sobre pegado en el fondo. Lo sacó nerviosamente, abriéndolo con cautela. Las lágrimas que todavía salían de sus ojos, humedecieron el pergamino del interior mientras lo sacaba.
Era una copia del testimonio de Neville de esa noche.
Era largo, explicando cada detalle desde que Simon llegó a Hogwarts, hasta lo que sucedió en el aula. Incluía también la confesión que Ryn le dijo sobre la chica de quinto año, aunque sabía cómo eso había terminado. Tiff Furby le dijo a los aurores que Ryn había mentido y que todo era una farsa. Suponía que tuvo miedo de confesar lo que verdaderamente ocurrió para no tener que enfrentar el hecho de que el mundo se iba a enterar.
Ryn realmente no la culpaba por eso, pero ahora entendía por qué los aurores la dejaron libre incluso con Tiff alegando que Simon no era un depredador.
Fue por el testimonio de Neville Longbottom.
«¿Creo que haya sido capaz de matar a alguien a sangre fría por el puro placer de hacerlo? He sido el profesor de Katsiaryna Stormhold por años, era una estudiante brillante y muy especial. Trabajé con ella durante meses en los invernaderos, hasta la llegada Simon Fox. Pasaba más tiempo ayudándolo con la corrección de tareas. Todos lo sabían, pero no conocían las intenciones de él. Era un maestro de la manipulación, y Ryn era muy inocente como para ver a través de las mentiras. Cualquier persona hubiera sido capaz de estallar del modo en el que ella lo hizo, pero no fue de ayuda que sus poderes vayan mano a mano con sus emociones.
¿Cómo sé de sus poderes? Soy el sub-director de Hogwarts. Minerva McGonagall y yo tuvimos una reunión con su guardiana legal, Leticia, cuando inició su educación mágica. Cuando se tiene a una estudiante con capacidades más poderosas de las que muchos podrían llegar a imaginar, algunas personas deben tener un conocimiento en caso de que algún día solo estallen. Ella nos explicó cómo las habilidades de los Stormhold son hereditarias y que la mayoría de aquellos que lograban cargar la tormenta en su sistema, habían perdido la cordura al utilizar el poder.
Nadie sabía que Ryn estaba teniendo sesiones particulares con Simon Fox hasta que nos enteramos. Le pueden preguntar a todos los profesores si Ryn había cambiado en esos meses y todos te van a decir que sí. Era otra persona. Ausente, reservada, físicamente enferma. Era algo difícil de ver, pero no se comunicaba con nadie. Incluso cuando había sido una persona muy social en el pasado. Muy popular y conocida entre los estudiantes. No estaba bien, y combinar ese peso mental y emocional con los eventos de esa noche, no es sorpresa alguna de que se haya quebrado.
No, no pienso que Ryn hubiera sido capaz de matar a alguien a sangre fría si no hubiera estado inestable previamente. Creo que solo fue empujada y presionada hasta que devolvió todo eso hacia la persona que lo provocó en primer lugar».
Para el momento en el que terminó de leer, apenas era capaz de diferenciar las letras porque su vista se encontraba empañada por la lágrimas.
Si tan solo hubiera sido capaz de abrir la caja meses antes, las palabras de Neville la hubieran podido ayudar a reconocer ciertas cosas de los hechos, a tener una nueva perspectiva. Quizá hasta le hubiera dado la fortaleza y confianza de ir a su refugio cuando las cosas se pusieron mal de nuevo, pero ahora ya era demasiado tarde porque esta vez sí se encontraba completamente perdida. No había marcha atrás. Solo la hacía ver lo mucho que había cambiado, todo lo que ya estaba cansada de soportar sin tener ni una pizca de esperanza.
Se puso de pie, buscando una pieza de pergamino y una pluma. Con los materiales, escribió una corta carta.
«Gracias por siempre creer en mí y por quererme como si fuera una hija más.
Siempre valoraré todo lo que hiciste por mí.
Pero ya es hora de que todo termine.
Con amor,
Ryn».
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Alcemos manitas si tenemos miedo. Empiezo yo: 🙋🏻♀️
La verdad es que sí le tengo miedo a escribir los siguientes capítulos que quedan. No sé si tengo la estabilidad emocional como para hacerlo, pero trataré de prepararlos pronto para que no nos quedemos tanto tiempo con el nudo en la garganta.
22/25
Love,
Thals. 🖤
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