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19: Ayuda para un corazón roto

CUANDO JAMES NO SE REPORTÓ A TRABAJAR EL PRIMER DÍA DE CLASES, Neville Longbottom supo que algo estaba pasando. Lo sentía en sus huesos. En especial porque su instinto le decía que había algo más sucediendo entre el muchacho que consideraba otro hijo. Lo había confirmado desde la vez en el invernadero cuando le advirtió que no se pusiera a jugar con Ryn, pues la reacción del muchacho fue más que reveladora.

Sin embargo, muy en el fondo, temía más del resultado que podría tener para James que en Ryn. No solo emocional, sino profesionalmente también.

Sabía las condiciones del contrato. Demonios, Ginny le había consultado para confirmar lo de la plaza de DCAO porque había escuchado que Hogwarts se encontraba en el proceso de entrevistas para recibir a un nuevo profesor. Fue él quien le dio los detalles y trabajó los tecnicismos con McGonagall para darle la oportunidad a James de no perder su carrera, o al menos ofrecerle una vía en la que no perdiera todo por un año.

No obstante, nunca esperó que todo tomara ese giro.

Jamás esperó que los caminos de Ryn y James se unieran de esa forma porque era lo menos que necesitaban. Ryn era otra hija para él. La quería proteger de las problemáticas que sabía que la rodeaban, que la llevaban atormentando desde el año anterior.

Desde el momento en el que los vio interactuando en el invernadero, supo que ambos estaban en peligro de acabar con el corazón roto. James tenía una cierta reputación, y nadie más conocía la verdad de Ryn mejor que Neville. Supo lo que estaba diciendo cuando le hizo la advertencia a James, pero también supo que era algo en vano porque el muchacho iba a hacer lo que quisiera de igual forma. Eso sin contar que su instinto le había dejado en claro que ellos estaban haciendo mucho más que coquetear.

No era tonto. Tenía años de experiencia y sabía identificar una mirada enamorada de una de coqueteo. Poco a poco notó cómo James observaba a Ryn con amor, no solo con el deseo carnal de querer pasar una noche apasionada. También se percató de los cambios positivos en Ryn, de cómo sutilmente iba cobrando todas las faltas que sus compañeros le hicieron. Sabía que era gracias a James.

Pero eso no significaba que no iba a terminar en un desastre porque Neville había presenciado muchas relaciones que se iban al caño incluso si eran para beneficiar al otro. Albus Potter y Scorpius Malfoy eran el claro ejemplo de las relaciones que había sido testigo que habían terminado mal, incluso cuando todos juraban que eran el uno para el otro. Simplemente a veces los tiempos eran erróneos y las personas se querían anticipar a los hechos.

¿Ryn y James? De seguro pudieron ser una pareja excelente en otras circunstancias. Podía verlo. Ambos tenían esa chispa en sus personalidades. Los dos eran personas que no sentían a medias; o estaban completamente apasionados por un tema o lo repudiaban por completo. Ambos tenían una reputación en sus hombros que no era más que equivocada.

Sin embargo, las circunstancias de la vida no eran las adecuadas para que su relación prosperara. James era su profesor, y Ryn su estudiante. Él estaba aprendiendo lo que era el concepto del amor, y Ryn estaba sanando de heridas de su pasado. Quizá James podía madurar y tener una cabeza concienzuda sobre sus hombros, pero Ryn no estaba preparada para sumergirse en una relación sin convertir a la persona en un centro de rehabilitación.

Katsiaryna Stormhold y James Potter estaban condenados a ser una tragedia.

—Demonios, James —masculló Neville, sacudiendo la cabeza cuando no lo vio aparecer en la hora del almuerzo.

—¿Qué le pasa a Potter que no apareció hoy? —le preguntó McGonagall con el ceño fruncido.

Neville encogió los hombros, ahorrándose su respuesta sincera donde le decía lo que intuía.

Por más que no aprobara su relación, no significaba que los iba a delatar. Quería que James conservara la carrera para la que estaba hecho, y no pensaba echarle más tierra a Ryn. Sin importar lo mucho que estuviera dudando de sus decisiones. En especial cuando la vio sentarse al lado de Adrien en la mesa de Slytherin, permitiendo que él la rodeara con su brazo y la besara. Después de todo lo sucedido el semestre anterior.

—Iré a verlo —anunció Neville—. De seguro está enfermo.

—Eso espero. Lo menos que quiero es que empiece a fallar en su labor porque no quiero darle un mal reporte con el ministerio —dijo McGonagall con un suspiro.

Neville le ofreció una sonrisa y se levantó de la mesa de profesores, dirigiéndose a la torre de DCAO. En su estómago estaba presente el cúmulo de nervios porque no sabía qué iba a encontrar. Muy pocas veces había presenciado a James verse afectado emocionalmente y en esas ocasiones había sido por situaciones familiares. Nunca por un corazón roto, y eso era lo más problemático de la situación: nadie reaccionaba igual al perder a alguien.

Lo peor de tener un corazón roto era tener que pasar por el duelo de perder a alguien que seguía con vida, respirando y progresando sin ti. Con lo que había presenciado en el comedor, pudo adivinar que fue Ryn quien terminó las cosas, fue ella quien le rompió el corazón al chico que lo mantuvo entero por veintidós años.

No encontró a James en su oficina, pero sí en su habitación. El hedor a alcohol inundó sus fosas nasales, provocando que su rostro se contrajera en una mueca asqueada. Definitivamente confirmaba que Ryn le rompió el corazón porque el estado desordenado de la habitación destruida—como si hubieran lanzado las cosas con furia—mezclado con las botellas vacías de alcohol en el suelo reafirmaban su teoría inicial.

Escaneando la habitación con sus ojos, encontró a James boca abajo en la cama, cubierto por las sábanas, todavía vistiendo la ropa de la noche anterior.

—James —lo llamó, adentrándose en la habitación. No recibió respuesta—. James —insistió, removiéndolo. Solo un gruñido. Suspirando, Neville buscó su varita y conjuró un aguamenti.

James gruñó con molestia, levantando la cabeza de las almohadas. Con el brazo izquierdo se secó las gotas de agua de la cara.

—Por Godric, ¿era necesario hacer eso? —se quejó, mirando a Neville con un ojo abierto y otro cerrado.

Neville resopló.

—Claro que fue necesario. ¿Perderte el primer día de clases? —cuestionó en un tono severo y firme—. No me ignores, James.

—Ya no sé si me importa esto —dijo en un murmuro y se viró, mirando el techo—. ¿Cuál es el propósito?

—¿Tu carrera? ¿Te suena?

James negó.

—Ya ni la extraño. Seguramente el equipo no me recibirá después de estar tanto tiempo fuera y me mantendrán en la banca antes de echarme por completo, así que, ¿cuál es el punto de seguir haciendo esto? —preguntó, aunque la interrogante no iba dirigida al amigo de su padre, sino que estaba expresando sus pensamientos en voz alta—. Quizá solo debería renunciar y ya.

—¿Y esto a qué viene? —Neville se arriesgó para ver si James le confesaba la verdad.

Pero el muchacho se limitó a encoger los hombros, apretando los labios en una fina línea, reprimiendo todo lo que estaba guardando en su interior.

—Solo estoy cansado —contestó, y su voz sonó ahogada.

—James...

—Cierra la puerta cuando te vayas —pidió él, dándole la espalda al removerse en la cama.

Neville suspiró y asintió, marchándose de la habitación. Al cerrar la puerta, supo que debía contactar a alguien más que tuviera el poder de convencimiento suficiente para impulsar a James a no enganchar los guantes todavía; necesitaba a alguien que pudiera resultar como un confidente verdadero sin otras intenciones.

Albus Potter tuvo la misma reacción que Neville al entrar a la habitación de su hermano. El primer pensamiento que se le cruzó por la cabeza fue: «Si mamá llega a ver esto, pone el grito en el cielo». Pero se ahorró el comentario porque no era el momento para hacerle saber a James lo mal que estaba. No solo en el exterior, sino que en el interior también.

Solo era necesario echarle un vistazo para darse cuenta de que James estaba en el peor momento de su vida. De hecho, una sola mirada era lo que se necesitaba para saber que estaba completamente desolado y miserable. Dos palabras que nunca habían estado conectadas al nombre de James Sirius Potter en veintidós años antes, pero había llegado el momento en el que lo estaban. Porque no importaba lo feliz que pudiera estar una persona, eventualmente la vida lo haría sentir miserable y desolado por un tiempo.

Albus lo sabía por experiencia propia.

—James —lo llamó, pero su hermano lo ignoró por completo.

Al contrario de Neville, Albus no fue condescendiente porque sabía que no era el paso que debía tomar con James. Si le permitía sumergirse en su miseria, jamás se recuperaría o se tardaría demasiado en hacerlo. Viendo que Neville le escribió porque James estaba al borde de darse por vencido y renunciar, tendría que acelerar el proceso y obligarlo a afrontar la realidad.

—Lárgate —masculló James.

—Lo siento, pero no salí del trabajo para verte dos segundos y marcharme —dijo mientras caminaba hacia las ventanas para abrir las cortinas de golpe. James gruñó, cubriéndose el rostro con la almohada.

Sin embargo, Albus no le dio una opción porque le arrebató las almohadas y las sábanas del cuerpo. Mirándolo seriamente, chasqueó los dedos frente al rostro de su hermano para llamar su atención.

—Oye, hazme caso porque solo lo voy a decir una vez. Sácate la cabeza del trasero que no es un sombrero, y te pones a pensar en lo que verdaderamente importa: las cosas que van a aportar para tu futuro —dictaminó Albus, mirándolo directamente a los ojos.

James se sentó en el colchón, arrastrándose un poco para poder apoyar la espalda en la pared. Fijó la vista en el techo, sus ojos rojos por la resaca y las lágrimas que había derramado durante la noche.

—Esta mierda apesta —murmuró con voz ahogada—. Ni siquiera puedo buscar la forma de que me interese lo único que me importaba al inicio de este maldito castigo.

Albus suspiró.

—Lo sé —le dijo—. Sé lo que se siente.

James soltó una risa amarga.

—¿Y a ti cuándo te han roto el corazón?

Esa vez fue el turno de Albus de reírse amargamente. Mordiéndose el labio inferior, tomó la decisión de revelarle a su hermano la única razón por la que no había querido sentar cabeza o abrirse a una relación. Alcanzó su billetera del bolsillo trasero de su pantalón y sacó una foto. La única que tenía con Scorpius Malfoy en la que no estaban en un grupo de personas, sino completamente solos. La había tomado Scor en las últimas semanas de Hogwarts.

En la imagen, estaban acostados en la cama de Albus, él abrazando a Scorpius por la espalda mientras le depositaba un beso en la mejilla. El rubio sonreía a la cámara ampliamente, expresando la felicidad efímera que habían tenido.

—¿Realmente piensas que Wizengamot fue mi primera opción para trabajar? —inquirió con una ceja arqueada—. Por favor, quería ser auror, pero no había forma en la que me iban a ver en la misma oficina que Scorpius.

James tragó.

—No tenía ni idea. Sabía que se habían dejado de hablar, pero no tenía ni idea de que fue porque estuvieron juntos. Nos habías dicho que fue...

—¿Por una chica? Sí, bueno, es difícil de explicar cuando no les has dicho al mundo que también te atraen los chicos.

—Todos en la familia sabíamos —rebatió James.

Albus rodó los ojos.

—Eso lo sé, pero los de Scorpius no. Dudo que todavía lo sepan. Solo... prefirió romper lo nuestro porque, y cito: «Es una atracción pasajera por compartir el mismo espacio por tanto tiempo. Eventualmente nos separaremos y me casaré con una mujer que me hará feliz» —recitó, tragando con fuerzas. De su voz se desbordaba un tono amargo y todavía cargado de dolor. Claramente era una herida que no había sanado del todo.

—Quizá no estaba listo para decirle al mundo —comentó James, tratando de brindarle algún tipo de consuelo a su hermano, aunque sabía que no existían las palabras correctas para hacerlo.

El vacío en su pecho siempre estaría presente. No importaban las palabras o las intenciones de las personas. Simplemente no existía una calma suficiente para apaciguar el dolor de las heridas causadas por la pérdida de alguien a quien amabas. Solo el tiempo sería capaz de sanar por completo y brindar una especie de alivio para todas las almas en pena.

—No importa ya —aseguró, quitándole la foto de las manos para meterla en su billetera.

James supo que era una mentira. Si realmente no importara, Albus no cargaría con esa foto en su billetera, oculta entre las tarjetas y su dinero, pero no lo acusó porque le gustaría tener la oportunidad de tener una foto con Ryn también. Algo que le recordara lo estúpido que fue por dejarse seducir por una estudiante, un recordatorio que le impidiera confiar en cualquier chica que le brindara una conversación vulnerable.

—No lo mostraste nunca —dijo el mayor de los dos, escudriñándolo con la mirada.

—¿Que estaba jodidamente miserable? ¿Cuál era el propósito? La vida continúa sin importar lo miserable que te encuentres, así que hice lo posible por continuar también. Cambié mi elección de carrera, busqué otra persona para follar, y pasé la página.

Otra mentira.

Ambos lo sabían, pero ninguno dijo algo al respecto. Era más fácil de ese modo. Albus quería animar a su hermano, y James no quería presionarlo a que le dijera la verdad. Ya había suficiente miseria por el momento como para seguir llenando la habitación.

—Pues, la verdad es que la forma de pasar página de esto es renunciando, ¿no?

Albus negó.

—Estás en lo erróneo. A esa chica le pagas al presentarte al trabajo como si no te importara lo que te hizo. Pones una sonrisa de puto en tu cara como si estuvieras listo para encontrar el siguiente ligue esa misma noche, y cuando se acabe este semestre, regresas con tu equipo y recuperas tu carrera, tu éxito, tu fama. Así es como te las cobras porque mientras tú estés triunfando en la vida, ella va a arrepentirse de haberte dejado ir.

James tragó en seco, haciendo lo posible por deshacer el nudo que se había instalado en su garganta.

—¿Eso fue lo que hiciste?

Albus le ofreció una sonrisa ladina.

—¿Qué puedo decir? Soy un Slytherin hasta la médula. —Le guiñó un ojo y se rio—. Vas a salir de esto. Sé que duele y que tus sentimientos por ella eran genuinos.

Un resoplido de parte de James.

—¿Qué te hizo percatarte de eso?

Albus arqueó una ceja.

—¿Puto reformado? ¿Te suena? —le recordó la frase que él mismo utilizó la noche en la que fue a cenar a la casa de Ryn.

Ambos se rieron al unísono por unos segundos. Las risas se apagaron, cayendo en un silencio corto en el que James bajó la cabeza y tomó una profunda bocanada de aire, dejándola salir lentamente de sus labios.

—Esto realmente me jodió porque nunca lo vi venir, ¿sabes? —habló de manera apenas audible—. Teníamos tantos planes. Todo parecía tan real. Te juro que todo parecía jodidamente real y de repente solo... dijo que todo fue para ayudar a su novio a vengarse de una vez que lo «humillé» en una práctica de Quidditch. ¿Sabes qué es lo peor? Ese hijo de puta no podría tratarla peor porque la estaría matando. La insulta, manda a otras personas a lanzarle cosas, a robarle la tarea, a ponerla por el piso. Hasta le cortaron el cabello, y está ahora de su lado como si fueran la pareja perfecta.

Con cada palabra que pronunciaba, el tono de James iba cambiando de dolido a completamente furioso. Hablaba en voz baja, pero la ira adornaba sus palabras haciendo que sonara grave y severa. Estaba enmascarando su sufrimiento por enojo, lo cual podía ser contraproducente, pero, al mismo tiempo, beneficioso. Era esa ira la que lo iba a sacar de la cama, era la que iba a darle el empujón necesario para continuar con su trabajo y no dejarle saber que estaba sangrando en el interior.

—Que se joda ella —expresó Albus—. De ahora en adelante solo importas tú.

—¿Y si no puedo?

—Tienes que hacerlo. —Albus encogió los hombros—. Porque nadie más va a hacerlo por ti.

Luego de asegurarse de sacar a James de la cama, obligarlo a bañarse y arreglarse para la cena, Albus se despidió de su hermano. Mas no se marchó de Hogwarts, solo fingió hacerlo porque estaba enfocado en localizar a Ryn Stormhold. Lo bueno de haberse graduado hace un par de años era que los fantasmas lo conocían, y de alguna forma, había hecho buenas migas con Peeves. Ni hablar de Myrtle que había tenido una afición por él en sus años de estudiante porque juraba que era la copia de su padre, detalle que hizo de su experiencia una un tanto incómoda.

Sin embargo, en ese instante era beneficioso tener los contactos que tenía porque solo de esa forma pudo encontrar a Ryn Stormhold. Myrtle le dijo que la chica estaba en los baños sobre el Gran Comedor. En los cotilleos de la fantasma, le dejó saber a Albus que estaba llorando y ocultándose de las personas. Según Myrtle, estaba haciendo lo mismo que el año anterior, aunque sospechaba que las razones eran completamente distintas.

Así que Albus se dirigió a los baños y se quedó esperando a que la chica saliera. Afortunadamente, no tuvo que esperar mucho para formar una excusa para estar merodeando el baño de chicas—incluso si muy pocas personas lo utilizaban—. Ryn salió con una expresión sombría en el rostro. A pesar de que la había visto pocas veces y en esas ocasiones la chica era mucho más joven, pudo detectar los ojos hinchados y los rastros de lágrimas que todavía enrojecían su nariz.

Ryn se percató de la presencia del chico Potter, pero lo ignoró.

—Quiero hablar contigo un minuto. —La voz de Albus la hizo detenerse, mas no se dio la vuelta para enfrentarlo. El único movimiento que hizo fue apretar las manos en puños—. Sé lo que estás haciendo.

Ryn volteó la cabeza ligeramente, mirándolo por encima del hombro con una ceja arqueada.

—¿Y eso qué se supone que sea? —increpó, su voz sonando fría y desligada a sus emociones, pero Albus pudo reconocer lo que estaba haciendo.

Conocía ese mecanismo de defensa a la perfección porque lo había utilizado una infinidad de veces. Demonios, casi se podía decir que los Slytherin estaban hechos del mismo molde porque tenían defensas y actitudes similares. Al menos los que no estaban completamente gobernados por creencias arcaicas y tenían una pizca de emoción habitando en sus corazones, haciéndolos vulnerables ante un ejército de buitres.

—Mentirle a James para romper con él —dijo Albus y encogió los hombros casualmente, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón.

Ryn solo apretó los labios en una fina línea.

—No mentí. Lo que sea que te haya contado es verdad.

—Sé lo que pasó hace un año —soltó de golpe y Ryn tragó en seco. Incluso la pudo ver aguantar la respiración—. Leí el archivo después de que me contara sobre ustedes.

La muchacha se mordió el labio inferior y negó con la cabeza.

—Entonces debes estar feliz de que rompí las cosas. No te gustaría que alguien como yo terminara con tu hermano —dijo Ryn con amargura.

Albus se limitó a curvar los labios en una mueca de indiferencia.

—Leí los hechos. Están bastante claros y no veo por qué piensas eso de ti, pero no estoy aquí por eso. Tampoco estoy aquí para ponerte en un camino de miseria o para convencerte de arreglar las cosas con él —habló Albus dando unos cuantos pasos hacia ella. Cuando estuvo a menos de un metro, le agarró la mano y le dejó una tarjeta con su información—. Estoy aquí si en algún momento necesitas algo. Puedo ayudarte, Ryn.

Ella apretó la tarjeta en su mano, pero no la soltó o la devolvió. Solo la sostuvo como si estuviera evaluando sus opciones, como si estuviera tratando de tomar la decisión correcta, aunque no estaba segura de cuál era.

—Tal vez no quiero ser ayudada. Quizá no necesito ayuda.

—No te creo —refutó Albus—. Porque alguien que elige correr a una relación abusiva luego de conocer una pura, no suena a alguien que no necesita ayuda.

Ryn negó y retrocedió.

—¿Quieres ayudarme? —preguntó, pero Albus se quedó en silencio, indiferente a la reacción defensiva de la chica—. Déjame en paz y haz que él se mantenga lejos de mí. Así es como me puedes ayudar.

Albus la vio caminar lejos luego de decir esas palabras, pero también se percató de que en ningún momento Ryn dejó caer la tarjeta. Lo confirmó en silencio, en ese pequeño acto donde su boca decía una cosa y su cuerpo reaccionaba de otra forma: Ryn quería ser ayudada. Solo no sabía cómo.

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Este capítulo terminó siendo más largo de lo que esperaba, lol. Pero me ha gustado el resultado y la presencia de Albus lo hace todo mejor.

Alcen la manita si están preocupados por Ryn. 🙋🏻‍♀️

¿Tienen alguna teoría de lo que se avecina? 👀

Besis,
Thals.

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